Hacia una historia de la crítica del valor

Cita: 

Jappe, Anselm [2016], “Hacia una historia de la crítica del valor”, Nombres, (30):107-126, Córdoba, https://revistas.unc.edu.ar/index.php/NOMBRES/article/view/21237

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
2016
Tema: 
Una revisión de los principales planteamientos de la “crítica del valor”, presentada por uno de sus exponentes.
Idea principal: 

Anselm Jappe es un filósofo alemán. Es uno de los autores de la “crítica del valor” y es miembro de la revista Exit!. Es autor, entre otros libros, de Las aventuras de la mercancía, Crédito a muerte. La descomposición del capitalismo y sus críticos y La sociedad autófaga. Capitalismo, desmesura y autodestrucción.


La crítica del valor surgió en los años inmediatos posteriores a la caída del muro de Berlín y al derrumbe de la Unión Soviética, en un contexto de fuerte abatimiento en la izquierda, incluso en la que nunca se hizo ilusiones respecto del “socialismo real”. Agrupados en torno a revistas como Marxistische Kritik, Krisis y Exit!, entre sus miembros destacan Robert Kurz, Peter Klein, Roswitha Scholz, Ernst Lohoff y Norbert Trenkle. Para Jappe, el “carácter iconoclasta” de la crítica del valor se debe en medida importante a que surgió al margen de los espacios tradicionales de discusión: la academia y los partidos de izquierda.

Una de las obras más importantes de la crítica del valor fue El colapso de la modernización. Del derrumbe del socialismo de cuartel a la crisis de la economía mundial de Robert Kurz, publicada en 1991. Antes de la publicación de ese libro, Kurz era escasamente conocido como organizador de la revista Krisis. La recepción del libro de Kurz fue más amplia de lo que se podía haber esperado en el contexto de desaliento para la izquierda y en especial para la izquierda marxista. Probablemente, la razón de esa recepción fue que los planteamientos de Kurz diferían sustancialmente de las interpretaciones dominantes sobre el momento que se vivía. Para Kurz, la Unión Soviética no había sido una alternativa a la sociedad mercantil –pues no se abolieron las categorías centrales del capitalismo, como la mercancía, el valor o el dinero–, sino únicamente una variante al interior de ella. En El colapso de la modernización se plantea que la “modernización retrasada” y la autarquía de la Unión Soviética no le permitieron continuar con desarrollos más avanzados de las fuerzas productivas, particularmente con la revolución microelectrónica en la década de 1970. Fueron esta incapacidad y la imposibilidad de competir con la producción occidental lo que llevó a la Unión Soviética a su colapso.

En el mismo libro, Kurz sostenía que la extinción de la Unión Soviética no era una señal del irrevocable triunfo del capitalismo, sino que representaba “una etapa del colapso gradual de la economía mundial basada en la mercancía, el valor, el trabajo abstracto y el dinero”. Para este autor, el colapso de la Unión Soviética era una señal de que la producción capitalista había alcanzado sus límites históricos al socavar la base de la producción de valor y plusvalor por la racionalización de la producción y la sustitución de la fuerza de trabajo por tecnología.

Una característica de la obra de Kurz y de la crítica del valor en general es que sus cuestionamientos se dirigen tanto al capitalismo como a la manera en la cual la izquierda lo había impugnado. Kurz criticó sistemáticamente los planteamientos del “marxismo tradicional” sobre la lucha de clases, el proletariado como sujeto revolucionario, etc. Además, Kurz afirmaba que las formulaciones del marxismo tradicional no apuntaban a la abolición de las categorías básicas del capitalismo, sino que buscaban una distribución y administración más igualitaria al interior de estas categorías. Jappe considera que al plantear estos cuestionamientos, la obra de Kurz cumplió la función de “demoler las certezas de la izquierda”.

Las interpretaciones de los autores de Krisis partían de una relectura y reinterpretación de la obra de Marx, en particular de lo que Jappe llama el Marx “esotérico”, cuyos planteamientos se ubican particularmente en el capítulo uno del libro primero de El capital. Ese Marx “esotérico” no trató a la mercancía, al valor y al trabajo abstracto como presupuestos naturales y generales a toda forma de vida en sociedad, sino que los analizó como elementos propios de la sociedad capitalista. Para los autores de la crítica del valor, las categorías de mercancía, valor, trabajo abstracto, entre otras, no son ontológicas ni transhistóricas, sino propias de la sociedad capitalista. Un concepto clave para la crítica del valor es el de “fetichismo de la mercancía”, con el cual Marx da cuenta de que en el capitalismo son factores anónimos e impersonales los que ejercen el dominio sobre toda la sociedad. De ahí que los autores de la crítica del valor consideren que nadie controla el proceso abstracto y autorreferencial que es la valorización del valor, ni siquiera los propios capitalistas.

El marxismo posterior a Marx asumió las categorías de valor y trabajo abstracto como algo dado y únicamente cuestionó su distribución: “En vez de cuestionar el valor de la mercancía como el primer regulador de la producción y la vida social, el movimiento obrero y sus teóricos se preocupaban simplemente por lograr una distribución más ‘justa’”. Al asumir como dadas las categorías de la producción capitalista, el marxismo se convirtió en “una teoría de la integración efectiva del proletariado en la sociedad del valor”.

La preocupación y objetivos de las “luchas sociales clásicas” giran en torno a la distribución del valor y el plusvalor; parten de estos como un dato, como un “bien neutro” que simplemente puede ser apropiado. Las conquistas del movimiento obrero -como el alza en los salarios y el derecho a la sindicalización- no representaron un obstáculo al desarrollo capitalista, sino que ofrecieron “una forma de desarrollo más eficaz”. Según Jappe, para el marxismo del movimiento obrero, lo que se disputaba era la propiedad jurídica sobre los medios de producción y los productos del trabajo, para que después las mercancías y el dinero pasaran a estar “bajo control obrero”. Se trataba de “críticas inmanentes” cuyo objetivo nunca fue superar al capitalismo.

Para Jappe, el trabajo y los trabajadores no son la negación de la sociedad capitalista, sino su presupuesto lógico y constituyen “uno de sus dos polos”. Por tanto, según este autor, no se puede abolir el valor y el capital sin abolir el trabajo. De ahí que Jappe afirme que “de los análisis de Marx podemos concluir que una ‘revolución de los trabajadores contra el capitalismo’ es una imposibilidad lógica; sólo puede existir una revolución contra el sometimiento de la sociedad y de los individuos a la lógica de la valorización y el trabajo abstracto”.

En este punto, conviene precisar que los autores de la crítica del valor distinguen entre el trabajo como una abstracción de sustancia social sin contenido –el “simple gasto de fuerza humana” del que hablaba Marx– y la actividad productiva humana como la diversidad de actividades concretas que han existido en todas las formas sociales, mediante las cuales la humanidad regula su metabolismo con la naturaleza.

En la interpretación construida desde la crítica del valor, la crisis final del capitalismo no sería resultado de las contradicciones entre capitalistas y trabajadores, sino de que la acumulación de capital socava sus propios cimientos al expulsar a la fuerza de trabajo como fuente creadora de valor y sustituirlo por maquinaria. “El capitalismo serrucha la rama sobre la que está sentado: la valorización del valor a través del uso del trabajo vivo”. Durante mucho tiempo, el capitalismo compensó esta disminución del valor y el plusvalor contenido en cada mercancía mediante la expansión de la escala de la producción y llenando el mundo de mercancías. Sin embargo, “con el fin de la fase fordista, se agotó el último modelo de acumulación basado en la utilización masiva del trabajo vivo”. Desde entonces, y a partir de la revolución de la microelectrónica, la expulsión de los trabajadores ha sido de tal magnitud que, según Jappe, “la masa absoluta de valor, y de plusvalor, cae en picada”.

Recuperando las formulaciones de Kurz, Jappe afirma que lo que ha impedido que el sistema capitalista se derrumbe es el “capital ficticio”. Desde la década de 1970, el recurso sistemático al crédito ha permitido mantener en marcha los procesos de acumulación con la promesa de ganancias futuras que no llegarán jamás. Así, a diferencia de las interpretaciones convencionales, donde el sector financiero es concebido como la causa de las crisis del capitalismo, Jappe postula que el capital ficticio, el crédito y la especulación son los elementos que han permitido retrasar la “gran crisis” y el derrumbe del capitalismo. Al subrayar que las tecnologías que reemplazan a la fuerza de trabajo no desaparecerán de los procesos de acumulación y que el crédito ha postergado el derrumbe del capitalismo, Jappe señala que la crisis definitiva del capitalismo ya está en curso: “no se trata de profetizar el derrumbe futuro del capitalismo, sino de constatar la crisis que ya está en curso”.

Según Jappe, la crítica del valor surgió en el momento del “fin de la expansión del capitalismo”, donde la posibilidad de redistribuir los frutos del sistema capitalista se había agotado. Para la crítica del valor, la vuelta al pleno empleo y al Estado de bienestar keynesiano no es posible; su abandono no fue consecuencia de una conspiración entre economistas y capitalistas, sino un resultado de la dinámica capitalista en conjunto. Puesto que la crítica del valor no guarda ninguna nostalgia de volver al Estado de bienestar, se plantea el tema de la emancipación social en otros términos: no se trata de redistribuir las categorías del capitalismo para hacer formas de esclavitud más soportables, sino de superar al capitalismo en sus fundamentos al abolir sus categorías fundamentales.

Además de haber surgido fuera del ámbito académico, algo que caracteriza a la crítica del valor es su rechazo a inscribirse en alguna de las tradiciones preexistentes en el marxismo o a reclamarse heredera de algún autor. “La crítica del valor pretendía retomar la reflexión desde cero, sirviéndose únicamente de las armas de la crítica de la economía política de Marx”. Aunque la crítica del valor rechaza ser continuadora o heredera de alguna tradición, Jappe destaca entre sus raíces teóricas a autores como György Lukács, Theodor Adorno, Alfred Sohn-Rethel, Rosa Luxemburg, Henryk Grossman e Isaac Ilich Rubin. Aunque retoman algunas formulaciones de estos autores, Jappe subraya que “en general la crítica del valor no se presenta como discusión sobre las teorías de otros, sino como un análisis del presente y el pasado del capitalismo”.

Jappe resume brevemente la existencia de “otra rama” de la crítica del valor, cuyo principal autor fue el estadounidense Moishe Postone. La obra de Postone, en particular su libro Tiempo, trabajo y dominación social fue escrita de manera casi simultánea a las principales formulaciones de los autores alemanes de la crítica del valor. Jappe afirma que a pesar de que Postone y los autores de Krisis no tenían comunicación ni conocían sus obras, hay importantes coincidencias en sus planteamientos y presupuestos, en particular en lo que respecta a la crítica del marxismo tradicional y del trabajo abstracto. La principal diferencia destacada por Jappe es la falta de una teoría de la crisis en Postone, quien no veía que la “de-sustancialización” del valor constituyera un límite histórico para la acumulación.

Otro autor cuyos planteamientos fueron cercanos a los de la crítica del valor fue André Gorz, quien en la década de 1980 formuló una crítica del trabajo y del valor. No obstante, a decir de Jappe, Gorz admitió las insuficiencias de sus planteamientos tras leer los escritos de la crítica del valor. En el momento en que escribía el texto (en 2016), Jappe consideraba que no había otras teorías críticas que fuesen cercanas a la crítica del valor.

Un aporte importante en la crítica del valor fue el concepto de “escisión del valor” formulado por Roswitha Scholz. Con este concepto, Scholz da cuenta de que el trabajo abstracto, que es creador de valor, presupone la existencia de otras actividades de la reproducción social –como el trabajo doméstico llevado a cabo principalmente por mujeres– que no son consideradas trabajo. “Concretamente, el ‘trabajador’ masculino no podría crear valor si no hubiera una mujer que se ocupe de su bienestar, de la educación de los hijos, etc. El valor es estructuralmente ‘masculino’ aun si las mujeres pueden producir valor o pedir su producción”. Para Scholz, debido a la disociación del valor, la sociedad del valor y del trabajo se basa en una lógica de exclusión de las mujeres, las personas no-blancas, grupos “minoritarios”, etc., y sólo considera como “sujetos” a aquellas personas que han interiorizado “la mentalidad del trabajo” (autodisciplina, racionalidad, competitividad, etc.). La importancia de las formulaciones de Scholz al interior del grupo ha sido muy amplia; según Jappe, quienes conforman la revista Exit! ya no se refieren a su teoría como la “crítica del valor”, sino como “crítica de la disociación del valor”.

El texto de Jappe concluye planteando la pregunta: “¿cómo salir de esta situación?”. En primer lugar, defiende la “necesaria autonomía de la teoría” y el rechazo a dar respuestas a las exigencias inmediatas, actitudes que han caracterizado a la crítica del valor y que le han valido numerosas críticas. Posteriormente, Jappe señala que para la crítica del valor la principal preocupación no radica tanto en cómo “vencer” al capitalismo, sino en cómo evitar que su desintegración conduzca a la barbarie y la ruina a la humanidad. Por último, señala que las alternativas al capitalismo deben cuestionarse la naturaleza del trabajo, el valor, la mercancía y el dinero; aunque parecen categorías muy abstractas y “teóricas”, cuestionarlas tiene una enorme importancia para la construcción de alternativas porque determinan todos nuestros actos cotidianos.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La "crítica del valor" plantea una relectura de la crítica de la economía política de Marx que resulta polémica e iconoclasta respecto de algunas de las formulaciones "canónicas" del marxismo a lo largo del siglo XX. Algunos de los elementos más sugerentes de su interpretación son la crítica de las abstracciones que dominan la vida social moderna, su tratamiento sobre de los límites objetivos que la propia dinámica de la acumulación del capital se impone en su desenvolvimiento y el énfasis en la importancia del crédito como un mecanismo que permite postergar el estallido de las crisis. Al margen de las muchas polémicas que provocan sus formulaciones -cuyo abordaje no se pretende realizar en este espacio-, estos elementos aportan al análisis de la crisis civilizatoria y de la caracterización del capitalismo contemporáneo.