El capital odia a todo el mundo: fascismo o revolución

Cita: 

Lazzarato, Mauricio [2020], El capital odia a todo el mundo: fascismo o revolución, Buenos Aires, Eterna Cadencia, http://library.lol/main/8D88D7160B258208E2EE4CF9D699E62A

Fuente: 
Libro
Fecha de publicación: 
2020
Tema: 
Sin un horizonte de posibilidad revolucionario que imagine la superación del capitalismo, el capital absorberá las luchas que se libren contra él.
Idea principal: 

Maurizio Lazzaratto es filósofo y sociólogo de origen italiano. Estudió en la Universidad de Pauda, y en la década de 1970 se exilió en París. Es investigador en el Matisse/CNRS de la Universidad de París y es miembro del Colegio Internacional de Filosofía de París.


Para Lazzarato los tiempos que vivimos son apocalípticos, en el sentido de que son tiempos de revelaciones. La primera revelación es que, desde la crisis financiera de 2008, se abrió un período de rupturas políticas liderada por las fuerzas de la extrema derecha. Mientras neofascistas, sexistas y racistas son quienes encabezan las rupturas políticas, el neoliberalismo logró borrar la opción revolucionaria de la memoria, de las teorías y del abanico de opciones políticas de las fuerzas que luchan contra el capitalismo.

El fascismo es otra cara del neoliberalismo. Es un error sostener, como la académica estadounidense Wendy Brown (2019), que los primeros neoliberales, como Hayek, estarían en desacuerdo con los nazis del parlamento alemán o los fascistas del parlamento italiano. Para entender el funcionamiento del capitalismo y las maneras en que ejerce su poder no hay que perder de vista los procesos sumamente violentos, como las dictaduras latinoamericanas, que hicieron posible el proyecto neoliberal.

El poder del capitalismo no sólo se ejerce mediante mecanismos de violencia suave como el gobierno de las conductas. Ni la democracia ni el derecho hacen desaparecer las formas más crudas de violencia como la guerra civil. El poder ejercido mediante mecanismos de violencia directa es parte intrínseca del funcionamiento del capital, y es la base de las condiciones que posibilitaron el neoliberalismo.

Otra de las revelaciones de estos tiempos es que el odio de clase siempre se encuentra detrás de la fachada democrática y de las innovaciones económicas, sociales e institucionales. Ante cualquier movimiento de ruptura, aún cuando no sea ni de cerca revolucionario, el odio de clase envuelve a las élites, corroe la democracia, y aparecen las ganas de eliminar a las personas que atentan contra el poder y la propiedad.

En el planteamiento de Lazzaratto es fundamental leer desde el punto de vista de la revolución mundial a los movimientos políticos que desde 2011 intentan desafiar al capitalismo. Aún si esa lectura pueda parecer pretenciosa para movimientos como el de los chalecos amarillos en Francia o el Occupy Wall Street en Estados Unidos, se argumenta que es necesario contemplar los límites de los movimientos contemporáneos con relación a los horizontes de posibilidad creados, mas no concretados, por las revoluciones de mediados del siglo XX.

Además del cambio en el horizonte de posibilidad, destaca el cambio del sujeto político y de las formas de protesta. Durante mucho tiempo los procesos revolucionarios estuvieron marcados por el modelo de revolución leninista que interpretaba a la clase obrera como el sujeto revolucionario encargado de instaurar el comunismo. Pero, en la década de 1960 el sujeto político se volvió un sujeto imprevisto, como se demuestra en el movimiento de los chalecos amarillos. El sujeto político pasó de ser la clase obrera que el marxismo-leninismo exigía, a estar encarnado por la contingencia del conflicto político. En el caso de las formas de movilización, las actuales formas de protesta atacan la circulación de capital, pues en la actual forma de reproducción del capital la circulación (de bienes, dinero, personas e información) prevalece sobre la producción de objetos de consumo. Ya no se toman las fábricas, ahora se ocupan calles y plazas, se ataca la circulación de información.

A pesar de los cambios, Lazzaratto insiste en que es necesario un horizonte de posibilidad que vislumbre la superación del capitalismo. El poder tiene como condición tener sujetos que gobernar, aun si los gobernados presentan resistencias siguen siendo gobernados. Por tanto, un nuevo proceso político necesita salir de la lógica de la gobernabilidad, necesita romper con el orden existente. La ruptura con el orden existente crea nuevos imaginarios que posibilitan la transformación del yo y del mundo.

Las transformaciones sociales que se abren en el proceso de constitución del sujeto político, como las formas de organización, se enfrentan con las razones del capital, como el beneficio, la propiedad y la herencia. Pero, la disyuntiva no da lugar a puntos medios, si el proceso político no logra cambiar las razones del capitalismo, las razones del capitalismo cambiaran el proceso político. Por ejemplo, la democracia se ha vuelto el escenario del conflicto y subjetivación, eliminando del horizonte la lucha contra el capitalismo por medio de la revolución; pero el capitalismo ha logrado apropiarse de la representación democrática.

El intento de construir una opción revolucionaria de superación del capitalismo enfrenta múltiples retos. Por una parte, las actuales formas de politización de los movimientos sociales van en contra de los líderes, de partidos, de cualquier delegación de la representación. Por otra parte, desde el populismo de izquierda, las lógicas polarizantes impiden nombrar claramente a los enemigos; además, las categorías del populismo, como casta, los de arriba y los de abajo, se acercan demasiado a las teorías conspiranóicas, y generan una confusión que continúa atraviesa a los movimientos.[1]

Finalmente, hay una gran desorientación política, pues la contrarrevolución por cinco décadas construyó un desierto de opciones políticas.

Debido al múltiple conjunto de conocimientos que se generan al interior de un movimiento, nadie externo al movimiento puede dar indicaciones de qué hacer. Pero, los límites de los movimientos posteriores a 2011 son evidentes. Uno de estos límites es la incapacidad de articular las diversas críticas que existen a las múltiples caras del capitalismo. Por ejemplo, los chalecos amarillos fueron incapaces de articular una crítica que tomara en cuenta los patrones de poder raciales e internacionales del capitalismo.

Si no se toman en cuenta los patrones de poder raciales y de género, la división internacional del trabajo, ni la explotación global de la fuerza de trabajo y los recursos del planeta, se puede caer en una ilusión con el espacio nacional. Pero no debe perderse de vista que la existencia de un capitalismo colonial global fue la condición de posibilidad para la existencia de los Estados-nación del siglo XIX, así como la guerra fría y el combate al comunismo posibilitaron los estados de bienestar.

Lazzaratto supone dos ejes centrales para posibilitar una revolución mundial. Por una parte, un nuevo internacionalismo, como el que incorporan casi físicamente los movimientos de neocolonizados y el que movilizan los movimientos de mujeres gracias a sus redes mundiales. Por otra parte, una crítica a capitalismo que articule las diferentes dimensiones de los patrones de poder, pues, además de la esfera del trabajo, las divisiones sexuales y raciales estructuran tanto la reproducción del capital como la distribución de funciones y roles sociales.

Si las diferentes subjetividades que luchan contra el capitalismo desde distintos ángulos no logran encontrar un espacio de convergencia; no habrá una acción política común que sea capaz de enfrentar el poder del capitalismo. La imposibilidad de entender el capital como una máquina global y social, es uno de los elementos centrales que provocaron la derrota de la izquierda revolucionaria en la década de 1960. Desde 2011 las formas de movilización son revolucionarias; pero las reivindicaciones y la definición del enemigo son reformistas pues no presentan un verdadero peligro para la máquina del capital.

Aunque el momento más álgido de los movimientos no logre cambios notables en la organización del poder, lo importante es que se logren cambios subjetivos; pues, aunque los movimientos sean derrotados en el corto plazo, los cambios subjetivos continuaran produciendo efectos políticos. Pero, la condición para que los cambios subjetivos rindan frutos en el combate al capitalismo es que no se separe la revolución social de la revolución política (entendida como superación del capitalismo). Después de 1968 se demostró que la revolución social separada de la revolución política puede integrarse como nueva herramienta para la acumulación de capital. Si las transformaciones subjetivas se separan de la revolución política, se convertirán en un elemento más del capital y, por tanto, de su dinámica destructora y autodestructiva que se manifiesta en el actual neofascismo.


[1]De acuerdo la teorización de Laclau (2009) sobre el populismo, el populismo es una lógica de articulación social. Dos de los rasgos centrales del populismo son: la construcción de una subjetividad popular que se articula en torno a una cadena equivalencial de demandas insatisfechas, y la dicotomización de la sociedad mediante la construcción de una frontera interna que divide a los culpables de las demandas insatisfechas respecto a la sociedad con demandas insatisfechas.
Cápitulos relevantes para el proyecto: 

Introducción. Tiempos apocalípticos

1.- Cuando el capital se va a la guerra

2.- Maquina técnica y máquina de guerra

3.- Devenir revolucionario y revolución

Trabajo de Fuentes: 

Laclau, Ernesto [2009], "El populismo, ¿Qué nos dice el nombre?", Francisco Panizza (compilador), El populismo como espejo de la democracia, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, pp. 50-70.

Christian Salmon [2019], "Wendy Brown: Le néoliberalisme sape la démocratie", AOC, https://aoc.media/entretien/2019/01/05/wendy-brown-neoliberalisme-sape-d...

Nexo con el tema que estudiamos: 

Lazzarato presenta un análisis que dialoga con los movimientos que luchan contra el capitalismo. Es muy crítico con los actuales movimientos sociales que observa, como el de los chalecos amarillos en Francia. Dentro de su crítica a las actuales luchas, argumenta que el triunfo más grande del capitalismo en la década de 1960 fue el de borrar del horizonte de posibilidad la opción revolucionaria, y que las décadas de neoliberalismo han dejado un desierto en el abanico de las opciones políticas de quienes luchan contra el capital.

El análisis de Lazzarato, también puede tomarse como una propuesta en la que se hace un llamado para articular un espacio crítico y de descontento que aborde los distintos ángulos de los patrones de poder capitalistas y de establecer un horizonte revolucionario que tenga como objetivo la superación del capitalismo.