La ecología profunda y el eco-fascismo: signos de la crisis ecológica de nuestros tiempos

Cita: 

Planas, Juan [2019], La ecología profunda y el eco-fascismo: signos de la crisis ecológica de nuestros tiempos, Observatorio de ecología política de Venezuela, 10 de abril, https://www.ecopoliticavenezuela.org/2019/04/10/la-ecologia-profunda-eco...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Miércoles, Abril 10, 2019
Tema: 
Ecología profunda y eco-fascismo plantean nuevas formas de afrontar el cambio climático
Idea principal: 

Juan Planas es un investigador, especialista en temas ambientales que trabaja para el Observatorio de Ecología Política de Venezuela.


Juan Planas parte de la idea de que la falta de soluciones accesibles de políticas sustentables y de transformaciones reales en las formas de relación con la naturaleza, han creado discursos desde el propio sistema capitalista que suponen una “solución” al colapso ecológico global. Estas supuestas alternativas son la ecología profunda y el eco-fascismo. Con esto, el autor plantea las dos formas de ecologismo que se dirigen al fascismo.

El declive, la crisis y la ecología profunda

Tomando esto como punto de referencia, es pertinente enfatizar que en los últimos años, la socio-ecología se ha representado por medio de diversas manifestaciones provenientes de la crisis ambiental. Esto, incluyendo catástrofes creadas por actividades extractivas y de explotación económica. Por ejemplo, la contaminación que deteriora la calidad del aire y el agua, la deforestación, la erosión del suelo y la pérdida de la biodiversidad.

Asimismo, el cambio climático y antropogénico originado de la contaminación atmosférica por la emisión de gases del efecto invernadero, son importantes a mencionar en este sentido, pues perjudican a los ciclos de reproducción ecológica del planeta. Tales eventos son indicios de que en la naturaleza hay una crisis ambiental y están relacionados con las maneras de organización social, los sistemas de control político y de producción económica. Así, “los sistemas reproducción de la vida humana en el planeta se encuentran en cuestionamiento”, (Planas, 2019).

Cabe destacar que, desde el inicio de la década de 1980, hubo un aumento de ecologismo contestatario sucesor al "darwinismo social" y al "maltusianismo". El primero se refiere a la supervivencia del más apto y el segundo es una teoría que señala que los recursos no alcanzarán para la creciente población. Así pues, dicho ecologismo reaccionario del que habla Planas, consiste en una forma de crítica hacia los fenómenos medioambientales catastróficos vista desde el extremismo conservador.

A esto él lo llama una “ecología profunda”, la cual plantea “una equivalencia en la valoración de la vida humana y no-humana, pero limita la comprensión de la socio-ecología a recetas de la biopolítica”, (Planas, 2019). Sus principales elementos son el control de la población, restricción de la vida a "la primera naturaleza" y reducción en el uso de la tecnología, respaldado en la naturaleza.

Según el filósofo estadounidense Murray Bookchin, “el remedio es peor que la enfermedad”, refiriéndose a la ecología profunda. Con base en esto, el filósofo menciona que los partidarios de la ecología profunda consideran que la humanidad es “fea” y “antropogénica” y un “fruto malévolo de la evolución natural”. Esto debido a que el ser humano se ha encargado de sobrepoblar al planeta, acabar con los recursos naturales y destruir a la vida salvaje y la biósfera.

En ese sentido, la ecología profunda está construida en su mayoría por académicos blancos privilegiados que ha traído naturistas como Paul Shepard, al igual que antihumanistas como el ambientalista cofundador de Earth First, David Foreman, que consideran que la humanidad es un “cáncer” para el planeta.

Con respecto a esto, Bookchin no está de acuerdo con dicho argumento de la ecología profunda, ya que la considera una representación de la actividad humana que no toma en cuenta a la historia. Aunado a esto, señala que este tipo de ecología cree que, la existencia humana del planeta es nociva sin darle importancia a la evolución de los procesos técnicos por la voluntad humana o por la participación de los sistemas socioeconómicos en el destino ecológico y solo considerándola como un "pecado original". No obstante, Planas indica que la ecología profunda no es un eco-fascismo per se.

¿Qué es el ecofascismo?

En cuánto a la corriente eco-fascista, Planas la explica de distintas maneras. En primer lugar, es una forma de ecologismo radical relacionado con algunas variantes del fascismo. Ésta descansa sobre el surgimiento de algunos movimientos naturistas originados de la corriente de pensamiento étnico, alemán y nacionalista Völkisch.

Asimismo, comparte con la ecología profunda la desaprobación por el cambio humano de la naturaleza por medio de la técnica, categorizando los grupos humanos que contribuyen a la transformación. Así pues, el eco-fascismo presenta una protección de la naturaleza establecida en una “territorialidad etnocéntrica”.

Algunos ejemplos de este concepto son el Lebensraum (espacio de vida), fundamento para colonización alemana y el Blut und Boden (sangre y tierra), ideología que se centra en el origen étnico basado en la ascendencia y la tierra. Siguiendo esta ideología alemana, el militarismo, expansionismo y el dominio poblacional en sus diferentes modalidades son vistos como medios legítimos para la coexistencia de la naturaleza.

De acuerdo con Planas, “algunos documentos como The Charlottesville Statement, de Richard Spencer, la movida alt-right y movimientos como Earth First! y #TreesNotRefugees sirven para encubrir formas de fascismo bajo el disfraz de pretensiones supuestamente ecológicas”, (Planas, 2019).

Conviene subrayar que ciertos partidos populistas europeos han agregado iniciativas ecologistas en sus programas. Puede verse un ejemplo de esto con el movimiento de 5 Stelle en Italia. Éste plantea medidas en defensa del medio ambiente y al mismo tiempo se pronuncia en contra de la inmigración mediterránea y colabora con el Gobierno Bolivariano. Por un lado, salvaguarda el territorio de la vida únicamente para los ciudadanos que se encuentren dentro de él, y, por otro lado, daña zonas ajenas a su territorio.

En segundo lugar, el autor puntualiza que el eco-fascismo se aplica como un término que segrega a la ecología profunda y a las variantes de la ecología que están en desacuerdo con la ecología social. A este respecto, aunque algunos seguidores de la ecología profunda como David Orton consideren que el artículo de Bookchin representa a la ecología profunda de forma negativa, es importante rescatar que ésta presenta formas de control poblacional, las cuales resultan tener similitud con algunos de los elementos esenciales de los movimientos fascistas.

En tercer lugar, el eco-feminismo parece discriminatorio frente al ecologismo y al conservacionismo. Por tanto, hay algunos movimientos legítimos que son catalogados como fascismo ecológico o eco-fascismo, más aún si sus variantes más radicales son eco-terroristas. Entonces, es de esperarse que en las luchas anti-extractivismo en América Latina y en el resto del globo, los gobiernos o grupos hegemónicos recurran al argumento del eco-fascismo. "Se trata de una forma muy común de criminalización en el contexto de la acción directa”, (Planas, 2019).

Eco-fascismo: la ecología como pretexto

Continuando con el eco-fascismo, el autor hace alusión a uno de los eventos que se llevó a cabo en nombre de esta corriente. Éste fue el tiroteo en las mezquitas de Christchurch, Nueva Zelanda el 15 de marzo de 2019 ejecutado por Brenton Tarrant, un individuo australiano, considerado supremacista blanco y etnonacionalista. En éste, Tarrant mató a 50 personas e hirió a 50 más. Todas las víctimas del acontecimiento fueron musulmanas, pues se trató de un manifiesto derivado de The Great Replacement en cual se resalta el problema ambiental, pero únicamente para la sociedad europea.

En tal manifiesto se pregunta por qué centrarse en la migración y en las tasas de nacimiento mientras el cambio climático es un problema grave. A esto contesta que ambos son parte del mismo problema, ya que el medio ambiente está destruyéndose por culpa de la sobrepoblación, pero los europeos son uno de los grupos que no sobrepoblan al mundo. En este caso, los “invasores” son aquellos que sí lo hacen. Por tanto, matar a estos invasores implica erradicar el problema de la sobrepoblación y por ende salvar al medio ambiente.

Brenton Tarrat recurre a los principios del eco-fascismo y hace una diferenciación de grupos poblacionales en su sátira ecologista concordando con la primera línea de manifiesto de Richard Spencer que dice que la raza es real y relevante e igualmente es la fundación de identidad. Así pues, sería pertinente cuestionarse si la masacre de Christchurch realmente no estuvo mediada por un interés tribal y étnico de salvaguardar el Lebensraum requerido únicamente para personas de la raza de Tarrant. Para responder a esto, es relevante mencionar que, lo que puede verse dentro de este manifiesto es la inquietud de Tarrant por “extinguir a las poblaciones que generen un excedente en los usos de la naturaleza planetaria”, (Planas, 2019).

A este respecto, el autor pregunta cómo podría lograrse este fin. Posteriormente contesta diciendo que podría ser con la implementación de un Estado etnocéntrico que establezca políticas discriminatorias de inmigración, al igual que “la colonización de territorios de etnias inferiores; esterilización forzada de las poblaciones enteras; esclavitudo, brutalización y asesinato de grupos indeseables”, (Planas, 2019).

Por consiguiente, del mismo modo que la ecología profunda, la iniciativa supremacista instaurada por individuos como Spencer o Tarrant implica un dominio poblacional y biopolítico para restringir el tránsito, la coexistencia y la convivencia de los algunos seres humanos con el territorio. Y como no simbolizan una crítica real a las formas de reproducción de la vida, no puede decirse que el “fascismo ecológico” exista. Finalmente, el eco-fascismo solo es un pretexto para legitimar acciones fascistas.

Conclusión

En conclusión, es conveniente resaltar que tanto la ecología profunda como el eco-fascismo comparten su desprecio por la noción social de la ecología. Las dos corrientes son expresiones de una gama de puntos de vistas que no toman en cuenta a la comprensión histórica del desarrollo de las sociedades y de los seres humanos en un espectro sociocultural. Una intenta crear una sociedad conforme a la naturaleza mediante métodos que involucren “horrores” mientras que la otra aprueba esos “horrores” y los esconde dentro de un pretexto ecológico. Así que, ninguna es una opción factible para el planeta Tierra.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El artículo planeta un escenario de combate y adaptación del ambiente en el que no solo corporaciones sino también sociedades enteras ocultan su "responsabilidad ambiental", vislumbrando a su vez una crisis civilizatoria en la que se desborda la dimensión económica mientras el medio ambiente, la política y la sociedad sufren diversas crisis. Y este colapso se relaciona con las transformaciones del capitalismo contemporáneo que destruye al ambiente, tomando en cuenta a sus procesos metabólicos y sus elementos importantes como el agua y el uso de los territorios. En este panorama entran en acción las nuevas formas de pensamiento como el eco-fascismo y la ecología profunda, que pretenden resolver el problema por medio de la extinción humana.