Breve historia imperialista de las plantas comestibles

Cita: 

Serratos, Francisco [2022], "Breve historia imperialista de las plantas comestibles", Revista de la Universidad de México, CDMX, junio, https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/2775a19a-d726-416c-8632-f...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
2022
Tema: 
Colonización e imperialismo agrícola
Idea principal: 

Francisco Serratos es profesor y trabaja en una publicación sobre la historia del Capitoloceno. Su libro más reciente es Breve contrahistoria de la democracia.


El surgimiento de la agricultura puede tener dos interpretaciones: 1) como un momento clave que definió a la especie humana; o 2) como una catástrofe. En el periodo de la Revolución neolítica, se inauguraron mejoras y beneficios en la nutrición, alimentación, así como en la expectativa de vida. Sin embargo, también surgió una sociedad desigual, ya que la agricultura trajo consigo divisiones políticas. Por un lado, estaban los grupos humanos que trabajaban la tierra y los que no; por el otro, los que reclamaban la propiedad privada, así como los desposeídos.

El autor afirma que la historia de las plantas es la historia de la humanidad, ya que ésta creó una civilización vegetal, y a donde quiera que el género humano se expanda, necesita de las plantas. Hasta Elon Musk, multimillonario estadounidense, expresó que sus intenciones de colonizar Marte requerirían del cultivo de plantas en ese planeta. Este programa de colonización planetaria no difiere del proyecto colonial que inició hace 5 siglos, en parte, por el control de ciertas plantas y cultivos en Asia y América (thé, nuez, canela, jengibre, clavo, azafrán, comino, algodón, café y tabaco).

Según Christoph Bonneuil y Jean-Baptiste Fressoz, los imperios europeos sometieron 35% de la superficie terrestre en 1800, 67% en 1978 y, casi 85% en 1914. Daniel Green argumenta que no es una exageración describir al imperio británico como un imperio vegetal.

En los territorios colonizados, los europeos impusieron ecologías extractivas que estaban basadas en la explotación de la vida humana y no humana. Asimismo, los colonizadores destruyeron y modificaron los ecosistemas sustentables de los pueblos nativos. Así, esas poblaciones se volvieron desposeídas, tanto de su territorio como de sus cultivos.

Corey Ross apunta que los jardínes botánicos y los departamentos de agricultura se crearon para estudiar cómo mejorar los cultivos exportables. Las plantaciones de cultivos se expandieron y los bosques y selvas disminuyeron (ver Dato crucial 1).

La agricultura industrial contemporánea destruye formas de vida humana y no humana (ver Datos cruciales 2 y 3). Esta actividad productiva tampoco ha acabado con el hambre en el mundo (ver Dato crucial 4). Con estos datos, el autor concluye que el sistema de alimentación mundial es un peligro para la biodiversidad (ver dato crucial 5). Esto da cuenta de una distopía monovegetal (ver Dato crucial 6).

Algunas de las plantas que han colonizado al mundo son la caña, el azúcar, el maíz, el trigo, el arroz, la palma de aceite, la papa, el aguacate y la soja. Dichos cultivos se convirtieron en mercancías o, como se le conoce desde la época colonial: cash crops, cuya única finalidad es generar ganancias.

En el siglo XIX, los imperios europeos buscaron la manera de aumentar la eficiencia de las plantas comestibles. Para realizar esa tarea, fue necesario crear centros de investigación como el Instituto de agronomía de Buitenzorg en Indonesia (conocido ahora como el Jardín Botánico de Bogor) cuando esa locación era colonia neerlandesa. En ese instituto se inventaron fertilizantes y pesticidas, se mejoraron algunos cultivos comerciales, al tiempo que los europeos continuaban con su objetivo de colonizar los trópicos.

La ambición por mejorar los cultivos comerciales se cristalizó en la segunda mitad del siglo XX, cuando la revolución verde se llevó a cabo. Ésta fue un éxito en la formación del sistema alimentario mundial debido a que expandió los cultivos comerciales. Fue un proyecto económico diseñado por los tecnócratas estadounidenses y algunas corporaciones como Dupont y Monsanto.

Los primeros laboratorios de la revolución verde fueron países como México, India, Vietnam y Filipinas. Las semillas de la revolución verde contribuyeron al aumento de la dependencia de las comunidades campesinas respecto del mercado global. También destruyeron las formas ancestrales de experimentación genética.

El primer éxito de la revolución verde se dio en México en 1954 con el cultivo del trigo. Así, nació el concepto de agronegocio acuñado por John H. Davis, ejecutivo de corporaciones alimentarias y miembro del Departamento de agricultura de Estados Unidos. Davis argumentó que las ganancias agrícolas deberían depender de los agentes privados del mercado y no del gobierno.

Las corporaciones controlan el proceso de producción de comida, de semillas, de uso de la tierra, etc. En la producción, destacan empresas como Unilever, Coca-Cola, PepsiCo y Nestlé. En la distribución se destaca: Walmart. En el negocio de las semillas: Cargill, Bayer, ADM y Bunge.

Una planta distintiva que resume todo este proceso histórico es la palma de aceite, con ésta es posible producir el aceite de palma, que está en 80% de los productos de los supermercados. Es una planta sumamente lucrativa y con un historial muy oscuro.

El monocultivo de la palma de aceite produce deforestación, acentuando la crisis del calentamiento global; genera la pérdida de nutrientes por la suplantación de cultivos y aumenta los índices de obesidad de las personas que consumen comestibles ultraprocesados. El cultivo de esta planta abarca grandes cantidades de tierra y afecta el medio ambiente (ver Dato crucial 7).

A pesar de esta catástrofe alimentaria, organizaciones no gubernamentales como GRAIN, muestran que hay alternativas. Por ejemplo, los campos de pequeños agricultores son más productivos por hectárea de tierra; además, protegen la biodiversidad, producen alimentos más diversos y nutritivos.

El autor concluye que en los últimos 5 siglos, las plantas han sido uno de los motores de la colonización. No obstante, las plantas pueden ser la liberación de un sistema económico que se enfoca más en el valor de cambio que en el valor de uso.

Datos cruciales: 

1. Entre 1850 y 1920, 152 millones de hectáreas fueron deforestadas para las actividades agrícolas relacionadas con los monocultivos.

2. En el siglo XX, se drenó 15% de los 100 millones de kilómetros cuadrados de humedales en el planeta; esta área representa el tamaño de Canadá. En la actualidad, 50% de la tierra habitable (51 millones de kilómetros cuadrados) está destinado a la agricultura. 80% de las plantas cosechadas no son para consumo humano, sino para ciertos animales: cerdos, pollos, salmones, etc. La proteína animal en la dieta humana global representa 37%.

3. De las 28 mil especies amenazadas por la extinción, 24 mil están ligadas a la agricultura industrial.

4. 811 millones de personas sufren por el hambre y 2 de cada 3, no tienen una dieta adecuada, según la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la Agricultura (FAO).

5. El sistema alimentario global es responsable de 26% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

6. Carolyn Steel apunta que de las 300 mil plantas comestibles que existen en la Tierra, sólo 17 representan 90% de lo que se consume en el mundo.

7. El cultivo mundial de palma de aceite abarca 27 millones de hectáreas, lo que equivale al territorio de Nueva Zelanda. Su producción rebasa 70 millones de toneladas anuales y es originaria de África central, Malasia e Indonesia. En esos países se produce 85% de la producción mundial. En las últimas dos décadas, Malasia perdió más de 8 millones de hectáreas de selva. En Indonesia, el cultivo de la palma de aceite abarca más de 13 millones de hectáreas. Indonesia es uno de los países con mayores emisiones de gases de efecto invernadero desde 1850.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Este breve texto es interesante porque ilustra cómo los cultivos fueron parte del motor de la colonización de los imperios europeos en regiones como Asia y América. Esta colonización de plantas, trajo consigo una civilización que estaba enfocada en el control de la naturaleza, en ir más allá de los valores de uso y en comercializar los productos alimentarios mundialmente. En la actualidad, estos procesos de producción de alimentos, siguen esta lógica, pero en un contexto donde las corporaciones transnacionales los controlan.