Vigilar y confinar: instrumentalización de tecnologías digitales durante la pandemia de SARS-COV-2 en 2020

    Vigilar y confinar: instrumentalización de tecnologías digitales
    durante la pandemia de SARS-COV-2 en 2020
    El hecho es que hoy ninguna persona con ojos para ver
    puede negar el pleno despliegue de la biopolítica.

    Roberto Esposito, “Cuidados a ultranza”

    Por: Josué G. Veiga y Lorena Preciado

    Introducción

    A las reflexiones iniciadas en este Bo·LET·ín por Daniel Inclán y Raúl Ornelas para pensar la pandemia de SARS-CoV-2 y el colapso civilizatorio en curso, agregamos las siguientes líneas sobre el uso de los dispositivos digitales de vigilancia para combatir la pandemia.

    La propuesta del colapso como campo teórico en construcción abre camino para reflexionar sobre terrenos donde los conceptos y enfoques de las crisis son insuficientes para el estudio del capitalismo actual. El aumento de cepas virales y catástrofes socioambientales son manifestaciones de cambios profundos en ciertos procesos geofísicos y bioquímicos a escala mundial; a su vez, la institucionalización de los rescates financieros desde 2008 impide la destrucción del exceso de capital mediante la vía tradicional de las crisis económicas, en momentos de acumulación concentrada. Pensar desde el colapso plantea una alternativa al tradicional estado crítico, en el que se incrementan tensiones y anuncian reacomodos, optando por discutir la incapacidad del sistema para restablecer su integridad y analizar los procesos desordenados de disipación o dislocación. Entre las fuerzas colectivas que intentan gobernar el caos destacan comportamientos de carácter cada vez más autoritarios y violentos (Ornelas, 2020). Es en este escenario donde identificamos mecanismos, instrumentos y dinámicas tanto de vigilancia y control; su despliegue se justifica con las razones de contener y enfrentar la globalizada crisis sanitaria, otro síntoma del sistema que colapsa. En todo el mundo, instituciones gubernamentales y la iniciativa privada se pusieron en marcha para diseñar apps capaces de rastrear a las personas, recopilar grandes cantidades de sus datos y obligar el confinamiento para aquellas personas que entraron en contacto con alguien infectado. En la guerra contra la COVID-19, vigilar y confinar es la lógica utilizada para combatir los contagios, mediante el control de los movimientos de personas en diferentes regiones del planeta.

    Dispositivos digitales de vigilancia

    En épocas de crisis es de necesidad vital contar con información precisa, útil y actualizada. Con esta aseveración abre el “Compendio de iniciativas de gobierno digital en respuesta a la pandemia COVID-19” publicado por la Organización de Naciones Unidas (UN, 2020). La expresión se refiere a un sentido común, la creencia que a mayor información, mejores serán las decisiones tomadas frente a la crisis sanitaria (Lim, 2020). Es así como, en nombre de la salud pública se consiguen implementar tecnologías y dispositivos digitales con el objetivo de obtener la información más detallada y en tiempo real del avance del supuesto enemigo invisible. El carácter de urgencia, situación de extraordinaria excepcionalidad, hace que su implementación sea acelerada y en muchos casos abrupta, soslayando discusiones y escrutinios cuidadosos sobre las implicaciones del uso de estas tecnologías en un mayor número de actividades cotidianas.

    Este es el tema central de la investigación: dar cuenta del ensayo planetario de dispositivos digitales orientados específicamente a la vigilancia y control de los cuerpos en el contexto bélico contra la pandemia de COVID-19. Este trabajo no indaga en la efectividad técnica de los dispositivos en la mitigación del virus, sino que pretende enfatizar su uso de vigilancia, entendida ésta como un proceso social donde intervienen tecnologías, discursos, sujetos e instituciones, y que tiene como finalidad modificar o conservar el comportamiento de los individuos en sociedad. De esta manera, encontramos que desde China hasta Corea del Sur, de Italia a Israel, de Brasil a Guatemala, el imperativo sanitario del bien común es utilizado para justificar y dar legitimidad al aumento de dispositivos digitales de vigilancia y control social, tanto privados como estatales (S.T.O.P., 2020; Woodhams, 2021), ejecutados en una amplia gama de aplicaciones: rastreo de contactos, reconocimiento facial, cámaras con sensores térmicos, drones, geolocalización e inteligencia artificial, entre otras.

    Se debe advertir al lector sobre la ruta seguida en esta investigación. La principal dificultad de estudiar las respuestas tecnológicas digitales frente a la COVID-19 es, como advierte MIT Technology Review, que no existe un repositorio central de información, sino datos dispersos en una amplia variedad de diversas fuentes (Howell et al., 2020). De ahí que en el Cuadro 1 adaptamos la clasificación de iniciativas tecnológicas digitales propuesta por Sera Whitelaw et al. (2020), publicada por la revista Lancet Digital Health y la completamos con fuentes periodísticas y otras bases de información entre las que destacan: COVID Tracing Tracker del MIT; el informe especial de Freedom on The Net 2020 The Pandemic´s Digital Shadow; también COVID -19 Digital Rights Tracker por TOP10VPN a cargo de Andrew Dwyer; la iniciativa Pandemic Big Brother; Compendium of Digital Government Initiatives in response to the COVID-19 Pandemic de Naciones Unidas (UN, 2020) y Fighting the Global Covid-19 Power-Grab de Privacy Internacional.

    A partir de esas fuentes presentamos una tipología de las iniciativas tecnológicas digitales desarrolladas en los meses recientes (2019 y, sobre todo, 2020) según el propósito con el que son aplicadas: rastreo de la pandemia, detección de infectados, seguimiento de posibles contagios, garantizar medidas de confinamiento, diagnósticos clínicos y control de internet. En la parte final del documento se anexa un Glosario con la definición de algunos aspectos técnicos.

    Las clasificaciones sirven para estudiar las distintas tecnologías y ubicar los países que las operan, no obstante, su función es principalmente analítica; ya que la forma concreta en la que funcionan en cada país es una mezcla variada de complementariedad y apoyo. A continuación, presentamos en detalle cada uno de los rubros.

    Rastreo

    Desde el inicio de la pandemia de la COVID-19 en diciembre de 2019, los países emprendieron diversas estrategias y aplicaciones tecnológicas para rastrear el avance del virus al interior de su territorio. Existen usos de inteligencia artificial (IA)[1] y de big data[2] para mapear tanto la ubicación y el movimiento en tiempo real de las personas con el apoyo de los teléfonos celulares, aplicaciones digitales (apps, por su abreviatura en inglés, se trata de programas diseñados principalmente para dispositivos móviles), redes sociales, pagos comerciales con tarjetas y otras opciones tecnológicas diseñadas para rastrear (Whitelaw et al., 2020). Los paneles de datos y mapas de calor sirven como herramientas de información muy generalizadas entre los países, como medio gráfico para conocer y transmitir el estado de la pandemia. Adicionalmente, reorganizan la división social del espacio en la redefinición de los límites y el establecimiento de nuevas restricciones fronterizas para indicar quiénes y a qué espacios pueden o no acudir: el movimiento es controlado en zonas clasificadas como de alto riesgo.

    En primera instancia resaltamos el caso de Corea del Sur, donde se usan distintos medios digitales como sitios web y apps para recopilar y mapear datos (como coronamap.site). Esto permite a los habitantes surcoreanos consultar periódicamente los mapas de rastreo y conocer las zonas de alto riesgo. La Organización mundial de la salud mencionó que las extensas medidas de rastreo, pruebas y aislamiento de Corea del Sur, junto con la sana distancia, ayudaron a reducir la propagación del virus. El número de casos nuevos que se notificaron a principios de 2020 disminuyeron drásticamente, desde un pico de 909 casos, anunciado el 29 de febrero de 2020 a 74 el 16 de marzo del mismo año.

    En otra vía se encuentran las empresas privadas de consultoría y análisis de datos que también pueden ofrecen herramientas digitales con información de la pandemia. En Argentina, la firma GranData publicó un mapa de calor diseñado para monitorear el cumplimiento de la cuarentena, basándose en datos de ubicación georreferenciada recopilados por otras apps digitales (PI, 2020). En este tipo de casos, la mayor parte de los usuarios desconocen el último paradero de su información y a qué fin son destinados. Los datos se pueden obtener debido a que los teléfonos móviles descargaron las apps necesarias para hacer el mapeo. En algunos países ya se contaba con programas de recopilación y sistematización de datos para ciertos fines, los cuales, una vez iniciada la pandemia, sólo tuvieron que cambiar su orientación para proporcionar información sobre el avance de contagios. Taiwán estableció un sistema de gestión de desastres (después del brote de SARS de 2003), que permitió una rápida respuesta tecnológica a la pandemia: en un día, los Centros para el Control de Enfermedades de Taiwán y el Centro de Comando Central de Epidemias obtuvieron el historial de viajes de los últimos 14 días de los pacientes infectados con sus datos de identificación, lo que facilitó el seguimiento móvil continuo. Durante los 14 días, las personas en cuestión fueron monitoreadas a través de teléfonos personales y, en ocasiones, los controles se llevaron a cabo en persona (Sommers, et. al. 2020).

    La lógica del rastreo o seguimiento tradicionalmente trata de cualquier registro que identifica a un paciente con una observación monitoreada de su historial clínico realizado por personal de salud, quienes adicionalmente brindan un servicio de atención médica recurrente con cierta periodicidad (sean recomendaciones médicas presenciales o telefónicas). La novedad durante la pandemia es que se popularizó la automatización de las labores de rastreo y seguimiento gracias a las apps digitales en los teléfonos móviles de las personas; de esta manera el sector salud puede orientar el comportamiento de quienes estén en riesgo de contagio (Weidenslaufer et al., 2020). Un ejemplo de los alcances lo proporciona la app EDUS de Costa Rica, que permite al personal de salud acceder al expediente médico de los pacientes en tiempo real, garantizando un análisis completo del historial médico de los pacientes, y así determinar el tratamiento específico para problemas de salud singulares. Además, permite un monitoreo del paciente en las distintas fases de su atención médica para visualizar evolución y determinar progresos o dificultades. Adicionalmente la app permite a los pacientes la revisión de medicamentos, así como solicitar y reservar citas médicas en los centros de salud cercanos o directamente en los hospitales (Solís, 2020).

    En muchas ocasiones las apps de rastreo también son utilizadas para dar seguimiento a los contactos, por consiguiente, ubicar y dar seguimiento a los casos confirmados con el objetivo de detener la propagación de la COVID-19 al reducir el número de transmisiones, tanto de individuos sintomáticos como de sus contactos. En Rusia e Israel los datos de teléfonos y pagos con tarjetas de crédito son utilizados para el mapeo de contagios y así determinar quiénes deberán resguardarse en cuarentena por haber estado a una distancia menor de 2 metros y por un lapso de 10 minutos o más con un infectado de la COVID-19 (Ilyushina, 2020).

    Detección de infecciones

    Entre las medidas para combatir la pandemia se encuentra el control del espacio público mediante dispositivos tecnológicos biométricos, cuyo objetivo es examinar y buscar entre la gente patrones que correspondan a una persona contagiada o potencialmente contagiada. En este caso se trata de apps digitales móviles, algoritmos[3] de reconocimiento facial[4] y cámaras con sensores térmicos[5] instaladas en sitios públicos altamente transitados, ya sea para identificar altas temperaturas corporales como síntoma de infección o la medición de la “sana” distancia. En Ecuador, el Servicio Integrado de Seguridad ECU911 implementó algoritmos de IA desarrollados por el Banco Interamericano de Desarrollo, llamado Distancia2, que sirve para medir la separación entre personas y evitar posibles contagios. La plataforma comprende un módulo de detección y análisis de imágenes que logra detectar personas y medir la distancia entre ellas en tiempo-real. La información sirve para actualizar de manera automática los indicadores de movimiento y mapas de calor (Riobo, Márquez y Calatayud, 2020).

    En Estados Unidos, el apoyo económico de la Ley CARES (Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por Coronavirus, por sus siglas en inglés), promulgada el 27 de marzo de 2020, destinó 13.2 mil millones de dólares a la educación, parte importante sirvió para adquirir dispositivos tecnológicos con cámaras térmicas y funciones de reconocimiento facial para usarse en las escuelas (Barber, 2020). Las cámaras térmicas son empleadas en el transporte público, tanto en subterráneos como en autobuses públicos. En algunas ocasiones son complementados con algoritmos que corroboran el uso del cubrebocas como se puede observar en París (Holmes et al., 2020), o bien, dispositivos aéreos como los drones que utiliza la Policía metropolitana colombiana en coordinación con autoridades sanitarias (Almenara, 2020).

    En Japón, a tan solo a unos meses de que se lleven a cabo las Olimpiadas en Tokyo 2021, se planea equipar los espacios públicos como estadios y otros auditorios concurridos con sistemas de seguridad y vigilancia que cuenten con cámaras térmicas y de reconocimiento facial. Para lo cual se espera que el proveedor líder de tecnología sea la firma japonesa de autenticación biométrica NEC con sus algoritmos de reconocimiento facial para escanear los rostros tanto de atletas, como de trabajadores, personal de prensa y público en general para identificar aquellas personas que han estado en contacto con otras personas contagiadas de COVID-19. Adicionalmente, el evento contará con un equipo de robots para el uso de desinfectantes automatizados y aplicaciones de IA que estimen escenarios de congestionamiento y de esta manera evitarlos (Burt, 2020).

    El diseño de algoritmos altamente complejos es el eje central de operaciones de envío-recepción de información y toma de decisiones de las instituciones de salud de varios países. Los autores del estudio Quantifying SARS-CoV-2 transmission suggests epidemic control with digital contact tracing (Ferretti et. al. 2020) describen el desarrollo de un algoritmo simple a partir de los primeros principios epidemiológicos y el uso de teléfonos inteligentes. El algoritmo permitió el reemplazo del trabajo manual para rastrear contactos por el registro automatizado de señales instantáneas transmitidas hacia y desde un servidor central. Así fue posible que los diagnósticos de COVID-19 se enviaran al servidor, esto permite la estratificación de la población en función de su riesgo calculado, y recomendar medidas de cuarentena en aquellos casos que son considerados posibles contagiados. Asimismo, al mismo algoritmo es posible añadirle funciones y hacerlo más complejo: podría determinar qué secciones de viviendas deberán entrar en cuarentena e identificar aquellas que incumplen las medidas de confinamiento. De esta manera el diseño y la programación de algoritmos digitales es una práctica común, sumamente útil por su versatilidad, fácil de adaptar y re-programar en función de los objetivos y parámetros seleccionados. Su arquitectura en capas permite añadir o delimitar nuevas funciones.

    Seguimiento de contactos

    El carácter digital de los dispositivos tecnológicos facilita las actividades de vigilancia en aquellos espacios y actividades considerados íntimos y privados. En el contexto de emergencia sanitaria se justifica extender la intromisión de los dispositivos de vigilancia más allá del espacio público: conocer ubicación geolocalizada, información sobre compras, lugares visitados, monitoreo de contactos, rasgos biométricos (patrones faciales, de voz, temperatura corporal, el ritmo cardiaco, entre otros). Por ejemplo, la app del gobierno alemán Corona-Datenspende recopila los signos vitales de personas voluntarias que usan relojes inteligentes o rastreadores de actividad física para analizar si son sintomáticos.

    Los países asiáticos fueron los pioneros en la experimentación masiva de apps específicas destinadas al seguimiento de contactos. En Corea del Sur los primeros casos de COVID-19 se notificaron a finales de enero de 2020 y luego aumentaron semanas después. A medida que éstos crecían, las autoridades pusieron en marcha un mecanismo masivo de rastreo y prueba de contactos para identificar y luego aislar a las personas infectadas. En marzo de 2020, Corea del Sur evaluó a más personas por cada mil habitantes que cualquier otro país del mundo (un total de casi 300 000 personas). El 17 de marzo de 2020, el país notificó 8 413 casos (Zastrow, 2020). Cuando una persona da positivo por COVID-19 en Corea del Sur el distrito donde habita envía una alerta a las personas que viven cerca, además se informa sobre sus movimientos anteriores a los resultados de la prueba. Una alerta típica puede contener la edad y el sexo de la persona infectada, así como un registro detallado de sus movimientos. Algunos casos son trazados mediante transacciones de tarjetas de crédito, con la hora y los nombres de las empresas que visitaron. En algunos distritos, la información pública incluye en qué habitaciones de un edificio se encontraba la persona, cuándo visitó un baño y si llevaba o no un cubrebocas.

    El uso de códigos QR (Quick Response)[6], similares a los códigos de barras, también son aplicados para el seguimiento de contactos. Por ejemplo, en China los usuarios escanean códigos QR para compartir información sobre su estado de salud e historial de viajes, lo que sirve para rastrear si los usuarios han estado en contacto con personas infectadas. Este sistema fue desarrollado por el departamento de salud chino en conjunto con dos de sus gigantes de internet: Alibaba y Tencent (Gan y Culver, 2020). De esta manera se lleva un registro digital de las personas que coinciden en cercanía en determinado lugar por cierto tiempo; cuando una de esas personas es diagnosticada positivo, las autoridades pueden rastrear los lugares donde estuvo y quiénes estuvieron a su alrededor en los sitios en los que está implementado el código para hacer levantamiento de datos.

    Es a través del seguimiento de contactos que los gobiernos y empresas buscan producir información útil sobre la COVID-19, rastrear el movimiento de las personas contagiadas, identificar a aquellas que estuvieron expuestas e incluso dar un seguimiento del cumplimiento de las medidas de cuarentena (Cabrol et al., 2020:1). Existen varias formas para elaborar la red de contactos entre las que se destaca el uso de apps digitales utilizadas en dispositivos móviles por su gran popularidad global. Al 27 de enero de 2021, se registraron 120 apps de seguimiento de contactos en 71 países (Woodhams, 2021). En estas aplicaciones existen dos principales tipos de sistemas: a) centralizados y b) descentralizados. Con los sistemas centralizados, los datos de las personas son almacenados en un servidor central administrado por la autoridad a cargo de la aplicación. En los sistemas descentralizados la información se almacena en el dispositivo móvil de los usuarios, y luego se comparte con la autoridad sanitaria. Es posible registrar encuentros entre usuarios de la app mediante dos tareas: 1) el seguimiento y registro de encuentros a corta distancia; y, 2) el informe de esos encuentros para que otros usuarios (sistema descentralizado), o un servidor central (sistema centralizado), determinen si estuvieron en contacto con una persona infectada. En Italia el gobierno contrató desde junio de 2020 a una empresa privada para desarrollar la app de rastreo Immuni, que opera en un sistema descentralizado; en Alemania también se desarrolló Corona-Warn-App una aplicación similar. En contraste, la app StopCovid lanzada por el gobierno francés, a cargo del Ministerio de Asuntos Digitales, se basa en un sistema de almacenamiento de datos centralizado.

    Las técnicas de rastreo más comunes son el bluetooth y GPS, aunque también están las señales telefónicas, el uso de códigos QR y las redes sociales digitales, entre otras. De las 120 apps registradas a enero de 2021, 25% usan el GPS como método de rastreo principal, 48% bluetooth, 22% usan tanto bluetooth como GPS y el resto vías alternativas como la API[7] de Google y Apple (Woodhams, 2021). El uso de bluetooth permite llevar a cabo un seguimiento de proximidad ya que los teléfonos intercambian tokens cifrados (una especie de código digital único) con cualquier teléfono celular cercano. El gobierno de Singapur promovió el uso e instalación de una app llamada TraceTogether, que intercambia señales bluetooth entre teléfonos móviles cercanos. Una app de teléfono móvil puede hacer que el rastreo de contactos y la respectiva notificación sean instantáneos tras la confirmación del caso de contagio. Al mantener un registro temporal de eventos de proximidad entre personas, los dispositivos alertan inmediatamente a los contactos cercanos recientes de los casos diagnosticados para pedirles que comiencen la cuarentena.

    Al utilizar el GPS[8] las apps identifican los contactos de una persona al rastrear los movimientos del teléfono con el objetivo de identificar otros teléfonos que hayan permanecido cierto tiempo en esa misma ubicación. En India, grandes sectores de la población fueron obligados a descargar la app AarogyaSetu, la cual es capaz de calcular el riesgo de infección de una persona en función de datos personales confidenciales y el seguimiento de geolocalización de los dispositivos; esta es la app de este tipo de mayor popularidad a nivel mundial con más de 100 millones de descargas (Woodhams, 2021). También existen apps mixtas que usan tanto GPS y bluetooth, como E7mi desarrollada por la empresa Wizzlabs en Túnez que utiliza bluetooth y datos georeferenciados.

    El alcance de estas apps digitales muestra una gama muy amplia de combinaciones tecnológicas con usos específicos; prácticamente en todo el mundo se registran su uso. De acuerdo con la investigación de TOP10VPN, Estados Unidos es el país con más variedad de apps para el combate a la COVID-19, en octubre de 2020 sumaban 23 aplicaciones distintas (Woodhams, 2021). Los estados miembro de la Unión Europea, y la Comisión Europea activaron apps nacionales para intercambiar información a través de las fronteras del continente, de modo que los usuarios solo tengan que instalar una única app para saber si han estado en contacto con personas contagiadas por la COVID-19. A diferencia de algunas apps asiáticas, las europeas que utilizan el bluetooth, se instalan voluntariamente y respetan la privacidad de los usuarios al no permitir el seguimiento de las ubicaciones de las personas (CE, 2020a).

    También hay registros de apps en África, Medio Oriente, Europa del Este (SmartQuarantine en República Checa que se apoya con un equipo técnico de analistas y personal de salud para corroborar de manera manual la red de contactos ). En América Latina y el Caribe se identifican al menos 6 países (Brasil, Ecuador, Haití, México, Perú y República Dominicana) donde las apps digitales presentan opciones de seguimiento de contactos (Ceceña y García, 2021).

    Por otra parte, Apple y Google lanzaron interfaces de programación y tecnología para colaborar en el rastreo de contactos. En mayo de 2020, ambas empresas presentaron su API: “Exposure Notifications API” que permite la interoperabilidad entre dispositivos iOS y Android para compartir contenido de apps oficiales desarrolladas por autoridades de salud pública para aplicación nacional o local (AFP, 2020a). La iniciativa tiene como objetivo respetar la privacidad y seguridad del usuario mediante un sistema de datos descentralizado que utiliza bluetooth para notificar a los individuos si han estado en contacto con personas infectadas, al mismo tiempo que los datos que proporciona a las autoridades sanitarias son de tipo agregados. Para enero de 2021, 45 aplicaciones en el mundo usan la API de Google y Apple (Woodhams, 2021). En Estados Unidos el software de rastreo de contactos de Apple y Google funciona junto con las apps oficiales de 14 estados: Nueva Jersey, Nueva York, Arizona, Carolina del Norte, Florida, Delaware, Virginia, Nevada, Dakota del Norte y del Sur, Wyoming, Alabama, Rhode Island y Pensilvania (Anderson y O’Brien, 2020). Los países europeos fueron los primeros en criticar la imposición de estándares técnicos por parte de esta iniciativa de corporaciones privadas, lo que dificulta la cooperación entre gobiernos y otros usuarios interesados (Clarín, 2020). Una segunda observación advierte sobre el hecho de que solo la app final sea de código abierto, mientras que el resto de los protocolos sean de acceso restringido (por razones de seguridad), lo que impide la “auditabilidad” del código de programación y del funcionamiento completo del sistema, lo que pone en duda los fines para los cuales son de facto utilizados los datos por ambas compañías.

    La efectividad y alcance de la implementación de estos sistemas tecnológicos siempre va a depender de otras variables, como el número de usuarios de las apps, características de la infraestructura digital (celulares inteligentes y cobertura de internet), la calidad de los datos digitales y de su procesamiento. Incluso la importancia de contar con programas públicos de salud complementarios, como la disposición de pruebas generalizadas para determinar los casos efectivos de la COVID-19. Sin hacer caso omiso a las diversas críticas que se han hecho a estas tecnologías, es importante resaltar el alcance global logrado en tan poco tiempo, algo inédito.

    Finalmente, los cuestionamientos de diversos sectores de las sociedades apuntan a problematizar sobre las entidades (públicas o privadas) que recopilan y conservan los datos, y con qué fines los procesan. Las exigencias a veces se concretan en mejores políticas de privacidad, como en el caso de la CoronaApp colombiana, que durante algunos días en marzo recopiló información confidencial de identidad personal, pero tuvo que ser modificada ante las críticas de los organismos de control público sobre las políticas de datos de la aplicación. Sin embargo, en muchos casos los términos son poco claros, ambiguos o simplemente no hay información al respecto, tal como advierte el grupo de trabajo Derechos digitales para la región de América Latina (Lara, 2020).

    Cuarentena y autoaislamiento

    Las tecnologías digitales también son utilizadas para garantizar las medidas de cuarentena y aislamiento social. Entre los dispositivos y tecnologías más utilizados para este fin se encuentra el uso de códigos QR, desarrollo de apps, seguimiento vía GPS y circuitos de cerrados de cámaras fijas[9] o móviles.

    La ubicación de dispositivos móviles se obtiene por tres métodos principales: el uso directo del GPS, la triangulación de antenas de telecom[10] y el WiFi[11] (o el bluetooth); y de manera indirecta están las numerosas apps digitales con acceso a los datos de ubicación GPS. En algunos casos esto se realiza con el aval de decretos oficiales por parte de las autoridades, a veces aprobados sin consentimiento de sus habitantes. En Ecuador, el 17 de marzo de 2020, la ministra de Gobierno, María Paula Romo, anunció que por decreto oficial el gobierno comenzaría a utilizar el rastreo por satélite para garantizar que los ciudadanos no traspasen la “valla epidemiológica”. Adicionalmente el seguimiento de los dispositivos para garantizar las medidas de cuarentena suele estar acompañado de otras medidas para evitar el olvido de los celulares, o bien corroborar la identidad y ubicación mediante el envío de selfies georreferenciadas en ciertos intervalos de tiempo. Tal es el caso de Hong Kong que implementó una cuarentena obligatoria de 14 días para todas las personas llegadas del extranjero, exigiendo que descargaran la aplicación StayHomeSafe y que adicionalmente portaran una pulsera con un localizador para rastrear infractores y, en su caso, amonestarlos con seis meses de prisión y una multa de 3 200 dólares (Aldama, 2020).

    El carácter obligatorio de las medidas varía de país en país, en ocasiones está acotado hacia sectores específicos de la población, lo que reduce costos y proporciona una mayor efectividad y control. En muchos casos la delimitación solo aplica a los casos confirmados de la COVID-19 (Kazajistán, Birmania, Rusia) y en otros se incluye a las personas potencialmente positivas por haber estado en contacto cercano con los confirmados (como la mayoría de las apps de seguimiento de contactos); pero también suelen ser direccionadas a personas “externas” al territorio que ingresan como residentes, turistas o migrantes. Lo central de esta función está en la determinación de los criterios con los que se clasifica a las personas; si bien, la justificación global está marcada por una narrativa médica, en los casos concretos los bordes de la “cientificidad” clínica se vuelven borrosos, entremezclados con criterios de contextos situados, de índoles culturales, políticos o de otro tipo. De esta manera existen aplicaciones muy marcadas por discriminaciones raciales, étnicas y de otro tipo. Un ejemplo es Israel donde a los palestinos se les ordena descargar una app para verificar su estado de residencia y salud clínica, pero al mismo tiempo la app permite al ejército israelí rastrear sus movimientos y mensajes recibidos (Gallagher, 2020).

    Una vía alternativa para determinar la ubicación de los móviles es acceder a la información que gestionan las corporaciones de telecomunicaciones. Esto ha operado por distintos mecanismos. Se puede tratar de enmiendas formales emitidas por el Estado y acuerdos con las corporaciones, como en Hungría, donde se aprobaron regulaciones de emergencia que permiten al gobierno acceder y manejar cualquier dato disponible para prevenir y combatir la pandemia, o bien, puede ser con acuerdos pactados directamente con las firmas; el gobierno de Río de Janeiro firmó un acuerdo con la empresa de telecomunicaciones TIM para utilizar datos de geolocalización de sus suscriptores para monitorear el cumplimiento de las restricciones de aislamiento. La firma transnacional Telefónica respalda proyectos gubernamentales en sus grandes mercados proporcionándoles datos geolocalizados anónimos y agregados del desplazamiento de sus usuarios: España, Brasil, Alemania y Reino Unido (Millán, 2020).

    El gobierno israelí hizo uso de las herramientas y sistemas de seguridad nacional que son parte de su estrategia antiterrorista para controlar los contagios de la COVID-19: el gobierno emitió un decreto de emergencia que le permitió reinventar un programa secreto de contraterrorismo como medida de salud pública. Desde principios del siglo XXI, el gobierno israelí comenzó a emitir órdenes legales que obligaban a las empresas de telecomunicaciones a publicar los registros de datos sobre teléfonos móviles, incluidas las ubicaciones de los dispositivos captadas por las torres telefónicas. Las agencias de seguridad del Estado crearon una base de datos en ejecución que permitió buscar teléfonos particulares. Además, la geolocalización puede crear un registro de los movimientos y asociaciones de cualquier persona con lugares específicos. En marzo de 2020, los funcionarios del gobierno israelí expusieron el uso de la geolocalización cuando anunciaron que los datos serían canalizados desde las agencias de seguridad hacia los funcionarios de salud pública. De esta manera, el servicio de seguridad interna de Israel, el Shin Bet, utiliza datos e información personal de teléfonos celulares para rastrear los movimientos de aquellas personas contagiadas y así, rastrear sus movimientos anteriores a la confirmación de su estatus como contagiadas (Al Mayadeen, 2020).

    Algunos gobiernos han aclarado públicamente que lo que analizan son datos agregados y anonimizados, como la firma alemana Deutsche Telekom que proporciona datos agregados al Instituto Robert Koch, la agencia de salud pública del gobierno alemán (otros casos similares son Australia, Estonia, Francia, Italia y Ucrania). Hay casos alarmantes como el de Armenia, donde se aprobaron leyes para exigir que las empresas de telecomunicaciones proporcionen al gobierno registros de llamadas de sus suscriptores, incluidos metadatos de llamadas y mensajes de texto que incluyen información de ubicación, para fines de rastreo de contratos. Caso similar es China donde la relación empresas y estado es muy cercana. Pero en la gran mayoría existe un limbo donde se desconocen los detalles del tipo de información que se gestiona y cuánto tiempo el gobierno seguirá accediendo a esos datos.

    Los códigos QR también son utilizados como certificados médicos que sirven como pases que permiten el libre desplazamiento de las personas, tal es el caso de Rusia. China fue uno de los primeros países en aplicar estos códigos QR, que sirven para clasificar a las personas en función de una gama de colores que representan los grados de exposición o riesgo al virus: el color verde permite movilidad sin restricciones, mientras que el color rojo indica 14 días en auto-aislamiento forzoso (Whitelaw et al., 2020e: 437).

    El uso de cámaras vigilancia en las ciudades no es tema nuevo, solo que sus funciones han sido re-orientadas para garantizar las medidas de cuarentena y aislamiento (Almaty , Córdoba Ámsterdam , Moscú ); con ello se ha logrado ampliar las instalaciones, renovación y actualización de equipos de video con tecnologías de punta en procesamiento de datos o uso de IA. Estos circuitos cerrados, tradicionalmente gestionados desde unidades centralizadas con personal de seguridad y analistas, procesan las imágenes transmitidas por las cámaras instaladas en lugares públicos. Estas herramientas están también directamente vinculadas con dispositivos móviles del personal policiaco, con el fin de acelerar las respuestas y multas a los infractores que incumplen con el confinamiento (como en Rusia y China). Fuera de las zonas urbanas estos sistemas son muy limitados, si acaso se extienden a los aeropuertos, trenes y otras instalaciones considerados nodos de confluencia importantes.

    En algunos países este tipo de tecnologías digitales se ven resguardadas y acompañadas por la presencia de las fuerzas armadas, tal como atestiguaron quienes asistieron a las plazas públicas de Puri, India, para el festejo anual de la ceremonia religiosa Rah Yatra, que en 2020 fue transmitido vía televisión y con acceso restringido a las personas que contaran con diagnósticos negativos de la COVID-19. Para garantizar su ejecución, se contó con un sistema de vigilancia de circuito cerrado televisivo para mantener observadas las calles y el despliegue de más de 50 pelotones militares en la ciudad (The New Indian Express, 2020).

    La generalización de drones permite llevar el sistema de vigilancia a los cielos como nunca se había visto antes, esto amplifica el foco de visión y proporciona una muestra panorámica de las ciudades a bajos costos. Los países asiáticos han puesto de moda estas prácticas (China, Malasia e India) pero también son utilizadas en países occidentales; por ejemplo, en Italia los militares las emplean, al igual que la policía estatal de algunos estados de Estados Unidos, como en California y Nueva Jersey (Meisenzahi, 2020). El observatorio Pandemic Big Brother (2020) registra el uso de drones en Rusia, Kazakstán, Emiratos Árabes Unidos, Alemania, Reino Unido, Bélgica, Francia, España, Portugal, Grecia, Albania, Australia, Marruecos y Zimbabue. Los drones también son utilizados en operaciones informativas con mensajes de audio transmitidos por medio de altavoces que sirven para comunicar las medidas gubernamentales de varios países (Qatar, Brasil, México, Ecuador, Colombia y Paraguay) y para el resguardo de las fronteras y carreteras nacionales (Brasil y El Salvador ). Sin embargo, estas no son tareas exclusivas de los drones, sino que también suelen emplearse otras aeronaves de mayor tamaño como el globo aerostático que lanzó la Guardia Nacional Rusa (Rosgvárdia) sobre la región de Moscú para supervisar e identificar a personas infractoras de las medidas de cuarentena. Dicho globo contó con un sistema de vigilancia (de nombre OKO) que permitió a los militares observar un área de casi cinco kilómetros cuadrados y transmitir datos en tiempo real a las patrullas cercanas (Zhigulina, 2020).

    Gestión clínica

    La gestión clínica hace referencia al diseño de modelos de predicción que orientan la toma de decisiones clínicas al automatizar el proceso de detección de casos positivos, ubicación de hospitales o mejorar la distribución de suministros y servicios médicos disponibles. Asimismo, el desarrollo de plataformas y apps de atención virtual, que utilizan las videoconferencias y el monitoreo digital, se han promovido para brindar atención e información médica de manera remota. En Canadá, las visitas al médico virtuales aumentaron de 1 000 visitas por día en febrero de 2020 a 14 000 por día a mediados de mayo del mismo año (Whitelaw et al., 2020). En muchos casos las apps digitales de rastreo y seguimiento de contactos también son apps que recopilan información y generan (auto)diagnósticos médicos por medio de breves encuestas virtuales, como la app del gobierno vietnamita, que brinda seguimiento de contactos y permite a los usuarios declarar su estado de salud y reportar casos sospechosos. En la región de América Latina, 16 países cuentan con apps digitales que ofrecen servicio de información médica, encuestas de síntomas para autodiagnóstico y en algunos casos se mezcla con servicios de rastreo y/o seguimiento de contactos (Ceceña y García, 2021) . En Cuba, el gobierno promovió el uso de una app desarrollada por estudiantes de la Universidad de Ciencias de la Computación que colaboraron con el Ministerio de Educación Superior de Cuba, el Ministerio de Salud Pública y la empresa estatal de telecomunicaciones ETECSA con el objetivo de identificar en tiempo real aquellas personas que se auto-diagnosticaron con alguna sintomatología respiratoria y que pudieran ser sospechosas de la enfermedad. Lo anterior se realiza gracias al llenado y envío de formularios por Internet, que posteriormente son procesados y trasladados a los centros de salud (Freedom on the Net, 2020). Otros casos los registramos en Ecuador con la app gubernamental SaludEC, México, Irán , Malasia, Panamá , Etiopía y República Dominicana .

    Los códigos QR también son usados para generar diagnósticos rápidos y casi automatizados. En China, los códigos QR recopilan información mediante breves encuestas que deben ser llenadas por los ciudadanos con datos personales (nombre, número de identidad nacional o número de pasaporte y número de teléfono). También, los usuarios deben compartir su historial de viaje, información de contacto con pacientes confirmados o sospechosos de contagiar en los últimos 14 días y marcar casillas para detectar cualquier síntoma de fiebre, fatiga, tos seca, congestión nasal, dolor de garganta o diarrea. Finalmente, las autoridades verifican la información y asignan el código QR de color a los usuarios (Gan y Culver, 2020).

    China también ha implementado apps que hacen uso de técnicas de IA mediante un servicio en la nube que es capaz de detectar casos de neumonía (consecuencia de la COVID-19). Este tipo de tecnología hace un procesamiento de imágenes que puede diferenciar la COVID-19 de otras enfermedades respiratorias. La ventaja de este proceso es que acelera el diagnóstico médico. China también creó COVID-Net, un diseño de red neuronal convolucional profunda de código abierto disponible para médicos de todo el mundo (Whitelaw et al., 2020). Esta red distingue rápidamente casos de SARS-CoV-2 de otras enfermedades pulmonares cuando se revisan las radiografías de tórax. Aunado a lo anterior, los algoritmos de aprendizaje automático desarrollados en el país asiático tienen la capacidad de predecir la probabilidad de desarrollar síndromes de dificultad respiratoria aguda entre pacientes infectados por el virus.

    Andrija es otra aplicación que utiliza IA en Croacia. Las compañías informáticas de Croacia crearon la aplicación en cooperación con epidemiólogos y tiene la función de aconsejar a las personas acerca de cómo manejar síntomas sospechosos del SARS-CoV-2. La app está disponible en línea y es posible activarla usando WhatsApp. La utilidad de la aplicación reside en que ayuda a procesar miles de peticiones diarias. Lo anterior contribuye a evitar la saturación del equipo y personal médico disponible (UN, 2020:38). En Brasil, la compañía de Hoobox One en conjunto con Radsquare, crearon Fevver un dispositivo que usa tecnología de IA para detectar fiebre y medir la temperatura en segundos y ha sido colocado a la entrada del Hospital Israelita de Sao Paulo (Fundación Carlos Slim, 2020b). En Indonesia se emplean técnicas de IA para construir modelos a partir del uso de radiografías de rayos X que sirva para fortalecer los diagnósticos médicos en la detección oportuna de pacientes posibles portadores de la COVID-19.

    Restricciones de Internet

    La situación de emergencia resalta la importancia no solo de contar con información precisa y actualizada sino también de gestionarla. Es decir, controlar lo qué se dice y los medios por los que corre la información se vuele una situación estratégica. El detentar con la facultad de decidir el criterio de qué se dice y lo que no, es contar con el ejercicio de poder de imponer verdades con respecto el resto de las informaciones y datos que circulan.

    En este caso vemos a los organismos internacionales, instituciones de salud, corporaciones y estados que se encargan de velar por la información avalada como “oficial” y verídica frente a las disonantes versiones que son descalificadas como distorsiones o fake news. De acuerdo con Freedom House (2020) los gobiernos están utilizando la pandemia como pretexto para reprimir la libertad de expresión y el acceso a la información. Destaca que 28 de los 65 países evaluados por Freedom on the Net registraron bloqueos de sitios web, eliminación de contenido y censura en las redes sociales (Shahbaz y Funk, 2020:9). Empezando por China y su régimen proteccionista de Internet, la Great Firewall, garantizado por la Administración del Ciberespacio de China (CAC, por sus siglas en inglés) recrudeció sus sistemas de control sobre la infraestructura y el contenido de internet con bloqueos de IP, inspección profunda para examinar el tráfico en la web, filtrado de palabras clave y prohibición del uso de VPN, acceso a sitios y bloqueos de censura (Khalil, 2020). En Rusia, como en otras partes del mundo, se usan sistemas de alta tecnología que monitorean las redes sociales para mitigar las consideradas fake new o desinformación (AFP, 2020b).

    La citada investigación de Freedom on the Net identifica 13 países donde el gobierno impuso apagones sobre algunas partes de su territorio que generalmente son lugares históricamente ocupados por grupos étnicos marginados como en el caso de los asentamientos de Rakhine y Chin en Birmania; partes de la región de Oromía en Etiopía, Jammu y Cachemira en India, algunas regiones de Pakistán o el campo de refugiados de Cox ubicado en la frontera de Bangladesh con una desconexión total de 11 meses, desde septiembre de 2019 (Shahbaz y Funk, 2020:11). Así mismo, identifica 20 países con nuevos códigos legislativos o ampliación de ellos que restringen el contenido en-línea y 45 países donde usuarios de Internet han sido arrestados o detenidos por la información que han publicado en-línea relacionada con la COVID-19. Por ejemplo, en Egipto, el gobierno arrestó a periodistas que reportaron sobre las condiciones de los sistemas de salud locales; en Turquía, cerca de 400 personas fueron detenidas por publicar contenidos “provocadores” en redes sociales, condiciones similares de quienes cuestionaron en-línea las políticas gubernamentales en India (Shahbaz y Funk, 2020:11).

    Conclusiones: la llamada “nueva normalidad”

    La pandemia de SARS-CoV-2 y sus efectos impactan las dinámicas sociales, políticas y económicas internacionales del capitalismo contemporáneo. En diferentes escalas y dimensiones, las poblaciones de los países del Norte y del Sur global se vieron afectadas por la COVID-19; la pandemia ha fungido como excusa para normalizar la utilización de dispositivos digitales de control y vigilancia, con diversos grados y alcances. En la búsqueda de soluciones funcionales para capitalistas y gobernantes, la tecnología digital se ha perfilado como una herramienta útil para enfrentar la pandemia y promover su mitigación.

    A lo largo del presente trabajo hemos hecho un recuento de las diferentes tecnologías digitales según el objetivo final con el que fueron empleadas: rastreo, detección de infecciones, cuarentena, seguimiento de contactos, gestión clínica y restricciones de internet.

    En su conjunto, se trata de ensayos que ponen en evidencia una práctica de vigilancia global como instrumento de exclusión, control y disciplinamiento. Esta situación no debe caracterizarse como mero problema de privacidad y falta de transparencia; más bien, habría que problematizar las relaciones de poder que se articulan en torno a las tecnologías digitales y sus más recientes aplicaciones como dispositivos de vigilancia. Es necesario seguir trabajando colectivamente en denunciar su lógica, sujetos, discursos, instituciones y prácticas que imprimen el sentido actual bajo los cuales son utilizadas.

    Así, las modulaciones de la sociedad de vigilancia y control pueden ser leídas como signos de autoritarismo que pretenden mantener la estabilidad en un orden capitalista que colapsa. En un sistema donde la extrema desigualdad socioeconómica, los efectos del cambio climático, las crisis migratorias, los conflictos armados y las pandemias coexisten; las prácticas de control y vigilancia se vuelven sofisticados menesteres para aquellos quienes ejercen el poder y se mantienen en la cúspide de la acumulación de ganancias.


    Glosario

    [1] Inteligencia artificial. Cristóbal Reyes define a la inteligencia artificial “como un sistema computacional en el que se han objetivado las capacidades de percibir su entorno, interpretarlo correctamente, aprender, usar esa información para lograr objetivos definidos por los humanos y modificar adaptativamente su funcionamiento” (2021:18).
    [2] Big data. Rob Kitchin y Gabin McArdle (2016) definen al big data relacionado con las actividades de gestión y análisis de bases de datos masivas que cumplen con las características de: volumen (enormes cantidades de datos), velocidad (creados en tiempo real), variedad (estructurados, semi-estructurados y no-estructurados), exhaustividad, resolución e indexicalidad, relacionalidad, extensionalidad y escalabilidad (ambas referidas a la flexibilidad en la generación de datos). De todas ellas solo dos resultan ser esenciales para el llamado big data: velocidad y exhaustividad.
    [3] Algoritmo. Se denomina algoritmo a cualquier “proceso o conjunto de reglas a seguir en los cálculos u otras operaciones de resolución de problemas, especialmente por un ordenador”, (Ryte Wiki, 2021).
    [4] Reconocimiento facial. El reconocimiento facial es una función comandada por un ordenador con el objetivo de identificar automáticamente el rostro de una persona en una imagen digital. Se trata de comparar una nueva imagen (del nuevo rostro) con un conjunto de imágenes conocidas (base de datos). Hay distintas técnicas: métodos simples basados en la correlación de patrones (holísticos), comparación de características formales (geométricos) y el uso de imágenes en 3D. Generalmente el procedimiento inicia con la detección de un rostro en la imagen/video, seguido se “normalizar” el rostro mediante distintos algoritmos y técnicas para determinar ciertos parámetros: la localización y escala del rostro, los componentes de la cara mediante figuras geométricas (tamaño, pose, iluminación), la distancia entre las pupilas, la posición de la nariz o distancia entre los labios; finalmente, los parámetros obtenidos conforman las características de un perfil que será contrastado con muchos rostros conocidos de una base de datos. Si se logra encontrar un rostro con un elevado porcentaje de similitud se trata de la identificación de un rostro, en caso contrario, es un rostro desconocido.
    [5] Cámaras con sensores térmicos. Estas cámaras también llamadas térmicas o infrarrojas pueden detectar la irradiación térmica de cualquier cuerpo (persona, animal, objeto); reciben las longitudes de onda en infrarrojo térmico (son de una mayor longitud de onda que la luz que percibimos a simple vista) y las proyecta en una gama de colores con relación a la escala de temperaturas. Generalmente a mayor temperatura de un cuerpo, mayor será la radiación infrarroja que emita.
    [6] Código QR. El código es un módulo que almacena información en una matriz de puntos bidimensional, módulos de dos colores (blanco y negro) ordenados en una figura cuadrangular estándar. Su tamaño varía en función de la cantidad de módulos. Los distintos módulos que integran la matriz admiten diferentes cantidades de información, los más populares son matrices de 25 x 25 módulos o 29 x 29. La figura cuadrangular es leída por un dispositivo móvil gracias a un lector específico de QR (app especial) y de forma inmediata remite a una dirección web de internet (sea un mapa, correo, página, red social, etc.) con información específica. La generalización de su uso se debe a que el código QR es de carácter abierto.
    [7] API. Una API es un conjunto de protocolos que sirve para desarrollar e integrar software de aplicaciones para la comunicación entre dos apps a través de un conjunto de reglas establecidas. Se trata de funciones pre-programadas que facilitan el diseño de nuevas apps, en este caso a las apps de seguimiento de las autoridades sanitarias locales, que se adscribe a los términos de Apple-Google y que quiere sacar provecho de la interconectividad entre iOS y Android facilitado por la misma API. En pocas palabras es un acceso condicionado por iOS y Android.
    [8] GPS. El Sistema de posicionamiento global propiedad de la Fuerza espacial de Estados Unidos permite georreferenciar satelitalmente cualquier objeto sobre la Tierra mediante técnicas de trilateración (geometría de triángulos para determinar posiciones relativas) de las señales con mínimo cuatro satélites.
    [9] Circuitos cerrados de cámaras fijas. También denominados Circuito cerrado de televisión (CCTV) son sistemas de cámaras y monitores donde todos sus elementos están enlazados.
    [10] Localización vía antenas de telecomunicaciones. La ubicación se determina mediante la antena de telecomunicaciones a la que se encuentra conectada el dispositivo móvil, con la información de la intensidad de la señal se puede medir la distancia a la que se encuentra el dispositivo móvil de la antena. En las zonas urbanas a mayor número de antenas mayor será la precisión de la ubicación del dispositivo (Ferreño, 2020).
    [11] Wifi. Tecnología que permite conectar diferentes equipos informáticos a través de una red inalámbrica de banda ancha.


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