Big Farms Make Big Flu. Dispatches on Infections Disease, Agribusiness, and the Nature of Science

Cita: 

Wallace, Rob [2016], Big Farms Make Big Flu. Dispatches on Infections Disease, Agribusiness, and the Nature of Science, New York, Mothly Review Press, 456 pp.

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2016
Tema: 
Factores económico-políticas de las pandemias. El caso de la gripe aviar H5N1 y la producción agroindustrial en Guangdong, China.
Idea principal: 

Rob Wallace es biólogo evolutivo del Instituto de estudios globales de la Universidad de Minnesota.


Introducción

Rob Wallace dedica parte significativa de la introducción del libro a describir su experiencia personal como investigador de epidemias. Lejos de resultar superficial, la vivencia de Wallace refleja el asunto que interesa subrayar: la incidencia de conflictos políticos y empresariales en la investigación científica, particularmente, la de la biología y el sector salud.

Wallace cuenta que tenía una carrera prometedora como biólogo evolutivo mientras estudiaba la influenza y servía de consultor a la Organización Mundial de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) y a los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos. Sin embargo, ahora se encuentra “profesionalmente en el ostracismo” y a nada de ser declarado “enemigo del Estado” (p. 9). El cambio radical en su situación profesional se debió, según afirma, no a sus convicciones políticas, sino a sus decisiones sobre las propias ciencias de la naturaleza.

Todo comenzó con la realización de un trabajo conjunto con Walter Fitch, biólogo evolutivo, sobre la gripe aviar H5N1. Los resultados de la producción de una estadística filogeográfica (estudio de los procesos históricos que podrían ser responsables de las distribuciones geográficas contemporáneas de individuos, especies y, por supuesto, virus) para determinar en un mapa la migración del virus a través de una recolección de secuencias genéticas en distintas zonas de contagio confirmaron que la tensión surgió en Guangdong, una provincia del sudeste de China frente a Hong Kong.

El artículo fue denunciado por oficiales de Guangdong incluso antes de su publicación. De esta manera, señala Wallace, “aprendía las lecciones de las artes oscuras de la economía política de la investigación pandémica” (p. 10).

Sin embargo, aunque la continuación de la compilación de las secuencias genéticas sobre la influenza H5N1 confirmaba que tenía su origen en Guangdong, ésta no brindaba respuesta sobre por qué se originó precisamente en esa región y no en otra. Por ello Wallace decidió a mirar Guangdong desde una perspectiva de geografía económica, particularmente, los modos en que las modificaciones del sector agrícola implican cambios en las trayectorias de los agentes biológicos patógenos. Esta perspectiva colocó la investigación de Wallace entre dos epistemologías, a saber, la de las ciencias de la naturaleza y la de las ciencias sociales.

Pero no sólo se trataba de una cuestión científica, Wallace afirma que “descubría repetidamente que el poder político da forma tanto a las enfermedades infecciosas como a las ciencias que las estudian” (p. 10). Tanto las compañías como los gobiernos son capaces de poner en riesgo a la humanidad tal y como la conocemos. La convicción de Wallace es, pues, que la gran industria de alimentos y refrescos (conocida en inglés como Big Food) ha entrado en una alianza estratégica con la gripe. Se trata de un virus resultante de un accidente industrial totalmente evitable de las empresas agrícolas multinacionales. “Los agronegocios, respaldados por el poder estatal y extranjero, ahora están trabajando tanto con la gripe como en contra de ella” (p. 11).

El libro se enfoca, por tanto, al análisis de la influenza como objeto biocultural y antagonista sociopolítico en relación con la agricultura, otras enfermedades infecciosas y resistencia ecológica. Dado que las dinámicas patógenas se deben a múltiples causas interdependientes, las intervenciones prácticas y científicas deben ser multidimensionales.

Por la experiencia con la gripe aviar H5N1, Wallace ha dedicado su carrera a aplicar sus conocimientos de biología, evolución y ecosistemas en el estudio de cómo las enfermedades infecciosas operan sobre las sociedades humanas. “Los seres humanos han construido ambientes físicos y sociales, en tierra y mar, que han alterado radicalmente las vías en las cuales los patógenos evolucionan y se dispersan” (p. 12).

Wallace finaliza su introducción señalando que no hay virus diseñados en laboratorios secretos ni planes de propagación a propósito de la influenza. La culpabilidad que pudieran tener las grandes empresas multinacionales y los gobiernos no obedece a una “gran conspiración”, sino a una profunda falta de responsabilidad.

La mayoría de los capítulos del libro corresponden a publicaciones de Wallace en distintos blogs de internet.

El gran juego de la culpa de la gripe aviar

El capítulo corresponde a una publicación en el blog H5N1 del 27 de diciembre de 2007.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso la nomenclatura influenza A (H5N1) para la gripe aviar que circulaba en Eurasia y África. Wallace afirma que se trató de un esfuerzo por construir un sistema de nomenclatura unificado que pudiera superar las disparidades en la nomenclatura de la literatura científica de ese momento. Los principales objetivos del nuevo sistema eran tres: a) facilitar la interpretación de la información genética generada en diferentes laboratorios; b) proporcionar un marco común de nombres de cepas basado en características virales; y c) terminar con la estigmatización causada por nombrar a las cepas según sus lugares de origen.

La nomenclatura de la OMS tiene un impacto directo en las investigaciones científicas que se sirven de las secuencias genéticas de virus y bacterias. El trabajo de Wallace no es la excepción. Su estudio sobre la expansión y evolución de la geografía patógena sufrió los cambios inscritos por dicha nomenclatura. Ahora bien, la intención de Wallace no es rechazar sin más la nomenclatura. Por un lado, reconoce las facilidades que otorga para clasificación taxonómica del virus; pero, por otro lado, critica que al no incluir la ubicación geográfica en los nombres de las cepas se entorpece el conocimiento de las condiciones espaciales de su origen. Ciertamente, Wallace está al tanto de los peligros de la estigmatización de ciertas regiones si una cepa lleva su nombre, sin embargo, lo que quiere enfatizar es que muchas de las cepas, particularmente la H5N1, están geográficamente asociadas por su origen o por su distribución.

El nombre H5N1 no es un problema meramente técnico. Según Wallace, la nomenclatura de la OMS parte de una perspectiva epidemiológica que podría comprometer la habilidad de los científicos para estudiar las causas de la gripe aviar, implementar intervenciones adecuadas y, sobre todo, nombrar a los responsables de controlar brotes locales. “Si una cepa de gripe aviar aparece repentinamente en una provincia específica o estado o país afectado, ese país es responsable de intervenir en un modo que el brote y cualquier tipo de secuela sea controlado. Etiquetar a una cepa por su probable localidad de origen nos recuerda qué países son responsables y dónde debe ser dirigida la atención” (p. 17). El origen geográfico de la cepa, continua Wallace, es integral y permite estudiar con mayor precisión las características epidemiológicas y moleculares del virus, así como servir de prevención para la posibilidad de brotes similares. Dicho esto, sentencia Wallace: “causa y culpa, por tanto, parecen ser los aspectos cruciales del problema” (p. 17).

Constantemente Wallace insiste en lo delicado de su proposición. Sabe que la historia de las epidemias y pandemias puede usarse a favor de la propuesta de nomenclatura de la OMS. Durante mucho tiempo las enfermedades han sido etiquetadas por inspiraciones no científicas sino xenofóbicas; por ejemplo, la gripe española de 1918. No obstante, el caso de la gripe aviar es especial, su nombre no indica ningún lugar de origen a pesar de que ahora es posible determinar científicamente el lugar de origen del virus.

Lejos de regirse por sentimientos de combate a la xenofobia, la OMS se guía por la economía política internacional. Para Wallace el caso de la gripe aviar es representativo en cuanto evidenció que la nomenclatura unificada de la OMS buscó calmar los ánimos de los países miembros cuyos vínculos políticos y comerciales se verían fuertemente comprometidos al ser declarados fuente de muchas de las nuevas cepas de gripe aviar. Sin la cooperación de estos países miembros, la OMS no contaría con acceso a muestras directas de H5N1 para realizar secuencias genéticas y posibles vacunas.

Wallace sugiere que “la nueva nomenclatura puede representar un medio por el cual la organización [OMS] está intentando salir de la línea política de fuego” (p. 19).

Reacciones adversas

Científicos de la Universidad de Hong Kong reportaron en 2006 la existencia de un linaje de H5N1 sin clasificar que decidieron denominar “tipo-Fujian” por su origen. En su estudio afirmaron que la aparición de la cepa se debió a una reacción evolutiva viral a la campaña del gobierno chino para vacunar a las aves de corral. Wallace señala que los funcionarios chinos rechazaron tajantemente los hallazgos.

El propio Wallace vivió una situación similar. Con colegas de la Universidad de California publicó en marzo de 2007 la identidad de la fuente geográfica de múltiples brotes de influenza A (H5N1). El estudio se basó en el análisis de secuencias genéticas de H5N1 recolectadas desde 2005 en veinte localidades euroasiáticas. Los resultados señalaron a Guangodng y otras regiones de China, Indonesia, Japón, Tailandia y Vietnam. La reacción del gobierno chino fue similar. Yu Yedong, jefe del Instituto de prevención de epidemias de Guangdong, calificó el artículo de “no científico” y “ridículo”. Por su parte, He Xiang, vocero del Departamento de agricultura de la provincia de Guangdong, señaló en el China Daily que el estudio carecía de credibilidad.

Manipulación multilateral

El gobierno chino, apunta Wallace, no es la única institución oficial negacionista. El ministro de salud de Indonesia, Siti Fadilah Supari, rechazó los resultados de una investigación de la Universidad de Washington sobre la propagación de una infección de humano a humano entre los miembros de una familia en Sumatra. Debe decirse que Supari sirve a la OMS, fue vicepresidenta de la Asamblea Mundial de Salud en 2006 y elegida miembro del panel ejecutivo de la OMS. Aunque Supari fue criticada por parte del equipo de investigadores de la OMS, la situación sólo generó desconfianza al interior de la misma organización.

“La sublimación de la práctica científica a directivos políticos no es atribuida únicamente a China o Indonesia. La perversión de la ciencia por ganancia política es algo que se encuentra en una fase pandémica” (p. 22). Es más, afirma Wallace, en Estados Unidos durante la administración del presidente Bush el cambio climático, la contaminación, el VIH, el Centro de control de enfermedades y prevención fueron poco representados o interferidos por funcionarios, corporaciones o la derecha religiosa. “Estados Unidos también ha impulsado una agenda que protege a las multinacionales farmacéuticas a expensas de la salud mundial” (p. 22).

Wallace señala que en el contexto de la Red mundial de vigilancia de la influenza (GISN, por sus siglas en inglés) distintos países han enviado durante los últimos 55 años muestras anuales de cepas de influenza a la OMS. Las cepas son ofrecidas sin costo por la OMS a empresas farmacéuticas para la elaboración de vacunas, pero posteriormente las empresas venden las vacunas con un margen de ganancia significativo. El acceso a las vacunas es exclusivo para un sector de la población en posibilidades de pagar el precio, generalmente, se trata de personas que viven en países altamente industrializados.

Ante esta situación, Indonesia se resistió a seguir entregando muestras de H5N1 con la finalidad de modificar el sistema y concentrarse en la generación de vacunas para su población. En opinión de Wallace esta resistencia no constituye una solución al problema porque en la medida que Indonesia fue epicentro de H5N1, negar a la comunidad científica el acceso a muestras locales de gripe aviar significa “tener de rehén a la salud mundial” (p. 23).

Lo que habría que hacer es, según Wallace, brindar ayuda internacional para la fabricación de vacunas en los países más pobres. Sin embargo, por esta vía se dejaría de lado el gesto lucrativo de las empresas farmacéuticas, “una violación de la globalización neoliberal idealizada por los partidarios más ricos de la OMS” (p. 23).

Advertencias anteriores

Como ya se había mencionado, el estudio de Wallace sobre la filogeografía de la gripe aviar fue atacado por oficiales del gobierno de la provincia china de Guangdong. Lo curioso del caso es que anteriormente científicos ya habían descubierto otros subtipos de influenza emanados de provincias del sudeste chino, incluyendo Guangdong.

A principios de los años 80 del siglo XX científicos de la Universidad de Hong Kong descubrieron que 46 de las 108 combinaciones posibles de subtipos de hemaglutinina (glucoproteína antigénica que se encuentra en la superficie del virus de la gripe y responsable de la unión del virus a la célula infectada) y neuraminidasa (enzima presente en la envoltura de la cápside del virus de la gripe) que circulaban en todo el mundo estaban presentes en una sola fábrica avícola de Hong Kong.

Así, en 1982 el boletín de la OMS presentó las cuatro razones por las que el sudeste de China podría ser el origen de la próxima influenza pandémica: 1) la producción masiva de patos facilita la transmisión oral-fecal de múltiples subtipos de influenza; 2) la existencia simultánea de una gran variedad de subtipos de influenza incrementa la posibilidad de la generación de una nueva cepa contagiosa entre humanos; 3) la influenza circula durante todo el año, es decir, sobreviviendo al periodo entre epidemias; 4) la extrema cercanía entre las unidades habitacionales humanas provee las condiciones ideales para la emergencia de una cepa contagiosa entre humanos.

Los señalamientos de la OMS se han ido agudizado conforme China ha intensificado la liberalización de su economía. De 1997 a 2007 millones de personas se han mudado a Guangdong representando una de las grandes migraciones de la China rural a la China citadina de las provincias costeras. Asimismo, se realizaron grandes cambios en la tecnología agrícola y la estructura de la propiedad ha puesto en producción cientos de millones más de aves de corral; por ejemplo, la producción de carne de pato en China se triplicó a lo largo de la década de los años noventa.

En 1995, dos años antes del brote de H5N1 en Hong Kong, se volvió a advertir de la enorme posibilidad de emergencia de una cepa pandémica en el sudeste de China. El gobierno chino no hizo mucho caso al respecto a pesar de que las advertencias fueron hechas por científicos chinos.

La culpa es una cosa buena

La convicción de Wallace puede resumirse como sigue: ”la historia del virus importa” (p. 27). Determinar el origen del virus H5N1 no sólo sirve para contar con un mejor contexto epidemiológico, sino para reconocer los factores pragmáticos involucrados en la identificación de la fuente de la cepa y en los mecanismos de propagación y evolución de la influenza.

Aunque China se dedicó a culpar a países como Vietnam e Indochina por ser el origen de la gripe aviar, la realidad es que los estudios científicos demostraron otra cosa. Para Wallace la investigación científica puede evidenciar que uno o más gobiernos son culpables de la emergencia de pandemias ya que la forma de la evolución de los virus está determinada por las condiciones locales de las políticas públicas y sociales.

El origen de H5N1 es multifactorial e involucra a muchos países e industrias. “¿Podemos atribuir la culpa a países como Indonesia o Vietnam o Nigeria donde la pandemia humano-a-humano emergió por primera vez? ¿Deberíamos culpar a China por repetidamente sembrar brotes a nivel regional e internacional? ¿O deberíamos culpar a Estados Unidos, donde se originó el modelo de industria de aves de corral integrado verticalmente, con miles de aves empacadas como alimento para la gripe? Las respuestas son sí, sí y sí” (p. 28).

El problema y la culpa deben ser distribuidos en los múltiples niveles de la organización social, ecológica y de las localidades. Cada fuente debe asumir su responsabilidad para convertir sus faltas en una acción concentrada en revertir las verdaderas causas de la pandemia. Los pequeños agricultores deben ser recompensados por sacrificar sus aves de corral en un esfuerzo por controlar el brote; el comercio de aves de corral debe ser regulado en las fronteras internacionales; las personas más pobres deber ser provistas sin costo de asistencia epidemiológica y vacunas; deben implementarse ajustes estructurales en los programas que degradan la salud de los animales y eliminarse la infraestructura infecciosa de las fábricas de los países pobres.

A largo plazo la única solución es, afirma Wallace, terminar con la industria de las aves de corral tal y como la conocemos. La gripe aviar es una consecuencia de una red globalizada de producción y comercio corporativo de aves de corral. Lo que habría que implementar es, por el contrario, una producción pequeña, local y bajo la propiedad de granjeros. Los monocultivos genéticos de aves de corral deben ser revertidos por la variedad de cultivos. Para ello habría que restaurar el hábitat natural de ciertas regiones del mundo.

Finalmente, la salud pública a nivel mundial debe ser reconstruida, poner remedio a la pobreza, desnutrición y otras manifestaciones de violencia estructural que promueve la emergencia de enfermedades infecciosas como la influenza.

No hay etiquetas genéricas

Wallace concluye su capítulo señalando que para que cualquier gobierno pueda evitar que el nombre de su territorio sea utilizado para referir a una enfermedad, lo primero que tiene que hacer es idear medios para contrarrestar las posibilidades de emergencia de cepas en sus localidades. Aunque la OMS busca frenar la xenofobia mediante su nomenclatura numérica-alfabética, la determinación del lugar de origen del virus seguirá siendo importante para la comunidad científica. En este último sentido, ninguna etiqueta es fortuita. Todos los virus cuentan con un contexto epidemiológico local.

Por último, dada la implicación de la organización corporativa de la producción y el comercio en el surgimiento de las pandemias, Wallace sugiere que las cepas podrían ser identificadas no sólo con el nombre de localidades geográficas sino también con el de corporaciones, por ejemplo, la cepa Bernard Matthews, el virus Charoen Pokphand, etcétera. De esta manera, las reputaciones de las corporaciones se verán comprometidas, no por razones injustas, sino por el carácter infame con el que ponen a millones de personas en peligro.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El estudio de Wallace sobre el contexto económico, político y social de la emergencia de las pandemias presenta un aspecto poco analizado en el proyecto. La relevancia que tiene para nosotros consiste en el énfasis que hace en la responsabilidad de la organización corporativa de la producción y comercio en la gestión de fábricas insalubres altamente infecciosas. La industria de alimentos y refrescos puede ser sujeto de análisis en este sentido al rastrear las principales corporaciones a nivel mundial y determinar la medida en que tienen presencia o participación directa e indirecta en las regiones epicentro de pandemias.