Ruralidad, narcotráfico y violencia. Un modelo para armar

Cita: 

Álvarez, Irene [2020], "Ruralidad, narcotráfico y violencia. Un modelo para armar", La violencia toma lugar. Tierra, mercados y poder en el México rural, Programa Noria para México y América Central, mayo, https://noria-research.com/ruralidad-narcotrafico-y-violencia-un-modelo-...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Mayo, 2020
Tema: 
Relación entre las condiciones del campesinado, el narcotráfico y la violencia.
Idea principal: 

Irene Álvarez Rodríguez es doctora en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa.


Introducción

Desde hace décadas en geografías rurales de Michoacán, Nayarit, Guerrero, Sinaloa y otros estados de la República Mexicana, el contexto de violencia y narcotráfico son parte de la vida cotidiana de la población. Existe una delgada línea, casi imperceptible, entre los cultivos lícitos y los ilícitos. En su ensayo, Irene Álvarez, busca introducir la relación existente entre la violencia, el narcotráfico y la ruralidad en el país.

Es bien sabido que desde hace bastantes años, México atraviesa por una “terrible crisis de seguridad”. No obstante, de acuerdo con la autora, no queda clara la manera en que se están distribuyendo las violencias y sus manifestaciones a nivel local. Aunque la violencia podría estar ligada al narcotráfico, no es la única manera de explicarla.

Álvarez realiza un trabajo etnográfico e histórico para visibilizar que en algunas geografías rurales en México, “la ruptura entre un país supuestamente ‘gobernable’ y otro azotado por la violencia criminal no necesariamente tiene sentido” (p. 2).

Bastos análisis han supuesto que “la violencia tiene causas fácilmente identificables” (p. 2). Para romper con esta visión y, a fin de enriquecer la discusión, la historia y la etnografía se presentan como herramientas clave.

De acuerdo con la autora, algo que pasa desapercibido a la vista de muchos análisis es que “lo violento forma parte de procesos sociales con una duración en el tiempo [...] [y] las intenciones que motivan los actos violentos no necesariamente determinan sus resultados ni, mucho menos, las formas en que éstos son interpretados” (p. 3). Los intereses específicos por parte de los individuos racionales que provocan actos violentos, son intereses configurados “por horizontes históricos y culturales” (p. 3).

Para una aproximación distinta de los vínculos existentes entre violencia, narcotráfico y ruralidad, la autora refiere a campesinos y no a “narcos”. De esta manera, las experiencias de los pobladores de zonas rurales de México se convierten en el centro del análisis.

Campesinos y no “narcos”

De acuerdo con el planteamiento de Álvarez, el aislamiento y la dispersión poblacional son características de la ruralidad. Vale la pena mencionar que los campesinos no son necesariamente agrícolas y la autora hace una clara distinción entre ambos actores. “Si referimos al campesinado es, sobre todo, para enfatizar la posición que ha ocupado un sector de la población respecto al capitalismo y el poder estatal (p. 4). El campesinado no es homogéneo, aunque sí posee un margen de acción restringido debido a los procesos de desposesión y dominación política y económica.

La autora argumenta que desde la década de 1980, el proceso de desposesión “se materializó en leyes políticas públicas que privilegiaban la producción de cultivos competitivos en el mercado internacional” (p. 4), afectando a los pequeños y medianos productores debido a la creación de condiciones desiguales de competencia que terminaron por redefinir la geografía rural de México. Como consecuencia de estas desigualdades, algunas zonas del país se convirtieron en grandes centros agroindustriales, mientras que otras zonas se caracterizaron principalmente por el abandono del campo y la expulsión de trabajadores.

En este contexto, en las zonas rurales más empobrecidas, la producción de cultivos ilícitos se presenta como una alternativa para permanecer en el lugar de origen. La producción de amapola y marihuana permiten a los pobladores obtener remuneraciones económicas mucho más altas que con la comercialización lícita de productos. De esta forma, “[e]l narcotráfico tiene que entenderse a la luz de la relación que la población indígena y campesina ha mantenido con el Estado” (p. 4).

Desposesión y mercados internacionales

La agricultura de subsistencia aunada a la producción ilícita de cultivos permite la obtención de alimentos básicos y la remuneración suficiente para la satisfacción de otras necesidades. La producción de cultivos ilícitos ha generado una estructura en la que ciertos sujetos denominados como “capos de la droga”, acaparan la producción narcótica en ranchos o incluso en municipios. Por el contrario, el campesinado pobre recurre a la producción de cultivos ilícitos para subsistir y muy difícilmente puede aumentar su producción.

Los capos de la droga controlan el espacio a través del ejercicio de la violencia. De esta manera, al contar con el monopolio del territorio, es posible la “atomización de la superficie cultivada” con el objetivo de disimular los cultivos ilícitos y prevenir la incursión de las fuerzas armadas. Sin embargo, es importante no perder de vista que “el acaparamiento de la tierra y el uso de la violencia no es exclusivo del narcotráfico, sino que es parte de la formación de sociedades agrarias en muchas regiones de México”.

Ante la depreciación reciente de la marihuana y la amapola, algunos campesinos, que gracias al comercio de cultivos ilícitos lograron adquirir capital económico, ahora se dedican al cultivo de zarzamora, aguacate, zanahoria, entre otros. Álvarez señala que en este sentido, “no es difícil imaginar que una parte de la producción agroindustrial del país se vincule a la acumulación de capital proveniente del tráfico de drogas” (p. 5).

Sin embargo, el hecho de que los campesinos dejen de cultivar productos ilícitos y transiten a la producción de cultivos lícitos, no necesariamente se transita hacia la legalidad debido a que en algunos casos, “el boom de la agroindustria” ha estado acompañado del aumento de la violencia y el surgimiento de grupos armados con aras de proteger a la “burguesía rural”.

Este proceso de acumulación capitalista ha permitido que se establezcan formas de regulación justificadas como prácticas de seguridad ante los fenómenos violentos. Es así como en distintos municipios del país, los productores financian autodefensas con el fin de obtener protección.

Realidades agrarias en el centro del debate sobre violencia y narcotráfico

Los protagonistas de la “narco-guerra” han respondido a “circunstancias socio-históricas” específicas. En el contexto rural actual caracterizado por la precariedad, la producción de cultivos ilícitos se presenta como una oportunidad.

Álvarez plantea que el aumento de la violencia no siempre estuvo relacionado con el cultivo de productos ilícitos. Sin embargo, en otros casos, el surgimiento de una burguesía rural relacionada con el narcotráfico ha provocado el recrudecimiento de la violencia. A pesar de ello, no es posible inferir la ausencia de la violencia con relación a cultivos lícitos. En realidad, “el boom agroindustrial ha contribuido a radicalizar procesos de concentración de la riqueza y ha incentivado procesos de regulación de la violencia altamente cuestionables” (p. 6).

Tal y como lo menciona la autora, probablemente la relación entre narcotráfico y violencia no es tan evidente como parece. Cuando se modifica la estructura y se rompen los acuerdos establecidos sobre quién ejerce el control en un territorio, en una población o en un cultivo (lícito o ilícito), es muy probable que surja la violencia armada. No obstante, la ausencia de violencia explícita no necesariamente significa la existencia de un consenso o aceptación de las jerarquías. En muchos casos la ausencia de violencia está relacionada con lo que la autora llama un “pacto de silencio”. Las personas dejan de decir lo que piensan porque han normalizado lo que sucede en su entorno.

Finalmente, debido a la forma en que se expresan los actos violentos, la autora concluye sobre la importancia de “enfatizar la complejidad del fenómeno violento y la necesidad de reflexionarlo más allá de su dimensión utilitaria” (p. 6).

Datos cruciales: 

1. En 2010, aproximadamente 22% de la población mexicana vivía en comunidades de menos de 2 500 habitantes.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El presente ensayo permite establecer una relación entre la ruralidad, el narcotráfico y la violencia como consecuencia de los grandes cambios en la estructura económica y social a partir de la integración de México al mercado mundial. De igual forma, permite visualizar la forma violenta y autoritaria en la que se organizan diferentes actores, incluida la “burguesía rural”, para mantener su status quo y proteger sus intereses económicos, sin perder de vista las situaciones conflictivas que surgen al interior de la estructura y que terminan por manifestarse en un aumento de la violencia.