Producing ideas. Economists grapple with the future of the labour market. The battle between techno-optimists and productivity pessimists continues

Cita: 

The Economist [2018], "Producing ideas. Economists grapple with the future of the labour market. The battle between techno-optimists and productivity pessimists continues", The Economist, London, 13 de enero, https://www.economist.com/news/finance-and-economics/21734457-battle-bet...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Enero 13, 2018
Tema: 
Desarrollo tecnológico con baja productividad y amenaza al trabajo asalariado
Idea principal: 

El artículo gira en torno la polémica que ha generado el acelerado desarrollo tecnológico, con las llamadas "tecnologías de la información", y su bajo impacto en la productividad económica. En años recientes la discusión ha adquirido mayor relevancia en el convencimiento generalizado de que la Inteligencia Artificial (IA) próximamente desembocará en oleadas masivas de desempleo.

Frente a los escenarios caóticos, las propuestas se han multiplicado desde diversos sectores de la sociedad (incluso desde los magnates tecnológicos, como Bill Gates que impulsa la idea de un impuesto a la robotización para frenar la automatización o Elon Musk que propone un ingreso básico universal). En el otro extremo de la discusión se ubican aquellos escépticos que ven poco probable el desempleo masivo provocado por un incremento de la automatización.

En enero la temática tomó como lugar de discusión la reunión de la Asociación Económica Estadounidense, llevada a cabo en Filadelfia. De acuerdo con la revista la historia reciente da pruebas del pesimismo productivista (Dato Crucial 1 y 2). Una explicación señala que la crisis financiera de 2007-2008 provocó que las empresas aplazaran la inversión destinada a incrementar la productividad. No obstante la Reserva Federal de San Francisco estima que la caída inició en 2006 y que su causa principal fue la desaceleración en la productividad total de los factores, pudiéndose observar en el estancamiento de la productividad pese al incremento del gasto en investigación (Dato Crucial 3).

Otros sostienen opiniones diametralmente opuestas. Erik Brynjolfsson (Instituto Tecnológico de Massachusetts) resaltó la forma actual en que las máquinas obtienen habilidades para reconocer patrones, que por el momento han mostrado ser superiores a ciertas habilidades humanas (como en el reconocimiento de imágenes o el diagnóstico de cáncer de piel). Sin embargo, el pronóstico de Brynjolfsson señala que los avances desembocarán en una amplia reorganización del trabajo, afectando a los trabajadores tanto calificados como no-calificados.

Daron Acemonglu (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y Pascual Restrepo (Universidad de Boston) presentan un nuevo modelo teórico de la innovación, proponiendo una división del progreso tecnológico en dos categorías: i) aquel que remplaza trabajo con máquinas y ii) aquel que genera nuevas y más complejas tareas humanas. Los autores señalan que históricamente ambos tipos de innovación parecen haber sido equilibradas por las fuerzas del mercado: si la automatización conducía a una sobreabundancia de fuerza de trabajo, los salarios caían, disminuyendo consigo los retornos de incrementar la automatización, por ende las empresas se veían orilladas a encontrar formas nuevas y más productivas para emplear a los trabajadores. Sin embargo se advierte que ambas fuerzas pueden, al menos en teoría, salirse de la sincronización. Por ejemplo, si el capital es relativamente barato respecto los salarios, los incentivos para automatizar pueden prevalecer, llevando a la economía a su robotización completa. Por ahora los autores especulan que la preferencia de las empresas por el capital podría estar llevando a la automatización de la economía. Otro reto es que gran parte de la fuerza de trabajo carece de las habilidades adecuadas para completar las tareas de la nueva economía.

La discusión pone en la mesa la paradoja de la productividad. El investigador Brynjolfsson y sus colaboradores argumentan que los efectos transformadores de las tecnologías (como la inteligencia artificial) podrían tomar años en realizarse. Si las firmas son consumidas por los esfuerzos para automatizar y tales inversiones requieren tiempo para ser recuperadas, seguramente el crecimiento de la productividad se detendrá. Actualmente la inversión se ha reorientado del gasto en equipo hacia la investigación y desarrollo. La problemática se abre al preguntarse sobre la situación de los trabajadores desplazados. La revista señala que las tendencias recientes sugieren que la economía puede crear empleos no-calificados donde la automatización es relativamente difícil de operar (como en las industrias del cuidado de la salud o de alimentación) e incluso que pudieran provocar un aumento del consumo por parte de los propietarios de estas tecnologías lo que incentivaría consecuentemente en la creación de empleos.

Por último se advierte que de no invertir lo suficiente en la capacitación de nuevas habilidades para los trabajadores, la tecnología desplazará a una gran cantidad de trabajadores a los escalafones de calificación más baja. Y si se pretende emplear a todos, las condiciones de trabajo o las salariales tendrán que deteriorarse.

Datos cruciales: 

1. Desde 1995 a 2004 el producto por hora trabajada se incrementó a un ritmo promedio anual de 2.5%, entre 2004 a 2016 la tasa solo se incrementó 1%. En los países del grupo G7 el ritmo ha permanecido bajo.

2. Gráfica 1a. Variación del producto per cápita real por hora, 1995-2017. La gráfica presenta un comportamiento general a la baja, con una primera mitad creciente que tuvo como punto más alto el año 2001 (cerca de 6%), para posteriormente decrecer, pausada por un fuerte pico en 2010 (coyuntural), no obstante su ritmo de variación entre 2011-2017 se mantiene fluctuando entre 0 y 2%.

3. Gráfica 1b. Gasto en investigación y desarrollo como participación del PIB, 1995-2017. El gasto muestra un comportamiento general ascendente, únicamente interrumpido entre 2001-2004, su punto más alto ha sido en 2015 representando un gasto cerca de 1.8% del PIB.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El capitalismo decadente ha ido más allá de la paradoja de la productividad: los efectos de la nueva tecnología no sólo no se ven en los indicadores de la productividad o el crecimiento económicos, sino que el debate sobre el futuro versa sobre el creciente desempleo y sus consecuencias económicas.

El estancamiento de la economía mundial ha desencadenado grandes inversiones en el desarrollo de tecnologías que busquen expandir los límites de la frontera tecnológica-productiva, capaz de impulsar la valorización del capital a otras escalas (generando nuevos mercados, nuevos productos y reestructurando los existentes). Particularmente en años recientes los esfuerzos se han concentrado en perfeccionar las tecnologías de la información: mejorando el poder de cómputo y su capacidad para procesar grandes bases de datos, interactuando con el desarrollo paralelo de otras ciencias, como la neurología o la biotecnología, las telecomunicaciones, etc.

Partimos de concebir un estrecho vínculo entre las transformaciones en las relaciones de producción y la forma del Estado y la sociedad en general. La polémica radica en las problemáticas sociales que conlleva el incremento de la automatización global de los procesos productivos actuales: expulsión de gran cantidad de trabajadores al desempleo. Abriéndose varias interrogantes: ¿será rentable incrementar el desarrollo en tecnologías de IA más que el costo super-degradado de los salarios laborales?

Suponiendo que la automatización y desaparición del trabajo asalariado esté a la vuelta de la esquina, nos parecen débiles las propuestas planteadas por la revista inglesa para mitigar/evitar el desempleo generalizado mediante la generación de empleos en sectores donde la IA es débil o por el incremento del consumo de los capitalistas dueños de la IA.