Gracias a la investigación fundamental, en los últimos años se han realizado grandes avances científicos, sobre todo en el campo de la biología. Dos de las investigaciones más recientes, que vislumbran enormes posibilidades para la vida humana son: la modificación genética de plantas y la corrección de genes de personas con enfermedades incurables.

La posibilidad de modificar genes, tanto en flora como en el ser humano, abre un abanico de consecuencias benéficas. En primer lugar, la alteración de la genética de plantas no solo permitiría la manipulación de procesos biológicos como la fotosíntesis; sino que, esto podría contribuir a que los cultivos sean más baratos, más grandes y más nutritivos en un mundo en donde la producción agrícola se ve cada vez más afectada por el cambio climático. Por su parte, la modificación genética en personas con enfermedades fatales ha comenzado a contribuir en el desarrollo de terapias para combatir padecimientos como cáncer, hemofilia e incluso SIDA, lo que aumentaría la esperanza de vida de millones de personas.

Los prometedores resultados de los avances expuestos, son y han sido posibles gracias a la inversión que se ha hecho en la investigación fundamental, ya que el conocimiento básico en genética así como en las funciones y estructuras de las proteínas, se han posicionado como el fundamento de descubrimientos en el campo de la medicina y de la agricultura. En este sentido, se podría decir que la inversión en la ciencia fundamental se ha convertido en la ganancia del mañana.

Es por ello, que tanto el sector privado, como los gobiernos y las organizaciones benéficas, son actores primordiales para hacer posible estos avances en el campo de la genética: el sector privado, es vital en la innovación científica que se requiere en el proceso; y, tanto la inversión gubernamental como de beneficencias, han contribuido a la continuación de las investigaciones, así como en la recaudación de fondos y, para hacer posible que los resultados de estos avances científicos lleguen a personas con bajos ingresos.

A pesar de los resultados positivos de las investigaciones, no se puede garantizar que el beneficio de la manipulación genética sea aprovechada. Al ser producto de miles de horas de investigación que requieren un gran conocimiento técnico, las terapias de genes para tratar enfermedades son muy costosas; por ello, es sumamente difícil que este tipo de tratamientos sean implementados en los servicios de salud nacionales (dato crucial 1). Para que lo último sea posible, se prevé que deberán pasar al menos 10 años más de investigación y avances científicos para que el precio de las terapias se reduzca al menos 50 veces y pueda ser adquirido por la población. Por su parte, la manipulación de plantas también es un proceso costoso.

Para hacer posible la erradicación de enfermedades y una revolución verde, se necesita de mucha inversión. Aunque la manipulación genética de plantas es más barata que la creación de terapias genéticas, ambas necesitan reducir costos para ser más accesibles. En aras de lograr esto, no solo se requiere de probar con distintos mecanismos de pago; también, se necesita del incremento de la demanda de estos tratamientos para generar una reducción de precios y del trabajo conjunto de gobiernos, beneficencias y el sector privado.

Lo último, ya que el trabajo de los tres sectores ayudará a comprender que existen más beneficios que daños de estos avances científicos, lo que contribuirá a combatir la desinformación respecto a cultivos genéticamente modificados y sobre medicamentos experimentales; lo que por ende, facilitará la implementación de leyes que apoyen la innovación y la distribución de esta tecnología.