El bíos, el geo y la política. Aproximaciones al régimen biopolítico/geopolítico

Cita: 

Herrera, David [2021], "El bíos, el geo y la política. Aproximaciones al régimen biopolítico/geopolítico", David Herrera y Fabián González, Una geopolítica crítica. Debates sobre el espacio, las escalas y el desarrollo desigual, México, Facultad de Filosofía y Letras– UNAM, http://ru.atheneadigital.filos.unam.mx/jspui/handle/FFYL_UNAM/6681

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2021
Tema: 
La geopolítica y la biopolítica tienen un origen y trayectoria comunes que se han reconfigurado en un régimen biopolítico/geopolítico.
Idea principal: 

David Herrera Santana es doctor en Ciencias Políticas y Sociales y maestro en Estudios en Relaciones Internacionales por el Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).


En los últimos cien años ha existido un fuerte debate en torno a la geopolítica, sobre todo respecto a la que emergió en Alemania en un contexto que adoptó prácticas organicistas en sus reflexiones y representaciones espaciales orientadas a la consolidación del Estado contemporáneo. Por otro lado, la geopolítica surgió como parte de los conflictos internacionales entre 1914-1945, sin embargo, las discusiones han excluido su relación con la biopolítica. Ésta se observa en todos los campos de la geopolítica, en la conceptualización, en las representaciones espaciales y la conformación del Estado moderno, el cual encontró en la “concepción organicista los medios de perfeccionamiento de las tecnologías de gobierno idóneas para la reproducción de la sociedad capitalista industrial y para el gobierno del espacio social en sus distintas escalas” (p. 43).

La diferenciación utilitaria entre lo nacional y lo internacional contribuyó a que la geopolítica (enfocada en lo internacional) y la biopolítica (enfocada en lo nacional) se volvieran mutuamente excluyentes en el discurso, lo cual apartó a la biopolítica de los análisis y discusiones, y por ende, se obstaculizó la comprensión de la complejidad de los ámbitos político, social, económico y cultural. Esta desarticulación de los conceptos ha provocado que sea imposible entender las dinámicas socio-políticas contemporáneas, por lo que el objetivo de este capítulo es replantear el análisis del régimen biopolítico/geopolítico, con la necesaria reflexión sobre el proceso histórico que ha permitido la conformación de conglomerados territoriales-poblacionales. Éstos han puesto al “bíos”[1] como centro de la política y ha utilizado un “geo” como espacio para la reproducción de las relaciones sociales de producción y las relaciones de poder.

Geopolítica y Biopolítica: los ordenamientos espaciales y el “organismo estatal”

Al politólogo y político sueco, Rudolf Kjellén (1864-1922) se le atribuye haber acuñado el concepto “geopolítica”, no obstante, también se le debe el concepto “biopolítica”. En este tenor, debido a su profundo antiliberalismo, Kjellén interpretó de forma distinta al Estado, propuso un “Estado total” que se involucra en todos los aspectos de la vida, de esta forma surgió su noción del “organismo estatal” y el “organismo político”. La confrontación entre grupos y clases debido a sus diferentes intereses genera conflictos constantes que deben ser mediados desde la propia entidad estatal, por lo que el Estado intervencionista debe adquirir su forma de “organismo político” que gestione la vida. Es así que surge la biopolítica como fundamento de la forma orgánica del Estado, donde considera que la mediación es fundamental para la cooperación. En este sentido, su concepción de biopolítica deriva en cinco campos divididos en dos dimensiones.

“La dimensión natural del Estado se conforma por la etnopolítica y la geopolítica, mientras que la dimensión cultural está compuesta por la régimen-política (ordenamiento jurídico), la socio-política (ordenamiento social y cultural) y la economía política (ordenamiento económico y riqueza material)” (p. 47). Estas dimensiones y campos se consideran dentro del “bíos”, por tal razón, Kjellén se enfoca en la dimensión natural, la cual considera limitante y formadora de la dimensión cultural. En este sentido, el campo de la etnopolítica y la geopolítica son los más relevantes, el primero se refiere a la relación entre la nación y su territorio, el segundo a la “intersección entre la ciencia política, la geografía política, la estrategia militar y la teoría jurídica del Estado” (p. 47).

De esta forma, se entiende que la biopolítica engendra a la geopolítica, en la cual el Estado tiene en el centro a la vida y la potencia en un ambiente externo competitivo y hostil, así como uno interno heterogéneo y conflictivo. En 1916 Kjellén publicó su Staten som Lifsform y para 1920 seguidores de su pensamiento, entre los que destaca el barón Jacob von Uexkül, publicó Staatsbiologie, donde se enfoca en las enfermedades que afectan al Estado. Para 1938 Morley Roberts apostaba ya por un gobierno biopolítico, argumentaba que el gobierno debe responder a las patologías sociales, tales como el comunismo, que amenazan con la disolución del organismo político y social.

Para estos momentos surge una dimensión inmunitaria con la función de combatir las patologías y anormalidades sociales, por otro lado, en el ámbito de la seguridad poblacional, la “higiene pública” cobra relevancia, de forma tal que el concepto de “bíos” es reemplazado por la “zoé” o “vida desnuda”, la dimensión del simple hecho de existir.

Por otro lado, en el marco del objetivo político de la regulación de la vida, conceptos tales como las panregiones de Haushofer, el Lebensraum de Ratzel y el proyecto de expansión alemana deben tenerse en consideración pues, la vida está centrada como objeto de protección y mejoramiento político. De esta forma, el régimen biopolítico/geopolítico adquiere una dimensión de exterminio y expansión, mediante la noción de eliminación de patógenos, enfermedades, prácticas e ideologías que atenten contra la integridad del cuerpo político.

Los desarrollos desiguales, y las escalas: un régimen geopolítico/biopolítico en la fábrica mundo

La Geopolitik alemana tiene una visión organicista y expansionista, la biopolítica anglosajona es considerada como un régimen de regulación poblacional, higiene, salud pública, cuidado y administración de la vida, no obstante, estos no se limitan por fronteras geográficas, sino que se pueden replicar en otros territorios. Asimismo, la escala no necesariamente se queda a nivel de Estado pues puede llegar a la escala mundial. Por otro lado, a pesar de que el régimen biopolítico/geopolítico surgió en Europa, existen versiones de éste en otras latitudes con sus propias particularidades. En este sentido, la estrategia biopolítica del racismo moderno hizo posible los modos de colonización no europeos, ejemplo de ello es el régimen imperialista de Japón de finales del siglo XIX y principios del XX.

El régimen biopolítico/geopolítico japonés comenzó con la traducción del Lebensraum en el seikatsu kükan (espacio vital), que después se desarrolló en el seikatsu ken (esfera vital) y finalmente en el shikatsu ken (esfera de supervivencia), que dará sentido al gran proyecto imperialista japonés: la Esfera Superior de Co-prosperidad en Asia del Este. La reinterpretación nipona de los conceptos trasciende la percepción organicista de Kjellén, pues plantea una esfera abierta de supervivencia e influencia política y económica, donde el ordenamiento racial resulta ser un elemento esencial. Esta concepción esférica rebasa los límites geopolíticos tradicionales, por lo que es un ejemplo de cómo el régimen biopolítico/geopolítico ha alcanzado la escala mundial.

Con respecto a las escalas, la Geopolitics se centra en la práctica de gobierno de “lo internacional” y tiene todo un proyecto biopolítico implicado. En este sentido, Stanek propone que tal proyecto se debe entender como uno de organización escalar de la sociedad, y al “urbanismo como un proyecto de la biopolítica de las escalas” (p. 52), en el cual éstas se refieren a marcos históricos específicos del régimen.

En este tenor, el marco histórico del régimen biopolítico del siglo XX estuvo definido por las representaciones espaciales, las cuales derivaron de la teoría y la práctica de la Geopolitics y su enfrentamiento con las contrapartes Geopolitik y seikatsu ken. Dentro de estas tres representaciones, la Geopolitics es la que más se enfoca en el ordenamiento y gobierno del gran espacio mundial, en este sentido, Mackinder define Eurasia como centro crucial del poder mundial de especial interés para el Imperio Británico y su posición ante competidores como Rusia. Por otro lado, Spykman propone una estrategia de guerra referente a la ocupación de las costas euroasiáticas, instaurando “fronteras estratégicas” mediante límites operativos en territorios enemigos y así evitar que la guerra llegue a fronteras estadounidenses.

Las estrategias y representaciones espaciales antes mencionadas son la base de la potenciación a nivel internacional del régimen biopolítico, pues configuran las formas de ordenamiento de los espacios y territorios con base en sus intereses e inciden directamente en la producción de la “zoé”. En este sentido, fue hasta la Guerra Fría (1945-1989) que el régimen biopolítico/geopolítico se consolidó más claramente, donde el organicismo y la lógica inmunitaria se vuelven nucleares en la praxis geoestratégica de Estados Unidos.

Desde 1919 Clemenceau propuso el concepto de “cordón inmunitario” para frenar la propagación del comunismo, no obstante, fue hasta la Guerra Fría que esta percepción cobró relevancia transnacional. De igual forma, otras “desviaciones” fueron identificadas como peligros infecciosos inminentes para el régimen, tales como los movimientos guerrilleros, subversivos y anti-sistémicos, lo que llevó al desarrollo de tecnologías y prácticas contrainsurgentes.

La lógica inmunitaria opera en el campo de la ocupación territorial militar y en las tecnologías de vigilancia y control de las poblaciones en regiones geoestratégicas para la imposición del poder global en el marco del mundo bipolar de la Guerra Fría. En este sentido, un ejemplo es la presencia del ejército estadounidense en todo el mundo, no obstante, no es la única forma en la que este régimen biopolítico/geopolítico se ha manifestado. Durante la instauración de este régimen, “la policía es resignificada e instrumentalizada como tecnología del régimen mundializado” (p. 54), específicamente en la década de 1960 se comienza a utilizar a adiestrar a los cuerpos de policía nacionales con una lógica anticomunista y a ser utilizados para erradicar las patologías locales. Asimismo, la acción policiaca es gestionada por instituciones estadounidenses que emiten planes y políticas de vinculación para territorializar a “países receptores de ayuda” bajo la etiqueta de “cooperación”, “entrenamiento” y “programas de profesionalización” (dato crucial 1).

Con base en lo anterior, se puede afirmar que la lógica de exterminio que fue representativa del nazismo también está presente en esta etapa pues, se ha brindado apoyo a gobiernos dictatoriales y autoritarios como los del Sureste Asiático y Centro y Sudamérica. Las estrategias transescalares y multiterritoriales de regulación, control, represión y exterminio poblacional están enmarcadas en un régimen biopolítico/geopolítico que solo puede desarrollarse a nivel mundial, pues requiere de la pluralidad y diversidad de las regiones, escalas y territorios.

La dimensión estética en el régimen geopolítico/biopolítico del posfordismo

Debido a la vigencia del modo de regulación y acumulación fordista es que la Guerra Fría puede moldear al régimen geopolítico/biopolítico a escala mundial. Las delimitaciones espaciales impulsan procesos de concentración y centralización del capital gestionadas por versiones propias de autoridad y gobierno para regular a las poblaciones y factores de producción. En palabras de Levebvre, “el modo de producción imprime sus rasgos en la producción del espacio”, en este sentido, las formaciones geopolíticas son expresiones de cómo el capitalismo y otras interacciones políticas plasman en el espacio formas determinadas que solo serán vigentes mientras sirvan a los procesos de reproducción de la vida y el capital.

El sistema fordista se caracterizó por la definición de perímetros para delimitar escalas y lugares específicos para ordenar tanto al sistema de producción como al de circulación, asimismo, la mano de obra se clasificó mediante la instauración de regiones productoras y mercados consumidores, lo que generó la ilusión de espacios homogéneos con soberanías estables.

En la dimensión estética de la geopolítica es necesario considerar cómo “pueblos fundamentalmente heterogéneos son organizados dentro de una malla jerarquizada de naciones, razas y poblaciones” (p. 56). Sin embargo, en la transición hacia nuevas modalidades de dominio se le ha dado especial relevancia al “régimen productivo policial a través del régimen estético por el cual cuerpos, culturas y localidades son particularizados y codificados” (p. 57). La nueva legibilización a partir de la crisis de sobreacumulación de la década de 1970 propició una nueva dimensión estética-política, donde las particularidades y fragmentaciones se volvieron cada vez más comunes y abrieron camino a un régimen biopolítico/geopolítico de la fragmentación. En este nuevo régimen las representaciones espaciales se asemejan más a la noción orgánica esférica de la noción seikatsu ken, pero con alcances aún mayores.

La fragmentación de la cadena de producción, así como la reconfiguración del sistema de circulación global, propiciaron que se generaran nuevos conceptos y prácticas en el campo de la geopolítica y seguridad que se fundamentan en el funcionamiento de las grandes cadenas de valor. Cabe resaltar que la seguridad global se ha enfocado en resguardar estas cadenas de valor, pues son la base del sistema de producción y de circulación global.

Por otro lado, el capitalismo hace uso de la producción estratégica del espacio para perpetuar su propia reproducción, por consiguiente, las infraestructuras han sido herramienta clave para el ejercicio del poder y por ende resultan centrales en el régimen biopolítico/geopolítico. Estos complejos estructurales son frecuentemente denominados con términos biopolíticos como “el esqueleto”, “sistema circulatorio”, “sistema nervioso” y “metabolismo” del cuerpo político, que en su conjunto se consideran “sistemas vitales” fundamentales para el funcionamiento de las ciudades y los Estados.

A lo largo del siglo XX se volvió prioridad resguardar la seguridad de estos sistemas vitales que podían ser objeto de ataques tanto internos como externos. Esta lógica se materializó durante la Guerra Fría por la necesidad de generar estrategias que permitieran la rápida rearticulación de los sistemas vitales en caso de sabotaje interno o ataque externo. Por otro lado, a partir de 1960 la discusión empieza a considerar la posibilidad de que también las contradicciones civilizatorias ocasionan perturbaciones en los sistemas vitales, tales como el cambio climático y los patógenos altamente infecciosos. Este enfoque en las patologías biológicas aparte de las sociales, resalta la centralidad de la vida en la actividad política.

Las nuevas preocupaciones reconfiguraron las representaciones y prácticas geopolíticas del capitalismo fragmentario en materia de control y gestión de los sistemas vitales, ahora de escala mundial. En este tenor, la nueva dimensión estética-política del régimen biopolítico/geopolítico se compone de una compleja malla espacial conformada por desarrollos desiguales conectados a manera de nodos jerarquizados, donde los sistemas vitales tienen un papel protagónico. No obstante, cabe destacar la concepción previa de diferenciación de espacios homogéneos de culturas únicas sigue presente y coexiste con la representación antes mencionada.

En el marco de la representación de las mallas espaciales, se conforman procesos de “subyugación territorial, explotación laboral y experimentación de nuevas formas de gobernanza” (p. 60). Asimismo, las fronteras del capital determinan nuevas lógicas espaciales en concordancia con la “multiplicación del trabajo”. En este sentido, la vida tiene centralidad en los sistemas vitales y en las tecnologías de control, vigilancia y regulación.

Con base en lo anterior, es evidente que el régimen biopolítico/geopolítico se encuentra en constante tensión entre dos escalas, la mundial y la interestatal. La primera se refiere a cómo los sistemas vitales y las mallas espaciales inciden sobre diversos territorios y detonan desarrollos desiguales a través de la administración, gobierno e infraestructura. Respecto a la segunda, define las formas biopolíticas y lógicas geopolíticas de concentración de la autoridad, administración y gobierno a escala estatal y nacional.

Por lo antes expuesto, la discusión se presta a tratar de comprender la forma en que el régimen biopolítico/geopolítico transitó de las formas de regulación territorial y poblacional del siglo XIX a la lógica multi-escalar y multi-territorial del capitalismo fragmentario. En este sentido, el estudio de la geopolítica requiere comprender sus orígenes y su relación indisoluble con la biopolítica desde el comienzo. Finalmente, es evidente que la “zoé” sigue siendo eje central de la lógica de administración, regulación, control y vigilancia de las complejas formaciones entre distintas escalas y formas de gobierno.

Conclusiones

La biopolítica y la geopolítica han estado relacionadas desde su origen y durante toda su trayectoria, se han consolidado como un régimen biopolítico/geopolítico que se ha manifestado a distintas escalas espacio-temporales dependiendo del contexto histórico. Las diversas expresiones del régimen que se discutieron anteriormente no son versiones distintas de la geopolítica, sino racionalidades de gobierno en diferentes escalas, territorios y momentos. En este sentido, la finalidad de este régimen ha sido la “conformación de conglomerados territoriales-poblacionales y de formas de autoridad y gobierno a distintas escalas, mediante expresiones múltiples y plurales que tienen como centro la incorporación del bíos, la producción de una zoé y de un geo que fungen como mediadores de los procesos de dominación y reproducción del sistema de relaciones sociales vigente” (p. 62).

Por otro lado, este régimen responde a la dinámica histórica, por lo que no tiene una forma establecida con base en la teoría del pensamiento clásico, como es el caso de la geopolítica. Asimismo, el régimen está compuesto por representaciones espaciales que tienen la finalidad de moldear el espacio social conforme al modo de producción y las relaciones de poder. Debido a que la geopolítica no puede verse de forma reduccionista, se han ido conformando nuevas configuraciones político-espaciales que se ven representadas en la estetización geopolítica.

Finalmente, es importante resaltar que los cambios espacio-temporales y reestructuraciones socio-espaciales se suman a las anteriores concepciones nutriendo y problematizando la discusión en torno al régimen biopolítico/geopolítico, lo cual se traduce en una diversidad y pluralidad de configuraciones multiescalares de regulación, contención, control y vigilancia.


[1] "Bios designa no solo la vida natural, física, sino tal vez, en medida igualmente significativa, la vida cultural. Esta denominación apunta también a expresar la dependencia que la sociedad manifiesta respecto de las leyes de la vida; esa dependencia, más que cualquier otra cosa, promueve al Estado mismo al papel de árbitro, o al menos de mediador" (p. 47).
Datos cruciales: 

1. De 1962 a 1974, se tienen registrados este tipo de “programas de asistencia policiaca” en 52 distintos países repartidos entre América, Asia y África.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La conformación del régimen biopolítico/geopolítico a lo largo del siglo XX ha ayudado a consolidar la hegemonía de los países del norte global, reafirmando las relaciones de poder y perpetuando el sistema de producción que controla a las poblaciones y los territorios.