En síntesis

En síntesis

Por: Vania Valeria Álvarez Gaona

Previo a la pandemia de Covid-19, en el mundo ya se desarrollaba un proceso que podría transformar el orden mundial como lo conocemos: la disputa hegemónica entre Estados Unidos y China; proceso que se recrudece a lo largo de 2021, en el cual Rusia se presenta como el principal aliado de China para poner fin al poder estadounidense.

The New York Times señala que en 2021 la disputa entre Estados Unidos y los gigantes asiático y euroasiático llegó a un punto sin precedentes en el siglo XXI; las relaciones diplomáticas de Estados Unidos con China y Rusia son las más tensas desde 1989, lo que provoca que la actual competencia por la hegemonía evoque a la Guerra Fría y, además, abre nuevos escenarios de conflicto entre las tres potencias (http://let.iiec.unam.mx/node/3422).

Un rasgo fundamental de la actual disputa por la hegemonía es la alianza entre China y Rusia. Se trata de una cooperación que hace uso del smart power o poder inteligente sino-ruso, una combinación entre poder duro y poder suave. De acuerdo con el Centro mexicano de relaciones internacionales, un ejemplo del smart power sino-ruso se encuentra en la dependencia europea del gas natural ruso y en las fuertes inversiones de China en la región, los cuales limitan la toma de decisiones para conseguir una integración económica europea y aumentan las presiones estadounidenses sobre su aliado, hecho que lleva a una gran capacidad de negociación y a la expansión de la influencia sino-rusa en el continente europeo, lo que posiciona a esta alianza como una amenaza para Estados Unidos (http://let.iiec.unam.mx/node/3321). La competencia entre las tres potencias se puede ubicar en los ámbitos que refieren al smart power: militar, económico, tecnológico y político, con la adición del ámbito medio ambiental.

En el ámbito militar, las tensiones entre Estados Unidos y la alianza sino-rusa no se han traducido en conflictos armados; no obstante, se toman acciones que alteran la industria del armamento, así como acciones que tienen el potencial de generar cambios geopolíticos a nivel internacional. Sobre todo, se hacen análisis sobre la posibilidad de un conflicto nuclear entre esas potencias.

En el primer caso, desde principios de 2021, China mostró intenciones de reducir su exportación de tierras raras a Estados Unidos; esta decisión, podría presentar un grave problema para la nación norteamericana ya que su industria de defensa depende de los metales que exporta China para la fabricación de armamento, como el avión de combate F-35; es relevante señalar que la reducción de la producción de esta aeronave no solo afectaría a Estados Unidos, sino también al mercado chino (http://let.iiec.unam.mx/node/3356).

En lo referente a la geopolítica global, la cooperación sino-rusa logró aventajar a otras naciones en la explotación del Ártico. Las características geográficas rusas, el poder de la flota de rompehielos rusa, sumada a la tecnología y capacidad de decisión china en organismos internacionales, lograron que los gigantes asiático y euroasiático se encaminen a tener el control sobre este espacio vital para el tránsito marino y para la extracción de recursos como el petróleo y el gas natural (http://let.iiec.unam.mx/node/3321). Dentro de este espectro, también se puede situar la disputa espacial. En años recientes inició una nueva carrera espacial entre Estados Unidos y China, que en marzo de 2021, anunció una alianza con Rusia para desarrollar de manera conjunta la construcción de una estación internacional de investigación científica en la Luna, en un proyecto que busca posicionarse como un programa alternativo de exploración y explotación espacial (http://let.iiec.unam.mx/node/3401).

En respuesta al creciente poder sino-ruso, el almirante Charles A. Richard, colaborador del U.S. Naval Institute Journal, afirmó que en Estados Unidos “los militares deben considerar la posibilidad de una competencia entre grandes potencias, una crisis o un conflicto armado directo con capacidad nuclear”. Asimismo, indicó que los militares estadounidenses deben prepararse y modernizarse ante un posible conflicto nuclear con sus más grandes adversarios. Esto es una muestra de que las potencias nucleares están cada vez más conscientes del posible estallido de un conflicto bélico si se toman en cuenta las acciones militares que Estados Unidos realiza en el Mar de China Meridional (http://let.iiec.unam.mx/node/3371), así como los Exercise Cold Response entre Estados Unidos y la OTAN en Noruega, y los Vostok, en los que China se unió a Rusia en ejercicios militares en la región este de Rusia y Siberia.

En el ámbito económico, Rusia no es una amenaza para la economía estadounidense; no obstante, China se posiciona como el principal competidor de Estados Unidos: se estima que, para finales de los años veinte del siglo XXI, el gigante asiático se convierta en el país con el mayor producto interno bruto del mundo. Ello le permitiría construir un ejército más poderoso y ser líder mundial en tecnología para 2049, demostrando que la conjunción entre poder económico y poder tecnológico es fundamental para establecer un liderazgo global (http://let.iiec.unam.mx/node/3422).

De acuerdo con los especialistas en ciberseguridad nacional, Christopher Darby y Sarah Sewall, el máximo exponente de la rivalidad entre Estados Unidos y China es la disputa por el dominio tecnológico, especialmente por la influencia en el ciberespacio y en la innovación tecnológica. Comparado con su contraparte estadounidense, el gigante asiático ha realizado grandes inversiones para el desarrollo de inteligencia artificial (IA), robótica, microelectrónica, energías verdes, 5G, entre otras actividades de alta tecnología. Ello provocó que Estados Unidos tome acciones en contra de China, llevando la disputa entre las dos potencias a una guerra no tradicional, marcada por la creación de una “lista negra” de empresas y por ciberataques (http://let.iiec.unam.mx/node/3360).

En un proceso que inició durante la administración de Donald Trump, se restringió el acceso a la tecnología estadounidense a algunas compañías chinas; la administración de Joe Biden agregó empresas chinas a la “lista negra” que prohíbe a empresas estadounidenses vender sus productos, bajo el argumento de que las compañías señaladas trabajan con la milicia china para desarrollar armas de destrucción masiva, así como para robar tecnología estadounidense y permitir que las fuerzas armadas chinas sea tan poderosas como las estadounidenses (http://let.iiec.unam.mx/node/3452). En respuesta, en marzo de 2021, China dio a conocer su nuevo plan quinquenal, donde expresó su intención de convertirse en una súper potencia de innovación tecnológica de manera independiente; es decir, sin utilizar productos de Estados Unidos y sus aliados, en un proceso que implicará un desafío para China, sobre todo en el campo de los microchips (http://let.iiec.unam.mx/node/3394).

En lo referente al ciberespacio, la alianza sino-rusa se muestra activa con ciberataques desde el inicio de la administración Biden, prueba de ello son los SolarWinds hack y el hackeo a los sistemas de correo electrónico de Microsoft. El primero, orquestado por Moscú y el último, orquestado por China, fueron ataques cibernéticos que ponen en juego no solo la capacidad del gobierno estadounidense de responder a sus rivales, lo que desata debates en Washington acerca de si el gobierno de Biden necesita tomar represalias más allá de la imposición de sanciones económicas; si no que expusieron las vulnerabilidades de los sistemas y empresas de Estados Unidos para defenderse de actividades de espionaje, robo de información y daños a infraestructuras. Estados Unidos prometió tomar represalias a través de la imposición de sanciones económicas y la realización de represalias cibernéticas (http://let.iiec.unam.mx/node/3387).

En el ámbito político, de acuerdo con The New York Times, China y Rusia forman una “alianza de autocracias” en contra de Estados Unidos, en donde China se ha convertido en líder de los países opositores al régimen estadounidense. Comenzó una disputa en la comunidad internacional que busca desafiar el orden mundial liderado por Estados Unidos, como consecuencia se incrementó de la división ideológica entre los partidarios de Estados Unidos y los partidarios de China, división del mundo que Joe Biden reconoció el 25 de marzo de 2021 al declarar que Estados Unidos se encuentra en “una batalla entre la utilidad de las democracias en el siglo XXI y las autocracias”. La alianza sino-rusa se enfoca en defender la primacía de Beijing en los organismos internacionales; no solo busca un mayor apoyo a China, también aumentan las críticas a Estados Unidos por presentarse como un estandarte de democracia y derechos humanos a pesar de sus múltiples intervenciones militares en diversos países, de su historia de violación de derechos humanos y de su mal manejo de la reciente pandemia (http://let.iiec.unam.mx/node/3436).

A diferencia de estos ámbitos, en los que se acentúa la competencia entre Estados Unidos y la alianza sino-rusa, el ámbito medio ambiental se convirtió en un espacio de cooperación entre China y Estados Unidos, porque la potencia asiática es indispensable para salvar al mundo de una catástrofe climática (http://let.iiec.unam.mx/node/3377). En este sentido, el 17 de abril de 2021, Estados Unidos y China anunciaron acuerdos para combatir el cambio climático, en una cooperación que busca desarrollar estrategias a largo plazo que logren la neutralidad de carbono (http://let.iiec.unam.mx/node/3477). Según los reportes de la cumbre virtual contra el cambio climático que organizó Joe Biden, tanto Estados Unidos como China se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, a pesar de las muestras de cooperación, es necesario mencionar que aún existen rasgos de competencia en este ámbito; ejemplo de ello es que Estados Unidos y China tienden a la recriminación mutua respecto al daño medioambiental; así como Beijing presenta una disposición a trabajar con su contraparte estadounidense siempre y cuando esta “deje de interferir en los asuntos internos de China” (http://let.iiec.unam.mx/node/3501).

Este recuento general sobre los últimos hechos relevantes de la actual competencia por la hegemonía mundial pone en claro que nos encontramos ante un proceso que podría modificar la balanza de poder mundial y cambiar los valores y mecanismos bajo los que se rige la comunidad internacional. Ante un panorama variable que presenta giros con cada decisión que se toma en las naciones en disputa, lo único seguro es cada día el mundo presenta más divisiones en un contexto en donde la cooperación es más necesaria que nunca.

Para profundizar en los temas mencionados, invitamos a las y los lectores a revisar el sitio del LET.