La epidemia del filósofo

Cita: 

D'Eramo, Marco [2020], “¿La epidemia del filósofo?”, New Left Review, Quito, Traficantes de sueños, (122), mayo-junio, https://newleftreview.es/issues/114/articles/que-es-trump.pdf

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Mayo, 2020
Tema: 
La dominación multidimensional en la pandemia global.
Idea principal: 

Marco d´Eramo es un periodista y teórico social italiano. Escribe para New Left Review, MicroMega y el diario berlinés Die Tageszeitung. Entre sus libros se encuentran The Pig and the Skyscraper, que ha sido traducido a varios idiomas.


Este texto comienza haciendo una crítica a las ideas de ciertos filósofos que vieron en la cuarentena o el encierro una medida que socava la libertad de los ciudadanos al establecer un estado de excepción, como una forma de control y disciplina social. Sin embargo, para el autor lo contrario también es cierto: "si los filósofos ven las medidas anticontagio como un siniestro mecanismo de control, los gobernantes temen que los confinamientos relajen su control" (p. 28).

El pensador que ha tomado esta posición sobre la pandemia es Giorgio Agamben. En el artículo La invención de una epidemia, Agamben señala que el miedo al contagio genera una respuesta de pánico y en nombre de la seguridad se aceptan medidas que restringen severamente la libertad.

Para D'Eramo, Agamben está muy equivocado y un poco en lo cierto: equivocado, porque la letalidad del coronavirus es irrefutable. Sin embargo, Agamben acierta al señalar que los estados aprovecharán cada oportunidad para consolidar su poder, particularmente en las crisis. Por ello, no resulta sorprendente que la pandemia sea utilizada para fortalecer la infraestructura de vigilancia masiva. Por ejemplo, el gobierno de Corea del Sur ha utilizado los teléfonos móviles para rastrear la propagación del contagio. En Israel, el Mossad pronto implementará una versión de este rastreador y en China se ha duplicado la videovigilancia y los dispositivos de reconocimiento facial. En Europa se está evaluando imitar este tipo e programas de vigilancia digital.

Así, el autor concluye que los poderes de vigilancia de los gobiernos se habrán multiplicado. Pero, a diferencia de Agamben, el autor ve en los contagios un fenómeno real, mortal y destructivo que debe ser considerado al analizar la situación.

Entonces, es necesario distinguir entre el estado de excepción impuesto en nombre del terrorismo y el impuesto en la actual pandemia. El primero es similar a la política diseñada para contener la lepra: es decir, divide a la sociedad en dos grupos separados, quedando los leprosos/terroristas excluidos de la comunidad de ciudadanos sanos/respetuosos de la ley.

En cambio, el actual estado de excepción reproduce (lo que Foucault teoriza para la peste), el control, la inmovilización y el aislamiento de toda la población. Este régimen no hace distinción alguna entre buenos y malos ciudadanos y el panóptico abarca a toda la sociedad, no sólo las prisiones o las clínicas psiquiátricas.

El autor aclara que es cierto y observable el gigantesco e inédito experimento de disciplina social en el que millones de personas han sido obligadas a permanecer en casa sin que hayan existido apenas muestras de resistencia activa. Por ejemplo en la India, Modi ha dado instrucciones de este tipo, a pesar de la presencia de una población flotante compuesta por 120 millones de trabajadores migrantes que a menudo se ven obligados a vivir en las calles.

De esta manera, se apunta un rasgo relevante sobre la pertenencia a ciertas clases sociales y la forma en que las personas viven la cuarentena: el confinamiento en el hogar sólo es concebible para el estrato más rico, mientras que para la mayoría, conduce directamente al desempleo.

Los privilegiados se encierran en casas con los servicios y bienes necesarios para su supervivencia, mientras el resto de la población sigue viajando en vagones de metro abarrotados y trabajando en entornos contaminados. La industria alimentaria, el sector energético, los servicios de transporte y los centros de telecomunicaciones deben seguir funcionando, junto con la producción de medicamentos vitales y equipos hospitalarios. Esta lógica amplía aún más la distancia entre las clases sociales.

Por lo tanto, el autor apunta que la dominación no es unidimensional: no es solo control y vigilancia, sino también explotación y extracción. El grave daño que esta epidemia amenaza con infligir al capital explica la reticencia de los políticos a imponer el aislamiento y la cuarentena, como Boris Johnson y Donald Trump, incluso a costa de cientos de miles de muertos.

En este caso, la lentitud de la política de salud pública debe contrastarse con la rapidez de la respuesta financiera. Las medidas presupuestarias reflejan en parte las preocupaciones de las clase capitalista, ya que tienen por objeto evitar grandes trastornos sociales, dando a los trabajadores lo suficiente para vivir por el momento.

Para D'Eramo, los gobernantes al mando ven esta crisis sistémica como una nueva crisis financiera, por eso responden a la pandemia como si se tratara de un nuevo 2008, pero no entienden que esta vez el choque de la demanda será más profundo y duradero.

Los grandes negocios (aerolíneas, empresas de construcción, fábricas de automóviles, circuitos turísticos, producciones cinematográficas, etcétera) sufrirán las consecuencias de la crisis económica. Pero en este contexto, la política de inyectar grandes cantidades de liquidez en la economía, dará lugar a una destrucción a gran escala de capital, ya que esta moneda recién emitida no se corresponde con ningún valor real.

Por ejemplo, en tiempos de guerra, tanto el capital financiero como el material es demolido y una vez que la guerra termina comienza un periodo de reconstrucción que desencadena un rebote económico. Sin embargo, la pandemia de la covid-19 se parece más a una bomba de neutrones, que mata a los seres humanos, sin destruir la infraestructura. Por lo tanto, cuando la epidemia termine no habrá nada que reconstruir, ni recuperación alguna.

Cuando se levante la cuarentena la gente no comprará autos o boletos de avión en la misma escala que antes de la crisis. Muchas personas perderán sus trabajos y los que los conserven pugnarán por encontrar consumidores y clientes en una economía desprovista de liquidez.

Mientras tanto, se tendrá que pagar la factura de los gastos masivos relacionados con el virus, especialmente una vez que la consiguiente acumulación de deuda socave la confianza de los inversores. Además, cualquier terapia de shock que se aplique después de la crisis puede servir para empujar al descontento social.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Este texto proporciona un punto de vista sobre dos ejes: 1) el control y la disciplina sociales en el contexto de la pandemia de la covid-9 y 2) la crisis económica global. Aquí se observa que la vigilancia estatal por medio de herramientas tecnológicas ya era utilizada previamente, la pandemia sólo acentúo este rasgo generando una vigilancia que toca a casi todos los miembros de la sociedad. Claramente es diferente en diversos países; sin embargo, es un fenómeno que se observa en aquellos que han desarrollado este tipo de tecnología.

Por otra parte, la recesión económica ha sido un temor con el que la clase dirigente ha tenido que lidiar; por eso Trump y Johnson han subestimado la pandemia en nombre de mantener la economía a flote y proteger a los capitales. Sin embargo, es la clase trabajadora la que se tiene que exponer a arriesgar su salud para que los sectores de la economía se mantengan produciendo y funcionando. Mientras que al acecho rondan los temores de protesta social, lo cual ejemplifica la fragilidad y la alta volatilidad de la situación.