Climate Change, Capitalism, and Corporations

Cita: 

Wright, Christopher y Daniel Nyberg [2015], Climate Change, Capitalism, and Corporations, Cambridge, Cambridge University Press.

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2015
Tema: 
El papel de las corporaciones en el cambio climático
Idea principal: 

Christopher Wright investiga las respuestas organizacionales y sociales al cambio climático, centrándose en cómo los gerentes y las organizaciones comerciales interpretan y responden a la crisis climática.

Daniel Nyberg es profesor de estudios de gestión y organización en Newcastle Business School.


Capítulo 1: Cambio climático y capitalismo corporativo

El capítulo abre con una reflexión pesimista sobre el enfrentamiento de la humanidad ante el abismo que se da debido a la destrucción del clima y de los ecosistemas ante nuestros ojos. La noción de destrucción (que caracteriza la relación entre el dinamismo del capitalismo y la espiral eterna del consumo) no es nueva: Marx y Engels ya la habían planteado como destrucción forzada, mientras que Schumpeter proveyó la idea de destrucción creativa. Para los autores del presente libro, es importante proponer la idea de autodestrucción creativa.

El concepto de autodestrucción creativa evidencia la expansión económica basada en la explotación continua de los recursos naturales. El cambio climático revela esta dinámica subyacente en su forma más cruda, es decir, la compensación potencialmente catastrófica entre el bienestar económico y ambiental.

El crecimiento económico y la explotación de la naturaleza constituyen los elementos de la crisis que se expresa por medio del cambio climático, la mayor amenaza de nuestro tiempo. Lo anterior se perfila como la manifestación definitiva de los desgastados vínculos entre el progreso y la devastación.

Sin embargo, las empresas continúan promoviendo el mensaje de que sus negocios deben continuar como si nada sucediera: "Business as usual". En ese entendido, este libro trata de la relación de las empresas con el cambio climático y de cómo esa relación afecta a la humanidad.

Entendiendo las respuestas corporativas al cambio climático

Los autores comenzaron a investigar las respuestas corporativas al cambio climático para este libro desde 2008. En los años posteriores se dieron varios eventos climáticos extremos relacionados con el empeoramiento de la crisis ecológica (ver Datos cruciales 1-7).

La crisis y las previsiones a futuro son apabullantes: se han proyectado aumentos de la temperatura media mundial de 3 a 5 grados centígrados para finales de siglo; gran parte de este calentamiento se producirá entre 2020 y 2030. La ciencia del clima, con herramientas cada vez más sofisticada, señala que las consecuencias catastróficas de "seguir como de costumbre" en la actualidad.

Al tiempo que la acción política permanece limitada, si bien los gobiernos y las organizaciones internacionales se comprometen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y las empresas promueven la "sostenibilidad", las emisiones globales han aumentado a niveles récord (ver Figura 1).

Los autores argumentan que el compromiso del mundo empresarial con el cambio climático representa una influencia profunda en las acciones (o inacciones) de la humanidad debido a que las empresas juegan un papel doble en la política climática: en primer lugar, las corporaciones son los principales agentes en la generación de emisiones de GEI en la economía global; en segundo lugar, también se los considera la mejor esperanza para reducir las emisiones a través de la innovación tecnológica.

Por tanto, en el discurso se plantea que las corporaciones serán la cura a la enfermedad (o eso mencionan algunos billonarios como Richard Branson). Los autores mencionan que la actual variante neoliberal del capitalismo, pone a la humanidad en una posición de desventaja para responder a la amenaza del cambio climático.

El discurso neoliberal plantea que el mercado y los negocios son los únicos medios para lidiar con la crisis. De esta manera, los autores critican el discurso que plantea que el capitalismo no es la causa del cambio climático, sino la respuesta o la solución.

Así, los autores subrayan el papel de las corporaciones como actores centrales en la respuesta humana al cambio climático. Para lo anterior, los autores realizaron una serie de entrevistas donde participaron más de 70 gerentes, representantes de la industria y asesores comerciales de 25 grandes corporaciones en Australia y de otras partes del mundo.

Por tanto, el propósito de este libro no es simplemente describir lo que están haciendo las corporaciones en respuesta al cambio climático, sino utilizar la información empírica con un marco conceptual más amplio que contribuya a la comprensión de la respuesta de la humanidad en su conjunto.

Los autores apuntan que la amenaza del cambio climático está fundamentalmente conectada con la expansión del capitalismo global. A partir de retomar el concepto de destrucción creativa de Schumpeter (entendida como fuente de dinamismo económico y social), en el libro se caracteriza el vínculo entre crecimiento económico, innovación corporativa y destrucción del ambiente como un proceso de autodestrucción creativa, donde la expansión económica se basa en la explotación continua de los recursos naturales.

El cambio climático: una breve revisión

En esta sección se explican brevemente las bases para entender el calentamiento global. El mecanismo clave que lo promueve es la forma en que los gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O) absorben radiación infrarroja en la superficie de la Tierra, lo que ralentiza el paso de la energía de regreso al espacio.

Aunque el clima de la Tierra ha cambiado sustancialmente en otros momentos de su historia, en la actualidad se observa el aumento rápido y sin precedentes de las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero resultante de la industrialización de los últimos 200 años.

De esta manera, la quema de grandes volúmenes de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas ha provocado cambios de una magnitud y ritmo nunca antes vistos. La creciente concentración de gases de efecto invernadero se ha demostrado a través de estudios como la Curva de Keeling, que registra variaciones mensuales en la concentración de CO2 atmosférico en partes por millón (ppm) desde finales de la década de 1950.

El reconocimiento internacional y político del efecto invernadero no se produjo realmente hasta 1988, por medio de la acción de científicos y organizaciones internacionales como la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) (ver Figura 2). También en 1988, la conciencia política se expresó institucionalmente con la creación del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).

Los autores apuntan que si los gobernantes deciden tomar medidas significativas para responder a la amenaza, eso necesitaría de reducciones significativas en la producción global de emisiones de GEI, o sea, una regulación gubernamental (como impuestos) del uso de combustibles fósiles.

Pero entre los opositores de esta medida se encontraron Estados Unidos, Canadá, Australia y los países ricos en petróleo del Medio Oriente. Todos ellos dependen en gran medida de los combustibles fósiles como fuentes clave de energía y ganancias de exportación.

Se identifica que la crisis climática fue el resultado de emisiones históricas que habían facilitado la riqueza económica del Norte global, mientras las naciones del Sur global son las más expuestas a los impactos futuros del cambio climático.

Estos conflictos nacionales y regionales sobre el cambio climático se han discutido durante las últimas dos décadas en varias Conferencias sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas.

Estados Unidos ha tenido un papel central en el retraso de la acción global debido a los políticos neoconservadores que emprendieron una campaña contra la regulación, promoviendo la "duda" sobre la veracidad del cambio climático. Así, la negación del cambio climático parece estar arraigada en los partidos políticos neoconservadores de Estados Unidos, Australia y Canadá.

La crisis apremia. Según el informe de 2013 del IPCC, como consecuencia de las emisiones de GEI de las actividades humanas, el clima de la Tierra ya se ha calentado en promedio 0.85 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales.

Este calentamiento planetario genera otros impactos físicos (por ejemplo, la acidificación del océano y el aumento del nivel del mar), los cuales crecerán en intensidad a medida que sigan aumentando las emisiones de GEI.

Si todos los países reducen radicalmente sus emisiones de GEI durante los próximos 20 años, menciona el libro, existiría una posibilidad de que el calentamiento global promedio se limite a 2 grados centígrados. Eso implicaría un cambio realmente dramático en la producción de energía y la reducción de todo el uso de combustibles fósiles.

Como se describe en las proyecciones del IPCC, un cambio limitado en las emisiones o una continuación de los niveles actuales resultaría en un calentamiento estimado de 3 o 5 grados centígrados para 2100 (ver Figura 3).

Respecto a las respuestas políticas, éstas se han centrado principalmente en los intentos de reducir las emisiones de GEI, ya que esta es la forma más directa de reducir el riesgo de impactos futuros del cambio climático.

Por ejemplo, algunas propuestas en Reino Unido y Australia han defendido firmemente la fijación de precios de las emisiones de carbono y el desarrollo de un mecanismo de mercado para alentar una transición de los combustibles fósiles a una economía baja en carbono. Por su parte, Unión Europea también introdujo un mercado de carbono en 2005.

Otras respuestas han incluido intentos de aumentar el secuestro de las emisiones de carbono, así como tecnologías costosas y no probadas de captura y almacenamiento de carbono.

Incluso existe la propuesta de la "geoingeniería" del clima. Una de ellas consiste en dispersar las partículas de sulfato en la atmósfera para atenuar la radiación solar entrante, aumentar la reflectancia de las nubes o "fertilizar" los océanos fomentando la proliferación de algas, pero sus efectos no deseados podrían generar otra catástrofe.

Los autores recuerdan que la mitigación y la adaptación, independientemente de cuán radicales o efectivas puedan ser, no pueden alterar el hecho de que el cambio climático está ocurriendo.

¿Cuál es el rol de las corporaciones?

La economía global está dominada por grandes empresas multinacionales que ejercen una influencia significativa sobre los gobiernos, las políticas públicas y las comunidades. En el siglo XX se atestiguó el surgimiento del "capitalismo corporativo"; en el siglo XXI, se observa su expansión por medio del neoliberalismo.

Las corporaciones comerciales representan alrededor de 40% de las entidades económicas más grandes del mundo, y sus ingresos superan a muchas economías nacionales (ver Datos cruciales 9 y 10). Eso las coloca como los motores de la economía global.

Las corporaciones y la industria fósil producen el agotamiento de los recursos naturales para impulsar la expansión económica, de esa manera contribuyen a aumentar las emisiones totales de GEI (ver Dato crucial 11).

Asimismo, la globalización de la manufactura también ha llevado a una reubicación geográfica de la producción de emisiones de GEI. Eso hace que China se perfile como el mayor emisor de GEI del mundo (ver Figura 4).

La investigación de Richard Heede ilustra que 63% de las emisiones industriales acumuladas de GEI en todo el mundo entre 1751 y 2010 podrían atribuirse a solo 90 grandes empresas dedicadas a la producción y venta de combustibles de hidrocarburos, fabricación de cemento y actividades asociadas. La mitad de estas emisiones se han producido desde 1986. Los principales emisores son Chevron, ExxonMobil, Saudi Aramco, BP, Gazprom y Royal Dutch Shell.

Los autores tienen como cometido dilucidar cuál es el papel que las corporaciones juegan en el aumento de las emisiones de carbono. Identifican 4 aspectos:

1. El primero de ellos es el de generar emisiones de GEI. Lo anterior ocurre al realizar sus operaciones comerciales (uso de energía, transporte, procesamiento de residuos, la venta de carbón, petróleo y gas para la producción de energía).

2. El segundo es el de innovador. La crisis climática provee un enorme margen para que las empresas desarrollen nuevos productos, servicios y métodos de operación que reduzcan radicalmente sus emisiones, recorten sus costos y les brinden una ventaja competitiva como empresas potencialmente "bajas en carbono" o generadoras de "cero emisiones".

3. Las corporaciones también juegan un papel como empleadores: en muchos contextos profesionales y de servicios, se involucran en una "guerra por el talento". Por ejemplo las corporaciones dedicadas a producir el tabaco, el alcohol, la fabricación de armas y los juegos de azar, combustibles fósiles, etc., se ganaron la reputación de "industrias del pecado", lo que genera problemas a estas empresas para atraer a los empleados "mejores y más brillantes". Por eso, las empresas lanzan campañas sobre su sustentabilidad como parte de su cultura corporativa. Asimismo, surgieron nuevas funciones dentro de las corporaciones para lidiar con el medio ambiente y el cambio climático, que produce puestos corporativos como gerentes del medio ambiente o gerentes de sustentabilidad.

4. Finalmente, las corporaciones tienen un papel activo en la sociedad civil como "ciudadanos corporativos": con la influencia del Estado en retroceso bajo el neoliberalismo, existe un lugar cada vez más aceptado para que las empresas presten servicios sociales.

Los autores afirman que cada uno de estos roles (productor, innovador, empleador y ciudadano corporativo) es fundamental para la forma en que las empresas responden al cambio climático: desde la reducción de las emisiones de GEI y el consumo de energía hasta el compromiso de los empleados y las iniciativas de cambio cultural.

Estructura del libro

A continuación se presenta el contenido de los capítulos del presente libro:

En el capítulo 1 se provee un marco contextual para las formulaciones presentadas en el libro. En el capítulo 2 se delinea el marco conceptual del libro, que postula que el cambio climático es una de las contradicciones fundamentales del capitalismo.

En el capítulo 3 se explora cómo las corporaciones han construido el cambio climático como un espacio de riesgo y oportunidad empresarial. Es decir, el riesgo está construido socialmente: las empresas, al identificar el riesgo, están participando en la construcción del fenómeno mismo al que están respondiendo.

En el capítulo 4 los autores plantean cómo las corporaciones influyen en el debate político y promueven sus objetivos mediante la construcción de coaliciones con empresas afines, grupos industriales, los medios de comunicación, etc.

El capítulo 5 discute la incompatibilidad del mercado y el medio ambiente. Así, se explora el proceso de compromiso corporativo con el cambio climático y cómo se resuelven internamente múltiples justificaciones para la acción corporativa.

En el capítulo 6 los autores exploran la reacción de la comunidad emergente de gerentes y asesores de sustentabilidad corporativa.

En el séptimo capítulo se investiga cómo las corporaciones han buscado provocar las respuestas emocionales apropiadas a la crisis climática.

En el capítulo 8 los autores sintetizan la discusión de los diferentes procesos que sustentan la autodestrucción creativa, ya que se enfocan en el papel de los mitos políticos en la creación de una narrativa convincente de la respuesta humana al cambio climático.

Por último, en el capítulo 9 se destacan seis movimientos que pueden promover la imaginación de las personas al exigir un cambio. Estos incluyen 1) el cuestionamiento de la relación humana con la naturaleza; 2) el lenguaje del cambio climático; 3) promoción de la democracia en la política climática; 4) el énfasis del valor del medio ambiente más allá de su valorización; 5) el desarrollo de una identidad verde más allá del consumo; y 6) la defensa de la emocionalidad positiva de la acción climática.


Capítulo 2: Autodestrucción creativa y la incorporación de la crítica

Ante la crisis climática, se impulsa la idea irónica de que solo un mayor consumo puede remediar las devastadoras consecuencias del consumo excesivo; dicho planteamiento permite que el capitalismo convierta a la naturaleza y al medio ambiente en mercancías. Los autores se proponen analizar esta contradicción en los siguientes apartados e introducen el concepto autodestrucción creativa.

La era de la autodestrucción creativa

En el Antropoceno, entendido como era geológica, atestiguamos la participación empresarial que explota al medio ambiente. Para el sector corporativo la solución a la crisis climática es más capitalismo. Lo anterior es fundamental para la ausencia de respuestas efectivas al cambio climático.

Los autores sostienen el capitalismo es un sistema económico que depende de la destrucción de la naturaleza para su propio desarrollo, y al no aceptar esta premisa, la respuesta al cambio climático no es efectiva.

Por otra parte, las críticas ambientales al capitalismo también han sido apropiadas por el discurso corporativo: se ponen en el mercado los productos y servicios "verdes", "sostenibles" o "respetuosos con el medio ambiente". Así, se abre paso el ambientalismo corporativo, el cual es insostenible. Además funciona como una fantasía que le permite al movimiento ambiental corporativo obstruir prácticas sostenibles realmente radicales.

Construyendo en el fracaso

Ante la catástrofe, el discurso dominante, centrado en el progreso, afirma que las nuevas tecnologías y los mercados son capaces de desvincular el crecimiento económico de la destrucción del medio ambiente.

Sin embargo, la degradación ambiental sucede a un ritmo cada vez más veloz, lo que se observa con el derretimiento del Ártico, las sequías, las inundaciones, aumento del nivel del mar, acidificación de los océanos y la sexta extinción de especies.

Los autores argumentan que es necesario adentrarse en la sociología ambiental y la economía política porque éstas brindan una explicación crítica de la situación actual. La perspectiva, conocida como "rueda dentada de la producción", se remonta a la observación de Marx que caracteriza al capitalismo como un sistema económico que depende de la explotación de la naturaleza.

La perspectiva crítica apunta el conflicto entre la economía política del capitalismo global y el medio ambiente: la inversión de capital conduce a una demanda cada vez mayor de recursos naturales para mantener el empleo y el consumo. Aunado a lo anterior, la extracción de recursos resulta en una mayor mercantilización de la naturaleza mediante el aumento de las ganancias y nuevas inversiones, lo que vuelve a poner en marcha una mayor demanda de recursos naturales.

En contraste con la visión progresista de la modernización ecológica, la perspectiva crítica pone de manifiesto que la destrucción medioamiental es una característica esencial del capitalismo. Al alterar el medio ambiente de múltiples formas con el objetivo de maximizar ganancias, se produce un experimento planetario con consecuencias catastróficas. De esta manera, la incesante búsqueda de la ganancia en el capitalismo provoca la destrucción ambiental, lo que nos lleva a un futuro totalmente irracional.

Los autores proponen el concepto "autodestrucción creativa" para comprender esta estrategia suicida. La idea está basada en la descripción (de Marx y Engels) más amplia del capitalismo como un sistema económico que tiende a las crisis. Por su parte, Joseph Schumpeter caracterizó a la innovación como un proceso de proceso "destrucción creativa", pues los cambios tecnológicos acaban con las formas anteriores de acumulación de capital y recursos naturales.

La respuesta corporativa al cambio climático imita la destrucción creativa. No obstante, las consecuencias definitivas del proceso en la actualidad conducen a la destrucción del sistema en su conjunto.

A pesar de la evidencia científica de la escalada de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), la economía global sigue buscando nuevos mercados, expandiendo el consumo y las nuevas formas de acumulación de capital. En lugar de detener el uso de combustibles fósiles, la industria introduce el desarrollo de nuevas tecnologías y formas de explotar combustibles fósiles "no tradicionales" (por ejemplo, la extracción de petróleo en aguas profundas, el procesamiento de arenas bituminosas y el fracking).

Recurriendo a Marx, se suele plantear que las crisis son manifestaciones de las contradicciones del capitalismo. De esta manera, se podría pensar que la crisis climática es también expresión de las contradicciones del capitalismo. Sin embargo, los autores no ven esta crisis como resultado de contradicciones internas de la economía capitalista: en la actual crisis medioambiental, la contradicción resulta de la acumulación y el consumo ilimitados de la naturaleza.

Es decir, el hecho de que exista la naturaleza condiciona la existencia del capitalismo, ya que el sistema necesita de los "insumos" de la naturaleza para la producción y, también, la necesita para convertirla en basurero de los desechos industriales.

Los autores argumentan que el capitalismo, como modelo económico y orden social, no tiene la capacidad de incorporar el medio ambiente; además, si se totalizara el entorno, se crearía un sistema cerrado que tendría que colapsar necesariamente.

De esta manera, el cambio climático antropogénico tiene esa lógica contradictoria: el capitalismo depende de la destrucción de la naturaleza para su posterior desarrollo, al tiempo que se da una falta de un compromiso político significativo.

La "gran aceleración" de la producción industrial, los mercados globales y el aumento de la población mundial durante el siglo XX hicieron que los impactos de la crisis climática se volvieran mundiales: las decisiones nacionales sobre la explotación de recursos ahora tienen impactos globales.

Recurriendo a David Harvey, se pondera que el punto central de la contradicción es la dependencia del capitalismo al crecimiento económico compuesto: si la economía no se expande continuamente, entonces ya no es capitalismo. En ese sentido, no es posible mantener una relación armónica entre una economía capitalista y el medio ambiente, pues el crecimiento económico ilimitado no es posible en un medio ambiente finito.

Manejando la crisis como una oportunidad

Los productores de carbón, petróleo y gas buscan negar la crisis climática y su participación en ella. Los intereses comerciales específicos de ese sector son fundamentales para financiar y apoyar la "industria de la negación del cambio climático".

Este enfoque también se asocia con la "geoingeniería", defendida por famosos billonarios como Bill Gates y Richard Branson y empresas como ExxonMobil, Shell y BP. En la actualidad, la geoingeniería disfruta de una rápida movilización de dinero y recursos.

Las iniciativas dentro del discurso neoliberal para enfrentar la crisis, incluyen regular la reflexión de la energía solar hacia el espacio al "blanquear" las nubes y extraer la contaminación de la atmósfera mediante la reforestación y la captura de carbono industrializado.

Lo anterior ilustra cómo el capitalismo corporativo pretende perfilarse como respuesta a la crisis climática que ha creado. De esa forma, el capitalismo corporativo logra mercantilizar y cotizar la naturaleza. Por ejemplo, la fijación de precios del carbono implica la generación de esquemas comerciales de emisiones en los que se determina un límite total de éstas.

En ese contexto, la transformación del medio ambiente en una mercancía implica dos procesos entrelazados:

1) Intercambio: para que éste tenga lugar, se necesitan reglas para establecer lo racional para el mercado. Así, ciertos actores -compradores y vendedores- "comercian" con el producto. De esa manera, el intercambio se respalda por mecanismos como cálculos de precio y riesgo, negociación e intermediación, contabilidad de activos y especulaciones;

2) Conmensurabilidad: mediante este proceso, los valores son traducidos en valor. Es decir, los "valores" (la moral, la cultura) son reducidos a "valor" económico y cuantificable. A través de la conmensurabilidad, el mercado reduce todo a una equivalencia.

En el caso de la fijación de precios del carbono, los sistemas terrestres heterogéneos y complejos se reducirían a un producto, lo que permite que el medio ambiente se compare con otros bienes y servicios para su valorización.

Los autores anuncian que el predominio del neoliberalismo como proyecto político coloca a las corporaciones como organizadores de la naturaleza. Según el neoliberalismo, el cambio climático y los "desastres ecológicos" se pueden resolver con la misma lógica que los generó.

La incorporación de la crítica ambiental

En esta sección, los autores ponen de manifiesto que la crítica ambiental desafía las suposiciones de que debemos confiar en que el capitalismo garantizará el futuro de la humanidad. Así, se afirma que el capitalismo nos conduce directamente a la destrucción civilizatoria.

De acuerdo con Boltanski y Chiapello, la continuación del capitalismo depende de la recuperación de la crítica: la crítica contribuye a que el capitalismo se adapte y cambie para mantener su legitimidad.

En las décadas de 1960 y 1970, se desató una ola de crítica ambiental que destacó los vínculos causales entre la degradación ambiental y la expansión industrial y económica. Ante esto, los gobiernos reaccionaron introduciendo regulaciones diseñadas para limitar la destrucción del ambiente. Por ejemplo, en Estados Unidos, esto se concretó con la Ley de Política Ambiental Nacional (1970), la Ley de Aire Limpio (1970) y la Ley de Agua Limpia (1972).

Las corporaciones terminaron por reconocer las preocupaciones ambientales, después de haberlas negado o rechazado en primera instancia. Para los autores, estas respuestas reformistas forman lo que Polanyi denominó un "doble movimiento": la respuesta social cuando el proceso industrial ha ido demasiado lejos.

No obstante, este cambio no desafió fundamentalmente la legitimidad de los mercados; además, las fuerzas del mercado y la búsqueda de ganancias ahora son las dominantes en el pensamiento ambiental.

Para ejemplificar la idea anterior, los autores proponen considerar el surgimiento del "ambientalismo corporativo" como un discurso central en los negocios. El ambientalismo corporativo se basa en el concepto más amplio de modernización ecológica que argumenta que las empresas pueden ser agentes poderosos en la respuesta a los problemas ambientales por medio de su capacidad para innovar.

Este tipo de acciones va más allá del marketing "verde", ya que las empresas pueden impulsar el desarrollo de nuevos productos y servicios "verdes". Así es como transforman la preocupación ambiental en una oportunidad comercial. Las corporaciones también proyectan una imagen de "salvadoras" del medio ambiente.

Los autores identifican que este comportamiento creó un bloque hegemónico neoliberal, inspirado en la idea de que los actores del mercado tienen la responsabilidad de abordar el cambio climático, con los órganos de gobierno estatales e internacionales que sirven para proporcionar estructuras legales de apoyo para los mercados.

De esta manera, la expansión autorreguladora del capitalismo corporativo neoliberal promueve la idea de una sociedad de mercado en la que la mercantilización es la mejor vía para solucionar los problemas ambientales. Una de las mayores problemáticas a las que la humanidad se enfrenta es la incapacidad política para imaginar respuestas alternativas.

En ese tenor, se pude identificar uno de los puntos fuertes del neoliberalismo: la racionalidad del mercado imaginado, aunado al supuesto de que la mercantilización proporciona el mejor medio para satisfacer las aspiraciones colectivas e individuales.

Entonces, cuando el discurso y el sistema dominante acepta -parcialmente- que la crisis climática es causada por la actividad humana, se propone que una mayor mercantilización y autorregulación corporativa es la respuesta.

La crítica ecológica de la sociedad de mercado se incorporó, dando a los consumidores una serie de razones para comprometerse con el sistema capitalista. Los autores identifican que el objetivo es la legitimación de las empresas y su respuesta a las críticas medioambientales.

Para los autores es trágico que las empresas incorporen la crítica ambiental porque han creado una fantasía de sostenibilidad a través de la cual se puede pensar que los mercados, la innovación y la tecnología resolverán el cambio climático al gestionarlo; esto oscurece la autodestrucción creativa. Siguiendo a Žižek, esto es básicamente ideológico "en el sentido de que el discurso dominante borra la imposibilidad de cumplir su promesa".

Conclusión

Aunque el capitalismo se caracteriza por ser notablemente resistente a sus contradicciones internas, la crisis climática no se acomoda tan fácilmente. La dependencia de los combustibles fósiles, su producción y consumo en constante espiral amenazan la base misma de la vida.

Sorprendentemente las corporaciones han desempeñado un papel fundamental al ocultar la contradicción entre el crecimiento económico ilimitado y la destrucción del ambiente. A este proceso se le llamó autodestrucción creativa.

Por tanto, la imagen del capitalismo "verde", propuesta a través del ambientalismo corporativo y la sustentabilidad empresarial, promete que no habrá conflictos ni concesiones. Bajo este imaginario es posible continuar con la actual expansión global del consumo y solventar la crisis del cambio climático.

Con este tipo de propuestas, se oculta la autodestrucción creativa del capitalismo. De esta manera, se debe de entender que la lucha contra la hegemonía del capitalismo corporativo no solo es ambiental, sino inherentemente política.


Capítulo 4: Actividad política corporativa y coaliciones climáticas

En el cuarto capítulo, los autores examinan el papel de las corporaciones en la lucha política sobre la definición del cambio climático en tanto un tema económico y político, contrastando varios países del llamado Norte global (Australia, Canadá, Reino Unido y Estados Unidos).

El cambio climático provee un ejemplo sobresaliente sobre cómo el sector de los negocios tiene la capacidad de configurar los resultados económicos. Las corporaciones buscan influenciar la agenda sobre la política de cambio climático y la regulación del carbono. Lo anterior se realiza de dos maneras: 1) directamente, mediante contribuciones a campañas políticas y lobbying; 2) indirectamente, manipulando la opinión pública mediante estrategias de marketing y comités de acción política.

Asimismo, las actividades políticas de las corporaciones pueden dividirse en dos campos: el primero encuentra sus raíces en el discurso emergente del ambientalismo corporativo que considera al cambio climático como un riesgo y una oportunidad; también se enfatiza la innovación, la tecnología y la autorregulación. El segundo campo es el que se ha llamado la perspectiva eterna de los hidrocarburos que busca minimizar la amenaza que el cambio climático representa y rechaza las propuestas que impulsan la regulación del carbono.

En cada campo, se observa la construcción de coaliciones entre empresas, grupos industriales, medios de comunicación, centros de investigación, ONGs, partidos políticos y políticos individuales que están en la misma órbita ideológica que dichas corporaciones.

Los autores argumentan que estas prácticas representan una intervención crítica en el amplio entendimiento social del cambio climático; no sólo se transforma lo que significa la crisis climática y cómo se puede responder: también recalibra los roles e identidades como ciudadanos dentro del capitalismo corporativo neoliberal.

En ese tenor, se plantea que el objetivo primario del compromiso corporativo en la política climática ha sido el mantenimiento de la hegemonía neoliberal capitalista y el refuerzo de la corporación como el principal agente de respuesta a la crisis.

Negocios y política climática

Cabe resaltar que la actividad política de las corporaciones se centra en influenciar los resultados de manera que ellas y sus accionistas sean favorecidos. En décadas recientes, se observa que existen crecientes llamamientos al mundo corporativo para que intervenga en la sociedad civil en mayor medida. Lo anterior se atestigua en los discursos de la responsabilidad social corporativa, de la ciudadanía corporativa y del valor compartido, cuyo objetivo es promover la idea de la corporación como una fuerza de bienestar social.

Muchas compañías tienen iniciativas sobre la ciudadanía corporativa. Destacan el Pacto Mundial de Naciones Unidas y la Global Reporting Initiative. Así, la corporación aparece como el agente que resuelve los problemas políticos donde el Estado está retirado de la provisión legal de infraestructura económica.

Esta visión expansiva de la acción corporativa también promueve la idea de la innovación tecnológica como la respuesta más viable al cambio climático. De esta manera, no cabe duda de por qué las corporaciones están cada vez más inmiscuidas en el debate público y las posibles respuestas reguladoras.

La conciencia de la participación del sector corporativo en el cambio climático data de la década de 1980 debido al inicio de las discusiones sobre las emisiones de carbono. Muchas de las corporaciones de hidrocarburos, particularmente en Estados Unidos, buscaron frenar la acción climática. En la actualidad, una de las estrategias corporativas consiste en negar la crisis ambiental y resaltar el costo de cortar la emisiones. Lo anterior se logra promocionando visiones escépticas utilizando los medios de comunicación.

En la década de 1990, la oposición ante la reducción de las emisiones no fue total: debido a la marejada de preocupaciones ambientales, la industria aceptó el peligro del cambio climático. Algunos ejemplos clave son BP y Shell, que durante la década de 1990, dieron a conocer públicamente el peligro del cambio climático y emprendieron inversiones en tecnologías de energías renovables.

Otros grupos de la industria que abogaron por la acción incluyeron el Pew Center on Global Climate Change, que se estableció en 1998 y estaba formado por pesos pesados corporativos como BP, Toyota, Boeing, Enron, Whirlpool y 3M.

Sin embargo, vino la crisis financiera global de 2008-2009 y las corporaciones volvieron a enfatizar que los costos económicos de la acción climática serían altos. Fue así que la negación del cambio climático encontró un renovado favor en países del Norte global.

El estancamiento económico en curso afianzó las opiniones negativas en países como Estados Unidos, Reino Unido, Australia y Canadá: el cambio climático se convirtió en parte de las "guerras culturales". Algunas investigaciones estadounidense encontraron que algunos atores son los responsables de la maquinaría de negación respecto al cambio climático:

a) Las principales corporaciones de combustibles fósiles: ExxonMobil, Peabody Coal, Koch Industries y la Asociación Occidental de Combustible.

b) Grupos de la industria: la Cámara de Comercio de Estados Unidos y la Asociación Nacional de Fabricantes.

c) Fundaciones conservadoras financiadas por la industria: Koch y Scaife Foundations, think tanks (American Enterprise Institute, el Cato Institute, el Heartland Institute).

d) Grupos de fachada: como Global Climate Coalition, Cooler Heads Coalition, Americans for Prosperity, y Freedom Works.

La expanasión de las ideas negacionistas también se realiza por medio de los medios de comunicación de derecha y los bloggleros escépticos que difunden estas ideas.

Se identifica que los negadores corporativos más infames del cambio climático son los hermanos Koch, quienes han destinado más de 67 millones de dólares a grupos que comparten su ideología. Industrias Koch se ubica entre los 15 principales contaminadores de Estados Unidos.

Asimismo, el apoyo de las empresas a los think tanks conservadores perjudica la comprensión pública del cambio climático: en 2012, el Heartland Institute, financiado por la industria de los combustibles fósiles, realizó una campaña publicitaria que asociaba a los que creen en el cambio climático con asesinos en masa, Ted Kaczinsky.

Por su parte, ExxonMobil tiene diversas actividades en la exploración, extracción y procesamiento de petróleo altamente rentables: los ingresos anuales ahora superan 400 mil millones de dólares, una cifra mayor que el PIB de todas las economías nacionales excepto las 30 principales.

Esta corporación está en contra de la reducción de emisiones de gas invernadero y tiene historial de donar dinero a los político conservadores republicanos en Estados Unidos: durante el ciclo electoral de 2010, alrededor del 90 por ciento de su financiación política se destinó a los políticos de ese partido.

Pero no parece que el negocio de los hidrocarburos termine pronto porque se prevé que la demanda mundial de petróleo, gas y carbón hasta el 2040 seguirá creciendo y las restricciones gubernamentales sobre el uso de combustibles fósiles se consideran "muy poco probables".

Examinando las prácticas de la política climática corporativa

Uno de los países que los autores analizan es Australia: es uno de los más grandes exportadores de gas natural y carbón; tiene uno de los más altos niveles de emisiones de gas invernadero per capita entre los países del norte global.

Las primeras negociaciones internacionales sobre el cambio climático incluyeron a Australia como un participante activo, pero en 1996 se eligió a un gobierno conservador, lo cual marcó un marcado cambio de actitud.

Durante los siguientes años el enfoque de la reducción de las emisiones de carbono se redujo: en consonancia con Estados Unidos, Australia se negó a ratificar el Protocolo de Kioto, debido a que el gobierno australiano vio la regulación como una amenaza para el crecimiento económico.

En 2010,el gobierno laborista minoritario, encabezado por Julia Gillard y en alianza con los Verdes, recuperó estrechamente el poder en las elecciones y abogó por un precio fijo sobre las emisiones de carbono, que pagarían los 500 mayores emisores de gases de efecto invernadero de Australia.

No obstante, la derecha regresó con el nuevo gobierno conservador del Partido Nacional Liberal, dirigido por Tony Abbott. Una de las primeras acciones del nuevo gobierno fue disolver la Comisión Climática independiente, derogar el precio del carbono y desalentar la inversión en energía renovable.

En julio de 2014, Australia fue el primer país de la Tierra en abolir el precio de las emisiones de carbono.

Campañas corporativas sobre cambio climático

Bajo el argumento de que las prácticas de las corporaciones actúan en concordancia con los intereses de la sociedad, las corporaciones se comprometen con el cambio climático haciendo campañas con el fin de generar resultados legislativos. Este tipo de campañas son muy evidentes en Australia, Canadá, Reino Unido y Estados Unidos.

Las corporaciones destacan el vínculo entre su competitividad y el bienestar económico nacional más amplio: en Australia, la industria del carbón señala que éste es vital para la prosperidad de Australia debido a que es una de las más grandes fuentes de ingreso del país (la industria de carbón generó más de 55 mil millones de dólares en el 2008).

Las corporaciones también se involucran en prácticas de lobbying , por ejemplo, la decisión del ex presidente estadounidense George Bush de no firmar el Protocolo de Kioto se debió en parte a la presión de ExxonMobil.

De manera similar, en Australia durante las décadas de 1990 y 2000, un poderoso grupo de cabilderos corporativos protegió los intereses de las industrias del carbón, el petróleo, la minería y la electricidad; así, Australia siguió a Estados Unidos en su rechazo a Kioto.

Sin embargo, estos esfuerzos de cabildeo a menudo contrastan con los compromisos públicos de las empresas para abordar el cambio climático. Las páginas de internet corporativas presentan los informes de sostenibilidad y promueven públicamente la acción sobre el cambio climático, aunque siguen produciendo altos niveles de emisiones de carbono.

Los autores citan un estudio sobre el cabildeo empresarial en Reino Unido que describe cómo la industria nuclear, de las arenas buminosas y del gas se esfuerzan por establecerse como fuentes de energía respetuosa con el clima.

Por ejemplo, las arenas bituminosas canadienses ofrecen quizás el ejemplo más irónico de la búsqueda para convertir los combustibles fósiles en energía "limpia" o "verde": se estima que la emisión promedio de gases de efecto invernadero de la extracción de arenas bituminosas es 4.5 veces más intensa que la generada por la extracción convencional de petróleo crudo en Estados Unidos.

Asimismo, las corporaciones a menudo participan en campañas públicas más explícitas a través de los medios de comunicación, las relaciones públicas y las actividades publicitarias.

En Australia, los grupos de minería y manufactura financiaron anuncios en televisión y periódicos que se oponían a legislación del impuesto al carbono, enfatizando la amenaza de la pérdida de empleos y afirmando que fijar precios a las emisiones de carbono haría poco para resolver el problema del cambio climático.

Sin embargo, las campañas públicas se limitan no solo a las empresas que se oponen a la regulación del carbono: a mediados de la década de 2000, las empresas más importantes de Australia -Westpac (banca), IAG (seguros), Visy Industries (fabricación), BP (recursos) y Origin Energy (servicios públicos)-, establecieron el Mesa Redonda Empresarial sobre Cambio Climático.

Con actividades similares en Estados Unidos, se publicaron informes en un intento de generar un apoyo comunitario más amplio para la acción del gobierno para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Ese tipo de acciones enfatizan la clara y urgente amenaza del cambio climático, al igual que el "papel de liderazgo" que estas corporaciones quieren representar al perfilarse como "buenos ciudadanos corporativos".

En este sentido, las campañas corporativas sobre el cambio climático también se extienden al compromiso con asociaciones industriales, coaliciones empresariales y ONGs.

Así, la publicidad de dichos vínculos a través de informes de co autoría e iniciativas financiadas se presenta como un refuerzo a la legitimidad social de una corporación, lo que ayuda aún más a influir en la política gubernamental.

Las corporaciones también utilizan prácticas más indirectas para influir en el debate sobre el cambio climático. Una de las estrategias más redituables es proporcionar financiación y apoyo a las organizaciones que pueden manipular las actitudes del público a través de campañas organizadas en los medios.

En este tenor, la financiación de ExxonMobil y Koch Industries fue vital para dar voz a los think tanks de derecha estadounidenses (como el Competitive Enterprise Institute y el Heartland Institute).

En Australia, las ventajas instrumentales que se derivan de las
las acciones ha sido particularmente manifiestas para el sector de los combustibles fósiles: esto ha resultado no solo en la derogación de los precios del carbono, sino también en el desmantelamiento de grupos asesores e iniciativas de energía renovable.

La puerta giratoria entre el gobierno y las industrias del carbón, el gas y la energía fue quizás más visible cuando una investigación de 2014 pidió que se eliminara los proyectos de energía renovable del país, eliminando así a la incipiente industria de energías renovables de Australia.

Ejemplificando al buen ciudadano corporativo

Este apartado se argumenta que las corporaciones también se involucran con la sociedad civil promoviéndose como preocupadas por el medio ambiente. Los autores identifican que esa es una práctica política a la que llaman "ejemplificar".

Ejemplificar tiene como objetivo reivindicar la legitimidad a través de la autorregulación, el marketing y las relaciones públicas por medio de los informes de sustentabilidad, sitios de internet que muestran las iniciativas voluntarias de las empresas, junto con nuevos productos y tecnologías para mejorar la respuesta al cambio climático.

A través del compromiso con instituciones internacionales y agencias de calificación como Global Reporting Initiative y Carbon Disclosure Project, las empresas realizan informes públicos donde se señalan sus contribuciones a la sustentabilidad social y ambiental.

Asimismo, la ejemplificación también está presente en el marketing cuando las corporaciones se perfilan como amigables con el medio ambiente. Ejemplificar ayuda a las empresas a lidiar con las críticas públicas de sus actividades.

Algunas empresas destacan que su explotación de combustibles fósiles no convencionales (vetas de carbón y gas de esquisto), es una fuente de energía respetuosa con el medio ambiente porque tiene un perfil de emisiones más bajo en comparación con el carbón.

Por tanto, ejemplificar le permite a las corporaciones presentarse como ciudadanos corporativos preocupados que pretenden dar respuestas adecuadas en torno a la autorregulación y las soluciones basadas en el mercado.

Y como es usual, el mensaje es que la respuesta al cambio climático radica en un crecimiento económico continuo impulsado por el consumismo "verde".

Elaborando la hegemonía

En este apartado, los autores hacen referencia al concepto de hegemonía de Antonio Gramsci. Este concepto implica los intentos de garantizar que los intereses y las identidades de los grupos dominantes sean identificados como los de otros miembros de la sociedad. No obstante esos intereses no son impuestos coercitivamente.

Así, para establecer la hegemonía es necesario realizar una "guerra de posiciones", lo que implica remodelar los amplios intereses y valores evidentes dentro de la sociedad. Para lograr lo anterior es necesaria la conformación del bloque histórico, compuesto por instituciones como la iglesia, los medios de comunicación, las escuelas y las universidades.

Entonces, el bloque histórico es ese conjunto de instituciones que se consideran a sí mismas como poseedores de un conjunto de intereses similares y están vinculados de manera particular.

Los autores identifican que las corporaciones también pueden participar en la guerra de posiciones para establecer una hegemonía. Para eso, se identifican dos estrategias:

1) las corporaciones buscan construir una identidad común con organizaciones y grupos de ideas afines. El objetivo es dar forma a un sentido compartido, lo que incita a las personas a identificarse con los proyectos corporativos;

2) la segunda estrategia hegemónica implica persuadir a los gobiernos y ciudadanos de la corrección de las posiciones corporativas sobre el cambio climático. Así las corporaciones pretender sincronizar sus intereses con principios nacionales o sociales más amplios.

Para lograr lo anterior, es necesario plantear justificaciones más inclusivas para las posiciones políticas, (por ejemplo: la pérdida de puestos de trabajo o nuevas oportunidades "verdes").

Con la expansión de ña hegemonía, se impulsa la idea sobre cómo las corporaciones presentaría mejores respuestas ante los problemas ambientales (por ejemplo, captura y almacenamiento de carbono). Lo que indica que el cambio climático se vuelve también una oportunidad de mercado que las empresas deben de aprovechar.

Reconstruyendo a los ciudadanos dentro de la política climática

Los autores apuntan que las empresas construyen identidades comunes para movilizar posiciones de sujetos particulares para que los ciudadanos las sigan. Es decir, las estrategias hegemónicas fomentan y proporcionan espacios para las actividades ciudadanas que promueven sus intereses comerciales.

Por ejemplo, en Australia, la industria del carbón, luchó contra el "impuesto al carbono" del gobierno con anuncios que reproducían las voces de trabajadores, mineros, consumidores y propietarios de pequeñas empresas; quienes consideraban que el precio de las emisiones era una amenaza para sus puestos de trabajo.

Otra técnica es la canalización de los ciudadanos como consumidores responsables: las empresas producen fantasías e ideologías a través de imágenes e información en sus iniciativas de publicidad y relaciones públicas.

Además, las corporaciones pretenden perfilarse como autoridades de sustentabilidad, brindando consejos sobre cómo reducir las emisiones de carbono a través de opciones de consumo. Lo anterior permite que los miembros del público se posicionen como consumidores responsables.

Por tanto, las corporaciones presentan una imagen "ecológica" para atraer nuevos consumidores, dispuestos a pagar precios más altos. Por otra parte, las empresas también incorporan actividades de ciudadanía al vincular las preocupaciones ambientales personales de los empleados con las iniciativas corporativas de sustentabilidad.

Lo anterior crea una figura de empleado ético al fomentar una "cultura verde" para atraer y retener mejor al personal. Al ejemplificar y modelar los valores "ecológicos", las empresas motivan al personal y los convierte en defensores corporativos tanto dentro como fuera de sus propias organizaciones.

Finalmente, las corporaciones también hacen que los ciudadanos se posicionen como ecoempresarios. Lo anterior implica conectar sus pasiones medioambientales con la fe en la innovación empresarial y tecnológica.

Corporaciones y la hegemonía fracturada

Otra estrategia de las principales empresas es cambiar regularmente de posición a medida que evoluciona el debate político sobre el cambio climático. Así, las corporaciones a menudo articulan posiciones antagónicas al esforzarse por establecer un liderazgo político y moral.

A veces, apoyan a los partidos progresistas en que el cambio climático debe tomarse en serio; otras veces articulan sus intereses con las voces conservadoras que se oponen a la regulación del carbono.

Pero este cambio de posición puede fracturar el bloque hegemónico. Entonces, no existe una posición corporativa singular sobre el cambio climático: los autores identifican que hay una variedad de bloques rivales o competidores de actores corporativos poco afiliados.

Lo anterior sugiere que la hegemonía en torno a conceptos como el cambio climático está fracturada, lo que genera ambigüedad. Pero, las empresas no están tratando de eliminar las diferencias construyendo cadenas de influencia: están salvaguardando su propia flexibilidad en temas de interés social y político.

Entonces, en necesario identificar que el punto fundamental del compromiso político empresarial con el cambio climático no es necesariamente forjar un entendimiento hegemónico del tema, sino establecer la corporación y el mercado como los mecanismos centrales a través de los cuales el cambio climático debe ser abordado.

Entonces las corporaciones proponen arreglar las fallas del mercado para adelantarse a cualquier consideración seria de los mecanismos no corporativos, como la regulación externa, ya que ésta es considerada como una amenaza.

Los autores observan que a medida que la crisis climática empeora, la actividad política empresarial en torno a cuestiones como la regulación medioambiental o el desarrollo de combustibles fósiles, aumenta. Esta expansión de las agendas comerciales neoliberales a escala global sugiere una regulación estatal que favorece al capital multinacional.

Las multinacionales han desempeñado un papel central en la elaboración de la regulación futura, se dedican a impulsar disposiciones políticas que eviten reducir sus ganancias.

Por otra parte, en países del norte global se atestiguan protestas civiles y activismo ambiental. A las corporaciones les interesa que estos actos políticos sean concebidos como amenazas potenciales a la seguridad nacional.

En países del sur global, la extracción de recursos en países emergentes ha estado sujeta a el control estatal coercitivo, por lo que los conflictos sociales intensificados sobre la expansión de los desarrollos de combustibles fósiles presagian una intervención cada vez más autoritaria. En esos casos se observa la complicidad de los gobiernos en la protección de los intereses económicos de las corporaciones.

Conclusiones

Finalmente, los autores apuntan que los compromisos empresariales con la política climática de Australia se parece a la de otros países del norte global. Eso se debe a la dependencia de los combustibles fósiles como fuente de energía y ganancias de exportación en estos países; lo que da paso a una poderosa sinergia entre las empresas y el gobierno.

Las corporaciones buscan posicionarse de manera que reduzcan las amenazas reguladoras y promuevan sus intereses económicos, debido a que las discusiones públicas respecto al cambio climático han aumentado.

Así, la práctica de hacer campañas les ha permitido moldear directamente el patrón de regulación y política climática. Mientras que la práctica de ejemplificar ha implicado una estrategia política más indirecta de propagar la imagen pública de actores sociales responsables. Lo anterior da paso para que las corporaciones jueguen a ser líderes en la respuesta al cambio climático a través de actividades comerciales.

Todas estas prácticas políticas son parte de un amplio proceso en el que las corporaciones buscan establecer la hegemonía mediante la construcción de la aceptación social de los méritos de un enfoque neoliberal de la crisis climática. Esto se logra construyendo una identidad común con los ciudadanos al sincronizar los intereses corporativos con los de las corporaciones.

Y, aunque, las corporaciones parecen diferir en sus enfoques de la política climática, a nivel general se ha producido un bloque histórico común en torno a un eje hegemónico neoliberal que tiene como objetivo último impulsar la idea de solucionar los problemas causados por el capitalismo con más capitalismo.


Capítulo 9: Imaginando alternativas

El libro argumentó que el cambio climático no es solo el resultado de la adicción de la humanidad a los combustibles fósiles, sino una consecuencia del capitalismo global global que expresa la contradicción última del capitalismo corporativo: su dependencia del consumo de la naturaleza para su propio desarrollo.

Los mitos políticos del ambientalismo corporativo, la ciudadanía corporativa y la omnipotencia corporativa perpetúan la idea de"Business as usual" y la búsqueda implacable de la autodestrucción creativa.

El argumento replanteado

Los combustibles fósiles como el petróleo, el carbón y el gas están íntimamente arraigados en nuestra vida diaria como fuentes de energía y ofrecen un crecimiento económico compuesto. Sin embargo si se siguen consumiendo como en la actualidad, la humanidad enfrentará la devastación a mediados de este siglo o incluso antes.

Se identifican algunas de las causas de la crisis: la globalización de la economía capitalista, el crecimiento económico incesante y los aumentos dramáticos de la población mundial. Y la autodestrucción creativa entendida como una búsqueda despiadada de formas cada vez más imaginativas de extraer y agotar los recursos finitos del planeta es uno de los mecanismos del capital para (auto) destruir el planeta.

Por lo tanto, el cambio climático trae a primer plano la contradicción más destacable del capitalismo: que la existencia, el dinamismo y la expansión de ésta dependen del consumo continuo del mundo natural del que la vida depende para continuar con su existencia.

Aunque el cambio climático ha ganado atención mediática, señalaban los autores, las emisiones de GEI han aumentado en momentos de contracción económica (como en la crisis financiera de 2008), (ver figura 5).

Por otra parte, los autores sintetizan las conclusiones de cada capítulo:

Capítulo 2: ahí se estableció que la explicación sobre el cambio climático se puede encontrar en el soporte que el capitalismo corporativo encuentra en la explotación de la naturaleza. Pero la salida que se promueve dentro del propio sistema se plantea como una oportunidad para entender el riesgo. Además, las salidas que tienen que ver con el precio del carbón y otros mecanismos de mercado plantean que las emisiones de carbón son externalidades que pueden ser atendidas por el sistema económico.

Capítulo 3: se exploró cómo las empresas han construido el cambio climático como un espacio para el riesgo y la oportunidad empresarial, más que como un área de incertidumbre.

Capítulo 4: se señaló que las corporaciones influyen en el debate político sobre el cambio climático mediante prácticas como el cabildeo, la financiación de campañas y el marketing.

Capítulo 5: se apuntó que las corporaciones y los gerentes hacen llamamientos para justificar sus acciones sobre el cambio climático basándose en bienes sociales, incluido "el mercado" y la eficiencia industrial.

Capítulo 6: se investigó que los profesionales de la sostenibilidad se esfuerzan por equilibrar sus preocupaciones ambientales personales con sus deberes profesionales narrando discursos coherentes que mantienen su integridad ante la crisis.

Capítulo 7: se apuntó que las corporaciones han intentado generar una emocionalidad más positiva respecto a la crisis.

Capítulo 8: se argumentó que los mitos políticos nos han atado firmemente al credo de la autodestrucción creativa del capitalismo neoliberal.

Imaginando futuros climáticos alternativos

Una perspectiva movilizadora como la de Martin Luther King Jr presentada en el discurso Tengo un ensueño de 1963, es un ejemplo de inspiración política positiva, ya que su discurso despertó el apoyo a la campaña de derechos civiles. Sin embargo, los autores presentan el desencanto que la situación climática presenta en la actualidad.

King contrastó un futuro brillante con los horrores de la segregación racial y la discriminación, mientras que hoy en día los ciudadanos prósperos de las economías desarrolladas viven el sueño al tiempo que construyen la pesadilla que ya nos acecha a todos. Además, King dirigió su discurso a quienes tenían poco que perder y mucho que ganar. Enviar el mensaje sobre el cambio climático a la población en general no será fácil.

Confrontar a los consumidores occidentales respecto al cambio climático será una conversación difícil de tener. Las personas que pueden tener una buena calidad de vida no querrán dejarla (¿Quién dejaría de usar el aire acondicionado?). Así, los autores se preguntan cómo sería posible activar la discusión colectiva para buscar futuros alternativos. Por tanto, promueven 6 ideas que a continuación serán descritas.

Biocentrismo o nuestra relación con la naturaleza

Los autores proponen que cualquier movimiento hacia una mayor distribución de la riqueza tiene solo un valor limitado si no cuestiona la mercantilización de la naturaleza. Siguiendo a David Hatvey, los autores reafirman que la revuelta que pone a la naturaleza en la discusión requiere desafiar la privatización, monetización y comercialización de todos los aspectos del mundo natural.

Así, una perspectiva biocéntrica exige que la Tierra por sí sola establezca los límites de nuestra vida; lo cual no significa que se idolatra a la naturaleza, sino ampliar el pensamiento en términos de la posición de la humanidad en el universo: se debería de eliminar la distinción entre cultura y naturaleza.

Biosemiótica y la disrupción del lenguaje

Los autores proponen que se necesita de un relato diferente del cambio climático, uno totalmente en desacuerdo con la narrativa dominante y capitalista sobre el riesgo y oportunidad.

Se apunta que el cambio climático planteará cuestiones nuevas sobre la relación humana con el mundo natural y, al hacerlo, se deberá expresar utilizando nuevas maneras.

Promoviendo la democracia del carbón

La captura corporativa de la política, observada en el cabildeo, el apoyo de los think tanks, obstaculiza las narrativas alternativas. El ámbito de la política climática corporativa tiene diversas agendas, tanto a favor como en contra de los mecanismos de fijación de precios, pero se basa decididamente en el interés propio.

Entonces, si se introduce más transparencia en el cabildeo que impulse agendas alternativas,eso ofrecería mayor esperanza. Pero el hecho de donar tiempo y dinero para hacer que se escuche la voz de quienes impulsan esas alternativas se vuelve complicado, en un contexto donde esa es la forma en que funciona la democracia representativa en la actualidad.

Por tanto, lo necesario una democracia más directa y radical: "el movimiento global de disensión requiere iniciativas democráticas locales que pinchen el consenso hegemónico del imaginario capitalista". Así, se debatirían las alternativas y se reconocerían las consecuencias. Lo anterior podría tomar la forma de democracia deliberativa o las tensiones emergentes de la democracia local.

Los corolarios del cambio climático brindan la posibilidad de comprometerse democráticamente con los resultados desiguales del imaginario actual (ver, por ejemplo, la discusión política que siguió al huracán Katrina). Un solo imaginario no puede capturar las diversas experiencias de los efectos del cambio climático.

Valores medioambientales

Se afirma que la naturaleza se valoriza en el contexto del capitalismo verde. Este detalle la hace comparable e intercambiable. De esa manera, es necesario rechazar esa idea y eso se podría realizar si se le da una posición legal y reconocer la pluralidad de valores ambientales.

Más allá del consumidor verde

Los autores señalan que el consumo de productos y servicios "ecológicos" permite narrar una imagen positiva de esos consumidores. Así se produce una disonancia cognitiva individual y colectiva, creando identidades a través de los productos y servicios ecofriendly.

Pero, argumentan los autores, si se abre la disyuntiva entre creencias y acciones ecofriendly, se perturbaría la cómoda trama de narrativas de identidad verde, lo que podría generar mayor compromiso con movimientos políticos más amplios respecto al cambio climático. De esta manera, las representaciones de identidades son consideradas como recursos políticos importantes para que las narrativas alternativas se afiancen.

Abogar emocionalmente por el cambio climático

Los autores apuntan a que el cambio climático existe dentro de un entorno emocional volátil: cuando las personas contemplan su futuro, sienten miedo, desesperación, ansiedad e ira. Y si en lugar de negarlas, éstas se podrían utilizar para promover narrativas alternativas. Las cargas emocionales del cambio climático provienen habitualmente de reconocer la falta de equidad o justicia y podrían contribuir a tener una mayor solidaridad con aquellos que enfrentan condiciones materiales adversas.

Finalmente, las propuestas descritas anteriormente ayudarían a aceptar narrativas alternativas al imaginario capitalista para dar sentido al cambio climático: podrían ayudar a revertir y separar a "los hermanos del capitalismo y la democracia de la modernidad"; y podrían permitir que la democracia determinara el papel del capitalismo en tanto a la urgencia presente y futura.

Datos cruciales: 

1. En 2010, Pakistán experimentó las peores inundaciones que se recuerdan. Se estima que 20 millones de personas se vieron directamente afectadas.

2. En 2010, Rusia sufrió su peor ola de calor y sequía. Alrededor de 56 000 personas murieron.

3. En 2011, el suroeste de Estados Unidos se vio sumido en la sequía más devastadora de su historia.

4. En 2012, el hielo marino del verano del Ártico se derritió a un mínimo histórico.

5. En 2012, Nueva York fue azotada por el huracán Sandy.

6. En 2013, los arbustos en Australia ardieron durante el verano más caluroso del país.

7. En noviembre de 2013, el supertifón Haiyan azotó Filipinas, lo que provocó un estimado de 10 000 muertes.

8. En 2013, las concentraciones de CO2 excedieron las 400 ppm, un nivel no visto en este planeta durante al menos 800 000 años y tal vez tanto como varios millones de años.

9. Los ingresos de las 5 megacorporaciones de hidrocarburos (Royal Dutch Shell, ExxonMobil, BP, Sinopec y China National Petroleum), son equivalentes a 3% del producto interno bruto mundial (PIB).

10. Los ingresos de Royal Dutch Shell en 2012 superaron el PIB de 171 países, lo que convierte a sus 90 000 empleados en la 26 entidad económica más grande del mundo, por delante de Argentina y Taiwán.

11. Las emisiones de carbono son cada vez mayores, en los últimos años han crecido alrededor de 2% anual y en 2013 alcanzaron un récord de 9.9 ± 0-5 GtC (36 mil millones de toneladas de CO2), 61% por encima del nivel de 1990.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Los capítulos presentados dan pautas de cuáles son los roles de las corporaciones (sobre todo, las de la industria de hidrocarburos) en la crisis del cambio climático. Al ser sujetos que producen las emisiones de gas invernadero (GEI), éstas contribuyen al calentamiento global debido a que su principal objetivo es valorizar su capital y expandir sus actividades económicas a costa de rebasar los límites planetarios.

Estos capítulos son útiles para identificar cuáles son las medidas corporativas para suavizar o generar narrativas que las vuelven la solución al problema, ya que son vistas como los innovadores que salvarán al mundo. Ante la falta de acciones reales contra el cambio climático, los autores llaman a iniciativas desde la sociedad civil para hacer frente a las catástrofes en curso.

Hay que agregar que las corporaciones no sólo producen GEI, sino que sus actividades, dirigidas por la lógica de la autodestrucción creativa, también tienen otros efectos negativos como la contaminación, la deforestación, desechos, etc., los cuales impactan comunidades y provocan conflictos socioambientales.