Windfall. The Booming Business of Global Warming

Cita: 

Funk, McKenzie [2014], Windfall. The Booming Business of Global Warming, New York, The Penguin Press, 205 pp.

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2014
Tema: 
Las nuevas oportunidades de inversión de las grandes firmas en el contexto del cambio climático.
Idea principal: 

McKenzie Funk es un periodista estadounidense y miembro fundador de Deca, una cooperativa de periodismo a nivel mundial. Ha escrito en Harper’s, The New York Magazine, National Geographic, Rolling Stone y London Review of Books. Con el libro Windfall ganó el PEN Literary Award y fue nombrado libro del año por The New Yorker.


Introducción

McKenzie Funk comienza el libro mencionando que a principios de 2008, cuando el planeta resentía el mayor derretimiento en el Ártico hasta entonces y los preocupantes resultados del reportaje del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), seis importantes casas de inversión lanzaron fondos de inversión vinculados al tema del calentamiento global. Un caso representativo fue el de Deutsche Bank y su Fondo de Cambio Climático DWS de 2.9 mil millones de dólares. El propósito del fondo no era solamente mostrar la realidad del cambio climático, sino explicar cómo el cambio climático contribuye a abrir nuevas oportunidades de inversión.

Algunos reportes elaborados por las casas de inversión señalaron que el debate del cambio climático se está separando de las problemáticas del costo y el riesgo para preguntar, en su lugar, cómo capitalizar las oportunidades. Se muestran convencidos, continua Funk, de que “nada tan grande y universal como el cambio climático puede ser completamente malo, una catástrofe ecológica no necesariamente es una catástrofe financiera para todos” (p. 9).

Así, personas como Mark Fulton, estratega jefe sobre temas climáticos de Deutsche Bank, se presentan como individuos legítimamente preocupados por combatir el cambio climático, pero en lugar de trabajar para Greenpeace, deciden convertirse en corredores de bolsa y analistas. Con el transcurso del tiempo, Fulton ha podido identificar el calentamiento global como una “megatendencia” que puede generar ganancias durante décadas para Deutsche Bank.

El fondo de inversión de DWS destinó la mayoría de los recursos en “tecnologías verdes” como fuentes de energía solar y eólica, pero también compró otro tipo de acciones: “firmas que se ajustan a la cartera no porque puedan ayudar a combatir el cambio climático sino porque cuanto más cálido es el mundo, y menos habitable se vuelve, mayor es la ganancia esperada” (p. 9). Para Funk se trata de un reconocimiento tácito del fracaso de las medidas para mitigar el cambio climático: Veolia, la compañía de agua más grande del mundo, gestiona tuberías y construye plantas de desalinización de agua en 74 países de los cinco continentes; Monsanto y Syngenta, firmas de agricultura biotecnológica, mejoran genes para desarrollar cultivos resistentes a sequías; Viterra, firma de agricultura, desarrolla técnicas de rápido crecimiento de cultivos en zonas templadas de Canadá. Asimismo, el fondo compró acciones de Duoyuan Global Water, una de las firmas más grandes de tratamiento de aguas que realizó tareas de desecado en China, y Yara y Agrium, firmas multinacionales de fertilizantes.

Este comportamiento es similar en otros inversores climáticos: compran tecnologías limpias y verdes para construir bloques productivos de una economía baja en carbón. El Schroder Global Climate Change Fund en Londres invirtió en tierras de cultivo rusas que son baratas, fértiles y de reciente demanda dadas las crisis alimentarias mundiales por sequías. Además de esto, el fondo invirtió en la compra de acciones de cadenas de supermercados como Carrefour y Tesco. El plan de inversión del fondo se sustenta en la previsión de un bajo rendimiento de los cultivos a nivel global, de manera que los precios de alimentos ofrecidos al consumidor serán cada vez más costosos y, por tanto, generarán mayores márgenes de ganancia a las empresas alimenticias.

Otro administrador de fondos londinense explicó, por su parte, que el optimismo en invertir en firmas reaseguradoras como Munich Re y Swiss Re se basa en la previsión de que los desastres naturales sean cada vez más comunes. “En la medida que el cambio climático empiece a causar inundaciones y sequías, las compañías de seguros, reaseguradoras en particular, deberían obtener poder de fijación de precios" (p. 10).

Así pues, señala Funk, mientras se realizan conferencias sobre el impacto climático en Copenhague, Cancún, Durban y Doha, importantes gestores de fondos de inversión se dedican a comprar acciones de empresas que en un futuro próximo tendrán nuevas oportunidades de negocios gracias a los estragos del cambio climático.

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Desde el siglo XIX los científicos John Tyndall y Svante Arrhenius estudiaron fenómenos climáticos y atmosféricos como el efecto invernadero. Sin embargo, afirma Funk, fue hasta el último cuarto del siglo XX que el problema del cambio climático adquirió relevancia mundial gracias a los sofisticados modelos de computadora de los años setenta, la primera Conferencia Climática Mundial en 1979 y los testimonios de James Hansen, físico atmosférico de la NASA, en el Congreso en 1988.

En el siglo XXI las advertencias sobre el impacto del cambio climático son más ruidosas y están mejor fundamentadas. En ello han contribuido Al Gore, activista y autor medioambiental, Lord Nicholas Stern con su libro Economics of Climate Change, las conferencias de la ONU, los paquetes de legislaciones ambientales, entre otros. El nivel de concentración de dióxido de carbono en la atmósfera es el principal indicador al que se recurre para determinar el impacto del cambio climático. Para los años 2000 dicho nivel fue 40% más alto que los niveles preindustriales de la humanidad, una proporción tan alta que no tiene precedentes en los últimos 800 mil años de la historia del planeta.

En términos sucintos, Funk señala que Windfall es un libro encargado de mostrar cómo se prepara la humanidad para habitar un mundo devastado por el cambio climático. No se trata, pues, de exponer ni el punto de vista científico ni el político sobre cómo podría o debería detenerse el cambio climático. Por el contrario, parte de una premisa “simple y cínica”: el cambio climático no podrá detenerse. De esta manera, el centro de la atención de Funk se dirige hacia la alteración del comportamiento de las personas por los impactos del cambio climático.

El calentamiento del planeta transformará todo el planeta. El cambio será tan drástico que, según Funk, pondrá a juicio los límites de la razón humana. Las ideologías como el placer tecnológico, el hiper-individualismo, la fusión de crecimiento y progreso, y la fe ciega en los mercados serán puestas en cuestión. Al menos en algunas teorías económicas, ya se dan muestras de ese límite al subrayar que las personas son irracionales, esto es, no completamente lógicas y repletas de emociones, prejuicios, impulsos y atajos que determinan cada una de las decisiones.

Actualmente, en Estados Unidos se destina 98% del presupuesto federal de investigación climática en proyectos de las ciencias “duras” para producir evidencias sobre el cambio climático y complejos modelos de computadora predictivos. El 2% restante se destina a las ciencias sociales en centros de investigación medioambiental como el de la Universidad de Columbia para, entre otras cosas, intentar responder una pregunta de primer orden: ¿por qué si conocemos los riesgos del cambio climático, no hacemos nada para detenerlos?

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Funk indica que los impactos físicos del calentamiento global se pueden clasificar en tres grandes categorías: derretimiento, sequía y diluvio. En correspondencia con ellas se dividen los contenidos del libro. Para cada clasificación existen planes y proyectos de investigación.

Parte uno: el derretimiento. El caso de la disminución de la capa de hielo del Ártico en los veranos de 2007, 2008, 2008, 2010, 2011 y, especialmente, 2012 cuanto 4.57 millones de millas cuadradas, un área más grande que la de Estados Unidos, se derritió completamente.

Parte dos: la sequía. El caso de los incendios forestales en Colorado, problemas de agua en el norte de China, desertificación en España, disturbios alimentarios en Senegal y la sequía en cultivos de granos en Australia.

Parte tres: el diluvio. El caso de la elevación del nivel del mar, desbordamiento de ríos y tormentas cada vez más graves en naciones isleñas y ciudades costeras.

Muchos proyectos han surgido en importantes casas de inversión: extracción de petróleo en el Ártico; mercados de agua en Australia y California; modificación genética de semillas; entre otros. El calentamiento global es el hilo conductor que une estas iniciativas y, por tanto, son representaciones del estado mental colectivo sobre el problema. A través de los testimonios de los inversionistas y las reacciones del público a las mismas, Funk intenta responder la pregunta sobre qué se está haciendo respecto al cambio climático.

Cápitulos relevantes para el proyecto: 

Capítulo 2. SHELL GAMES: When an Oil Company Believes in Climate Change

Capítulo 7. FARMLAND GRAB: Wall Street Goes to South Sudan

Capítulo 10. SEAWALLS FOR SALE: Why the Netherlands Loves Sea-Level Rise

Nexo con el tema que estudiamos: 

El libro de Funk no es un análisis del cambio climático desde el punto de vista científico o político, sino desde el punto de vista de la conducta humana. Lejos de reducirse a testimonios individuales, presenta las experiencias de un sector relevante de la sociedad: los inversionistas. A través del rastreo de los fondos de inversión para el cambio climático y la compra de acciones de distintas firmas importantes, Funk nos aporta un mapa de las iniciativas corporativas en el control de recursos estratégicos en el contexto del cambio climático como: alimentos, agua, infraestructura para fuentes energéticas no fósiles, entre otros.