Un grupo dirigido por Kit Parker, de la Universidad de Harvard, ha construido una mantarraya robótica a la que llamaron ray, ésta imita los mismos movimientos que su contraparte biológica. Sin embargo, no lo hace con circuitos eléctricos y motores de los robots convencionales, sino con células musculares diseñadas para imitar los movimientos de la mantarraya.

Tener músculos reales en lugar de metal y plástico rígido tendría mucho más sentido para robots blandos, ya que dichos músculos también son suaves y son impulsados por glucosa, sin necesidad de utilizar motores.

Para este desarrollo, el Dr. Parker eligió músculos de rata, los cuales hicieron crecer en cultivo y luego utilizaron para generar las alas del robot. Para coordinar las contracciones de las células con el fin de impulsar el avance de ray en el agua, el Dr. Parker imprimió patrones buscando que en el momento en que una célula es activada, libera iones de calcio que transfieren una señal para activar a la siguiente célula.

Las células musculares desarrolladas por el Dr. Parker fueron modificadas mediante ingeniería genética para que la luz activara su contracción, con lo cual fue posible dirigir el robot.

Un límite a ello es que el ray requiere de glucosa para alimentar a sus músculos, reduciendo su capacidad de despliegue. Una versión futura podría estar equipada con un depósito de glucosa y un sistema cardiovascular para que ésta circule, lo que asemejaría aún más al sistema de un animal real.