Ten Propositions on the War Economy

Cita: 

Melman, Seymour [1972], "Ten Propositions on the War Economy", The American Economic Review, Pittsburg, 62(1-2): 312-318, marzo.

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Miércoles, Marzo 1, 1972
Tema: 
Características económico-políticas de la industria militar estadounidense de mediados del siglo XX.
Idea principal: 

En las siguientes líneas reseñamos un sucinto análisis de Seymour Melman publicado en la prestigiosa revista de economía The American Economic Review en 1972. Se trata de una presentación general de la concepción que Melman tiene sobre la economía de la guerra. Seymour Melman (1917-2004) fue un profesor emérito estadounidense de ingeniería industrial e investigación de operaciones de la Universidad de Columbia. También fue economista, escritor y estudioso del complejo militar industrial. Escribió durante cincuenta años sobre la "conversión económica", esto es, la transición ordenada de la producción militar a la civil por las industrias e instalaciones militares. Fue autor de los libros The Permanent War Economy (1974) y Pentagon Capitalism: The Political Economy of War (1970).


Melman inicia sus proposiciones sobre la economía de la guerra con una definición de ésta y las firmas militares industriales. La economía de la guerra es una red de firmas cuyas operaciones se encuentran controladas por una oficina central localizada en el Pentágono. Por su parte, la industria militar se caracteriza por una maximización de costos y subsidios para producir bienes y servicios que no representan una utilidad económica para el nivel de vida ni para el desarrollo de la producción. Aunque las empresas que forman parte de la industria militar tienen aspectos comunes de las empresas convencionales (consejo directivo, reportes anuales, accionistas, etcétera), las consecuencias de sus operaciones internas al conjunto de la economía son radicalmente distintas.

Para inicios de los años setentas, momento de publicación del artículo, cerca de 20 mil firmas industriales constituyen las subunidades de la economía de la guerra. De dos a tres millones de personas se encuentran contratadas por este tipo de empresas para investigar, diseñar, producir y entregar materiales y servicios al Departamento de defensa de Estados Unidos. Los trabajadores de las empresas de servicios militares se encuentran concentrados por industria (artillería, transporte, electrónica, construcción de naves y maquinaria), ocupación (ingenieros y científicos) y región (California, Texas, Connecticut y Massachusetts). Melman señala que durante más de dos décadas las expediciones militares de Estados Unidos representaron de 7 a 10% del producto nacional bruto. Sin embargo, esta información poco o nada dice acerca de los efectos cualitativos de dar preponderancia a la economía de la guerra. En 1968, año pico de la economía de la guerra, la administración del Pentágono controló la producción de 44 mil millones de dólares (mmd) en bienes y servicios, esto es, un monto más alto que la combinación de las ventas netas de General Motors (22.8 mmd), General Electric (8.4 mmd), U.S. Steel (4.6 mmd) y DuPont (3.4 mmd).

Enseguida Melman pasa a señalar sus diez proposiciones sobre la economía de la guerra estadounidense desde una perspectiva micro y macro.

En primer lugar, las firmas de la industria militar no son autónomas. Las decisiones finales de la industria militar no dependen de su propio cuerpo directivo sino de la dirección del Departamento de defensa. Ésta determina los límites de operación, las políticas de regulación y los requerimientos bajos los cuales debe desempeñarse la industria militar. La división ordinaria de la administración de las firmas militares se encuentra supeditada a la oficina central del gobierno estadounidense. No está en el poder de las firmas decidir qué tipo de armamento producir y en qué cantidades, tampoco a determinar el precio de venta ni el tipo de consumidores al que está destinado. La autorización de venta de productos militares a clientes no gubernamentales depende de procesos detallados y particulares.

En segundo lugar, las firmas industriales militares están controladas por una administración estatal. Melman denomina “administración estatal” al conjunto de organizaciones establecidas en el Departamento de defensa, bajo la administración de Robert McNamara, para la concentración y centralización de la industria militar. Fue construida una red de agencias centrales para garantizar el cumplimiento de la política central. El documento Armed Services Procurement Regulations consigna las reglas de la administración estatal para el personal de la oficina central y la propia división de administración. Estas reglas fueron necesarias por el alcance de la administración estatal como la más grande oficina central industrial de Estados Unidos. Cuenta con 55 mil personas encargadas de localización de contratos y cumplimiento de políticas en Washington, oficinas regionales y locales, publicación de regulaciones y elaboración de material detallado. El alcance de aquel aparato de control de la industria militar es sorprendente, Melman menciona que una firma mediana promedio de la industria militar cuenta con aproximadamente 210 empleados del Pentágono y un grupo de 10 oficiales militares. De manera que funcionalmente el Secretario de Defensa es el “presidente” de la firma y el Presidente de Estados Unidos es el “presidente directivo”. La relación es de control de operaciones, pero no de propiedad de las firmas.

En tercer lugar, la industria militar no minimiza los costos. Durante la década de los años sesenta la mayoría de los proyectos terminó con precios finales 3.2 veces más grandes al estimado. Asimismo, existen numerosas órdenes de productos que fueron cancelados durante el camino de las firmas. Todo se debe a que no existe un precio estándar aceptable de los productos ni una regulación de los procedimientos básicos de desarrollo, investigación y manufactura de nuevos productos.

En cuarto lugar, las firmas industriales militar no son entidades de maximización de ganancias. Melman menciona que análisis de 1970-1971 sugieren que el mantenimiento y extensión de los subsidios gubernamentales se han convertido en el verdadero objetivo de las firmas militares industriales. La “ganancia” de este tipo de industria no necesariamente se encuentra en la forma de los activos monetarios convencionales, también se dan bajo la forma de nuevos laboratorios, personal, equipo de producción, sedes, edificios, etcétera. Lejos del lema convencional de “costo-maximización”, la industria militar se mueve en un lema de “subsidio-maximización”.

En quinto lugar, la administración estatal es una nueva forma de concentración del control industrial. La industria convencional más grande no tiene la capacidad de decisión de la administración estatal. En 1970 por cada dólar de ganancias después de impuestos de las firmas privadas, 1.50 dólares fueron destinados al Departamento de Defensa. El control brutal de la administración estatal sobre los nuevos capitales permite un poder de decisión inédito sobre el empleo y los niveles de actividad económica de los estados y las ciudades. De esta manera, el Pentágono ha conseguido presionar la iniciativa mundial en la innovación armamentística.

En sexto lugar, el Producto Nacional Bruto está constituido por crecimiento productivo y “parasitario”. Crecimiento productivo refiere a los bienes y servicios que abarcan parte del nivel de vida o pueden ser utilizados para una producción ulterior. En cambio, crecimiento parasitario refiere a bienes y servicios que son inútiles tanto para el nivel de vida como para una producción futura. De 1946 a 1971 más de 1.2 mmd de bienes y servicios fueron producidos en Estados Unidos en términos de crecimiento parasitario. Más de la mitad de la investigación y desarrollo de Estados Unidos está concentrada en el crecimiento económico no productivo. La industria militar es en este sentido un costo social no sólo en términos de dinero sino de materiales, horas de trabajo y maquinaria.

En séptimo lugar, el output de la economía parasitaria genera inflación. Según Melman no hay duda alguna que desde 1945, sobre todo en 1965-1970, la industria militar ha contribuido a un incremento generalizado de los precios. Esto se debe a que la economía parasitaria implica el pago de trabajo cuyo producto abandona inmediatamente el mercado interno. Los materiales, energía y equipo utilizados en la industria militar y los bienes y servicios destinados al nivel de vida de los trabajadores de dicha industria son proveídos por el resto de los trabajadores de la sociedad productiva que, sin embargo, no recibe nada productivo a cambio. Este tipo de actividad económica conduce a un incremento de los precios.

En octavo lugar, el gasto militar en el extranjero compromete el valor del dólar. De 1950 a 1970 las reservas de oro del Tesoro de Estados Unidos disminuyeron de 24 mmd a 9 mmd. La caída de las reservas se debe, principalmente, a la masiva acumulación de dólares en el extranjero como consecuencia del gasto militar en el extranjero. Con la construcción de bases en el extranjero tras la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Korea y la Guerra de Vietnam, Estados Unidos ha destinado la mayoría de su gasto de armamento en el extranjero. El pago en dólares por los productos militares mantuvo el valor del dólar hasta 1971 cuando las tenencias en dólares resultaron tres veces más grandes que la reserva del Tesoro.

En noveno lugar, el costo del sistema militar conlleva un gran costo de oportunidad para la sociedad estadounidense. Los desembolsos militares de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial son superiores al valor de toda la estructura residencial y de negocios de la superficie estadounidense. De 1939 a 1968 por cada dólar gastado en cuestiones militares, se redujo 0.163 dólares el gasto en bienes de consumo durables, 0.110 dólares en bienes de producción durables y 0.114 dólares en gastos para los hogares. El mantenimiento de la economía parasitaria, sentencia Melman, causa el deterioro de muchas actividades civiles.

En décimo lugar, las firmas de industria militar carecen de flexibilidad para convertirse a labores civiles. La construcción de firmas militares durante la década de los años sesenta nunca planeó seriamente una transición a la industria civil. Se mantuvo la dependencia del trabajo al Pentágono. Prácticamente han sido ignorados los esfuerzos del Concilio de Consejeros Económicos de 1969 para definir una agenda económica productiva de reemplazamiento del gasto militar.

Las firmas de industria militar se caracterizan en un nivel micro por la nula atención a los mecanismos de minimización de costos características de las empresas convencionales. En un nivel macro, la economía de la guerra se caracteriza por ser el principal generador de agotamiento industrial, desempleo y capital no invertible. Estos efectos parasitarios de la actividad militar son la mayor causa del deterioro económico de Estados Unidos, con efectos colaterales que afectan al mundo en su conjunto. El fin de esta situación no es posible únicamente con el refuerzo del estado administrativo y su sistema de subsidio-maximización sino con el término de la política de Pax Americana y la reducción en dos tercios del presupuesto del Pentágono.

Datos cruciales: 

1.En 1939 por cada dólar de ganancias después de impuestos de las corporaciones, el gasto militar de Estados Unidos ascendía a 0.21 dólares (p. 315).

2.El dinero gastado en la investigación y desarrollo del Pentágono y la NASA equivalen al valor monetario de la formación total del capital fijo de Alemania Occidental (p. 316).

3.En 1971 la producción anual de armamento de fuego estuvo valuada en mil millones de dólares (p. 316).

4.En 1971 apareció por primera vez en la historia de Estados Unidos una balanza comercial negativa (p. 317).

5.En 1964 el senador George McGovern y treinta miembros del Senado ofrecieron una legislación para la Comisión de la Conversión Económica Nacional. La legislación no fue aprobada por presiones de la Casa Blanca.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Atender ejercicios analíticos del pasado en torno a la economía de la guerra es indispensable para captar las tendencias nuevas de nuestra época. En ánimos de construir una historia de la economía de la guerra y captar la transformación de los sujetos que participan en la misma, el trabajo de Melman resulta un registro pertinente. Las diez proposiciones sobre el comportamiento de las firmas de industria militar permiten notar las bases de lo que aún se conserva en nuestro tiempo y, al mismo tiempo, invita a corregir el análisis sobre las tendencias desarrolladas.