La Amazonía no es tu museo de historia natural

Cita: 

Chris Feliciano Arnold [2020], "La Amazonía no es tu museo de historia natural", The New York Times, New York, 2 de octubre, https://www.nytimes.com/es/2020/10/02/espanol/opinion/amazonia-incendios...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Viernes, Octubre 2, 2020
Tema: 
Breve historia del desarrollo brasileño en el Amazonas
Idea principal: 

Chris Feliciano Arnold es escritor, ensayista y periodista, ha trabajado para The New York Times. Es autor de La tercera orilla del río: poder y supervivencia en la Amazonía del siglo XXI. Actualmente es profesor en la Universidad de San Francisco.


En Brasil se concentra 60% de los bosques tropicales de la cuenca Amazónica. En la última década la región tuvo transformaciones equiparables a siglos de daños ecológicos y culturales. Este año la Amazonía arde en medio de una pandemia que obstaculiza el cuidado y vigilancia de las zonas, a la vez que el gobierno brasileño la sugiere como distracción para relajar las regulaciones ambientales.

II.

Bolsonaro continúa las prácticas de los generales y autócratas de la dictadura militar brasileña (1964 -1985). En los años setenta, el presidente militar Emilio Médici pintó a la Amazonía como “una tierra sin nombre para hombres sin tierra”. Médici ordenó la construcción de la carretera transamazónica extendida por 4 000 kilómetros que atraviesan el centro de la Selva, a la vez que organizó expediciones de brasileños del Noreste que colonizaron las tierras al borde de la carretera. Las consecuencias de esta política fueron el desalojo de un sinfín de tribus para la construcción de la carretera, que muchas veces terminó en masacre, y hambre para los colonos, pues la deforestación y las lluvias torrenciales erosionaron la tierra.

La cuenca del Amazonas se observan fragmentada por caminos adentrados en la selva y desviados de la carretera Transamazónica, represas hidroeléctricas y ductos de gas que alimentan las ciudades, granjas industriales de exportación, fábricas de empresas multinacionales como Harley y Samsung, laboratorios de biotecnología y universidades que desarrollan investigaciones en la selva.

Bolsonaro, ilustra a la cuenca del Amazonas como lugar indómito que necesita ser desarrollado mediante la construcción de carreteras, minas, represas y ranchos, sin ver que el desarrollo en el Amazona ha tenido siempre la violencia como aliada.

III.

La Amazonía nunca estuvo deshabitada. Cuando llegaron las expediciones españolas, en 1542, había alrededor de ocho millones de personas en la cuenca que practicaban siembra de temporal. Los colonizadores se sirvieron de los pueblos indígenas para sobrevivir y adueñarse de sus tierras, mano de obra y conocimientos.

Las enfermedades importadas menguaron la población indígena, las tribus que lograron salvarse, fueron esclavizadas o reasentadas y cristianizadas para casarse con sus colonizadores. Las tribus que huyeron fueron capturadas tiempo después en el auge del caucho. El colapso de la industria brasileña del caucho logró frenar las atrocidades.

En la primera mitad del siglo XX Brasil intentó integrar la selva tropical al resto del país por medio de la construcción de carreteras, líneas telegráficas, puertos y pistas de aterrizaje. Candino Rondín y los hermanos Villas Bôas lucharon por la protección de los territorios y derechos indígenas.

En los años sesenta, la construcción de pistas de aterrizaje en la selva amazónica implicó bélicas masacres de tribus nativas. Sin embargo, los despojos a los pueblos indígenas siempre tienen un correlato de resistencia y lucha. Entre 1970 y 1980 las tribus amazónicas se organizaron para preservar sus tierras y su patrimonio apoyadas por activistas y teólogos de la liberación. A finales de los años ochenta la tribu kayapó defendió el río Xingu ante la construcción de un complejo hidroeléctrico.

En 1988 los derechos indígenas quedaron garantizados en la constitución y la Amazonía fue reconocida como patrimonio nacional. Ello no detuvo las amenazas a la cuenca. En 1990 líderes indígenas hicieron una gira mundial para alertar sobre la invasión y violencia creciente en su territorio a causa de los mineros. En 1993 el conflicto desembocó en la masacre de la tribu yanomami por una banda en busca de oro. El hecho de la sobrevivencia de tribus indígenas en el Amazonas es causa de sus luchas y resistencias, a las cuales van adaptando técnicas tradicionales y tecnologías modernas.

IV.

Ningún presidente brasileño se escapó de recibir críticas en contra de su administración sobre la mayor parte del territorio. La presión internacional ha obligado, en más de una vez, a líderes brasileños a regirse con su constitución. La Amazonía es vital para la regulación de carbono de la tierra y suministro de agua dulce, pero no es de todos, es hogar de brasileños soberanos y con derecho a la autodeterminación.

La caricaturización colonialista de la Amazonia incluyó como parte de la flora y fauna a las personas que la habitan, y a los pueblos indígenas, como un pasado remoto que necesitaba ser protegido. Esta imagen está grabada en el ideal colectivo de los brasileños.

En las ciudades brasileñas las desigualdades extremas conviven a diario. Mientras una pequeña élite vive en rascacielos con vista espectacular, la mayoría de la población citadina sobrevive entre los deficientes servicios públicos, los barrios urbanos dominados por narcotraficantes y corrupción del cuerpo policial, la creciente inseguridad y violencia. La respuesta del gobierno ha sido colmar las cárceles y negociar votos electorales con los capos.

V.

Los desastres del “desarrollo” son evidentes en la represa hidroeléctrica de Belo Monte construida en 2016 a orillas del río Xingu en Altamira, Pará. La construcción pretendía ser un proyecto de desarrollo verde, del presidente Da Silva, con financiación público-privada. Cuando se presentó el proyecto los pueblos indígenas se opusieron. El tiempo que duró el conflicto permitió que el consorcio Norte Energía negociara concesiones ambientales y económicas. En 2015, Thais Santi, fiscal federal, acusó a la empresa de integrar forzosamente a los indígenas a la sociedad moderna, enfrentando a las generaciones.

En pocos años Altamira aumentó de 30 000 habitantes a más de 100 000, la represa se convirtió en el centro ordenador. Las tensiones entre las prácticas de los pueblos y los usos “modernos” son permanentes y desembocan en conflicto, catástrofe o exclusión. Las familias que vivieron por generaciones a la orilla del río fueron desplazadas a hogares suburbanos que cuentan con electricidad suministrada por Norte Energía, que no pueden pagar. La corrupción y falta de liderazgo local deja a las asociaciones público privadas convertirse en monstruos de dos cabezas.

VI.

Los problemas de siglos de colonización violenta que heredamos nos obligan a cuestionar ¿cómo adaptar las nuevas tecnologías para reducir el impacto del “desarrollo” en la cuenca amazónica, y a la vez procurar a las comunidades servicios dignos de salud y educación, formando una real soberanía nacional?

Ante esta cuestión, el gobierno brasileño, debe frenar la expansión de las ciudades e invertir en las ya existentes; fundar escuelas, hospitales, centros de tratamiento de agua; implementar programas de apoyo para la agricultura y ganadería sustentable y de crianzas de ganado saludables en las tierras existentes. En cuanto a la seguridad, tiene que ubicar el punto central de la guerra contra las drogas en la corrupción de los gobiernos estatales y locales.

Los pueblos indígenas tienen que liderar las decisiones que se tomen sobre su territorio, tiene que ser integrados a los programas de protección y resguardo de la Amazonía. A la vez que Bolsonaro debe restaurar el financiamiento de las agencias que aseguran el cumplimiento de las leyes ambientales y los derechos indígenas, así como reelaborar acuerdos de biotecnología para que las especies sean estudiadas y analizadas por y para la nación.

Bolsonaro dirige al país con una impresionante falta de estrategia en la región más vital de Brasil. Si el Capitán Motosierra, como se autonombra, continúa talando la Amazonía, la población brasileña que sí aprecia la selva no lo elegirá.

En el Amazonas se concentran problemas urgentes, que están siendo debatidos actualmente: el cambio climático, la injusticia económica y ambiental y el derecho a la salud. Sus habitantes están cotidianamente luchando por sobrevivir en medio de todos estos problemas.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Desde la colonización la Amazonía ha sido saqueada y sus pueblos despojados de sus territorios en nombre del desarrollo. Con el cambio de mando de los gobiernos se modifica el porqué, el para quién y cómo de los nuevos proyectos de desarrollo, sin embargo, el carácter depredador y excluyente se perpetúa. Este carácter radica en las formas de sociabilidad construidas por el capital. Es decir; mientras no se construyan proyectos liderados por sus habitantes, con responsabilidad ambiental y soberanía nacional, las historias de saqueos y despojos seguirán.