Data colonialism. The evolution of US empire

Cita: 

Kwet, Michael [2021], Data colonialism. The evolution of US empire, Amsterdam, TNI, marzo, https://longreads.tni.org/digital-colonialism-the-evolution-of-us-empire

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Marzo, 2021
Tema: 
El “colonialismo digital” y el poder global de las corporaciones estadounidenses de tecnologías digitales.
Idea principal: 

Michael Kwet es doctor en sociología por la Universidad de Rhodes (Sudáfrica). Es profesor visitante en la Escuela de leyes de la Universidad de Yale. Ha escrito artículos de opinión en medios como The Intercept, The New York Times y Al Jazeera.


La creciente importancia y poder de las grandes corporaciones tecnológicas ha sido objeto de numerosos análisis críticos en años recientes. No obstante, su alcance global, su “carácter fundamentalmente colonial” y el dominio que ejercen las corporaciones estadounidenses en el resto del mundo son menos estudiados. El autor denomina “colonialismo digital” a este proceso. Michael Kwet sostiene que el colonialismo digital puede convertirse en una amenaza tan importante para los países del Sur global como fue el colonialismo clásico en los siglos previos. Algunas de las consecuencias de este “nuevo orden mundial” son el aumento de la vigilancia estatal-corporativa, las complejas tecnologías militares y policíacas, así como una creciente desigualdad. El autor alerta que si no hay un movimiento fuerte que apunte hacia otra dirección, la situación se volverá aún peor.

¿Qué es el colonialismo digital?

Kwet define al colonialismo digital como “el uso de la tecnología digital para la dominación política, económica y social de otra nación o territorio”.

El colonialismo clásico dependía de la propiedad del territorio, de la instalación y control de infraestructuras clave –portuarias, ferroviarias, etc.–, de la apropiación de territorios, del arrebato del conocimiento de los habitantes nativos, de la explotación de su trabajo, de la extracción de materias primas y del saqueo de riquezas naturales. De manera análoga, el colonialismo digital depende de la instalación de infraestructuras que son controladas por corporaciones con sede en Estados Unidos, del trabajo en la minería de personas de color en África y América Latina, de grandes masas de trabajadores que etiquetan datos y moderan el contenido en redes sociales, de la apropiación de los datos como la materia prima de los servicios de inteligencia artificial.

El colonialismo digital consolida una división desigual del trabajo, que permite a las potencias usar su propiedad de las infraestructuras digitales y su conocimiento para mantener a los países del Sur global “en una situación de dependencia permanente”.

La arquitectura del colonialismo digital

El colonialismo digital está anclado en el dominio sobre los “medios de computación” [means of computation]: el software, hardware y la conectividad en red. También depende de los datos extraídos, los estándares industriales y la propiedad intelectual.

En la década de 1970 y 1980, el Congreso estadounidense comenzó a fortalecer el régimen de propiedad intelectual del software. Frente a este proceso, comenzó un movimiento por el software libre y de código abierto que permitía que las personas usaran, modificaran y compartieran libremente el software. Este proceso representaba numerosas ventajas para los países del Sur global, que podían acceder al software de manera gratuita, sin restricciones corporativas y sin que ello estuviera mediado por el afán de ganancia. La difusión del movimiento del software libre en los países del Sur global se enfrentó a una feroz respuesta corporativa. Empresas como Microsoft hicieron lo posible por evitar que los países del Sur usaran el software libre y por mantener al software como una mercancía privada.

Paralelamente, el internet se centralizó en algunos proveedores de servicios como Facebook y Google. La capacidad de procesamiento se concentró en los grandes proveedores de computación en la nube, que almacenan la información para entrenar a sus sistemas de inteligencia artificial. En el caso de los países del Sur global, un agravante es que son empresas extranjeras las que concentran estas capacidades de extracción, almacenamiento y procesamiento de información.

Los efectos de red afianzan la posición de las grandes empresas digitales: más datos se traducen en mejores servicios, lo que atrae a más usuarios, genera más ingresos, da acceso a aún más datos, y así sucesivamente.

Otra expresión de la división desigual del trabajo entre Norte y Sur es que los gigantes tecnológicos estadounidenses –que controlan las cadenas globales de mercancías– subcontratan y terciarizan en empresas subordinadas con sede en los países del Sur global los procesos de producción con menor valor agregado (como el ensamblaje de dispositivos electrónicos), conservando para sí las actividades intensivas en conocimiento y apropiándose cuantiosas rentas por la propiedad intelectual.

Colonización de la educación

Kwet ejemplifica la colonización digital con lo que sucede en el sector educativo en Sudáfrica. Empresas tecnológicas estadounidenses como Microsoft, Google, IBM y otras están modificando los sistemas educativos en todo el Sur global. Microsoft es la empresa con una intervención más antigua e intensa, que incluye prácticas como presionar a los gobiernos africanos para que usen su sistema operativo Windows, entrenar a los profesores para que usen el software Office en el sistema educativo, proporcionar tablets con su software en escuelas de distintos niveles, entre otras. Según el autor, Microsoft tiene contratos con al menos cinco de los nueve ministerios provinciales de educación en Sudáfrica; empresas como Google compiten por obtener contratos en otras provincias.

Las escuelas son espacios muy importantes en los cuales las grandes empresas tecnológicas amplían su control sobre los mercados digitales. Al ofrecer a las personas pobres acceso a dispositivos con software previamente instalado, garantizan que tendrán a usuarios cautivos, que se acostumbrarán a su interfaz y sistema operativo y lo usarán de por vida.

Microsoft también gestiona la nube del Departamento de educación básica del gobierno sudafricano. El autor manifiesta la preocupación de que los datos almacenados y procesados en esa nube puedan servir para la “vigilancia tecnocrática invasiva” de estudiantes y profesores, cuyo desempeño es evaluado a partir del análisis de datos.

Las prácticas de colonialismo digital de las grandes empresas estadounidenses no se limitan a Sudáfrica, sino que se replican por todo el Sur global.

Explotación laboral

Según Kwet, otra forma en que el colonialismo digital se vuelve evidente es en la explotación laboral. Los países del Sur global son proveedores de insumos cruciales para las tecnologías digitales, que son producidos por trabajadores que reciben bajos salarios, que laboran en condiciones insalubres y cuyos procesos de producción tienen impactos ambientales adversos. El autor menciona como ejemplos la producción de cobalto en la República democrática del Congo y la producción de litio en Chile, Argentina y Bolivia.

Además, las grandes empresas tecnológicas aprovechan la abundancia de trabajo barato en los países del Sur global para subcontratar el etiquetado de datos que son usados para entrenar sistemas de inteligencia artificial, así como para contratar a trabajadores de call-centers y a moderadores de contenidos de redes sociales. El autor subraya que los moderadores de contenido están expuestos constantemente a contenido perturbador –material gore, con sexo explícito, etc.– lo que suele dejar daños psicológicos.

¿Un imperio digital chino o estadounidense?

En Occidente es común la retórica que afirma que hay una “nueva guerra fría” entre Estados Unidos y China por la supremacía tecnológica mundial. No obstante, Kwet considera que una mirada cuidadosa revela que “las corporaciones estadounidenses son abrumadoramente dominantes en la economía mundial”.

Aunque China ya superó a Estados Unidos en cuanto a la magnitud de su PIB (ajustado a paridad de poder de compra), esto no es indicativo de un declive estadounidense. En la actualidad, los Estados no son “unidades auto-contenidas”, pues su dominio económico se ejerce más allá de sus fronteras a través de las corporaciones. De ahí que el autor sostenga, siguiendo al economista Sean Starrs (2014), que el dominio económico estadounidense “no ha declinado, sino se ha globalizado”. Esto es particularmente claro cuando se considera a las grandes empresas tecnológicas.

Según una investigación realizada por Sean Starrs (2014), las empresas estadounidenses mantenían el liderazgo en términos de su participación en las ganancias entre las 2 000 mayores empresas del mundo (incluidas en el listado Forbes Global 2000). El liderazgo estadounidense es aún más claro en los sectores relacionados con las tecnologías de la información (ver datos cruciales).

Al considerar la posición dominante de las empresas estadounidenses, Kwet considera que “sostener que Estados Unidos y China son contendientes iguales en la batalla por la supremacía tecnológica global, como suele hacerse, es sumamente engañoso”.

Además, es necesario considerar que mientras las empresas tecnológicas chinas sólo son dominantes al interior de China –salvo excepciones como Huawei en las redes 5G o TikTok en las redes sociales–, las empresas estadounidenses tienen un alcance global. Fuera de las fronteras de Estados Unidos y de China, las empresas dominantes en las tecnologías digitales son estadounidenses: en las búsquedas en línea, Google; en sistemas operativos de dispositivos móviles, Google (con Android) y Apple (con iOS); en computación en la nube, Amazon, Microsoft y Google; por sólo mencionar algunos sectores.

Dominación política y los medios de violencia

El poder económico de los gigantes tecnológicos estadounidenses va de la mano con su influencia política y social. Al igual que sucede en otras industrias, las empresas tecnológicas recurren al lobbying y a las puertas giratorias para garantizar políticas favorables a sus intereses. Paralelamente, como reveló Edward Snowden, las empresas tecnológicas participan del “trabajo sucio” de las agencias de inteligencia estadounidenses al compartirles la información de sus usuarios.

Las corporaciones tecnológicas también colaboran con agencias policíacas y con los militares. De nuevo, se ejemplifica con Microsoft; esta empresa vende servicios de “aplicación de la ley”, de vigilancia policíaca en ciudades, de reconocimiento facial y software para prisiones –todos ellos a través de sus servicios de computación en la nube– a países como Brasil, Singapur, Sudáfrica y Marruecos, entre otros.

Durante siglos, las potencias coloniales probaron las tecnologías para el control social primero en la población de las colonias y posteriormente las implementaron en las metrópolis. Los proyectos que Microsoft y otras empresas usan para la vigilancia y el control de las poblaciones muestran que “África sigue sirviendo como un laboratorio para la experimentación carcelaria”.

Conclusión

Las corporaciones transnacionales son parte del proyecto imperial estadounidense y están reinventando el colonialismo en el Sur global mediante su propiedad y control sobre los componentes clave del ecosistema digital. Las mayores empresas tecnológicas estadounidenses controlan las cadenas globales de producción, explotan el trabajo barato en el Sur global, actúan como “monopolios intelectuales” y se apropian de cuantiosas rentas.

Al impulsar el uso de sus tecnologías en las escuelas de los países del Sur global, las grandes empresas tecnológicas se aseguran nuevos mercados. Además, obtienen ganancias al vender sus servicios a prisiones, policías y militares.

Por último, el autor sostiene que aun cuando la concentración de poder en las grandes empresas tecnológicas es enorme, en el Sur global la resistencia a estas corporaciones tiene una larga historia y recientemente han surgido nuevos movimientos contra el colonialismo digital.

Datos cruciales: 

En el sector de software y servicios de tecnologías de la información, las empresas estadounidenses representaban 76% de las ganancias de las empresas incluidas en el listado de Forbes Global 2000; las empresas chinas sólo daban cuenta de 10% de las ganancias en ese sector. En hardware y equipo, las empresas estadounidenses representaban 63% de las ganancias; las empresas chinas, 6%. En electrónica, las empresas estadounidenses, 43%; las empresas chinas, 10%.

Trabajo de Fuentes: 

Starrs, Sean [2014], “The chimera of global convergence”, New Left Review, Londres, (87), mayo-junio, https://www.newleftreview.org/issues/ii87/articles/sean-starrs-the-chime...

Nexo con el tema que estudiamos: 

En el capitalismo contemporáneo, la fortaleza económica de las potencias hegemónicas no se expresa únicamente en medidas macroeconómicas como el producto interno bruto ni se circunscribe a lo que sucede al interior de las fronteras nacionales; el liderazgo económico de las grandes corporaciones transnacionales es también uno de los pilares que sustentan la hegemonía mundial. En ese sentido, la interpretación que propone el autor sobre la importancia de los gigantes tecnológicos como agentes que apuntalan la posición hegemónica de Estados Unidos es relevante y sugerente. Las grandes empresas digitales estadounidenses median el acceso de los países del llamado "Sur global" a las tecnologías de vanguardia y, al hacerlo, obtienen cuantiosas rentas.