Exploratory notes on the origins of new fascisms

Cita: 

Gambetti, Zeynep [2020], “Exploratory notes on the origins of new fascisms”, Critical Times, Berkeley, 3 (1):1-32, abril, https://read.dukeupress.edu/critical-times/article/3/1/1/165497/Explorat....

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Abril, 2020
Tema: 
Nexo entre biopolítica, securitización y neoliberalismo como antesala del fascismo.
Idea principal: 

Zeynep Gambetti es una académica independiente. Anteriormente fue profesora asociada de teoría política en la Universidad del Bósforo, en Turquía. Inspirada principalmente por Hannah Arendt, Karl Marx y Michel Foucault, su trabajo teórico se centra en las formas contemporáneas de la violencia y la resistencia.


El momento político actual se caracteriza por un regreso de los discursos racistas, sexistas, xenófobos y hostiles. De igual forma, líderes populistas y de derecha han sido elegidos democráticamente. Con sobrados ejemplos se señala a Trump en Estados Unidos, Salvini en Italia, Orban en Hungría, Erdogan en Turquía, Modi en India y Bolsonaro en Brasil. También se observa un aumento en la demanda por más vigilancia y medidas de mano dura contra personas que están identificadas como "amenazas potenciales", para el bienestar de la población.

La autora cuestiona si, y en qué medida, el giro autoritario en la política mundial es una señal del comienzo de un momento fascista. El ensayo plantea una reflexión en la que el concepto fascismo se utiliza de manera teórica, en lugar de descriptiva; ya que la mayoría de las definiciones del concepto presuponen los casos históricos que luego confirman las definiciones. Como si se pudiera clasificar a un proyecto como fascista o no con una check list.

En este tenor, Gambetti expresa la siguiente inquietud: las condiciones que alguna vez se denominaron fascistas pueden no haber desaparecido, sino que asumieron nuevas formas en nuevas configuraciones sociales. Así, la autora deja de definir el fascismo como régimen, como un fenómeno unificado con un centro marcado por una presencia histórica específica y, por tanto, idéntico a sí mismo. En cambio, lo vuelve objeto de análisis de formas particulares de gobierno que tienen efectos tangibles en el sentido de que estructuran las relaciones sociales.

El ensayo tiene dos partes. En la primera, se apuntan las pistas que el estudio de Hannah Arendt plantea sobre las conexiones entre imperialismo y totalitarismo fascista con la articulación de las estructuras de poder que permiten el ejercicio de una forma de dominación sin precedentes históricos. La estrategia narrativa de Arendt, así como de los pensadores de la Escuela de Frankfurt, consiste en desarrollar genealogías que revelen cómo las funciones “normales” y normalizadoras de las sociedades modernas proporcionan el contexto propicio para el fascismo. Es decir, estos autores y autoras desafían la opinión de que el fascismo y el totalitarismo son anomalías (errores en el camino del progreso hacia los ideales liberales).

Además, Arendt fue una de las primeras autoras en relacionar el fascismo con el colonialismo: según Pascal Grosse, Los orígenes del totalitarismo se constituye como un estudio poscolonial, aunque a través del nacionalsocialismo. Esto es de suma relevancia, ya que el hecho de no implicar las prácticas coloniales de deshumanización, los modos de pensamiento racial que producen y las técnicas de conquista, capitulación y masacre (que prepararon el escenario para el fascismo), resulta en una comprensión incompleta del fenómeno.

En la segunda parte del ensayo, la autora cuestiona si es posible repetir esta forma de teorizar y pensar el fascismo estableciendo las conexiones entre las tendencias fascistas emergentes y las formas específicas en que funciona el poder en la era neoliberal. La idea que se introduce en el apartado consiste en pensar al fascismo no como una desviación de las tendencias inherentes a las sociedades neoliberales, sino como una de las formas en que éstas se cristalizan en aparatos de subyugación y exclusión.

Entonces, sería necesario dejar de pensar en el fascismo como una configuración política en desacuerdo con las formas de poder liberales y neoliberales. Gambetti propone ir más allá de las definiciones genéricas del fascismo y, en cambio, tratar de discernir sus fuerzas subterráneas.

1. El nexo imperialismo-fascismo-totalitarismo

En esta sección, la autora señala que le interesa tener como punto de partida la genealogía del "fascismo antes del fascismo". Por eso prefiere recurrir a Los orígenes del totalitarismo, ya que Arendt rastrea cómo las técnicas imperialistas de exterminio produjeron un campo de experimentación que prefiguró el totalitarismo fascista.

Arendt asume que un evento ilumina su propio pasado, y según Gambetti, su futuro también. Arendt planteó que el totalitarismo no se constituyó como un objeto de análisis antes, sino cuando se volvió un evento (cuando se manifestó históricamente). De esta manera, “el totalitarismo fue la cristalización de elementos cuya naturaleza sólo puede deducirse retrospectivamente del evento del totalitarismo mismo”.

Por esa razón, Arendt construye una genealogía de las técnicas, prácticas y modos de relacionarse con el mundo que permitieron el surgimiento de esos regímenes. También apuntó que antes de la era imperialista, no existía la política mundial, y sin ella, el reclamo totalitario del dominio global no habría tenido sentido. De la misma forma, un régimen fascista hubiera sido imposible sin el surgimiento de sociedades de masas y sin las técnicas de movilización de éstas.

Arendt plantea que el "imperialismo colonial" generó en el siglo XIX una forma expansiva de poder que construyó perpetuamente un "exterior". Así, la fórmula que el imperialismo y el nazismo desplegaron en sus prácticas fue “poder por el poder”. Estas prácticas se expresaron en la toma y control de territorios y poblaciones.

El imperialismo transformó la expansión en un fin en sí mismo y no en un medio temporal. Asimismo, produjo un nuevo esquema de gobierno que se justificó únicamente por el motivo de burlar a los competidores en la lucha por dividir zonas de influencia en el mundo.

Arendt identificó una tendencia totalizadora inherente a las prácticas imperialistas que provocó un cambio de paradigma en la forma en que se conducía la política dentro del Estado-nación: éste fue incapaz de sustentar las necesidades ilimitadas del capital porque estaba limitado por el territorio y por el consentimiento de los gobernados. Así, el cambio crítico hacia el totalitarismo fascista se hizo posible cuando la conquista y la explotación ilimitadas comenzaron a socavar no sólo al Estado-nación, sino también la distinción misma entre ley y excepción, guerra y paz, soldado y civil, perpetrador y víctima, hecho y ficción.

Otro punto de inflexión en la genealogía del totalitarismo fascista se encuentra en las prácticas coloniales e imperialistas porque se inventaron dos nuevos dispositivos para la organización política y el gobierno en las colonias: 1) la raza como principio del cuerpo político; y 2) la burocracia como principio de dominación extranjera.

Paul Gilroy manifiesta que esta genealogía es relevante para comprender la colonia no sólo como un asentamiento, sino como un laboratorio en el que se innovó y transformó el ejercicio de los poderes gubernamentales locales y se configuró la institucionalización del conocimiento imperial en el que la idea de raza era central. La racialización transformó drásticamente los criterios de inclusión y exclusión dentro de una comunidad o Estado determinado.

Estas transformaciones destrozaron las concepciones del humanismo y la Ilustración, y desataron las formas de violencia contra los "infrahumanos". Por lo tanto, es esencial subrayar la importancia del imperialismo como precursor de algunos de los procesos de deshumanización que, después, caracterizaron al nazismo.

Según Arendt, la contraparte del racismo en Europa, fueron los movimientos del paneslavismo y pangermanismo de principios del siglo XX. Éstos introdujeron un modo circular de funcionamiento que prescindía de la legitimación o justificación: tanto la forma colonial como la continental del imperialismo eran irredentistas. Además, ambos implicaron una interpretación biológica de la cultura y una tendencia a hacer coincidir los rasgos bioculturales con el mapa geopolítico.

Para Gambetti, se puede extraer de este análisis la siguiente conclusión: “el imperialismo continental fue una articulación paradójica de trascendencia e inmanencia”. Estos movimientos trascendieron a las instituciones nacionales como los partidos políticos, las afiliaciones de clase y las políticas basadas en intereses. No obstante, funcionaron como la encarnación inmediata del espíritu de un pueblo, según el cual el individuo se sumerge en la corriente del movimiento dinámico.

Entonces, lo que se describe es un conjunto expansivo de prácticas que desestabiliza los marcos de referencia y las ideologías de clase y proporcionan un “hogar” activo como punto de partida, así como apego afectivo para masas desarraigadas.

En consecuencia, la articulación de los elementos protototalitarios inherentes al imperialismo colonial no resulta simplemente en la radicalización de estos elementos. Una forma de poder totalmente diferente surge de esta articulación. Lo que distingue al totalitarismo de los paradigmas gubernamentales anteriores es que domina y aterroriza a los seres humanos desde dentro.

De esta manera, el "terror" cumple la función analítica de designar los efectos de las prácticas violentas: la dominación desde adentro es impensable sin masacres y demostraciones brutales de poder para asustar a las poblaciones o sin castigar severamente la disidencia.

Por otra parte, Arendt sostiene que la transgresión imperialista -como la totalitaria- de los límites racionales, espaciales o temporales provocan graves crisis cognitivas que se resuelven mediante la "ideología". Una ideología, es la lógica de una idea: las ideologías asumen que una idea es suficiente para explicar todo, además, ninguna experiencia puede enseñar nada porque todo está comprendido en este proceso lógico. En Alemania, se articuló la ideología racista y el terror.

Así, Gambetti enfatiza que el totalitarismo implica un paradigma de poder distinto de la tiranía: las leyes de movimiento del primero no son las mismas que la ilegalidad arbitraria del segundo. El poder total se ejerce llenando con movimiento cualquier momento de inercia que de otro modo hubiera permitido la reflexión en dado momento. Además, el impulso de expandirse es una técnica de poder que produce movilidad espacial y temporal.

Según Gambetti, la producción de cuerpos superfluos es el último elemento estructural que reconstruye el cambio paradigmático en las prácticas de poder que subyace a las tendencias fascistas. Es decir, la muerte social o física que se convierte en el destino de los individuos o grupos estigmatizados por el régimen no está justificada por ningún principio inteligible o valor moral, cada acto o palabra “se vuelve equivalente y sujeto a una 'interpretación' retrospectiva”.

Gambetti señala en esta sección que la reconstrucción del argumento de Arendt ilustra cómo el fascismo puede ser interpretado como el efecto amalgamado de un conjunto de técnicas de gobierno que tienden hacia la institución de una política donde la distancia espacio-temporal, trascendencia, reflexión crítica e intervención se reducen radicalmente.

Por lo tanto, Gambetti se pregunta cómo este paradigma, destinado a desarrollar una comprensión de la personalidad del poder que permite la dominación total, puede discernir formas fascistas de gobierno en la era neoliberal.

2. El nexo entre biopolítica, seguridad y neoliberalismo

En esta sección Gambetti pretende analizar -desde las posibles conexiones entre imperialismo, fascismo y totalitarismo- diversas disposiciones sociales que permitan explorar cómo podría ser la convergencia de la biopolítica, la securitización y el neoliberalismo, reproduciendo las condiciones que dieron origen a las tendencias fascistas en el siglo XX.

La autora utilizará el término “neoliberalismo” para hacer referencia a una racionalidad gubernamental que produce prácticas y subjetividades que permiten la subcontratación generalizada y la individualización del riesgo. El concepto de riesgo abarca una amplia gama de incertidumbres: desde dispositivos de mercado hasta preocupaciones de seguridad como el terrorismo.

Gambetti apunta cómo esta forma de gobernar se ha implementado por medios violentos: las normas neoliberales en todo el mundo han implicado la coacción para eliminar los obstáculos que se interponen en el camino del nuevo régimen de acumulación.

Además, al abrir efectivamente las economías a la competencia del mercado, se contradicen descaradamente los ideales pronunciados por las escuelas de pensamiento neoliberales. En lugar de obligar al Estado a retirarse de las esferas económica y social, el neoliberalismo ha creado un campo completamente nuevo de intervenciones gubernamentales.

Como Wendy Brown argumenta, el neoliberalismo es un orden de razón normativa y un nacionalismo gobernante, Gambetti agrega los elementos de la masificación y subyugación (mediante el uso de los esquemas como herramientas coercitivas o disciplinarias), como aspectos integrales del gobierno neoliberal.

De esta manera, Gambetti pretende señalar ciertos predicamentos que podrían evaluar las formas específicas en que las estrategias gubernamentales neoliberales tienen un fin especial con el autoritarismo, la des-democratización y la deshumanización, situaciones que preparan el escenario para nuevas formas de fascismo.

Para desarrollar la noción ampliada de riesgo Gambetti hace referencia a Michel Foucault, y a su obra Seguridad, Territorio, Población, ya que considera el cambio del paradigma jurídico-político del poder al gobierno biopolítico. Foucault desarrolló una idea sobre la autorreferencialidad o la falta de externalidad que caracteriza lo que él llama las “técnicas de seguridad”, cuyo propósito principal es hacer del uso del riesgo una estrategia gubernamental.

La conexión compleja entre la seguridad, la biopolítica y el neoliberalismo no puede pasarse por alto en la era neoliberal porque marca un giro hacia la racionalidad del mercado.

Asimismo, los métodos de securitización gubernamentales, junto con la racionalidad neoliberal debilitaron los valores democráticos y progresistas: según la lógica neoliberal, debería reforzarse a través de leyes, políticas sociales y económicas e intervenciones de seguridad que produzcan deseos adicionales. Aunado a lo anterior, el neoliberalismo no puede operar sin multiplicar los riesgos y las desigualdades sociales.

El neoliberalismo y la seguridad biopolítica consideran “sacrificar” imperativamente una parte de la población con el fin de lograr los objetivos óptimos deseados. Además, la seguridad es un componente indispensable del fundamentalismo de mercado (que se basa no sólo en la disponibilidad de trabajo excedente, sino también en la producción de cuerpos desechables biologizados).

La incapacidad para alcanzar los estándares de desempeño, determinados según los imperativos del mercado, tiene consecuencias subjetivas en forma de pérdida de autoestima y consecuencias objetivas en forma de castigo material (movilización hacia abajo, falta de vivienda o incluso encarcelamiento). La autora hace referencia a Susan George, quien compara el neoliberalismo con un juego en el que los perdedores son aquellos a quienes ya no se les debe nada.

Esto implica dos cosas: 1) los criterios de desempeño aíslan a las personas, de forma que socavan los lazos sociales y 2) éstos también se acumulan bajo la dinámica autopropulsada del capitalismo neoliberal que determina sus posibilidades de asegurar su futuro. Esto genera una reorganización social que implica tanto la atomización como la masificación.

Así, las racionalidades gobernantes neoliberales, como sus contrapartes fascistas, capturan a los individuos desde dentro, aunque a través de dispositivos completamente diferentes. Lejos de exigir respeto por sus propios derechos, los ciudadanos están dispuestos a consentir medidas de austeridad, sacrificios personales y colectivos, recortes salariales y aceptar el reparto desigual de la deuda.

Además, las desigualdades que produce la gobernanza neoliberal están biologizadas y normalizadas dentro de un esquema de competitividad por méritos: el o la "perdedora" es la nueva "infrahumana".

Otro punto de coincidencia, que se puede establecer entre las prácticas de poder en la era neoliberal y las que cristalizaron en el fascismo, es que la seguridad biopolítica no tiene límites. Usando el análisis de Foucault para analizar el neoliberalismo actual, Lazzarato escribe que el biopoder se preocupa por la producción y reproducción de la vida de la especie, que es ilimitada y, en principio, no tiene un objetivo territorializador.

Entonces, los efectos combinados del neoliberalismo, la biopolítica y las tecnologías securitarias parecen ser tan ilimitados como desprendidos de principios de legitimación como el derecho o las normas predeterminadas. No obstante e irónicamente, la vida de una población en condiciones de financiación neoliberal requiere una proliferación de regulaciones y medidas administrativas.

Respecto a la burocratización en la era neoliberal, la exigibilidad administrativa ha reemplazado la cuestión de la legitimidad por la de la eficacia de las políticas gubernamentales.

En resumen, la racionalidad neoliberal demuestra ser tan convincente como la “Naturaleza” y la “Historia” para poner los dominios económicos, políticos, administrativos y sociales en movimiento perpetuo y, al mismo tiempo, producir nuevos modos de inversión eficaz.

Una vez que se comprende la lógica neoliberal, también debe señalarse que las masas se someten a los regímenes debido al miedo. En esta situación, se despeja el terreno sobre el que pueden surgir las tendencias fascistas. Debido a que el peligro y la inseguridad (así como la amenaza del desempleo, la pobreza, la degradación social, etc.) no son sólo consecuencias no deseadas o efectos secundarios negativos, sino condiciones esenciales y elementos positivos de la libertad neoliberal. Otros ejemplos de los efectos secundarios son la temerosa anticipación del desempleo, las caídas del mercado y los ataques terroristas.

Además, la convergencia del neoliberalismo y el neoconservadurismo en las décadas de 1980 y 1990 debería revisar la percepción académica prevaleciente de la incompatibilidad del neoliberalismo y el fascismo. Ya que el moralismo, el estatismo y el autoritarismo del neoconservadurismo están profundamente habilitados por el racionalismo neoliberal. El neoconservadurismo ha inventado y politizado un conjunto de amenazas que ocultan eficazmente los problemas sociales y económicos haciéndolos aparecer como militares.

Por lo tanto, asegurar a los “ciudadanos honestos” contra las amenazas mencionadas anteriormente es la razón fundamental detrás de la producción de “infrahumanos” en el mundo de la actualidad. Además, en un modo de gobierno que naturaliza las jerarquías, el racismo se extiende a innumerables dominios para justificar los conflictos sociales y políticos.

Gambetti señala que el mundo podría enfrentarse a un cambio en la definición del criminal de uno legal a uno biopolítico. Así, los enemigos sociales son aquellos que, por su mera existencia, pueden obstaculizar los procesos contingentes que gobiernan el bienestar de determinados estratos de la población.

Por lo tanto, Gambetti termina esta sección observando que la deconstrucción de las normas que sostienen los poderes de subyugación es un ejercicio crítico, mientras que la desestabilización en curso en la era neoliberal da lugar a un cinismo acrítico que se presta a la apropiación por los discursos axiomáticos de los aspirantes a líderes fascistas.

3. Nuevos fascismos desde abajo

Aunque este momento histórico es significativamente diferente al del siglo XX, el gobierno neoliberal produce una red como mecanismo de securitización. Esta red apunta a una especie de "fascismo desde abajo".

Por otra parte, Traverso opta por usar el término posfascismo. Este concepto se distingue del fascismo y del neofascismo para evitar confundir las nuevas tendencias fascistas incrustadas en dinámicas sociales más amplias con las formaciones más estrechas de la derecha alternativa y neonazi en la escena política.

Por ejemplo, los neonazis son considerados como fascistas, pero Trump, no. Más bien Trump es clasificado como posfascista. Traverso apunta que Trump representa un giro autoritario en el terreno político, pero en el terreno socioeconómico muestra cierto eclecticismo: es proteccionista y neoliberal. Mientras que el fascismo clásico no era neoliberal; fue estatista e imperialista, promoviendo políticas de expansión militar. Trump es anti estatista y bastante aislacionista.

Pero, según Gambetti, si este es realmente el caso, entonces los nuevos fascismos probablemente implicarán la permutación y cristalización de modos neoliberales de deshumanización que involucran nuevas tecnologías. Además, Trump no formaría un cuadro de camisas negras o pardas, sino que contrataría a las empresas militares privadas como Blackwater para hacer el trabajo. Por lo tanto, el “terror” en el siglo XXI no tiene que ser ejercido a través del Estado; puede ser subcontratado o transnacionalizado.

En el mismo tenor, las guerras irredentistas no necesitan tomar la forma de conquista territorial, sino de operaciones militares. La limpieza étnica no necesitaría desplegar gas venenoso, pero puede depender de puntos de control, compartimentación espacial y bloqueos, como en Palestina.

Gambetti llega a la conclusión de que es evidente que la constante creación de enemigos existenciales es un componente esencial del nexo biopolítica-securitización-neoliberalismo. Además, el racismo sigue siendo biopolítico. La autora argumenta que la nueva “ruptura antropológica” caracteriza la era neoliberal: esto genera una reconfiguración significativa de las formas de poder que operan en el nexo imperialismo-fascismo-totalitarismo.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El texto de Gambetti es sumamente interesante porque rescata el argumento de Orígenes del totalitarismo, que plantea el nexo: imperialismo-colonialismo-totalitarismo fascista. Esta articulación sirve para entender el auge fascista del siglo XX.

La argumentación de Gambetti sirve como punto de referencia para interpretar el auge de las nuevas derechas en la esfera política institucional en diferentes países, así como los movimientos sociales (las milicias de derecha en Estados Unidos o los neonazis en Alemania). Además, la autora hace un aporte a la discusión sobre fascismo, neofascismo o posfascismo en la actualidad.