Naomi Klein es periodista, escritora y activista. Colabora en medios como The Nation y The Guardian. Es autora de varias obras; entre ellas, Esto lo cambia todo y La doctrina del shock.

Cada vez hay más inseguridad sobre la capacidad del capitalismo para solucionar la crisis climática sin transformar la estructura económica. Se cuestiona a los incentivos de mercado y las intervenciones tecnológicas como los salvadores. “Se volvió raro escuchar que la afirmación del colapso ecológico es exagerada y que tenemos tiempo de sobra para solucionar el problema”.

Ante el desánimo, la única esperanza es una respuesta de la magnitud del Green New Deal. Aunque, primordialmente en algunos círculos periodísticos, se considera que estas transformaciones no son posibles por ser demasiado.

Estas objeciones comienzan a parecer extrañas frente a un mundo que arde en llamas: ciudades enteras protestan contra la violencia policial racista y grandes incendios suceden en distintas latitudes a causa del cambio climático.

Luego, la pandemia por coronavirus forzó la implementación de cambios severos y veloces. “El año pasado desmintió la idea de que las sociedades del capitalismo tardío son incapaces de transformaciones radicales en un plazo determinado”.

Los costos económicos y humanos de la pandemia afectaron principalmente a los trabajadores más precarios, así como a los pequeños comercios, y sirvieron de excusa para despidos masivos.

Por su parte, los gobiernos tomaron medidas frente a esta situación. No obstante, la asistencia a los individuos y pequeños comercios es insignificante si se le compara con los recursos que se destinaron a las empresas más ricas. A esto se le suma el nacionalismo de las vacunas: los países más ricos concentran las dosis y la producción.

Estos cambios radicales de desarrollaron en un lapso de un año, lo que demuestra que la idea de que los seres humanos no podemos enfrentar la crisis climática por ser demasiado no es verdadera. “Está claro que cuando las sociedades deciden tratar una emergencia como una emergencia, un enorme abanico de posibilidades se abre instantáneamente”. Y, cuando las personas entendemos que los gobiernos actúan a favor de la vida, aportamos a la causa con entusiasmo.

Esto podría significar que ahora tenemos más posibilidades de alcanzar el Green New Deal que antes de la pandemia. Las múltiples crisis (el colapso climático, la pobreza, el subempleo y los sistemas de dominación racial y de género) deben abordarse juntas. La pandemia nos demostró el por qué las respuestas requieren un enfoque interseccional y multifacético.

La COVID-19 se propagó principalmente en “donde los cuerpos están sobrexigidos, traumatizados, estresados o envenenados”: en los depósitos de Amazon, en las plantas industriales de empaque de productos cárnicos, en los albergues de trabajadores hacinados. También en aquellos sitios en donde se encierra y excluye a los seres humanos: cárceles, centro de detención de inmigrantes, favelas, hogares de ancianos. “Es cierto, el virus puede infectar a cualquiera. Pero los cuerpos debilitados por el estrés de la pobreza, la contaminación y el racismo sistémico demostraron ser mucho menos capaces de defenderse”.

El racismo y la desigualdad también repercuten en las soluciones a la pandemia. La actividad económica se reanudó una vez que se demostró “que el virus amenazaba sobre todo a aquellos que habían sido previamente descartados”. El punto más álgido fue el video de los oficiales de Minneapolis asfixiando al afroestadounidense George Floyd.

Esta situación es prueba de que no se puede elaborar una respuesta a la crisis climática que deje de lado las otras crisis. “En realidad, todo desastre a gran escala, independientemente de si comienza en el cuerpo o en la atmósfera, contiene virtualmente en su interior a todos los otros desastres”. Con la pandemia, los problemas que ya existían empeoraron y quienes eran tratados como desechables se convirtieron en sacrificio. Esta lección debe motivar “una perspectiva de cambio holística”.

Esta época de cambios drásticos y acelerados nos llevan a pensar en posibilidades que antes descartábamos. De la misma forma en que los gobiernos pudieron costear los salarios de millones de trabajadores para que permanecieran en sus hogares, pueden cubrir los costos del desarrollo de trabajos verdes. Si fue posible disminuir bruscamente el tráfico aéreo para limitar los contagios, el transporte puede racionarse para reducir las emisiones de carbono.

Las soluciones no vendrán de forma sencilla, ya que “la política es proclive a cambiar bruscamente de dirección”. En distintos países, el autoritarismo de los gobiernos creció amparado por la pandemia.

Por su parte, bajo el discurso de “retomar el crecimiento”, las industrias mayormente responsables de la crisis climática recibieron millones de dólares y se encuentran por ganar beneficios impositivos y regulatorios.

Frente a la duda de si tendrán éxito las acciones que se emprenderán a raíz de la pandemia, vale la pena recordar que, además de la doctrina del shock, las sociedades han respondido a las crisis con herramientas como el New Deal, de Franklin Delano Roosevelt, que ahora inspira al Green New Deal.

Los desastres de la pandemia, que se intensifican progresivamente por el cambio climático, así como el desempleo masivo y el racismo sistémico, requieren de una perspectiva del futuro audaz y holística. Dicho de otra forma, “el futuro será de quien esté dispuesto a tomarlo”.

Es esencial comprender que no hay retorno de la crisis. Las cosas pueden empeorar o mejorar. “El resultado dependerá de lo que decidamos llevar con nosotros y de lo que estemos dispuestos a dejar atrás”.