Notes on Exterminism' for the Twenty-First-Century Ecology and Peace Movements

Cita: 

Foster, John Bellamy [2022], "'Notes on Exterminism' for the Twenty-First-Century Ecology and Peace Movements", Monthly Review, New York, mayo, https://monthlyreview.org/2022/05/01/notes-on-exterminism-for-the-twenty...

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Mayo, 2022
Tema: 
El calentamiento global y la guerra nuclear como tendencias exterministas duales
Idea principal: 

John Bellamy Foster es un profesor de sociología en la Universidad de Oregón. Escribe sobre la economía política del capitalismo, ecología, crisis ecológica y teoría marxista.

“Notas sobre el exterminismo" para los movimientos ecologistas y pacifistas del siglo XXI

En 1980 el historiador y teórico marxista inglés E. P. Thompson, escribió el ensayo titulado "Notas sobre el exterminismo, la última etapa de la civilización”[1]. Esta obra escrita hace más de 40 años sigue siendo un punto de partida útil para abordar las contradicciones centrales de nuestro tiempo que están caracterizadas por la crisis ecológica planetaria, la pandemia del COVID-19, la “Nueva Guerra Fría” y el actual "imperio del caos". Las características de esta crisis están profundamente arraigadas a la economía política capitalista contemporánea.

El término “exterminismo” utilizado por Thompson, no hacía referencia a la extinción de la vida en sí (ya que “algo” de la vida permanecería incluso con el exterminismo), sino a la tendencia al "exterminismo de nuestra civilización [contemporánea]" que apunta a la aniquilación masiva.

El calentamiento global como fenómeno aún no alcanzaba la relevancia en el tiempo en el que Thompson escribió su ensayo. Por esta razón, el tratamiento del exterminismo por parte de este autor se centró en la guerra nuclear dado el contexto de la Guerra Fría. En este sentido, Thompson no abordó directamente “la otra tendencia exterminista emergente de la sociedad contemporánea: la crisis ecológica planetaria”, a pesar de que su perspectiva era socioecológica.

De esta forma, “la tendencia al exterminismo de la sociedad moderna se consideraba directamente opuesta a ‘los imperativos de la supervivencia ecológica humana’, lo que exigía una lucha mundial por un mundo socialmente igualitario y ecológicamente sostenible” (p. 2). Con el fin de la Guerra Fría en 1991, la amenaza nuclear fue disminuyendo y comenzaron a aparecer otras amenazas en el escenario internacional. La crisis ecológica planetaria comenzó a presentarse como una fuente de "exterminismo de multitudes".

Sin embargo, debido al actual contexto de la “Nueva Guerra Fría”, la amenaza nuclear se ha colocado nuevamente en el centro de las preocupaciones globales. La guerra de Ucrania de 2022 se ha convertido en una guerra a gran escala entre Moscú y Kiev, en donde también están involucradas las principales potencias nucleares.

En este sentido, John Bellamy Foster propone la necesidad de abordar estas “tendencias exterministas duales”. Por un lado, la crisis ecológica planetaria, la cual incluye el cambio climático y el cruce de otros límites planetarios clave que definen la tierra como un hogar seguro para la humanidad. Por otro, la creciente amenaza de aniquilación nuclear global.

Bellamy cuestiona la amenaza de una guerra termonuclear global en un contexto en donde los efectos del cambio climático se hacen cada vez más visibles e insoslayables. Es así como plantea la siguiente pregunta: “¿Qué enfoques deben adoptarse dentro de los movimientos pacifistas y ecologistas para contrarrestar estas amenazas existenciales globales interrelacionadas?”. Con el fin de comprender las dimensiones de las amenazas existenciales globales impuestas por el capitalismo catastrófico actual, el autor considera sumamente importante abordar cuestiones como la controversia del invierno nuclear, la doctrina de la contrafuerza y la búsqueda de Estados Unidos de la supremacía nuclear mundial.

El invierno nuclear

En 1983 se predijo y dio a conocer a través de revistas científicas que una guerra nuclear provocaría un "invierno nuclear". Un intercambio termonuclear global provocaría megaincendios en diversas ciudades y la radiación solar quedaría bloqueada como consecuencia del humo en la atmósfera. Esto podría reducir rápidamente la temperatura en la Tierra y tendría consecuencias catastróficas para la vida en el planeta, sin dejar de lado la aniquilación directa por parte de las bombas nucleares. La tesis del invierno nuclear tuvo efecto en la carrera armamentística nuclear, provocando que los gobiernos estadounidense y soviético “se alejaran del borde del abismo”.

A pesar de la evidencia científica, tuvo lugar una controversia entre la élite del poder en Estados Unidos en torno a los efectos extremistas que planteaba el invierno nuclear. Este planteamiento científico fue visto como un “ataque directo” hacia la industria del armamento nuclear y hacia el Pentágono. No obstante, la tesis del invierno nuclear fue validada una y otra vez por modelos científicos.

En este contexto surgió un poderoso movimiento cuyo fin era desmantelar y controlar las armas nucleares, así como terminar con la Guerra Fría. Sin embargo, el movimiento fue contrarrestado por los poderosos intereses militares, políticos y económicos detrás de la maquinaria bélica nuclear de Estados Unidos. Los medios de comunicación en conjunto con las fuerzas políticas, buscaron desacreditar la tesis del invierno nuclear.

Así, los medios de comunicación corporativos junto con las fuerzas políticas lanzaron varias campañas destinadas a desacreditar la tesis del invierno nuclear (ver dato crucial 1). Se destaca a este hecho como uno de los mayores casos de negacionismo en la historia de la ciencia, superando incluso la negación del cambio climático. La esfera pública y el ejército rechazaron y calificaron la tesis del invierno nuclear como una estimación "exagerada”. De tal forma la acusación de exageración se ha utilizado durante décadas para restar importancia a los efectos de la guerra nuclear.

En realidad, los efectos devastadores de la guerra nuclear siempre habían sido minimizados por los planificadores nucleares. En este sentido, Daniel Ellsberg, un exanalista de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, señala que “las ‘estimaciones de víctimas mortales’ de una guerra nuclear total proporcionadas por los analistas estratégicos estadounidenses fueron una ‘fantástica subestimación’ desde el principio, ‘incluso antes del descubrimiento del invierno nuclear’, ya que omitieron deliberadamente las tormentas de fuego en las ciudades resultantes de las explosiones nucleares, el mayor impacto en la población urbana en general, con el cuestionable argumento de que el nivel de devastación era demasiado difícil de calcular” (p. 4).

Ellsberg plantea que, además del rechazo de la la tesis del invierno nuclear, los planificadores nucleares de Estados Unidos y Rusia han buscado opciones para detonar cientos de explosiones nucleares cerca de las ciudades, lo cual provocaría incendios y, por ende, se lanzaría humo a la estratosfera superior asegurando un invierno nuclear que conduciría a la muerte por inanición de la humanidad.

El negacionismo del invierno nuclear está incorporado a la “Máquina del Juicio Final''. La tesis del invierno nuclear no sólo no ha sido refutada, sino que nuevos estudios han demostrado que este fenómeno puede desencadenarse con niveles de intercambio nuclear más bajos que los previstos en los modelos originales.

Los nuevos estudios han planteado los posibles escenarios si se produjera un intercambio termonuclear mundial entre las cinco principales potencias nucleares: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido. Estos países poseen la mayor parte del arsenal nuclear mundial (ver dato crucial 4).

Herman Kahn, físico de la RAND Corporation, planteó la noción de la "máquina del día del juicio final" en su libro de 1960 “On Thermonuclear War” (La guerra termonuclear). En este sentido, las potencias nucleares dominantes constituyen una auténtica máquina del día del juicio final, ya que el uso de los arsenales estratégicos actuales aniquilaría, directa o indirectamente, a la mayor parte de la población del planeta.

La contrafuerza y el impulso de Estados Unidos hacia la primacía nuclear

La estrategia nuclear dominante durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y Unión Soviética se basó en la noción de destrucción mutua asegurada (en inglés mutually assured destruction o MAD). Un intercambio termonuclear entre ambos bandos aseguraba la “devastación total” de la vida humana y no-humana en el planeta.

En el contexto de la Guerra Fría, a pesar de las advertencias sobre el invierno nuclear, Estados Unidos buscó trascender la MAD en la dirección de la "primacía nuclear". La primacía nuclear, en contraposición a la “paridad nuclear”, significa "eliminar la posibilidad de un ataque de represalia" y, por tanto, también se denomina "capacidad de primer ataque" (p. 6). Por esta razón, la postura oficial de defensa de Washington incluyó sistemáticamente la posibilidad de llevar a cabo un ataque nuclear de primer golpe contra estados nucleares o no nucleares.

Herman Kahn introdujo también los términos de “contravalor” y “contrafuerza”. El primero, hace referencia al ataque de las ciudades, la población civil y la economía del adversario, lo que conlleva a la MAD. Por el contrario, la contrafuerza se refiere a un ataque a las instalaciones de armas nucleares del enemigo para así evitar represalias.

La estrategia de contrafuerza fue introducida por el secretario de defensa estadounidense Robert McNamara en la administración de John F. Kennedy. Un punto medular de esta estrategia era el ataque a las armas nucleares del adversario y no de las poblaciones civiles. Sin embargo, los defectos de la estrategia pronto terminarían por vislumbrarse, pues promueve “una carrera armamentística nuclear dirigida a conseguir (o negar) la primacía nuclear”. Asimismo, un ataque de contrafuerza "preventivo" necesariamente tenía que estar dirigido a los centros de mando nucleares ubicados en las ciudades. Por tal razones, la estrategia nuclear volvió a basarse en la MAD durante la mayor parte de los años 60 y 70.

Sin embargo, en 1979, en el último año de la administración de Jimmy Carter, Washington presionó a la OTAN para que permitiera el emplazamiento en Europa de misiles nucleares dirigidos al arsenal nuclear soviético. Durante la administración estadounidense de Ronald Reagan (1981-1989) se adoptó la estrategia de contrafuerza e introdujo la “Guerra de las Galaxias” con el fin de desarrollar un sistema integral de misiles antibalísticos capaz de defender el territorio de Estados Unidos. Se construyó el misil MX 25 (posteriormente Peacemaker), “considerado como un arma de contrafuerza capaz de destruir los misiles soviéticos antes de que fueran lanzados” (p. 7). Estados Unidos logró una ventaja tecnológica frente a Unión Soviética al desarrollar armas de contrafuerza.

Esta carrera armamentista, el despliegue planificado de sistemas de lanzamiento de misiles, la crítica al exterminismo introducida por Thompson y la tesis del invierno nuclear, provocaron grandes protestas en Europa y Norteamérica. No obstante, después de cuatro décadas, "la contrafuerza sigue siendo el principio sacrosanto de la estrategia nuclear estadounidense, encaminada a la primacía nuclear” (p. 7).

Estados Unidos buscó traducir “su nueva posición unipolar en una visión de supremacía permanente sobre todo el mundo” (p. 7). Por esta razón, llevó a cabo una expansión geopolítica sobre todo en zonas que formaron parte de Unión Soviética. Asimismo, en el contexto de posguerra fría, Estados Unidos, en aras de lograr la primacía nuclear, tuvo como objetivo "modernizar" su armamento estratégico. Esta estrategia se conoció como "maximalista", la cual busca el dominio nuclear absoluto y capacidad de primer ataque.

El nuevo orden mundial se definió por esta búsqueda de la primacía nuclear y por la ampliación de la OTAN, con la unión de Ucrania “vista como el último pivote geopolítico y estratégico” (p. 8). Estados Unidos ha desarrollado durante las últimas décadas un gran número de armas aeroespaciales no nucleares de alta precisión para ser utilizadas en un ataque de contrafuerza dirigido a los misiles o a las instalaciones de mando y control del enemigo. En este sentido queda claro que Estados Unidos está “buscando la primacía en todas las dimensiones de la tecnología militar moderna, tanto en su arsenal convencional como en sus fuerzas nucleares", algo conocido como "dominio de la escalada” (p. 9).

Si bien, la firma del tratado START III o Nuevo START en 2010 entre Estados Unidos y Rusia limitó las armas nucleares, no impidió una carrera hacia la modernización de las armas de contrafuerza para destruir las armas del otro bando. Es así como la estrategia de contrafuerza cobró relevancia y Estados Unidos llevaba la delantera.

Con el objetivo de ampliar sus opciones de contrafuerza en su búsqueda de la primacía nuclear, Estados Unidos se retiró de algunos de los principales tratados nucleares establecidos durante la Guerra Fría. Entre estos tratados se encuentran el Tratado de Misiles Antibalísticos, el Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias y el Tratado de Cielos Abiertos (el cual establece límites a los vuelos de reconocimiento sobre otros países).

De igual forma Rusia ha intentado modernizar sus sistemas de armas nucleares durante los últimos años; sin embargo, se encuentra en desventaja frente a la capacidad de contrafuerza de Estados Unidos. Por esta razón, el enfoque de Rusia había sido una "guerra total una vez que la disuasión falla" a través del cual seguía confiando principalmente en la MAD (p. 9).

Así, en los últimos años Rusia y China “han recurrido a sistemas de armas estratégicas asimétricos diseñados para neutralizar la superioridad de Estados Unidos en materia de defensa antimisiles y objetivos de alta precisión” (p. 10). Dada la vulnerabilidad de los misiles balísticos frente a los misiles estadounidenses de alta precisión guiados por satélite, nucleares y no nucleares, Rusia y China han avanzado en el desarrollo de misiles hipersónicos (los cuales pueden maniobrar aerodinámicamente, esquivar las defensas antimisiles e impedir que el adversario conozca el objetivo final previsto). Asimismo, Moscú y Pekín han desarrollado armas antisatélite "contraespaciales" con el fin de eliminar la ventaja estadounidense de las armas nucleares y no nucleares de alta precisión. En este sentido queda claro que Estados Unidos no ha conseguido la primacía nuclear que ha buscado durante décadas debido a la gran “destreza tecnológica” por parte de otras potencias nucleares.

Una carrera armamentística nuclear basada en una estrategia de contrafuerza es irracional debido a que una conflagración termonuclear global tendría consecuencias mucho más catastróficas que las previstas por el escenario de la MAD. El hecho de que Estados Unidos no reconozca las consecuencias provocadas por una guerra nuclear es sumamente peligroso, especialmente si se conocen los efectos que tendría el invierno nuclear. Un intercambio nuclear entre Estados Unidos y Rusia resultaría en una catástrofe sin paliativos y un “omnicidio global”.

La nueva guerra fría y el teatro europeo

Thompson fue líder del desarme nuclear europeo en la década de 1980. En sus "Notes on Exterminism", Thompson presentó la acumulación de armas nucleares que se estaba llevando a cabo en Europa con la finalidad de unir a los movimientos pacifistas de Occidente y Oriente contra la acumulación nuclear.

En 1982 se publicó el artículo "Nuclear Chicken" en donde Monthly Review, Harry Magdoff y Paul M. Sweezy señalaron que “el orden imperial estadounidense dependía en gran medida de amenazas creíbles de primeros ataques nucleares dirigidos a otros países, tanto nucleares como no nucleares” (p. 11).

En una introducción de 1981 a la edición estadounidense de “Protest and Survive”, se presentaron una serie de casos documentados a partir de 1949 en los que Estados Unidos utilizó amenazas de primeros ataques nucleares para presionar a otros países para que dieran marcha atrás y lograr sus fines imperiales. Es así como se evidencia que “el uso de la guerra nuclear como amenaza está integrado en la estrategia de Estados Unidos” (p. 11), de ahí que se haya buscado la primacía nuclear durante décadas.

Posteriormente a la Guerra Fría, Estados Unidos siguió buscando su hegemonía geopolítica sobre Eurasia, cuyo juego era un "gran tablero de ajedrez". El “jaque mate” consistiría en incorporar a Ucrania a la OTAN como una alianza estratégico-nuclear con el fin de limitar el papel de Rusia como potencia y asegurar la supremacía de Estados Unidos en todo el mundo.

En concordancia con los intereses estadounidenses por la búsqueda de expansión hasta lo que fue llamado como el "pivote geopolítico" de Eurasia, la OTAN declaró en 2008 la intención de incorporar a Ucrania a la alianza militar-estratégica (nuclear). Detrás de esta estrategia se encontraban los intereses estadounidenses por debilitar a Rusia. De tal forma, no es de extrañar que Rusia considerara la expansión militar de la OTAN hacia Ucrania como una amenaza a su seguridad nacional.

En 2014 tuvo lugar el golpe de Estado del Maidán en Ucrania orquestado desde Washington. Como consecuencia de este hecho, Ucrania pasó a manos de fuerzas ultranacionalistas de derecha y un líder elegido por la Casa Blanca. Rusia, por su parte, incorporó Crimea a su territorio después de un referéndum popular. El golpe (o "revolución de colores") derivó en una violenta represión por parte de Kiev de las poblaciones de la región ucraniana de habla rusa. Fue así como inició la Guerra Civil Ucraniana entre Kiev (apoyada por Washington) y las repúblicas separatistas de habla rusa de Donetsk y Luhansk (apoyadas por Moscú).

Como consecuencia del agravamiento del conflicto ucraniano, el presidente Putin insistió en una serie de "líneas rojas" para Rusia: 1) la adhesión al anterior acuerdo de Minsk (elaborado por Rusia, Ucrania, Francia y Alemania, y apoyado por el Consejo de Seguridad de la ONU) que garantizaba la autonomía y la seguridad de Donetsk y Luhansk, 2) el fin de la militarización de Ucrania por parte de la OTAN, y 3) un acuerdo para que Ucrania permaneciera fuera de la OTAN. No obstante, como se ha observado en los últimos años, todas estas “líneas rojas” han sido cruzadas por la OTAN al proporcionar una mayor ayuda militar a Kiev en su guerra contra las repúblicas del Donbass. Este hecho ha sido interpretado por Rusia “como un intento de facto de incorporar a Ucrania a la OTAN” (p. 12).

En este contexto, el 24 de febrero de 2022, Rusia intervino en la guerra civil ucraniana del lado de Donbass, y atacó a las fuerzas militares del gobierno de Kiev. Tres días después, Moscú puso sus fuerzas nucleares en alerta máxima por primera vez después del final de la Guerra Fría. Por su parte, Estados Unidos ha planteado la posibilidad de imponer una zona de exclusión aérea en Ucrania y, con ello, la posibilidad de derribar aviones rusos. De acuerdo con John Bellamy, si este hecho tiene lugar, es muy probable el inicio de “una tercera guerra mundial”.

Exterminismo en dos direcciones

El cambio climático representa una "amenaza existencial global" que atenta contra la supervivencia de la humanidad. Nos encontramos ante un “exterminismo ambiental”. De acuerdo con Foster, “el cambio climático forma parte de una crisis ecológica planetaria más general asociada al traspaso de los límites planetarios en general”. A esto debe sumarse la aparición de nuevas zoonosis, como la que derivó en la pandemia de COVID-19.

El cambio climático está en el centro de la actual crisis ecológica mundial. El cambio climático, al igual que el invierno nuclear, supone una amenaza para la civilización y la continuidad de la propia especie humana. Ante esta amenaza, es urgente la articulación de movimientos que busquen restablecer las condiciones de su existencia, las cuales “han sido usurpadas por el régimen del capital, y para restablecer un mundo ecológicamente sostenible y arraigado en la igualdad sustantiva” (p. 13).

El 28 de febrero de 2022, se publicó el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) en donde se destacó el “carácter catastrófico de la crisis climática actual y el rápido empeoramiento de las perspectivas de la humanidad si no se producen cambios a escala revolucionaria”. Casi simultáneamente a este llamamiento por parte del IPCC, Rusia entró en la guerra civil ucraniana y desafió a la OTAN. La atención del mundo se centró en la posibilidad de un intercambio termonuclear global. Hoy queda claro que el omnicidio por carbono y el omnicidio nuclear son dos amenazas que ponen en peligro a toda la humanidad.

El calentamiento global y el invierno nuclear son dos fenómenos que se encuentran estrechamente relacionados en términos climáticos. Foster argumenta que “el mundo está a punto de destruir a la mayoría de los habitantes de la Tierra, en una u otra dirección”. En primer lugar, el calentamiento global llevará a un punto de no retorno para la humanidad si no se toman las medidas necesarias. En segundo lugar, el fuego nuclear, seguido de un enfriamiento global, exterminará al resto de la población mundial por inanición.

Las fuerzas de la negación están presentes en ambos fenómenos. Se niegan las implicaciones destructivas del cambio climático y los efectos planetarios de la guerra nuclear. Sin embargo, ambos conducirían al exterminio de la humanidad. El capitalismo, en su búsqueda irracional de acumulación de capital en un entorno global limitado, es el agente causal de estos dos fenómenos que ahora amenazan a toda la humanidad.

Es así como John Bellamy concluye que la “única respuesta posible a esta amenaza ilimitada es un movimiento revolucionario universal arraigado tanto en la ecología como en la paz, que se aleje de la actual destrucción sistemática de la tierra y sus habitantes, y que ofrezca como alternativa un mundo de igualdad sustantiva y sostenibilidad ecológica, es decir, el socialismo”.

Datos cruciales: 

1. De acuerdo con las estimaciones de la teoría del invierno nuclear, la reducción de la temperatura media del planeta como resultado de un intercambio nuclear global sería de 20°C (36°F), dando paso a un escenario “apocalíptico” a nivel planetario.

2. Los estudios más recientes, motivados en parte por la proliferación nuclear, demostraron que una hipotética guerra nuclear entre India y Pakistán librada con bombas atómicas de ciento quince megatones (del tamaño de Hiroshima) podría producir víctimas directas comparables a todas las muertes de la Segunda Guerra Mundial.

3. El bloqueo de la luz solar como consecuencia del humo lanzado a la estratosfera por las explosiones atómicas podría permanecer por más de una década. La producción de alimentos se reduciría entre 20% y 40%; la capa de humo estratosférico absorbería la luz solar, al calentarse provocaría una reducción de la capa de ozono del 20 al 50% cerca de las zonas pobladas y generaría un aumento de los rayos UV-B sin precedentes en la historia de la humanidad. Las personas sufrirían quemaduras en la piel y cerca de 2 mil millones de personas morirían de hambre.

4. Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido poseen la mayor parte del arsenal nuclear mundial. En su conjunto, estos países tienen miles de armas nucleares estratégicas con una potencia explosiva que oscila entre siete y ochenta veces la de la bomba de Hiroshima.

5. Una sola arma nuclear estratégica que impacte en una ciudad encenderá una tormenta de fuego que cubrirá una superficie de 90 a 152 millas cuadradas. Los científicos han calculado que los incendios provocados por un intercambio termonuclear global a gran escala propulsarían hacia la estratosfera entre 150 y 180 millones de toneladas de humo de carbono negro, las cuales permanecerían entre veinte y treinta años e impedirían que hasta 70% de la energía solar llegara al hemisferio norte y hasta 35% con respecto al hemisferio sur.

6. Con el invierno nuclear las temperaturas medias globales caerían por debajo del punto de congelación cada día durante uno o dos años, o incluso más. Los periodos de crecimiento de las zonas agrícolas desaparecerían durante más de una década, mientras que las precipitaciones disminuirían hasta 90%.

7. De acuerdo con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas, para que el mundo tenga una esperanza razonable de mantener la temperatura media mundial por debajo de 1.5°C, o incluso de 2°C, con respecto a los niveles preindustriales, es necesario alcanzar un nivel neto de cero emisiones de dióxido de carbono en 2050.

Trabajo de Fuentes: 

Kahn, Herman [2007], On Thermonuclear War, New Brunswick,Transaction Publishers, pp. 145–151.

Magdoff, Harry and Paul M. Sweezy [1981], “Nuclear Chicken”, Monthly Review. 34(4): 1-17, september.

Thompson, Edward [1980], “Notes on Exterminism, the Last Stage of Civilization”, New Left Review (12): 3–31.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La industria nuclear ha llevado a cabo estrategias y acciones de diversos tipos, tales como las campañas de desinformación, la negación de las pruebas científicas y el bloqueo de las políticas encaminadas a controlar las armas nucleares. Los intereses políticos y las corporaciones han impedido un avance en el combate a la destrucción del ambiente y en eliminar la amenaza de los efectos planetarios de la guerra nuclear.