World Scientists' Warning of a Climate Emergency 2021

Cita: 

Ripple, William et al. [2021], "World Scientists' Warning of a Climate Emergency 2021", Bioscience, 28 de julio, https://doi.org/10.1093/biosci/biab079

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Miércoles, Julio 28, 2021
Tema: 
Indicadores del cambio climático 2021
Idea principal: 
William J. Ripple es profesor de ecología en la Universidad Estatal de Oregon. Es autor de más de 100 artículos científicos, la mayoría de los cuales tratan sobre cascadas tróficas. Es el principal autor de los artículos World Scientists' Warning to Humanity.

En 2019, William J. Ripple y un grupo de investigadores advirtieron y establecieron la existencia de una emergencia climática, misma que fue respaldad por más de 11 mil firmas de científicos pertenecientes a 153 países. En este estudio, se hizo un llamado a un cambio transformativo. Asimismo, 1 990 jurisdicciones de 34 países han declarado formalmente o reconocido dicha emergencia (ver figura 1p). Sin embargo, al tiempo, han ocurrido desastres naturales relacionados con el clima sin precedentes y ha aumentado la evidencia de que hemos cruzado – o nos hemos acercado a– puntos de inflexión asociados con partes críticas del Sistema Tierra. Bajo este escenario se vuelve imperante el fácil acceso a información breve, frecuente y actualizada sobre la emergencia climática.

Tendencias recientes de los signos planetarios vitales
En este artículo –que es una actualización de uno con el mismo nombre que se llevo a cabo en 2020– se investigan los cambios de los signos planetarios vitales durante el último año.

Comida. Por primera vez, los números de ganado rumiante han pasado los 4 billones, lo que excede en gran medida la masa de humanos y mamíferos silvestres (ver figura 1c). No obstante, la producción de carne per capita ha disminuido en 5.7% entre 2018 y 2020 (ver figura 1d). Se espera que el consumo y la producción de carne sucedan hasta que exista un cambio total hacia las dietas basadas en plantas o se incremente el uso de sustitutos de carne. Estos últimos aumentan en popularidad: se espera que, para 2026, su mercado tenga un valor de 3.5 miles de millones de dólares.

Selva amazónica. La Amazonía brasileña sufrió la destrucción de 1.11 millones de hectáreas; la cifra más alta en 12 años (ver figura 1g). “La degradación forestal por incendios, sequías, tala y fragmentación ha provocado que esta región actúe como fuente de carbono en lugar de un sumidero” (p. 1).

Figura 1

Economía del clima. El Producto interno bruto mundial decreció 3.6% en 2020 debido a la pandemia por Covid-19, pero se espera que incremente hacia un récord histórico (ver figura 1e). Los combustibles fósiles incrementaron 6.5 trillones de dólares entre 2018 y 2020 (ver figura 1j), al tiempo, sus subsidios alcanzaron un récord mínimo de 181 miles de millones de dólares en 2020 –una disminución de 42% respecto a los niveles de 2019– (ver figura 1o). Sustentadas por los precios de carbono, se espera que las emisiones de gases de efecto invernadero aumenten de 14.4% a 23.2% entre 2018 y 2021 (ver figura 1m). El precio ponderado de cada tonelada de dióxido de carbono ha permanecido demasiado bajo: 15.49 dólares en 2020. Esta cifra deberá incrementarse en gran medida si se busca frenar el uso de combustibles fósiles (ver figura 1n).

Uso de energía. A pesar del decremento del consumo de combustibles fósiles y de las emisiones de dióxido de carbono per capita ocasionado por la pandemia (ver figuras 1h, 1k, 1l), se espera que estas variables aumenten significativamente con las cifras del 2021. Por el otro lado, el consumo de energía solar y eólica aumentó 57% entre 2018 y 2021, aunque su empleo sigue siendo 19 veces más bajo que el de los combustibles fósiles (ver figura 1h).

Gases de efecto invernadero y temperatura. En 2020 y 2021, la concentración atmosférica de tres importantes gases de efecto invernadero alcanzaron cifras récord. Se trata del dióxido, el metano y el óxido nitroso (ver figuras 2a-2c). Asimismo, “el año 2020 fue el segundo más caluroso registrado, y cinco de los años más calientes de los que se tenga registro han ocurrido desde 2015” (ver figuras 2d y S3d) (p. 3).

Figura 2

Deshielo. Recientemente, la masa de hielo en Groenlandia y la Antártida ha alcanzado los niveles más bajos hasta la fecha (ver figuras 2f y 2g). El derretimiento de los glaciares es mucho más rápido de lo esperado: actualmente, pierden 31% más hielo y nieve del que perdían quince años atrás.

Cambios en los océanos. Tanto el calor contenido en los océanos como los niveles del mar han fijado nuevos récords (ver figuras 2i y 2k). El promedio del pH del océano llegó a su segundo mínimo hasta la fecha (ver figura 2j). Esta situación es peligrosa dado que reduce la resiliencia de los arrecifes de coral.

Política climática. Los signos planetarios vitales que se han presentado demuestran las consecuencias de la persistencia de priorizar las ganancias económicas. La pandemia por Covid-19 demostró que ni siquiera los grandes decrementos en el transporte y el consumo son suficientes; en su lugar, se requieren cambios sistémicos. “La acción climática a gran escala se necesita de manera urgente” (p. 4). La limitación temporal nos empuja a priorizar reducir inmediata y drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero de corta duración, especialmente el metano.

También, se requiere reconocer que el calentamiento global no es el único síntoma de los problemas del Sistema Tierra. Las políticas para remediar la crisis climática no deben enfocarse únicamente en este aspecto, sino abordar la raíz de las perturbaciones en el planeta: la sobreexplotación. “Hasta ahora, los intentos para remediar la situación solo son capaces de redistribuir la presión de la humanidad sobre la Tierra” (p. 4).

Para hacerle frente a esta sobrexplotación, se sugieren acciones en seis áreas: (1) energía, eliminando los combustibles fósiles y transitando hacía energías renovables, (2) contaminantes del aire de corta duración, deteniendo el uso de carbón negro (hollín), metano e hidrofluorocarbonos, (3) naturaleza, restaurando y protegiendo permanentemente a los ecosistemas, (4) alimento, cambiando a dietas basadas en plantas, reduciendo los desechos de comida y promoviendo prácticas de cultivo, (5) economía, transitando del crecimiento económico infinito y el sobreconsumo hacía economías ecológicas y circulares, (6) población humana, estabilizando y reduciendo gradualmente la población. Todos estos cambios deberán tener como base la justicia social; priorizar las necesidades humanas básicas y la reducción de la desigualdad.

Adicionalmente, se plantea seguir la implementación de tres políticas en el corto plazo: (1) la implementación de un precio mundial de carbono, (2) la eliminación y eventual prohibición de los combustibles fósiles y (3) el desarrollo de reservas climáticas estratégicas para proteger y restaurar los sumideros naturales de carbono y la biodiverisdad.

Una última palabra
Los datos expuestos reafirman la declaración de emergencia climática y llaman de nueva cuenta a un cambio rápido y transformativo que permita permanecer dentro de los límites planetarios. Las nuevas políticas climáticas deberían formar parte de los planes de recuperación del Covid-19.

Datos cruciales: 

1. La figura 1 muestra series temporales de las actividades humanas globales relacionadas con el clima. En los paneles (a), (d), (e), (i) y (m), los datos más recientes se tratan de proyecciones; en el panel (f), la pérdida de cobertura arbórea no contabiliza la ganancia forestal e incluye la pérdida por cualquier causa.

2. La figura 2 muestra series temporales de respuestas relacionadas con el clima. Los datos obtenidos antes y después de la versión anterior de este artículo se muestran en gris y rojo respectivamente. Para las variables con una variabilidad relativamente alta, las líneas de tendencia de regresión local se muestran en negro. Las variables se midieron con varias frecuencias (anual, mensual, semanal). Las etiquetas en el eje x corresponde a los puntos medios de los años.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Las mediciones para estimar la magnitud y peligrosidad del cambio climático, así como de la incidencia de las actividades humanas en este procesos son necesarias para ubicar en qué punto de la catástrofe ambiental y social nos encontramos y, con ello, saber desde dónde estudiarlas. También, sirven para valorar los distintos cursos de acción.