Winston Choi-Schagrin es reportera de The New York Times, en donde se encarga de cubrir historias referentes al cambio climático y al medio ambiente.

El martes 1 de octubre de 2022, seis días después de que el huracán Ian arrasó el suroeste de Florida, Álvaro “Moe” Zuluaga y su equipo iniciaron su trabajo en la ciudad de Naples, una de las más afectadas por la tormenta: la inspección, detección y erradicación de moho de los inmuebles.

El moho, se posiciona como una de las consecuencias más devastadoras del clima cada vez más húmedo y tormentoso que aqueja a Estados Unidos. Lo anterior, se debe a que el moho es un problema casi invisible y difícil de evaluar, lo que provoca que se extienda a todas las superficies a su alcance, afecte la salud de los habitantes de los hogares y provoque grandes pérdidas monetarias.

De acuerdo con expertos, el peligro del moho aumenta ya que se trata de un problema difícil de evaluar; no obstante, existe consenso en su causa: el hecho de que el cambio climático ha provocado que el calor, las lluvias y las inundaciones aumenten su intensidad, lo que ha conllevado que los inmuebles permanezcan húmedos por más tiempo y por ende, la probabilidad de desarrollar moho sea más alta. Asimismo, datos científicos han detectado otra consecuencia de este problema: el hecho de que el moho suelta esporas en el aire, mismas que implican graves riesgos a la salud por la inhalación de estas.

En reconocimiento del peligro que representa el moho, en 2021 la Agencia Federal de Gestión de Emergencias de Estados Unidos amplió su sistema de ayudas para cubrir el crecimiento de moho. Desde la implementación del programa, y antes de que los huracanes Fiona e Ian azotarán Florida, la Agencia pagó más de 100 millones de dólares a habitantes cuyos inmuebles fueron afectados por el moho (Dato crucial 1).

La amenaza del moho es sumamente problemática para las víctimas de inundaciones en Estados Unidos por diversas razones, una de ellas reside en que existen diversas trabas para que los especialistas en remediar el problema trabajen de forma adecuada.

Al no ser una actividad 100% regulada, para la detección y la erradicación del moho, de 50 estados, únicamente 4 estados y el Distrito de Columbia exigen licencias y formación profesional para los remediadores. De los estados que exigen las licencias, Florida y Nueva York prohíben que los remediadores de moho realicen los servicios de inspección y limpieza en la misma propiedad para evitar conflictos de intereses. Por su parte, en la mayoría de los estados, los propietarios de los inmuebles afectados tienen menos garantías y protección por las regulaciones cuando buscan ayuda para lidiar con el problema.

Lo anterior, además de que dificulta los procesos para acceder a un equipo remediador, también plantea otra complicación: el hecho de que la acción inmediata contra el moho es crítica para erradicarlo. De acuerdo con Álvaro “Moe” Zuluaga, quién tiene más de 20 años de experiencia en la detección y erradicación de moho, las primeras 24 horas después de que las inundaciones paren son cruciales para eliminar el problema, ya que el moho puede adherirse a los cimientos de los hogares en ese tiempo y, como consecuencia, en 72 horas podría expandirse a todas las superficies de la casa.

Que el moho se expanda dentro de un inmueble, implica que será necesario deshacerse de todas las superficies que éste toque: camas, cocinas, ropa, zapatos y en los casos más extremos, demoler las casas afectadas para reconstruirlas.

Al ser una región que se encuentra constantemente en el paso de huracanes, en lugares como Florida todas las casas tienen esporas de hongos o de moho, ya que éstas se adhieren a las paredes o flotan en el aire. La diferencia entre una casa que necesita una limpieza de moho y una casa en la que el problema no se ha reproducido, radica en la humedad, la cual permite que las esporas se alimenten y crezcan sin control.

Es por lo último, que pruebas científicas han detectado que si existe una exposición prolongada a altos niveles de moho, la probabilidad de desarrollar afecciones respiratorias, como el empeoramiento del asma y la irritación de la garganta, es alta, principalmente en niños y personas asmáticas. Asimismo, existen estudios que tratan de relacionar la exposición al moho y con daños neurológicos; en este sentido, el estudio de Karen Dannemiller, profesora asociada de la Universidad del Estado de Ohio, dio como resultado que condiciones de mayor humedad pueden provocar una mayor respuesta inmunitaria en quienes vivan en dichos espacios, lo cual es sumamente problemático para la salud.

En lo referente a las condiciones climáticas que propician el desarrollo y expansión del moho, se ha encontrado que el cambio climático está contribuyendo a aumentar la intensidad y el alcance de los fenómenos meteorológicos que causan humedad. Esto, expone a cada vez más personas al problema.

Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), tras el huracán Katrina se detectó que el crecimiento de moho ocurre más en los inmuebles que se inundaron. Asimismo, el moho se ha convertido en la búsqueda más común del Centro Nacional de Salud Ambiental del CDC.

Doug Hoffman, director ejecutivo de la Organización Nacional para Remediadores de Moho, afirma que durante las tormentas es necesario cuidar que el agua no entre a los hogares y edificios a través de ventanas, puertas rotas, agujeros en los techos o fugas. Esto se debe a que dichas tormentas usualmente se ven acompañadas de cortes en la electricidad, por lo que los aires acondicionados dejan de funcionar y como consecuencia, las partes afectadas no logran secarse a tiempo, lo que es la “fórmula para el crecimiento masivo de moho”.

Para combatir lo previo, en Florida se han implementado códigos de construcción más estrictos, los cuales buscan reforzar los inmuebles ante huracanes. Sin embargo, el estado se encuentra plagado de construcciones antiguas que no pueden cumplir con los nuevos requisitos de construcción, dichas construcciones y sus habitantes, se han convertido en los más afectados por este fenómeno.

Estudios han revelado que personas de color y de bajos ingresos, son los más propensos a residir en viviendas que desarrollan o desarrollarán problemas de moho ante las tormentas e inundaciones. Ya sea por falta de dinero para las reparaciones, por miedo a ser desalojados y/o por que los seguros no cubren los gastos por daños provocados por el moho (Dato crucial 3), la realidad radica en que lidiar con el moho es una tarea urgente y costosa a la que los más vulnerables no tienen acceso, lo que lo ha convertido, en palabras de Anastasia Zimmerman inmunóloga del College of Charleston, en una “tragedia oculta”.