Michel Penke es un periodista de investigación alemán. Trabaja en Deutsche Welle desde febrero de 2021

Las tecnologías modernas necesitan materias primas críticas como insumos. La extracción de materias críticas del subsuelo representa grandes costos contra el medio ambiente y los derechos humanos. En conjunto, los paneles solares, los drones, las impresoras 3D y los teléfonos inteligentes contienen hasta 30 de estos diferentes elementos procedentes de todo el mundo.

Se estima que materiales como el galio, indio y tantalio, que se extraen en países como China, Corea del Sur, Congo o Ruanda, representan menos de diez gramos del peso de un teléfono. No obstante, "estos gramos financian una industria minera internacional que provoca vertederos de tierra radiactiva, aguas subterráneas envenenadas y desplazamientos de población indígena".

En China, la obtención de una sola tonelada de elementos de tierras raras produce 2 mil toneladas de residuos tóxicos y ha devastado amplias regiones del país, dejándolas inservibles para el uso agrícola, según el investigador Günther Hilpert.

En Chile, la extracción de litio para la fabricación de baterías de vehículos eléctricos emplea grandes cantidades de agua. Este medio de extracción provoca la destrucción y contaminación del sistema hídrico natural. Plantas y animales únicos pierden el acceso a las aguas subterráneas y a los abrevaderos. El agua dulce se saliniza debido a las aguas residuales ácidas usadas en la extracción de litio.

En Madagascar, Ruanda y la República Democrática del Congo a los ecologistas les preocupa especialmente que se exploten materiales altamente tóxicos como el berilio, el tantalio y el cobalto, pues esos países tienen una mala puntuación en el Índice de Desempeño Ambiental que clasifica a 180 países por su esfuerzo en factores como la conservación, la calidad del aire, la gestión de residuos y las emisiones.

Otro problema masivo en torno a la minería es el consumo de agua. Dado que la extracción de materias primas críticas requiere mucha agua, en países propensos a la sequía, como Sudáfrica, aumentan los conflictos por el suministro del líquido.

La extracción de materias críticas no considera los derechos humanos en los objetivos de producción. Un caso extremo es Baotou, una ciudad china de Mongolia, donde la minería de tierras raras envenenó las granjas circundantes y los pueblos cercanos, provocando que miles de personas abandonaran la zona.

En 2012 en Sudáfrica las fuerzas de seguridad mataron a 34 mineros que protestaban por las malas condiciones de trabajo y los bajos salarios en una mina propiedad de la empresa británica Lonmin.

En Brasil el número de solicitudes de excavaciones de materias críticas en tierras indígenas se disparó del 3 al 36% en un año. Si se conceden, el 23% de la selva amazónica y la tierra de 222 grupos indígenas podrían ser víctimas de la deforestación en nombre de la minería, según un estudio de Siqueira-Gay, ingeniera medioambiental y estudiante de doctorado en la Universidad de São Paulo.

Un ejemplo son las reservas de niobio de Seis Lagos, en el noreste de Brasil, que podrían extraerse para construir condensadores electrolíticos para smartphones.

En 2020, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, firmó un proyecto de ley que permitiría a las corporaciones explotar áreas pobladas por comunidades indígenas en el futuro. La ley podría ocasionar "efectos funestos" en la socio-biodiversidad, afirmó Siqueira-Gay.