Christina Goldbaum es corresponsal en la oficina de Kabul, Afganistán, también fue corresponsal extranjera en África Oriental, donde trataba temas sobre cambio climático, conflictos y derechos humanos. Vivió un año en Mogadishu, Somalia, investigando víctimas civiles de las operaciones militares de Estados Unidos. En 2018 comenzó a trabajar en The New York Times.

Joao Silva es un fotógrafo de guerra con sede en Johannesburgo, Sudáfrica. Se le asocia con el Bang-Bang Club, un grupo de fotógrafos que cubrió Sudáfrica desde el momento de la liberación de Nelson Mandela en las elecciones de 1994. También ha trabajado en África, los Balcanes, Asia Central, Rusia y el Medio Oriente y sus imágenes han ganado numerosos premios. Joao Silva ha documentado el costo humano de las guerras alrededor del mundo, los conflictos políticos y los desastres humanitarios en Ruanda, Sudán, Líbano, Irak y Afganistán, entre otros.

Tras la llegada de la covid-19, muchas personas alrededor del mundo que ya vivían al día, se quedaron sin trabajo, y en la actualidad están pasando hambre por la falta de empleo.

El Programa Mundial de Alimentos en conjunto con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, pronosticaron que los conflictos, la crisis económica y el cambio climático sean detonantes para incrementar los niveles de hambruna en los próximos cuatro meses en regiones de África, Centroamérica, Afganistán y Corea del Norte. Especialmente en África, debido al incremento de contagiados de coronavirus. Las zonas más alarmantes se encuentran en Etiopía, que es el país con los niveles más altos en hambruna a nivel internacional y el sur de Madagascar, que debido a la sequía ha aumentado la hambruna en la localidad.

Durante años, la hambruna ha ido incrementando especialmente en los países más pobres, que se enfrentan a múltiples problemáticas como los grupos armados, pobreza extrema, sequías e inundaciones que se han ido incrementando debido al cambio climático entre otros, por ende, la capacidad de respuesta a cada circunstancia se ve mermada, y con la crisis económica derivada de la pandemia, las personas alrededor del mundo que han perdido sus empleos siguen incrementando.

A medida que la crisis avanza y los países más desarrollados vuelven a la normalidad, los países menos desarrollados se hunden cada vez más en la crisis económica y por ende, alimenticia.

Tras las olas de coronavirus, han fallecido miles de personas que eran el sostén de la familia, dejando sin ingresos a las personas sobrevivientes. El cierre de locales informales de alimentos en Sudáfrica obligó a los ciudadanos a transportarse para conseguir alimentos a un mayor costo. Y en las zonas rurales, las sequías han estado acabando con el ganado, mermando los ingresos de los granjeros. Este tipo de problemáticas no son exclusivas de Sudáfrica, alrededor del mundo podemos ver situaciones similares o incluso en peores circunstancias como es el caso de Duncan Village, en Cabo Oriental, donde miles de habitantes han fallecido, otros tantos perdieron su trabajo y las sequías han impedido el crecimiento de alimento tanto para la población como para los animales.