El sistema-mundo de Wallerstein y su transformación. Una lectura crítica

Cita: 

Osorio, Jaime [2015], "El sistema-mundo de Wallerstein y su transformación", Argumentos. Estudios críticos de la sociedad, (77): 129-156, México, UAM-X, https://argumentos.xoc.uam.mx/index.php/argumentos/article/view/136

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Abril, 2015
Tema: 
Una crítica al Sistema-mundo de Wallerstein.
Idea principal: 
Jaime Osorio es sociólogo, investigador y profesor de origen chileno radicado en México. Trabaja como profesor e investigador en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Xochimilco. Es conocido por sus aportes a la teoría marxista de la dependencia y a las discusiones sobre el estado en América Latina, así como por sus reflexiones sobre la epistemología en las ciencias sociales.

Introducción

Para Jaime Osorio el marxismo es un cuerpo teórico con diversos niveles de análisis que tienen sentido en la explicación de la realidad social del capitalismo mediante el uso de distintos grados de abstracción y concreción. Este cuerpo teórico aborda problemas desde lo más abstracto, en la escala del sistema-mundo que condensa los procesos del capitalismo como modo de producción, hasta niveles más particulares de las diversas formas de capitalismo (central o periférico/dependiente) con nociones de formación económico-social, patrones de reproducción, Estado, fracciones y sectores y otros agrupamientos sociales. Y finalmente puede aterrizar en análisis de la coyuntura el “nivel de reflexión más concreto, en tanto 'síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso'” (p. 132).

En conjunto, estos niveles “conforman una unidad diferenciada, donde cada uno, si bien forma parte de una unidad, reclama su particularidad” (p. 133). Ubicarnos en uno u otro nivel siempre estará determinado por el tipo de problema (teórico/histórico) específico por abordar.

Una falsa dicotomía: el todo o sus partes

El trabajo de Immanuel Wallerstein considera al sistema-mundo como única unidad de análisis válida (único sistema social), dejando al resto de unidades y entidades sin consistencia real (Estado, sociedad nacional…). Para Osorio esto es válido pero limitante, puesto que “la realidad social [no] puede ser explicada sólo desde un nivel de análisis” (p. 134). Se argumenta que Wallerstein quedó atrapado en un todo (sistema-mundo) donde las partes solo son componentes sin dinámicas propias, excluyendo mucha información de los casos particulares, de sus procesos y relaciones. En sí mismo parece un sinsentido, pues el entendimiento mismo del sistema-mundo requiere considerar el análisis de otros niveles más concretos de reflexión. Para Osorio, tomar el camino de Wallerstein no sólo es erróneo sino que conduce a equívocos “porque en la organización capitalista unos y otros se requieren y se explican en sus relaciones; también porque ello conduce a vaciar teóricamente no sólo las unidades no asumidas, sino también aquellas consideradas como primordiales” (p. 136).

El vaciamiento teórico del sistema-mundo wallersteiniano

El sistema-mundo de Wallerstein es una economía-mundo capitalista. El uso del guión (–) hace referencia no a un sistema que abarca todo el mundo, sino a un sistema o economía que es un mundo en sí mismo. Entre sus instituciones más relevantes se destaca el mercado, las empresas, los Estados, unidades domésticas, clases y grupos, a su vez se distinguen cuatro áreas principales en el sistema-mundo: centrales, semiperiféricas, periféricas y arena exterior. En lo fundamental, este planteamiento retoma la noción centro-periferia de Raúl Prebisch sobre un mercado mundial heterogéneo. Jaime Osorio señala las deficiencias de este enfoque dado que no puede explicar procesos como el subdesarrollo en regiones como América Latina al mirar únicamente el fenómeno de las transferencias desiguales en el comercio del mercado mundial sin cuestionar la reproducción del capital y clases dominantes en la periferia (p. 138).

Por otro lado, las denominaciones de semi, periferias y centrales en el enfoque de Wallerstein tienen poco o nulo sentido en tanto que la distinción es meramente descriptiva en la diversificación de los productores, y en tanto que su autor niega la existencia de distintas variantes y formas en la reproducción del capital.

Esto es indispensable puesto que Jaime Osorio considera que el capitalismo como sistema mundial tiene “diversas modalidades de capitalismos y de reproducción del capital” (p. 139). Lo que implica un problema teórico dado que habría que explicar en qué consisten estas formas particulares, cuál es su diferencia cualitativa y diferencias de grado. En esto, según Osorio, la teoría marxista de la dependencia, cuyo mejor exponente fue Ruy Mauro Marini y que retoma los aportes de las teorías del imperialismo (desarrolladas por Hilferding, Rosa Luxemburg, Bujarin y Lenin), aporta elementos para explicar el desarrollo del capitalismo y las implicaciones de su expansión en la conformación de un sistema mundial (p. 140).

En la explicación del funcionamiento del sistema, Osorio señala que Wallerstein retoma la teoría de los ciclos largos de Kondratieff, afirmando que desde la década de 1960 el sistema está en una fase larga de desaceleración con crisis en la hegemonía de Estados Unidos.

El Estado y el sistema interestatal

En la teoría de Wallerstein, el estudio del Estado queda reducido a ser un ente resultado de la evolución e interacción del sistema mundial, y solo se reconoce un grado intermedio de poder, que finalmente pasa a depender perfectamente de la necesidad de los empresarios capitalistas y a funcionar como garante de la propiedad privada. En su conformación, el Estado sería la instancia política por excelencia, con diferentes grados de soberanía limitada tanto al interior como al exterior frente a otros estados.

Para Jaime Osorio esto representa un problema puesto que habría que explicar “cómo es posible que en espacios nacionales el capital alcance estos objetivos (garantizar la propiedad privada), no sólo permitiendo que los procesos de explotación tomen forma, sino generando condiciones para que los sectores sociales explotados 'no vean' la explotación ni el dominio de clases, y que además el capital construya imaginarios de nación y de comunidad” (p. 142). Para Osorio, las nociones propuestas de Wallerstein como soberanía popular, normalidad del cambio político (liberalismo como geocultura, legitimidad del sistema-mundo) y las ideas fuerza (desarrollo, nacionalismo y progreso) “son demasiado pobres para la envergadura de los problemas planteados a nivel estatal” (p. 142). Cuestión que se dificulta al mezclar o confundir el Estado con el aparato de Estado, las clases dominantes con las reinantes, entre otras.

Para Osorio existe una contradicción de origen en el capitalismo y es que éste “reclama un sistema mundial para desplegarse y desarrollarse, pero su gestación y desarrollo necesita a su vez de espacios naciones, el Estado-nación” (p. 143). Frente a lo cual, agrega Osorio, dos discusiones relevantes por su actualidad: ¿el Estado-nación tiende a desaparecer o se redefine con el proceso de mundialización? y ¿la revolución socialista es inmediatamente mundial o es una revolución que explota en el seno de Estados nacionales, para de ahí proyectarse a nivel mundial?

Osorio señala que la perspectiva de Wallerstein no dice mucho al respecto. En primera, porque el Estado es consustancial al sistema-mundo y sus estadios o fases se deben a éste, y en ese caso solo ganan o pierden legitimidad dado el estado del liberalismo como geocultura del sistema mundo. Y en la discusión sobre la revolución, para Wallerstein toda revolución en cuanto cambio social solo puede ser si alcanza el nivel de sistema social, o sea el sistema-mundo. Entonces todo brote nacional con alcances que no logran ese nivel, no pueden ser calificados de revolución del sistema-mundo y por tanto no pueden considerarse cambios revolucionarios.

Revoluciones en la larga duración

El enfoque de Wallerstein analiza los cambios en la historia humana mediante grandes revoluciones, transformaciones de estructuras que persisten en la larga duración. Para Osorio esto pasa por alto importantes procesos revolucionarios como los ocurridos en Rusia, China o Cuba al no alcanzar tal profundidad en la larga duración. El moverse de nivel de análisis a uno más particular, como la formación económico-social de un país, permitiría medir alcances con más precisión. Para ilustrar la idea Jaime Osorio menciona los trabajos que realizó Marx para el caso francés con la comuna en 1871 en París, Lenin con los soviets en Rusia y el Ché Guevara en Cuba. “El planteamiento de Wallerstein es el de una lógica del éxito en revolucionar el sistema. Y esa lógica define retroactivamente todo” (p. 146). Osorio enfatiza la contradicción antes mencionada sobre el sistema mundial como requisito para la reproducción del capitalismo pero de hacerlo siempre mediante espacios nacionales, así las rupturas revolucionarias que ocurran en espacios nacionales tienen potencialidades de extenderse en ciertos momentos a espacios más amplios.

Un paisajista de brocha gruesa

Otra limitación, según Osorio, en el planteamiento de Wallerstein es la escala temporal, medir todo en la larga duración. Al mirar la escala del sistema-mundo visto desde la larga duración no es posible mirar los detalles y se crean problemas similares a los de, por utilizar una metáfora, “tener que pintar un cuadro de trazos y detalles finos con una brocha gruesa” (p. 147).

Adicionalmente a las limitaciones teóricas y conceptuales, Osorio problematiza con su postura política, al encasillar a la “vieja izquierda” como un conjunto homogéneo, inútil para modificar el orden social existente y solo apostar por formas llamadas espontaneistas, que según Osorio abandonan la lucha del poder político y el Estado, y con ello la revolución.

Ahora sí, la revolución con nosotros

El año 1848 es considerado por Wallerstein una primera revolución social mundial que provocó levantamientos que conformaron al “liberalismo como geocultura del sistema mundo (…) que perdurará hasta los inicios de la nueva 'revolución mundial' que inicia en 1968” (p. 148). Es en este mismo año de crisis que inicia la fase B de la onda larga Kondratieff y la pérdida de poder de los Estados por la disminución de su legitimidad concedida por sus poblaciones. Al mismo tiempo es una incapacidad del sistema para seguir acumulando por el incremento de sus costos de remuneración, insumos e impuestos. Esto coincide con cuatro procesos que minan la estructura de la economía-mundo capitalista: la desruralización del mundo, el creciente costo social de externalizar costos, consecuencias en la democratización y el colapso de la vieja izquierda tradicional. El resultado es un punto de bifurcación con el surgimiento de nuevos movimientos antisistémicos.

Jaime Osorio no deja de criticar lo que considera contradictorio en el pensamiento de Wallerstein al haber echado por la borda procesos revolucionarios como los ocurridos en México, Rusia, China, Vietnam o Cuba mientras que a los movimientos antisistémicos les adjudica ser una revolución mundial en curso. Movimientos que se caracterizan por haber desplazado del centro a los obreros y liderados por grupos de género, raza, estudiantes, u otras identidades.

Las propuestas estratégicas del cambio

Para Osorio la propuesta final de Wallerstein es difusa. La idea de la bifurcación y la intención de construir una alternativa a la revolución no es clara. Sobre todo, parece haber un determinismo en tanto que se anuncia el derrumbe venidero del capitalismo. Para Osorio esto es un revestimiento del reformismo clásico: del no saber cómo ni cuándo, pero afirmar que se contará con las condiciones futuras para que ocurra el cambio. De esta forma, la apuesta por la revolución queda sustituida por la idea de la “transición”. Para Osorio “la idea de revolución para destruir el capitalismo y sus relaciones, proceso que puede alcanzar la forma de una verdadera guerra civil, poco o nada tiene que ver con imágenes como derrumbe del sistema o de cambios controlados” (p. 151).

A modo de conclusión

En resumen, la crítica a Wallerstein no se reduce al alto grado de abstracción en que se ubica su análisis del sistema-mundo, sino también a evidenciar el pobre arsenal teórico (Estado, poder, revolución) y sus propuestas políticas frágiles y vagas.

Nexo con el tema que estudiamos: 

En el equipo LET parte de las investigaciones reflexionan sobre la teoría de la bifurcación de Wallerstein. Conocer las críticas a Wallerstein y puntos débiles de su pensamiento es parte fundamental para seguir fortaleciendo el trabajo en LET.