Jeannette Cwienk: periodista independiente, se especializa en temas de medio ambiente. Tiene artículos publicados en periódicos como: Deutsche Welle (DW), G1, Indian Express, Homeland Security News Wire, WebPublicaPress. Reside en Alemania.

Según lo reportado hasta el año 2019, más de la mitad de la electricidad renovable del mundo se generaba a partir de la energía hidroeléctrica, según la red Ren21, con sede en París. Pero las sequías están provocando las mayores caídas en la generación de energía hidroeléctrica en décadas.

En las regiones del norte y sur del continente americano se han tomado medidas para evitarlo. Las autoridades brasileñas están reactivando las centrales eléctricas que funcionan con gas natural, volviendo a hacer crecer las emisiones de gases de efecto invernadero, al igual que los precios de la electricidad. Algo similar está ocurriendo en California donde se permite a la industria y la navegación generar energía con diesel. Aunque no sólo son las sequías la alerta, sino también las lluvias torrenciales y las inundaciones pueden paralizar la generación de energía hidroeléctrica.

Para África, la energía hidroeléctrica representa más del 80% de la generación de electricidad, según la Agencia Internacional de la Energía (por sus siglas en inglés, AIE). Según Cwienk, a partir de 25 a 35 años, los costos de mantenimiento en las centrales se encarecen y ocasiona que se evite el uso de la energía hidroeléctrica en los países de desarrollo.

Sin embargo, dado que las centrales hidroeléctricas no solo suelen interferir masivamente en el ecosistema, sino que también pueden convertirse en un peligro para las personas, dificultan la migración de peces, y desmantelan la acumulación de sedimentos en las riberas. En el caso de lluvias intensas, desarrollan una fuerza enorme, sobre todo si los embalses tienen que abrirse para evitar un desbordamiento.

Un grave riesgo para la población. Una opción viable es la construcción de nuevas centrales cuyo sistema tendría que construirse de forma que los ríos siguieran siendo lo más permeables posible, tanto para las masas de agua durante las crecidas como para los peces y los sedimentos. La gestión de las instalaciones también debe imitar la dinámica natural y no cambiar la velocidad del flujo natural. Las centrales hidroeléctricas deben ser más pequeñas y el suministro más descentralizado.

Otra forma que la autora destaca es el uso de las denominadas turbinas de flujo, que se cuelgan en medio de un río y generan electricidad a partir de la velocidad del flujo del agua, son especialmente permeables. También funcionan con niveles bajos de agua, no requieren grandes obras y son adecuadas para zonas remotas, pero no pueden abastecer a zonas urbanas. Siendo estas opciones un aspecto sólo intermitente para combatir el cambio climático.