Marxism and STS: From Marx and Engels to COVID-19 and COP26

Cita: 

Sheehan, Helena [2021], "Marxism and STS: From Marx and Engels to COVID-19 and COP26", MR online, 11 de diciembre, https://mronline.org/2021/12/11/marxism-and-sts-from-marx-and-engels-to-...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Sábado, Diciembre 11, 2021
Idea principal: 

Helena Sheehan es profesora emérita en la Dublin City University en Irlanda, donde enseñó historia de las ideas en general. Sus libros incluyen Marxism and the Philosophy of Science: A Critical History, The Syriza Wave, Navigating the Zeitgeist y Until We Fall.


Durante la reciente conferencia de la Sociedad para el Estudio Social de la Ciencia, la autora llegó a la conclusión de que la historia del marxismo en relación con los estudios de ciencia y tecnología es una historia cada vez más olvidada.

Desde sus inicios, la teoría marxista se tomó la ciencia muy en serio: por su promesa económica en la construcción de una sociedad socialista y por su poder revelador en la comprensión del mundo. Además, el marxismo consideraba que la ciencia estaba indisolublemente unida a los sistemas económicos, los desarrollos tecnológicos, los movimientos políticos, las teorías filosóficas, las tendencias culturales, las normas éticas y las posiciones ideológicas.

La autora agrega que la dicotomía objetivista/constructivista nunca pudo captar la dinámica epistemológica de todo lo humano y su relación con la ciencia. Tampoco el dualismo internalista/externalista podría jamás hacer justicia al campo de fuerzas interactuantes poniendo atención en el proceso historiográfico.

Para el marxismo, el conocimiento se concibió siempre como interactivo: no había objeto sin sujeto, ni acceso a un mundo externo sin el aparato socialmente evolucionado de conceptualización del mismo. Tampoco había ideas no moldeadas por la historia. Marx y Engels estaban en sintonía con la ciencia de su época e integraron esta conciencia en el centro de su pensamiento, en el desarrollo de la tradición intelectual y el movimiento político que ellos construyeron.

Posteriormente, la siguiente generación de marxistas, durante el período de la Segunda Internacional, también prestó una atención aguda al desarrollo de la ciencia y hubo debates entre ellos y otros acerca de sus implicaciones y consecuencias.

Después de la Revolución Rusa, se dio una intensificación de dichos debates en la sociedad soviética, debido a que la ciencia era una necesidad en la construcción de un nuevo orden social. Entrelazado con todos los debates intelectuales de la época hubo una intensa lucha por el poder. La autora relata que había tensión entre una intelectualidad marxista más cosmopolita, expuesta a amplias influencias intelectuales, acostumbrada a mezclarse con pensadores de muchos puntos de vista, y otra fracción de la intelectualidad marxista que había surgido bajo la revolución, nunca habían estado en el extranjero, no sabían idiomas extranjeros, tenían poco conocimiento detallado de las ciencias naturales o de la historia de la filosofía, y nunca se mezclaron con exponentes de otras tradiciones intelectuales.

La autora señala que algunos se inclinaban más a citar la autoridad de textos clásicos o decretos de partido que a entablar un debate teórico. Lo anterior aceleraba su carrera y se los convertía en profesores, directores de institutos y miembros de juntas editoriales, ocupando puestos de autoridad sobre intelectuales de reputación internacional. Eso generó un gran drama.

Los intelectuales más cosmopolitas llegaron a Londres en 1931 a la conferencia más conmemorada de la historia, según la autora. Así, la noticia del Segundo Congreso Internacional de Historia de la Ciencia se extendió a los medios de comunicación con la llegada de una delegación soviética encabezada por N. I. Bukharin y otros reconocidos en la historia de la ciencia.

El congreso de 1931 llevó las fuerzas que ya estaban en movimiento a un nuevo nivel de interacción. Durante ese congreso, las visiones del mundo contrastantes entraron en colisión. La mayoría de los asistentes eran historiadores profesionales de la ciencia o científicos con un interés anticuario por la historia, quienes discutían sobre los temas desde una perspectiva positivista. En contraste, los soviéticos discutieron la ciencia en conexión con la filosofía y la política desde una perspectiva histórica mundial.

Los debates en el congreso de 1931 marcaron las ideas de destacados científicos como J. D. Bernal y J. B. S. Haldane, quienes se volvieron marxistas y dieron lugar a un movimiento científico radical en la década de 1930.

Bernal consideró que el marxismo proporcionaba un marco integral de análisis. Para Bernal, el marxismo era una filosofía derivada de la ciencia que iluminaba el camino de la ciencia hacia adelante. También, consideraba que el marxismo proporcionaba un método para coordinar los resultados experimentales de la ciencia y unificar sus diferentes ramas en una perspectiva socio-histórica profunda. A esto se le denominó “Estudios de la Ciencia y la Tecnología (STS, por sus siglas en inglés).

La influencia del marxismo se extendió cada vez más después de 1945: en Europa del Este, el marxismo se convirtió en la fuerza dominante en las universidades, institutos de investigación y revistas académicas de los nuevos estados socialistas. También se extendió a Asia, América Latina y África durante los movimientos de liberación nacional.

Se realizó un trabajo serio en el desarrollo del enfoque STS, particularmente en la exploración de las implicaciones filosóficas de las ciencias naturales. Este fue el caso en las academias de Europa del Este, particularmente en Alemania del Este. La autora asegura que el marxismo combinó la atención al avance de los resultados de las ciencias empíricas, el desarrollo de un marco filosófico y la conciencia del contexto socio-histórico de todo ello.

Las décadas de 1960 y 1970 pusieron al marxismo en la agenda de una nueva manera en el resto del mundo donde el capitalismo dominaba. El fermento de la Nueva Izquierda invadió especialmente América del Norte y Europa Occidental. En esta época, se consideraba que la filosofía, la sociología, la literatura, la ciencia, todo conocimiento, estaba ligado al poder.

Los campi universitarios y las conferencias académicas estaban llenos de “pasión y polémica”. Revistas como Radical Philosophy, Insurgent Sociologist, Science for the People, Radical Science Journal y Science as Culture dieron expresión a lo anterior. La autora relata que estaba interesada en el marxismo, debido a que éste presentaba una visión global del mundo y le intrigaban las formas en que los movimientos intelectuales estaban arraigados en fuerzas socio-históricas.

Así, para la autora, la investigación de su libro Marxism and the Philosophy of Science: A Critical History fue una aventura absorbente, especialmente durante sus intervalos en la Unión Soviética. En su viaje por el marxismo, la autora no podía entender por qué sus contemporáneos, especialmente los marxistas británicos, le dieron la espalda a la generación anterior de marxistas británicos y acudieron en masa a Althusser o Foucault.

Por otra parte, el libro de Gary Werskey The Visible College fue quizás el trabajo más sustancial que medió entre estas generaciones sobre la cuestión de la ciencia. Por otr parte, el texto "Science is social relations" de Robert Young fue la exposición más explícita y provocativa de una nueva posición de la izquierda sobre la ciencia.

El texto de Young era una reacción contra la opinión según la cual la ciencia en sí es neutral y que sólo el uso o abuso de la ciencia es ideológico. Young sostuvo que la ciencia como tal es ideológica. Entonces, para Young, la ciencia equivalía a la ciencia capitalista.

Sin embargo, la URSS, Alemania Oriental, Checoslovaquia y Yugoslavia desaparecieron del mapa en 1990. Este contexto histórico afectó a la academia marxista disminuyéndola al marginar a los pensadores marxistas cuando ya no era la teoría hegemónica.

No obstante, para la autora, el marxismo aún tiene mucho qué ofrecer. Ahora bien, ¿qué es lo que el marxismo tiene para ofrecer a la ciencia en la actualidad? Según Sheehan, la ciencia y la STS parecen estar floreciendo en el sentido de que hay mucho financiamiento; sin embargo, muchos estudios son breves y superficiales y están impulsados ​​por la demanda del mercado y la carrera profesional acelerada más que la búsqueda intelectual. Así, la autora concluye los estudios sobre la ciencia y la tecnología no suelen estar fundamentados empíricamente, integrados filosóficamente ni contextualizados socio-históricamente. Eso es justamente lo que el marxismo podría aportar al quehacer científico.

La autora identifica que una nueva ortodoxia ha tomado el mando, al ejercer un poder sistémico a escala global. Las universidades están siendo aprovechadas para operar por las normas del mercado y la supervivencia del más apto en la competencia comercial está superando todas las otras formas de validación, particularmente los criterios de verdad, etc. Las universidades son un terreno en disputa. Para la autora, el ambiente universitario ha cambiado drásticamente con respecto al que prevalecía en las décadas de 1960 y 1970. En la actualidad hay una perspectiva muy limitada y un alejamiento del compromiso en el ámbito universitario, ya sea a través de “la miopía, la ignorancia, la superficialidad, la conformidad, el miedo o el desenvolvimiento”.

La autora identifica que en varias áreas del conocimiento, la conceptualización es débil y confusa, al tiempo que la contextualización es fina y aleatoria. El marxismo ha alimentado en la autora una demanda de “conceptualización fuerte y lúcida”, de “contextualización densa y sistémica”. Muchos estudios sociales de la ciencia, todavía son demasiado débiles en la conceptualización y contextualización, menciona ella.

Durante los debates científicos que se dieron en la década de 1990, la autora estuvo de acuerdo con quienes querían defender la capacidad cognitiva de la ciencia contra el antirrealismo epistemológico, el irracionalismo, el misticismo, el convencionalismo, especialmente contra el posmodernismo. La autora considera que en esos debates el marxismo hubiera aportado luz a las discusiones.

En cuanto a la filosofía, muchos filósofos profesionales la han reducido a tecnicismo esotérico o a “tonterías ofuscadoras”. No obstante, el marxismo sigue siendo una alternativa. Para la autora, el marxismo “sigue siendo superior a cualquier cosa en la escena”, debido a que es una forma de ver el mundo en términos de un patrón complejo y dinámico de procesos interconectados, donde otros solo ven detalles desconectados y estáticos. Con la teoría marxista se puede revelar cómo las estructuras económicas, las instituciones políticas, los códigos legales, las normas morales, etc., son productos de un patrón de desarrollo histórico conformado por un modo de producción.

Además, el marxismo como filosofía de la ciencia es materialista en el sentido de explica al mundo natural en términos de fuerzas naturales y no poderes sobrenaturales. Es dialéctica porque tiende a ser evolutiva, a pensar en los procesos y su desarrollo. Es radicalmente contextual y relacional debido a que ve todo lo que existe dentro de la red de fuerzas en la que se inscribe. Es empirista, pero sin ser positivista ni reduccionista.

El marxismo ha ocupado un lugar destacado en la historia de la filosofía. En la actualidad no es tan influyente, pero está ahí de formas que no siempre se reconocen. Esto se puede observar con el resurgimiento del interés en el marxismo en relación con la ciencia, en el contexto de la emergencia planetaria actual, particularmente la catástrofe climática que se avecina y la pandemia de covid-19.

Para la autora, el cientificismo positivista tiene una capacidad limitada, pues no capta los procesos en su totalidad. Asimismo, la ciencia bajo el capitalismo se ha vuelto problemática y solo el análisis sistémico puede contribuir a resolver sus problemáticas. Por ejemplo, las estadísticas sobre emisiones de carbono o pérdida de biodiversidad necesitan ser abordadas teniendo en mente el sistema que creó el problema.

A este respecto, se escribe mucho desde el punto de vista marxista. Los trabajos de John Bellamy Foster, Ian Angus y Andreas Malm, conectan la ciencia con la filosofía, la sociología y la economía política; así como plantean el panorama completo en un enfoque claro.

Lo mismo ocurre con la pandemia actual: las estadísticas sobre casos de covid-19, hospitalizaciones, muertes, vacunas, etc., son limitadas si no se reflexiona sobre qué condiciones han creado esta pandemia. A este respecto, marxistas, como Mike Davis y Rob Wallace, predijeron que se avecinaba una pandemia de ese tipo y demostraron cuando se produjo cómo estaba ligada a los circuitos del capital.

Así, los marxistas utilizan el pensamiento sistémico que demandan estas crisis al esclarecer las causas y señalar las soluciones difíciles de lograr. Para la autora, son más las personas que se dan cuenta de lo anterior. Un ejemplo se puede observar en las manifestaciones que se dieron fuera de las las instalaciones donde se llevó a cabo la COP26.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El texto es útil porque señala los puntos clave epistemológicos y filosóficos que el marxismo puede ofrecer a la hora de hacer ciencia. Así, el marxismo creó una sólida construcción conceptual sistémica que da cuenta de la interrelación entre los diversos procesos sociales y naturales, así como de su interacción dialéctica. Esto es útil porque se coloca como un paradigma de estudio de la realidad social y del cual se puede tener una construcción científica amplia.