Nature as a Mode of Accumulation: Capitalism and the Financialization of the Earth

Cita: 

Foster, John Bellamy [2022], "Nature as a Mode of Accumulation: Capitalism and the Financialization of the Earth", Monthly Review, 73(10), New York, marzo, https://monthlyreview.org/2022/03/01/nature-as-a-mode-of-accumulation-ca...

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
2022
Tema: 
Capitalización de la naturaleza como otra alternativa del capitalismo verde
Idea principal: 

John Bellamy Foster es profesor de sociología en la Universidad de Oregón y editor de la revista Monthly Review.


John Bellamy Foster comienza su artículo señalando que la expropiación de los comunes constituyó la condición fundamental para el origen histórico del capitalismo. A eso se refería Marx con el concepto de acumulación originaria, que requirió de la expropiación de los bienes comunes en Inglaterra.

El pensador estadounidense apunta que las primeras referencias al “capital natural” o al “stock de capital de la tierra” surgieron en el siglo XIX cuando los economistas políticos radicales y socialistas buscaban defender la naturaleza y los bienes comunes contra las intrusiones del mercado. En ese contexto, la noción de capital natural era entendida como “el stock de propiedades físicas y valores de uso de materiales naturales” constituyentes de la riqueza real.

Esta noción del siglo XIX de capital natural revivió en las décadas de 1970 y 1980 como parte de la crítica ecológica. Sin embargo, la corriente principal de la economía neoclásica y las finanzas corporativas, separaron el concepto de capital natural de su crítica original basada en el valor de uso, y así, se apropiaron del término.

La economía neoclásica concibe al capital natural enteramente en términos de valor de cambio. Foster concluye que esta visión es la que refuerza la idea de la solución de la crisis ecológica actual: mercantilizar la naturaleza.

Un punto de inflexión en la expropiación financiera de la naturaleza ocurrió de septiembre a noviembre de 2021, en la Conferencia de Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Glasgow. Tres importantes acontecimientos interrelacionados ocurrieron en esa conferencia: 1) la creación de la Alianza Financiera de Glasgow; 2) la aprobación de elementos clave del Artículo 6 del Acuerdo de París, que crea reglas financieras unificadas para los mercados globales de comercio de carbono; y 3) el anuncio de que la Bolsa de Valores de Nueva York junto con Intrinsic Exchange Group (IEG) —algunos de sus inversores son el Banco Interamericano de Desarrollo y la Fundación Rockefeller— estaban lanzando una nueva clase de valores asociados con empresas de activos naturales (NAC, por sus siglas en inglés). En ese contexto, los procesos de la naturaleza pasan a ser entendidos como activos para su intercambio en el mercado con fines de lucro, pero en nombre de la conservación y el cambio climático.

Para Foster, esto indica un cambio teórico en el paradigma económico dominante sobre la acumulación ilimitada de capital total. Este paradigma hegemónico ahora incorpora al capital natural; como resultado, se refuerza la “Gran Expropiación” de la Tierra.

El artículo desarrolla un análisis crítico de la actual expropiación capitalista de la ecología mundial. Para lograr ese cometido, Foster explora el concepto de capital natural en la obra de Marx y otros críticos radicales. Para Marx, la economía humana existe dentro de lo que él llamó “el metabolismo universal de la naturaleza”.

No obstante, en la economía neoclásica dominante, el medio ambiente es parte de la economía y debe servir al crecimiento económico. Esta perspectiva concibe todo el Sistema Tierra como una “parte” no incorporada de la economía capitalista.

Economía política clásica y capital natural como valor de uso

La noción de capital natural y el concepto de stock de la tierra fueron ampliamente utilizados en la literatura radical y socialista del siglo XIX. Por ejemplo, Considerant en 1840 insistió en que había dos formas de capital: 1) la tierra o la naturaleza; y 2) capital producido por el trabajo humano. Para Considerant el capital natural debía ser redistribuido a cada generación sobre una base equitativa.

El economista político británico Ebenezer Jones proporcionó un argumento similar al de Considerant: un problema social en Inglaterra era el monopolio de la tierra ejercido por los terratenientes, que se apropiaban del “capital natural, el regalo de Dios a todos los hombres”.

Según Foster, Marx estudió la obra político-económica de Considerant en 1842. Así, en La ideología alemana de 1845, Marx y Engels emplearon el término capital natural para referirse al capital que emergió en las ciudades de la Edad Media, y luego en el sistema de explotación mercantilista. Ese concepto señalaba la vinculación de los recursos naturales como las fibras de algodón con la producción textil.

El concepto de capital natural, tal como lo utilizaron Marx y Engels en dicha obra, se ligó a la estructura de valor de uso material-natural de la economía y al capital territorial; en oposición a la mayor movilidad del capital como puro valor de cambio o finanzas.

Marx y Engels enfatizaron que la riqueza real son los valores de uso, mientras que las riquezas privadas se basaban en el valor de cambio, es decir, derechos puramente monetarios sobre la riqueza. Pero Marx y Engels dejaron de usar el término capital natural porque parecía naturalizar al capital. Por su parte, los economistas clásicos en general pensaban que la naturaleza era considerada como un "regalo" para el capital.

Sin embargo, la noción de capital natural siguió siendo parte integral de la concepción de Marx de la economía capitalista y su base ecológica, incluidas las concepciones de la expropiación de la naturaleza y de los procesos naturales convertidos en capital. Marx, en el volumen tres de El Capital, introdujo asimismo “la distinción entre terre-matière y terre-capital”, o entre la materia de la tierra y el capital de la tierra.

Ahí, Marx establece una distinción entre la tierra, entendida como materia eterna (terre-matière/mera materia), y, por el otro, como capital de la tierra generado históricamente (terre-capital).

Según Foster, Marx ya señalaba la contradicción entre el capitalismo y sus condiciones naturales de producción, una visión histórica que lo condujo eventualmente a su concepto de la ruptura metabólica. Así, Marx interpreta al capital de la tierra (antes capital natural) como un producto enajenado debido al capitalismo y, de ninguna manera, eterno.

Marx también señaló que la monopolización de la “fuerza de la naturaleza” (una cascada que produce energía, por ejemplo) podría ser enormemente rentable, debido a que esa monopolización genera un potencial de plusvalía: quienes son dueños de la cascada u otras “fuerzas de la naturalezas” pueden imponer rentas por su uso.

Marx argumentó que sólo el título de un recurso natural era en particular lo que permitía aplicar la renta de monopolio. Pero no es la compra o la transferencia del título lo que crea la renta, sino el título mismo; lo cual es un producto de relaciones sociales.

En la economía política clásica desarrollada por Marx, la naturaleza y el trabajo eran las fuentes de la riqueza real como valores de uso, mientras que la fuerza de trabajo explotada bajo la producción capitalista era la fuente de la riqueza.

En consecuencia, Foster concluye que se estableció un conflicto entre los valores de uso materiales-naturales o los supuestos regalos para ser expropiados por el capital, y el sistema de valor de cambio. Es decir, ese conflicto generó la contradicción ecológica fundamental de la producción capitalista asociada con el robo de la naturaleza.

Economía ambiental neoclásica y la valorización del capital natural

La economía política clásica y neoclásica excluye a la naturaleza y el valor de uso por completo de su análisis, según Foster. Esto significa que ese paradigma económico reduce todo al valor de cambio. Asimismo, define al capital en términos no sociales (transhistóricos), como cualquier activo de cualquier tipo que produce un flujo de ingresos a lo largo del tiempo.

En este sentido, la naturaleza fue así agrupada junto con otras formas de capital y fue también eliminada del análisis: los economistas neoclásicos redujeron sus concepciones a dos nociones abstractas de producción: capital y trabajo. Consecuentemente se consideró que los recursos naturales eran totalmente reproducibles o sustituibles por capital creado por la actividad humana.

Entonces, un postulado de “sustentabilidad débil” representa la visión neoclásica dominante. Esto sostiene que todos los recursos naturales pueden sustituirse económicamente por recursos renovables o creados por las personas. Por otra parte, la “sostenibilidad fuerte” se asocia con la economía ecológica, la cual apunta que ciertos “capitales naturales críticos” son insustituibles y no pueden ser reemplazados por capital manufacturado por la actividad humana.

El concepto de capital natural se reintrodujo en la discusión económica en las décadas de 1970 y 1980. Con la obra Small Is Beautiful de Schumacher se resaltó la "liquidación" del stock de capital natural como una falla del sistema económico moderno. Por lo tanto, el uso del concepto hasta la década de 1980 estuvo dirigido principalmente a la idea de mantener un stock biofísico constante de capital natural.

En ese contexto, la noción de “sostenibilidad débil” fue introducida por el economista británico David W. Pearce, quien insistió en mantener un stock constante de capital natural. Luego argumentó que dicho capital natural podría ser fácilmente reemplazado en la economía humana y, por lo tanto, que no existían restricciones naturales estrictas en la economía. Así, el capital natural se consideró como otro activo productivo que proporcionaba un flujo de ingresos.

En respuesta al argumento neoclásico de la “sostenibilidad débil”, los economistas ecológicos enfatizaron la importancia de la segunda ley de la termodinámica en cualquier economía; también adoptaron la noción de el capital natural como un concepto clave de conformidad con el postulado de “sustentabilidad fuerte”.

Todo el tema del capital natural, desde el punto de vista del postulado de la sustentabilidad fuerte, se concentró en la idea de mantener una disminución neta cero en el capital natural. En ese sentido, las reducciones en el stock de formas no renovables de capital natural, serían compensadas ​​por los correspondientes aumentos en el capital natural renovable.

Los economistas asociados con la Sociedad Internacional de Economía Ecológica y la revista Ecological Economics extendieron la noción de capital natural como una categoría económica monetizada. A partir de ahí, se observó una caída libre hacia la financiarización real de la ecología mundial, menciona Foster.

Gracias a esa expansión de la noción antes mencionada, los capitales naturales o los servicios ecosistémicos se redujeron cada vez más a una base de valor estrictamente económico o de "mercancía". Según el economista marxista Paul Bukett, surgió un “ecumenismo artificial” entre la economía ecológica y la tradición económica neoclásica hegemónica.

Según declaraciones del Banco Mundial, la relación de la economía con los recursos naturales debería ser la de promover la “combinación de activos que respaldan las mejoras en el bienestar humano”. Esta institución y sus ideas ignoraron por completo cualquier consideración de las condiciones socioeconómicas específicas que gobiernan la producción capitalista y las contradicciones que éstas plantean inherentemente para el metabolismo planetario.

Con las ideas anteriores, se abrió el camino para medir los flujos de “ingreso natural” o “bienestar” a la economía humana a partir del stock de capital natural en forma de bienes y servicios del ecosistema, proporcionando así valores de mercado putativos por la contribución de la naturaleza al crecimiento económico.

El capital natural fue, en efecto, redefinido en términos de mercado como el stock de recursos naturales que proporcionaba servicios ecosistémicos a la economía humana. Para la economía dominante, los servicios ecosistémicos no se referían a los procesos ecosistémicos como un todo, sino solo a aquellos servicios que podían verse como subsidiarios de la economía humana y, por lo tanto, podían separarse del resto de la naturaleza. En este sentido, los servicios ecosistémicos como categoría de ingresos naturales desplazaron a la categoría de capital natural en sí, narra Foster.

El estudio de Costanza de 1997 fue ampliamente aclamado entre los ambientalistas, aunque solo sea porque proporcionó lo que parecían ser números duros a la noción de que la economía mundial dependía de la ecología mundial, ahora reducida en términos de servicios ecosistémicos a dólares (ver Datos cruciales 4 y 5).

Ese tipo de intentos actuales de asignar valores a la naturaleza podrían desempeñar funciones pedagógicas útiles para mejorar la planificación estratégica, pero se están integrando cada vez más con objetivos de acumulación de capital, argumenta Foster.

Durante los últimos 30 años, la investigación contribuye a la mercantilización de las funciones de los ecosistemas. Eso opera a través de universidades, gobiernos y empresas, instituciones que utilizan el mismo lenguaje y métodos de contabilidad de los servicios de los ecosistemas.

Lo anterior sucede con los siguientes pasos: 1) se designa a un proceso ecológico como un servicio ecosistémico para la economía humana; 2) se le imputa un único “valor de cambio”; y 3) se le establecen derechos de propiedad y gestión para vincular a usuarios y proveedores del servicio en un intercambio de mercado, lo que permite la inversión financiera y la acumulación.

Acumulación de capital natural y financiarización de la naturaleza

En los últimos 10 años se ha visto una explosión de iniciativas de capital natural dirigidas a la acumulación y financiarización de la naturaleza como un medio para abordar las limitaciones ambientales (ver Dato crucial 6).

Se ha introducido una metodología para gestionar el capital natural en la que la destrucción de la biodiversidad o del clima se equilibraría con compensaciones que aumenten los activos naturales por un valor equivalente en otros lugares. Esto ha requerido la reducción de naturaleza o capital natural a unidades monetarias que luego pueden integrarse en cuentas nacionales consolidadas.

Este proceso ha sido facilitado gracias a una serie de entidades dedicadas a la contabilidad del capital natural como el Foro Mundial para el Capital Natural, la Declaración de Capital Natural y el Servicio de Financiamiento del Capital Natural del Banco Europeo de Inversiones y la Comisión Europea.

Una iniciativa decisiva con respecto a la acumulación de la naturaleza fue lanzada por el banco de inversión global con sede en Suiza: Credit Suisse. Esa institución financiera presentó un informe sobre el financiamiento de la conservación en 2016.

El esquema de Credit Suisse pretende construir un "espacio de financiación de la conservación". Para eso es necesario reorganizar la financiación de la conservación para crear en cada caso un “vehículo financiero” que controle el capital natural/servicios ecosistémicos generando importantes beneficios financieros para los inversores. El objetivo es convertir los servicios ecosistémicos en “un activo atesorado por el mercado de inversión principal”.

En este sentido, los activos de capital natural propiedad del gobierno, a menudo expropiados de las poblaciones indígenas y los agricultores de subsistencia, podrían venderse en forma de canjes de deuda por naturaleza o apalancados a través del capital financiero internacional.

Por ejemplo, el comercio de carbono está diseñado para promover un mercado mundial de compensaciones, lo que permite a una empresa evitar reducciones reales de las emisiones de carbono financiando.

De acuerdo con Foster, 100 000 millones de dólares que serían destinados desde el Norte al Sur global para enfrentar la crisis del cambio climático, se consideran sujetos al apalancamiento de la deuda por parte del capital financiero monopolista multinacional.

Esto se encuentra detrás de la iniciativa de finanzas globales de la Alianza Financiera de Glasgow de 2021. En general, la acumulación y financiarización de la naturaleza involucra la creación de títulos de servicios ambientales de varios tipos. Con esto, los títulos pueden negociarse y aprovecharse.

Los gobiernos, así como diversos entes privados introducen la noción de capital natural en sus diversos informes y se entiende en términos de valor de cambio, no de valor de uso.

En este contexto, el mercado de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal se ha convertido en el principal vehículo para las compensaciones voluntarias de carbono. Dichos proyectos se asocian con la expropiación de tierras indígenas y la expulsión de pueblos indígenas.

Foster observa que en nombre de la ecología y combatiendo la destrucción capitalista de la tierra, se expropia la tierra de las poblaciones indígenas y campesinas (ver Dato crucial 11).

Foster considera que lo anterior es la nueva Gran Expropiación, que apunta a la destrucción de la tierra, que implica el acaparamiento de vastas tierras y océanos, particularmente del Sur Global.

La expropiación y degradación de los comunes ecológicos está generando las condiciones de escasez cruciales para la creación de valor de cambio, monopolios de propiedad privada y rentas de monopolio. No sorprende, por lo tanto, que el capital multinacional esté jugando en ambos lados de este juego de destrucción y acumulación de la naturaleza (ver Dato crucial 12, 13 y 14).

Las mismas empresas capitalistas que están destruyendo el Sistema de la Tierra como un hogar para la humanidad, ahora apoyan la financiarización del capital natural/servicios ecosistémicos del mundo, con el objetivo de beneficiarse con la destrucción del medio ambiente.

Contra la acumulación de la naturaleza

El concepto de capital natural, que incluye a la tierra como stock de capital, se introdujo en el siglo XIX, principalmente dentro de las tradiciones socialistas. Tal concepto se utilizó como una forma de enfatizar que la riqueza real consistía en valores de uso de materiales naturales, lo que se opone a los valores de cambio mercantilizados de la economía capitalista.

Como hemos señalado, Marx y Engels utilizaron inicialmente el concepto de capital natural para referirse a la “forma natural” de la mercancía ligada al valor de uso y su forma física concreta. Ellos argumentaron que el capital estaba ligado al espacio físico lo que involucra insumos materiales definidos (capital natural).

Sin embargo, Marx abandonó el término capital natural en sí mismo cuando escribió La miseria de la filosofía, dada su crítica a la naturalización del capitalismo.

La acumulación de capital terrestre, indispensable para la acumulación de capital, condujo a la ruptura del metabolismo universal de la naturaleza a favor del metabolismo social alienado del capitalismo, según Marx. Eso da cuenta del desarrollo de una “ruptura irreparable” en el metabolismo de la naturaleza y la sociedad (la brecha metabólica).

En este sentido, una relación racional y sustentable con la tierra es imposible bajo el régimen capitalista, ya que considera a ésta como un mero regalo que contribuía a la acumulación de capital.

Foster nos recuerda que es crucial pensar al capitalismo como un sistema de acumulación orientado a la expansión exponencial, lo que conduce a la reducción de los recursos naturales.

Frente a las limitaciones ambientales que se le presentan al capitalismo, el enfoque económico dominante pretende incorporar los servicios ecosistémicos a la economía. Eso se lleva a cabo al asignarles valores de capital e integrándolos selectivamente con la acumulación de capital en sí misma.

Irónicamente este es un proceso facilitado por la escasez de la naturaleza, causada por la actividad económica capitalista, que pretende comercializar la naturaleza (al mismo tiempo que la destruye).

Foster considera probable que la financiarización de la naturaleza intensifique la volatilidad de la economía y considera que la burbuja ambiental generada por la financiarización de la naturaleza será la más “peligrosa”.

Por ejemplo, la financiación de la conservación se trata de convertir la naturaleza en flujo de efectivo y productos “fungibles”, según Credit Suisse. Con esta lógica, las especies y los ecosistemas pueden ser tratados como conmensurables y sustituibles en términos de valor económico de la economía capitalista.

No obstante, su desaparición individual representa consecuencias ecológicas reales. Pensar lo contrario, dice Foster, es caer en lo que David Harvey llama “la locura de la razón económica”, en la que no hay límites a la valorización y financiación del capital.

Los intentos de superar esta contradicción subsumiendo la naturaleza material dentro del capital se topan con la contradicción que Marx expresó entre la tierra como material natural y la tierra como capital. Para Marx, la producción humana y la naturaleza extrahumana debían verse como complementarias y coevolutivas, lo que requería que los sistemas naturales se mantuvieran en términos de sus flujos materiales y su compleja red de relaciones, preservando el metabolismo de la humanidad y la naturaleza.

Dentro del marxismo, hay una larga y discutida tradición sobre la dialéctica de la naturaleza, opuesto a los enfoques reduccionistas de la naturaleza y su evolución. Dicha perspectiva crítica abandona la naturalización del capital como de la capitalización de la naturaleza. Esta perspectiva también señala que sólo una revolución ecológica y social regulará el metabolismo social humano con la Tierra de forma racional y sostenible.

Datos cruciales: 

2. IEG compartió a sus inversores que el valor de los activos de la economía mundial es de 512 billones de dólares, mientras que el valor de los activos del capital natural de la Tierra se estima en 4 billones de dólares.

3. En un estudio, Costanza y sus coautores describieron el valor de los servicios ecosistémicos mundiales anuales en 1995 en 33 billones de dólares, poco menos del doble de 18 billones del PIB mundial.

4. En 2014, en un análisis actualizado titulado “Cambios en el valor de los valores de los ecosistemas globales”, Costanza y sus colegas estimaron que en el mundo, los servicios de los ecosistemas en 2011 equivalían a 145 billones de dólares anuales, en comparación con un PIB mundial de aproximadamente 73.6 billones de dólares.

5. En 2011, el UK Environment Bank, una institución privada dedicada a la financiarización de la naturaleza, recibió 175 000 libras esterlinas de la Fundación Shell para ayudarle en el desarrollo de mercados de servicios ecosistémicos.

6. En septiembre de 2016, el Congreso Mundial de la Naturaleza de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza presentó su “carta de capital natural” como marco para tratar toda la biodiversidad como valores de capital natural.

7. El capital natural de Reino Unido se valoró en 1.6 billones de libras en 2015.

8. El mercado mundial voluntario de carbono podría alcanzar 180 000 millones de dólares a finales de esta década.

9. Solo una pequeña fracción de las compensaciones de carbono, según Bloomberg, eliminarían el carbono del aire.

10. En una encuesta se encontró que 90% de las empresas que emplean compensaciones de carbono certificadas han inflado sus afirmaciones sobre el ahorro de carbono.

11. Según Kanyinke Sena, director del Comité Coordinador de los Pueblos Indígenas de África, los pueblos indígenas constituyen menos del 5 % de la población mundial, pero protegen 80 % de la biodiversidad mundial.

12. Según Portfolio Earth, los 50 bancos más grandes del mundo proporcionaron 2.6 billones de dólares en 2019 a empresas vinculadas a la deforestación y la destrucción de la biodiversidad, especialmente en el sudeste asiático y la Amazonía. Los tres principales bancos son Bank of America, Citigroup y JPMorgan Chase.

13. El Financial Times publicó un informe en octubre de 2021 que indica que los bancos internacionales y los administradores de activos habían otorgado 119 mil millones de dólares desde 2016 a empresas agroindustriales involucradas en la deforestación.

14. Más del 70% de las emisiones globales de carbono se pueden atribuir a solo 100 corporaciones.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El análisis de Foster contribuye a entender teórica y empíricamente la mercantilización de la naturaleza en el contexto de la crisis múltiple del capitalismo. Con eso podemos tomar en cuenta que una de las soluciones de la economía verde es valorizar los recursos naturales. Esta solución se propone debido al cambio climático y sus complejas consecuencias que afectan a la vida humana y no humana. Con esto no sólo podemos tener en mente las contradicciones del capitalismo, sino también el cinismo de las instituciones capitalistas que pretenden beneficiarse con la destrucción ambiental.