El pensamiento crítico ante los desafíos de abajo

Cita: 

Zibechi, Raúl [2020], "El pensamiento crítico ante los desafíos de abajo", Bajo el Volcán, (2): 19-38, mayo-octubre, http://www.apps.buap.mx/ojs3/index.php/bevol/article/view/1909/1464

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
2020
Tema: 
Insuficiencia del pensamiento crítico para abordar la crisis civilizatoria
Idea principal: 

Raúl Zibechi es un escritor, pensador y activista uruguayo, dedicado al trabajo con movimientos sociales en América Latina. Entre sus obras se encuentran Cambiar el mundo desde arriba, Pensar las autonomías y Tiempos de colapso.

“Los conflictos anti-patriarcales y anti-coloniales, están mostrando los límites que presenta el pensamiento crítico occidental, euro y estadocéntrico” (p. 20). Este último ha entrado en decadencia a partir de la caída del socialismo real y no ha logrado articular un análisis que haga frente a la crisis civilizatoria en curso.

No obstante, los movimientos anti-sistémicos no son los únicos actores que ponen en evidencia los límites del pensamiento crítico. La crisis ambiental, climática y civilizatoria –procesos relacionados entre sí– ponen a debate los supuestos básicos de este pensamiento: la centralidad de la economía, el desarrollo y la concepción del progreso.

En este escenario, ideas entre la intelectualidad de izquierda siguen manteniéndose con fuerza, pese a demostrarse que “conducen a la humanidad hacia el colapso” (p. 20). Tal es el caso del concepto de revolución ligado a un futuro promisorio.

Conceptos como “Buen Vivir/Buena Vida” están reemplazando a otros como “modo de producción”. Lo mismo sucede con la sustitución de la centralidad del sujeto clase obrera por la reproducción de la vida, aportación de la teoría feminista. La razón de esto es la creciente aceptación de que los términos creados para explicar una realidad concreta no deben extenderse más allá de dicha realidad. Esta misma reflexión puede ser aplicable para conceptos como estructura y superestructura, dictadura del proletariado y socialismo como idea.

Este texto tiene por objetivo indagar los límites del pensamiento crítico y las maneras en que este puede superar los límites de las nociones occidentales. Nociones que ya no son capaces de emancipar en medio de la crisis civilizatoria, así como de las crecientes tensiones globales y que neutralizan el conocimiento tradicional por su anclaje con “la relación colonial sujeto-objeto” (p. 21).

Entre lo universal y lo particular
“Immanuel Wallerstein sostiene que los desafíos más importantes que se le presentan a las ciencias sociales anidan en el eurocentrismo/colonialismo y en el feminismo, a los que debemos agregar los distintos conceptos del tiempo social, la racionalidad y la modernidad” (p.21).

A pesar de sus críticas y retrocesos, persiste la pretensión de universalidad en las ciencias sociales y en el pensamiento crítico.

En 1956, Aimé Césaire denuncia la subordinación de “la cuestión colonial” a las demandas de los comunistas; algo que se acerca a las críticas de los movimientos feministas cuando se les ha pedido postergar sus exigencias hasta el logro de la revolución. En esta denuncia, Césaire aborda dos cuestiones importantes de destacar. La primera es su propuesta de una asociación amplia, flexible, inspirada en la comunidad y de carácter no vanguardista, en la cual los revolucionarios desempeñaran un papel de inspiradores; proyecto opuesto a la organización jerárquica y autoritaria pensada por los comunistas. La segunda es su rechazo a que estos últimos piensen en los pueblos como “meras piezas de una estrategia mundial” (p. 23). Aquí aborda la cuestión de la relación entre lo universal y lo particular y se posiciona a favor de que las izquierdas no se encierren en lo particular o se diluyan en lo universal.

Por otro lado, el sociólogo egipcio Anouar Addel-Malek pone a debate “la temporalidad de las ideas y su limitación en el tiempo y en el espacio” (p. 24). Para él, el término “descolonización” es propio de los “occidentocentristas”, ya que coloca a la colonización como centro del análisis. Addel-Malek, por tanto, se propone superar el colonialismo y el imperialismo. Razón por la cual se aboca a estudiar la particularidad histórica de las naciones mediante la dialéctica de lo específico, bajo la premisa de que “no hay universal sin comparaciones” (p. 24). Así, señala las limitaciones del marxismo como “concepción sociológica general” (p. 24). No obstante, argumenta que, siempre y cuando se aplique el “principio de la especificidad histórica” este pensamiento podría ser de gran validez para la comprensión de las civilizaciones no occidentales.

También, Addel-Malek manifiesta los límites de la teoría del imperialismo en la década de 1960. De acuerdo a su perspectiva, no es posible comprender el imperialismo –tampoco al colonialismo ni al patriarcado– sin analizar primeramente el conflicto entre los movimientos nacionalistas –y feministas–. “Limitarse al análisis de la acumulación en el centro, de la primacía del capital financiero y los monopolios, de la exportación de capital y de los intereses del complejo militar-industrial, implica sacrificar a quienes resisten en el altar del universalismo, o reducirlos a meros objetos de análisis” (p. 25). Ofrece, de esta forma, una mirada centrada en el conflicto y no en la estructura.

Sin embargo, la heterogeneidad de la región latinoamericana dificulta y hace incompleto al análisis de Abdel-Malek. En esta diversidad histórico-estructural el pensamiento crítico encuentra uno de sus límites mayores, ya que generaliza e impone ideas y conceptos del norte global por encima de las realidades y experiencias históricas de los pueblos.

Los pueblos originarios como sujetos del conocimiento crítico
“En las últimas décadas los pueblos han mostrado una notable capacidad de producir pensamientos propios, con base en sus experiencias y cosmovisiones” (p. 26).

Fausto Reinaga es un intelectual que parte de la praxis de la vida para interpretar la realidad. Este ejercicio le permite no restringirse a alguna corriente de pensamiento o disciplina académica y abordar los problemas globales desde el pensamiento indio. Reinaga inició en el marxismo-leninismo y posteriormente transitó de este pensamiento al indio y finalmente al amáutico. Para él, el indio es la nación oprimida que lucha por su liberación y que tienen una relación estrecha con la naturaleza y la vida. Bajo sus propias culturas, religiones y filosofías, el indianismo es el espíritu y la organización de su propia revolución. El pensamiento de Reinaga parte de la voluntad de liberación de un pueblo oprimido para ahondar en su relación con la naturaleza y poner en cuestión la primacía del ser humano. “Reinaga es el principal precursor de lo que hoy se denomina Buen Vivir” (p. 28).

Algunos aspectos del pensamiento amáutico son la circularidad del tiempo y la relación “diferente con el pasado” como objetivo de la acción colectiva, en vez del progreso.

Por otro lado, para los zapatistas, la tierra recuperada y el trabajo colectivo son aspectos inseparables. Este último es entonces el núcleo de su movimiento y su forma de autogobierno.

Existen puentes entre ambos pensamientos. Primero, tanto Reinaga como el subcomandante Moisés reflexionan sobre sus experiencias de vidas no desde las ideas de los libros, sino desde la sistematización de lo que hacen los pueblos en la lucha por su reproducción. Aquí aparecen dos cuestiones a destacar: que ninguno pretende codificar su experiencia como “teoría”, y que la auto-reflexión sobre las experiencias colectivas rompe la tradicional relación entre investigador e investigado, ya que “buscan fortalecer el entramado comunitario” (p. 29).

Después, la pluralidad de los sujetos: la madre tierra, los cerros y los ríos, los cielos y las plantas son parte de la interacción interna de los pueblos. Esta última relación es “el único modo posible para mantener una relación equilibrada con lo que occidente denomina ‘naturaleza’” (p. 29). En occidente, el tráfico de esclavos, el sistema de plantaciones y el genocidio de los pueblos fueron la base material que hizo posible la sistematización de la naturaleza y el pensamiento. Las rebeliones de esclavos y de pueblos originarios interrumpen este proceso de sistematización y control de la vida, al igual que el trabajo de investigación. De hecho, “el término investigación está intrínsecamente ligado al imperialismo y colonialismo europeos” (p. 30).

En tercer lugar, está la centralidad de la comunidad. Tanto para Reinaga como para Moisés, la comunidad representa los trabajos colectivos, que son los que sostienen la reproducción de la vida.

Algunos desafíos de los feminismos plebeyos
En la revolución mundial de 1968 se cuestionó el autoritarismo de las universidades parisinas y de otros países del Norte y del Sur. Pese a que haya pasado más de medio siglo desde ese acontecimiento, las feministas universitarias mantienen las mismas demandas; las denuncias por acoso, violencia y discriminación persisten en los espacios académicos.

No obstante, “el pensamiento y las prácticas feministas han desbaratado la cultura que giraba en torno a la idea de vanguardia, tanto en la política como en el arte, y pusieron seriamente en cuestión los modos académicos de conocer e investigar con base en la relación sujeto-objeto” (p. 31). También, las feministas han cuestionado las estructuras jerárquicas.

Las feministas han puesto sobre la mesa prácticas que pretenden un distanciamiento de las formas de organización tradicionales. Algunas optan por nuevas formas de tomar el espacio público que se alejan de la política representativa y estadocéntrica; mismas que han desembocado en tensas relaciones entre las feministas radicales e institucionales. En las universidades, las feministas jóvenes rechazan la competitividad y optan por la producción intelectual autónoma.

En su relación con otras generaciones, las feministas universitarias se han mostrado escépticas de los estudios de género universitarios y de las “especialistas”. Se rehúsan a acatar recomendaciones de las feministas más experimentadas por considerar que no cuenten con gran actuación en las calles y los colectivos de base. Las feministas más jóvenes utilizan métodos inéditos para denunciar a sus acosadores y exigen espacios separatistas para no ser agredidas.

De manera similar, las mujeres de las comunidades campesinas e indígenas son quienes llevan a cabo las actividades de reproducción de la vida y quienes juegan un rol central en la resistencia a las actividades destructoras del ambiente.

Para el caso del Frente de Mujeres Defensoras de la Pachamama, creado en 2008 por campesinas e indígenas, se ha dicho que es “la posición social de las mujeres la que les permite una mayor comprensión de las prioridades para la supervivencia de las familias y tienen, entre otras cualidades, un contacto estrecho y afectivo con el agua que contaminan las mineras” (p. 34). Es, por tanto, su papel de madres y parteras el que les permite comprender la urgencia de la defensa de la vida… “quizá por eso los liderazgos colectivos surgen de modo natural” (p. 35).

Recapitulando
“La crisis civilizatoria sucede cuando los nuevos problemas no pueden resolverse con los recursos que tienen esa civilización” (p. 35). El pensamiento crítico surgió en el Norte bajo el espectro de las revoluciones francesa y rusa y de la experiencia de la Comuna de París y del movimiento obrero y socialista de aquella época. En ese sentido, los conceptos surgidos en esa situación no pueden ser traslados a otras realidades sin caer en prácticas coloniales.

La crisis sistémica y civilizatoria empuja a América Latina a inspirarse en los movimientos feministas y de los pueblos originarios para superar las limitantes del pensamiento crítico eurocéntrico. Mientras las mujeres nos enseñan formas no patriarcales de hacer política basados en la reproducción, los pueblos se centran en la comunidad como forma de vida, resistencia y creación.

“Cuando se anudan los feminismos de abajo y los pueblos originarios, como empieza a suceder con el torbellino de las crisis que padecemos, todo es posible” (p. 36).

Nexo con el tema que estudiamos: 

Las perspectivas ajenas al pensamiento crítico occidental son necesarias para pensar y plantear alternativas a la crisis civilizatoria en curso. El texto de Zibechi ofrece un panorama de estas (utilizando el ejemplo de las feministas y los pueblos originarios) en el escenario específico de América Latina.