What Does Sustainable Living Look Like? Maybe Like Uruguay

Cita: 

Shannon, Noah [2022], "What Does Sustainable Living Look Like? Maybe Like Uruguay", The New York Times, New York, 5 de octubre, https://www.nytimes.com/2022/10/05/magazine/uruguay-renewable-energy.html

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Jueves, Septiembre 29, 2022
Tema: 
Uruguay como ejemplo de vivir bien con pocas emisiones de gases de efecto invernadero.
Idea principal: 

Noah Gallagher Shannon es un escritor y periodista que colabora con The New York Times.

Alessandro Cinque es un fotoperiodista italiano que reside en Perú, su trabajo se centra en las problemáticas sociopolíticas y medioambientales.

En términos estadísticos la vida del estadounidense promedio implica un fuerte consumo de combustibles fósiles. El uso intensivo de combustibles posibilita las actividades típicas de la vida estadounidense como jugar videojuegos, utilizar una secadora de ropa, conducir para el trabajo o viajar en avión (Dato Crucial 1).

En 1988 el climatólogo James Hansen declaró que la quema de combustibles fósiles estaba destruyendo las condiciones de vida en el planeta. En las décadas que han transcurrido desde las declaraciones de Hansen la vida en Estados Unidos, a veces con pequeños cambios cotidianos como un auto o casas más grandes, se transformó de maneras que demandan más combustibles fósiles (Dato Crucial 2).

El cambio climático exige acciones urgentes para reducir nuestra huella de carbono. Los expertos coinciden en que las acciones deben comenzar con sectores clave en la emisión de gases de efecto invernadero; por tanto, la descarbonización de la red eléctrica, la electrificación del transporte y la regulación industrial son las primeras acciones que se deben realizar, seguidos de modificaciones en las viviendas y los electrodomésticos. El gran problema es que después de realizar todas esas acciones la emisión de gases de efecto invernadero no disminuirán lo necesario (Dato Crucial 4). Lo que se requiere es que la política climática sea capaz de plantear nuevos estilos de vida.

Tanto Estados Unidos como los demás países desarrollados han adoptado formas de vida insostenibles que requieren el uso masivo de energía (Dato Crucial 5). El problema de disminuir drásticamente la huella de carbono es que hay muy pocos modelos de vida sostenible que no impliquen pobreza. No hemos aprendido a vivir bien sin aumentar nuestro consumo de combustibles fósiles. El índice de Desarrollo Humano está estrechamente relacionado con la cantidad de combustibles que consumimos. Por tanto, la crisis climática requiere imaginar nuevas formas de vida.

En este complicado escenario Uruguay aparece como un país que combina las posibilidades de vivir bien con una muy baja huella de carbono. La República Oriental del Uruguay combina una buena calidad de vida con una huella de carbono baja (Dato Crucial 6).

Desde la década de 1940 la red eléctrica uruguaya provenía de represas hidroeléctricas y de termoeléctricas que funcionaban con petróleo. El problema surgió cuando en las décadas de 1990 y 2000 el crecimiento demográfico del país se combinó con la incapacidad de desarrollar nuevas fuentes de energía; en consecuencia, los apagones y la escasez de combustibles se volvieron fenómenos constantes.
Ramon Méndez, físico que en 2008 asumió el cargo de director nacional de energía, entendió que el problema de fondo de la crisis energética era la dependencia del petróleo. Para muchos la energía nuclear era la apuesta evidente, pero para Méndez la opción nuclear no era una solución real en la medida que produce desechos que tardan miles de años en desaparecer. La apuesta de Mendez fue por descarbonizar la red, disminuir el consumo energético, y crear un sistema eléctrico nacional de energías verdes.

A la llegada de Mujica a la presidencia de Uruguay en 2009 el plan de Méndez tuvo que modificarse con el objetivo de que también fuera visto con buenos ojos por la oposición, de tal manera que sin importar el gobierno en turno el proyecto continuaría. Además, Mujica encuadró el problema energético como parte de la obsesión, de la cultura occidental, por el infinito aumento del consumo; por tanto, en sus discursos continuamente llamó a rechazar la cultura de consumo y seguir la tradición uruguaya de una vida sencilla.

En 2016 el proyecto trazado por Méndez ya rendía frutos, múltiples parques solares, de biomasa y eólicos posibilitaron una red eléctrica alimentada casi en su totalidad por energías verdes (Dato Crucial 8). Aunque importante, el éxito de la transición energética uruguaya no debe reducirse a la construcción de la infraestructura. El plan de Méndez se potenció debido a las sociabilidades uruguayas.

El proyecto consiguió financiarse mediante la inversión privada, pero sin renunciar al control estatal de los servicios públicos. Para la industria energética se ofrecieron acuerdos de compra de energía (PPAs, por sus siglas en ingles) de largo plazo con tasas fijas en el que el total de la producción sería adquirida por el Estado (Dato Crucial 9). Entre 2008 y 2019 la empresa estatal uruguaya de servicios públicos (UTE) e inversionistas privados construyeron decenas de parques eólicos y solares al tiempo que la economía crecía.

Uno de los grandes problemas que enfrentó la transición energética comenzó en 2018 cuando la economía uruguaya se estancó, reduciendo el consumo energético. La cuestión es que la energía solar no puede almacenarse en grandes cantidades, y la eólica no se genera a disposición de la demanda, por esto muchas veces UTE, debido a los PPA, tiene que pagar grandes cantidades por energía que no es utilizada (Dato Crucial 10).

Desde la perspectiva de personas como Silvia Emaldi, directora de UTE, la transición energética exige aprender a encontrar un equilibrio entre nuestras actividades y los momentos en que la energía, como la solar y eólica, está más disponible, hacer que la demanda y la oferta concuerden entre sí. Para intentar aplanar los momentos de mayor consumo energético y que la demanda energética concuerde con los momentos en que se produce más energía UTE desplegó el programa Smart Plan. Este plan consistió en que cada cliente eligió un momento durante las horas de mayor demanda energética en el que pagaría una tarifa más alta, mientras que todos disfrutarían de menores tarifas durante la noche cuando el viento es más fuerte y los parques eólicos producen más energía.

Pero la disminución de la huella de carbono exige mucho más que el cambio en la infraestructura eléctrica es necesario cambiar nuestros estilos de vida. En este sentido, la industria alimentaria tiene un papel crucial en la medida en que es la responsable de gran parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. Los combustibles fósiles le dieron a la humanidad la capacidad de transformar territorios con ecosistemas variados en maquinas en las que se puede producir el alimento que se desee en cualquier momento del año. A su vez, dentro de la industria alimentaria, el ganado juega un papel central en la emisión de gases, y en Uruguay el consumo de carne vacuna es parte de su identidad nacional (Dato Crucial 12 y 13).

Para Walter Baethgen, un científico especializado en suelos y miembro del equipo de científicos especializados en cambio climático que en 2007 ganaron un premio nobel, el problema del ganado no tiene que ver con la cantidad de consumo sino con las formas de producción. Baethgen argumenta que si bien hay contextos ecológicos en los que el ganado es sumamente nocivo, también hay contextos en los que la ganadería puede ser climáticamente sostenible. La ganadería industrial de los países desarrollados es una fuerza de la deforestación. Pero el pastoreo en regiones con ecosistemas de pastizales, como Uruguay, puede ser sostenible. El pasto de las praderas, al igual que los árboles, absorbe Co2 y lo transforman en la materia orgánica que comen las vacas; por tanto, en una región de pastizales donde no hay sobrepastoreo la ganadería puede convivir en una relación equilibrada y sostenible. Ejemplo de la relación armónica es que desde 1990 Uruguay logró aumentar la producción de carne de res sin elevar las emisiones de gases de efecto invernadero gracias a una relación equilibrada con los pastizales naturales.

La responsabilidad de la crisis climática suele dirigirse hacia los consumidores individuales o hacia las grandes corporaciones, pero esta división probablemente es ilusoria. En el caso concreto de Uruguay las diferencias de clase no son evidentes pues no existe la mentalidad consumista del estadounidense promedio. Los uruguayos son cuidadosos de lo que consumen y no suelen adquirir constantemente objetos nuevos.

Pero la transición energética no está exenta de críticas. Desde la periferia de la ciudad, en los barrios sin acceso a la electricidad, donde las personas tienen que colgarse de forma ilegal y peligrosa a la red eléctrica, se cuestionan las razones de la transición energética cuando no hay la infraestructura para atender a todas las personas. Por otra parte, desde los barrios ricos se cuestiona que a pesar de que el costo de producción de la energía se redujo, las facturas de los hogares no lo hicieron. También se cuestionan las decisiones políticas que otorgan reconocimiento internacional pero no solucionan los problemas internos, como el subsidio a los autos eléctricos a los que la mayoría de la población no puede acceder y que al no mejorar el transporte público continúan provocando que las personas compren autos de gasolina baratos.

Finalmente hay quienes cuestionan la transición energética uruguaya por no enfrentar el problema del crecimiento del país. Muchas veces el futuro se imagina como una posibilidad para expandir; pero la cuestión puede ser al revés, imaginar el futuro como una posibilidad para imaginar los limites de nuestro consumo. La idea de limitar el consumo es muy difícil de aceptar para países en los que el consumismo esta fuertemente arraigado; pero de no hacer frente a la crisis climática los desastres naturales y la escasez de todos modos impondrán limites al consumo.

No hay ningún país ni política que marque una bien definida y eficaz para hacer frente a la crisis climática, pero es necesario imaginar nuevos horizontes de posibilidad, en este sentido, muchas veces aprender a vivir con menos cosas implica una calidad de vida mayor.

Datos cruciales: 

1.- El estadounidense promedio gasta alrededor de 11 000 kilovatios de electricidad por hora y 37 000 pies cúbicos de gas natural. Al año viaja por avión seis o siete veces al año, conduce alrededor de 25 000 millas, y consume 55 libras de carne de res.

2.- En Estados Unidos en promedio la factura de carbono anual por hogar es de 17 toneladas para transporte, 14 toneladas en la casa, 8 toneladas para los alimentos, 6 toneladas por los servicios y 5 toneladas por los bienes. Es decir, un promedio de 50 toneladas por hogar, y 25 toneladas por persona.

3.- La media mundial de emisiones de gases de efecto invernadero es de 5 toneladas anuales, y para evitar los efectos más devastadores del cambio climático la media debería de ser de 2 toneladas anuales por persona.

4.- Energy Innovation sugiere que para 2050, aún después de todos los cambios para la transición energética, las emisiones de gases de efecto invernadero solamente se reducirán a la mitad.

5.- En Qatar, Trinidad y Tobago la huella anual de carbono per cápita supera las 60 toneladas per cápita. En Canadá y Australia la huella es de 20 toneladas. En Alemania, Noruega y Países Bajos la huella es de alrededor de 15 toneladas. Mientras que en Francia, Dinamarca y Reino Unido la huella es de alrededor de 9 toneladas. En el otro extremo, Afganistán y República Centroafricana tienen una huella cercana a cero, y Filipinas e India tienen una huella de alrededor de dos toneladas.

6.- La huella de carbono anual en Uruguay es de 4.5 toneladas per cápita, su taza de pobreza es de 10%, y cuenta con una clase media que abarca a más de la mitad de la población.

7.- En 1980 Uruguay era el país con el más alto porcentaje del mundo de presos políticos, una de cada 500 personas estaba encarcelada, y entre 300 000 y 400 000 personas estaban exiliadas.

8.- El 98% de la energía de la red eléctrica uruguaya proviene de fuentes renovables.

9.- Mediante los Power Purchase Agreements (PPAs) se logró atraer más de 8 mil millones de dólares en inversiones.

10.- UTE emplea alrededor de 6 000 personas y genera 1 800 millones de dólares anualmente.

11.- Según funcionarios, UTE llega a pagar hasta 90 millones de dólares al año por la energía no utilizada.

12.- La industria alimentaria es responsable de un tercio del total mundial de emisiones de gases de efecto invernadero.

13.- Solamente el ganado concentra 14% de las emisiones mundiales. En Uruguay hay alrededor de 12 millones de cabezas de ganado que anualmente producen 19 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero, esta cantidad representa casi la mitad del total de emisiones de Uruguay. En comparación, en Estados Unidos cada año el ganado produce 254 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero.

Nexo con el tema que estudiamos: 

En la modernidad capitalista vivir bien se relaciona estrechamente con un consumo masivo que implica la emisión de inmensas cantidades de gases de efecto invernadero. La nota pretende mostrar alcances y problemáticas de la transición energética de Uruguay.

Sin duda el caso de Uruguay es interesante. Pero, aunque la nota lo deja en sus datos, elude hacer énfasis en la excepcionalidad que representan los estilos de vida de los países centrales. Parece que a ojos de la vida de la clase media estadounidense no usar una secadora de ropa, no viajar constantemente en avión o no actualizar constantemente el modelo de automóvil son signos de un retroceso a las condiciones de vida del siglo XIX.