Transición energética y extractivismo verde. La transición energética en Europa anuncia el extractivismo verde en América Latina

Cita: 

Dietz, Kristina [2022], Transición energética y extractivismo verde. La transición energética en Europa anuncia el extractivismo verde en América Latina, Rosa Luxemburg Stiftung, Oficina Región Andina, septiembre, 13 pp, https://rosalux.org.ec/pdfs/transicion-energetica-y-extractivismo-verde.pdf

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Septiembre, 2022
Tema: 
La relación entre la “transición” energética europea con el neoextractivismo y el extractivismo verde en América Latina
Idea principal: 

Kristina Dietz es una investigadora y profesora del Instituto de Desarrollo Internacional de la Universidad de Viena. Aborda las temáticas de la transformación socio-ecológica, extractivismo, conflictos por la tierra y los recursos, movimientos sociales y democracia. Algunas obras de su coautoría son: Handbook on critical agrarian studies (2021), “From planetary to societal boundaries: an argument for collectively defined self-limitation” (2021) e “Investigar las desigualdades desde una perspectiva socioecológica” (2021).


El incipiente auge de las commodities, sobre todo aquellas necesarias para la “transición” energética (como el cobre, el litio y el cobalto), anuncia nuevos apremios sociales y ecológicos para los países abundantes en dichos recursos estratégicos (Dato crucial 1).

Las “luchas por la disposición, el tipo de apropiación y el uso de las materias primas”, entonces, “se enfrentan al reto de movilizarse no solo contra la expansión de la explotación de los recursos, sino también frente a un discurso hegemónico verde-tecnológico y tecnoeconomicista que dificulta la creación de alianzas internacionales” (p. 1).

Algunos de los programas en curso que se mencionan en el artículo son el European Green Deal, que busca descarbonizar la energía de la Unión Europea (UE) para 2050, y la agenda del gobierno alemán, que también pretende electrificar su sistema energético nacional en años venideros. Entre estos casos, destaca el discurso de premura de Alemania, pues apunta que “las energías renovables ya no son sólo un medio de protección del clima, sino que se han convertido en una ‘cuestión de seguridad nacional’ y en ‘energías de la libertad’” (p. 2).

No obstante, debe subrayarse que la mayor parte de las commodities esenciales para la “transición” de Europa se importarán de África y América Latina. Es por este motivo que se teme que sea detonada una nueva fase de acumulación, a través de la expropiación de materiales y suelos de los países que “históricamente han desempeñado el papel de proveedores de materias primas en la división internacional del trabajo de la producción capitalista” (p. 2). De esta manera, se denuncia que se trata de una transición energética corporativa que mantiene las relaciones históricas de desigualdad global (Dato crucial 2).

Un caso que ilustra lo anterior, es el de los planes de desarrollo tecnológico del hidrógeno verde por parte de Alemania, cuyo suministro y acceso privilegiado solo se logrará mediante negociaciones bilaterales con países del “Sur Global” de los que pueda obtenerlo (Dato crucial 3).

En casos similares, se señala que el discurso público que legitima estos proyectos es el que argumenta “beneficios” para todas las partes involucradas. Sin embargo, se evitan las discusiones sobre los impactos directos a los territorios de los países biodiversos. “La presión sobre los ecosistemas, los medios de subsistencia y los modos de vida en aquellas regiones que ya han sido disputadas durante años en términos de explotación, control, acceso y conservación debido a su abundancia de materias primas aumentará” (p. 4).

Por tales razones, activistas, científicos y científicas apuntan que se trata de un extractivismo solapado con la bandera “verde”, el cual solamente agudiza las relaciones mundiales de explotación capitalista, al tiempo que se fusiona con el colonialismo verde y el neoextractivismo surgido de la imposición del neoliberalismo en América Latina desde finales del siglo XX (Dato crucial 4).

Pese a lo anterior, es necesario enfatizar el papel que emprenden los gobiernos de los países que realizan la extracción en sus territorios. Los países del “Sur Global” están muy dispuestos a impulsar estas actividades en sus demarcaciones porque, aparte de percibir importantes ingresos del sector extractivo para su población, alegan que son actividades imprescindibles para luego realizar la “transición” energética doméstica (Dato crucial 5).

Asimismo, debido a las políticas públicas incitadas por organizaciones financieras como el Fondo Monetario Internacional (IMF, por sus siglas en inglés) y el Banco Mundial (WB, por sus siglas en inglés) desde la década de los años 90 del siglo pasado, se han favorecido las condiciones político-institucionales para que la “liberalización” y privatización de los sectores primarios (agrícola, minero, energético, etc.) persista y se acomode con los planes del extractivismo “verde”. Es así como la inversión privada continúa encabezando el sustento monetario de los programas nacionales anclados a la “transición” energética mundial.

De lo anterior se sigue que las protestas en contra del extractivismo también vayan en aumento, a escala internacional. Al respecto, se les cataloga como movimientos ecoterritoriales, centrados en la defensa del “uso y acceso a los bienes existenciales” (p. 7) desde y para una escala local (Dato crucial 6).

En cuanto a los movimientos nacionales donde el extractivismo se lleva a cabo, se indica que las “áreas [abundantes en los “recursos” estratégicos] están sufriendo una doble presión, pues es aquí donde la extracción de combustibles fósiles se solapa con los proyectos de minería verde y los proyectos a gran escala para la generación de energía renovable […] Con la destrucción de sus medios de vida, las poblaciones de [por ejemplo] las regiones mineras tienen que pagar el precio más alto para asegurar el suministro de energía y resolver la crisis climática mundial, a la que han contribuido en mínimas cantidades” (p. 9).

Por lo tanto, se menciona que dos retos principales deberán encarar los movimientos que rechazan el (neo)extractivismo “verde” en sus territorios: la construcción político-institucional de la transición energética corporativa liderada por el capital privado, instituciones financieras internacionales, agencias y bancos de desarrollo, organismos energéticos nacionales, gobiernos extranjeros y domésticos, por un lado; además de las discusiones y la coordinación en torno a una transición energética socio-ecológica justa y popular que pueda llevarse a la práctica, por el otro.

Los discursos hegemónicos que disimulan la nueva faceta de acumulación verde son un obstáculo que merecerá especial atención. “Ya no se trata solo del desarrollo, sino de la modernización verde, el progreso verde, la sostenibilidad y la solución de la crisis climática, ¿quién podría oponerse a ello?” (p. 9).

Debido a esto, la politización de las estructuras que sostienen al sistema capitalista será un pilar fundamental para favorecer la imbricación transnacional de las luchas y contramovimientos ecoterritoriales que toman ímpetu.

Otra herramienta que señala el artículo es la sustitución de las regulaciones legales (neo)liberales que pretenden proteger al “medio ambiente”- sólo si está orientado al mercado-, a cambio del desarrollo de políticas medioambientales constituidas desde un enfoque socio-ecológico y democrático que ponga en el centro “la protección de las necesidades reproductivas de la naturaleza y de la vida comunitaria” (p. 10).

Una propuesta más considera la consulta y exigencia de la garantía del Acuerdo de Escazú (2021), cuyos principios básicos giran en torno a los derechos del acceso a la información medioambiental, participación pública y presentación de quejas, al respecto de conflictos socio-ambientales.

Por último, se recalca la importancia de atender a la pobreza energética interna y priorizar el bien común nacional o local, por lo tanto, sometiendo el principio de la adicionalidad a los proyectos creados para la “transición”. Esto es, que las infraestructuras sean útiles primero para los países proveedores o extractores, para después ofrecer sus bienes o servicios hacia el comercio con el extranjero.

Datos cruciales: 

1. Según datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE), se estima que la demanda mundial de litio se multiplicará por 43 y la de cobre por 28 veces para 2040 (con respecto a la demanda de 2020).

2. Autores como Pablo Bertinat y Jorge Chemes definen a la transición energética corporativa como un modelo hegemónico tecno-economicista que reconfigura el crecimiento ilimitado capitalista: emitiendo menores cantidades de gases de efecto invernadero, incrementando la seguridad energética (mediante el acceso irrestricto a otras fuentes de energía, como las llamadas “renovables”) y manteniendo las relaciones de desigualdad global. Los sujetos protagonistas de este proceso son las corporaciones transnacionales, debido a que son las únicas capaces de invertir y controlar las infraestructuras necesarias (como investigaciones científicas, plantas de producción energética, minas, medios transporte y vías de comunicación) para poner en marcha esta “transición”.

3. En junio de 2020, la administración de Alemania anunció una estrategia nacional para incrementar su producción de hidrógeno verde, estableciendo el objetivo de generar 14 teravatios por hora en el territorio alemán y para 2030. Como la demanda es mayor que sus capacidades domésticas de abastecimiento, importará lo restante de “países en desarrollo” con gran radiación solar y fuertes vientos. En ese sentido, negociaciones bilaterales ya se están realizando con Marruecos, Sudáfrica, Namibia y Chile; aparte de que se pronostican cercanas conversaciones relativas con Argentina, México y Colombia. Algunos ejemplos son los siguientes: Siemens Energy AG, una compañía energética alemana, construirá una planta para producir hidrógeno verde dirigido a Ecopetrol, empresa privada colombiana, en Cartagena, Colombia; Porsche, manufacturera de automóviles alemana, ha construido una planta industrial para crear e-fuels basados en el hidrógeno verde, en Chile; GIZ, empresa alemana para la cooperación internacional, con el WB, la CEPAL y la UE, se han unido para desarrollar la plataforma H2LAC, que pretende facilitar el transporte del hidrógeno verde obtenido en América Latina.

4. El extractivismo verde es la explotación y apropiación capitalista de las materias primas, de la mano de obra y de las propiedades naturales del “Sur Global”, con el fin de llevar a cabo la “transición” energética verde-tecnológica o corporativa, sobre todo en los países del “Norte Global”. Por su lado, el colonialismo verde refiere al “creciente control e influencia de las empresas transnacionales, las organizaciones internacionales, los gobiernos occidentales y las fracciones del capital nacional sobre la política, los territorios y el trabajo en aquellas regiones que son (o deben ser) ‘sacrificadas’ para la modernización ecológica” (p. 5). El extractivismo verde agrava la situación porque se fusiona con el neoextractivismo neoliberal; junto a sus derivados procesos de destrucción ecológica, intensificación de los conflictos sociales, la dependencia de los ingresos nacionales de países extractores a las rentas que les traigan los “recursos” naturales (por su “bajo valor añadido”), la desaparición de los medios de vida en zonas rurales y el aumento de la violencia por el despliegue de los proyectos extractivistas.

5. En América Latina, varios países ya han aprobado leyes y proyectos en favor de la “transición” energética interna. Por ejemplo: México en 2015, Argentina en 2015 y 2021, Colombia y Perú en 2021, y Chile en 2022. La coyuntura peruana sobresale debido a que su producción anual de cobre se ha duplicado entre 2012 y 2019, pasando de 1.3 a 2.5 millones de toneladas al año; aparte de que 60% de sus ingresos nacionales por exportaciones devienen del sector minero, de las cuales la exportación de cobre se dirige principalmente a algunos de países con las mayores capacidades de procesamiento industrial en el mundo: China, Estados Unidos, Alemania y Japón. Al mismo tiempo, Argentina recientemente dio a conocer que se implementarán 13 nuevos proyectos en su territorio, por empresas transnacionales.

6. Los movimientos ecoterritoriales congregan a movimientos ecologistas, campesinos, de pueblos originarios, afrolatinoamericanos y colectivas urbanas juveniles. Sus ejes compartidos más relevantes son la defensa de la tierra, del aire y del agua; así como el rechazo a la contaminación, a los desplazamientos y reasentamientos forzados, a la desigualdad social, a la pobreza, a la explotación de la mano de obra, al autoritarismo que impone megaproyectos y a la externalización de los costes socio-ecológicos en el “Sur Global”.

Cápitulos relevantes para el proyecto: 

Voskoboynik, Daniel, y Diego Andreucci [2022], “Greening extractivism: Environmental discourses and resource governance in the ‘Lithium Triangle’”, Environment and Planning E: Nature and Space, Estados Unidos, SAGE, 5(2): 787–809, https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/25148486211006345

Bertinat, Pablo, y Melisa Argento [2022], “Perspectivas sobre energía y transición”, Maristella Svampa y Pablo Bertinat (eds.), La transición energética en la Argentina, Argentina, Siglo XXI Editores, pp. 49-74.

Chemes, Jorge, y Pablo Bertinat, Las transiciones energéticas, Argentina, Energía y Equidad / Heinrich Böll Foundation, http://energiayequidad.com/nota5/

Paz Aedo, María [2022], “Tramas del fin del mundo: estética e imaginarios de la crisis”, Energía y equidad. Guerra, crisis y resistencias, Argentina, Heinrich Böll Foundation, 5:68-73, diciembre, http://www.energiayequidad.com/PDF/1.Revistas/E_y_E_2022-N5_Guerra_Crisi...

Nexo con el tema que estudiamos: 

La mundialización del capital ha forjado con violencia y despojo estructuras, infraestructuras, instituciones e ideologías hegemónicas para acaparar el metabolismo social de un planeta entero. No obstante, el carácter cambiante de la historia lo han obligado a implementar, de manera permanente, estrategias de adaptación y fortalecimiento en cada geografía y temporalidad que le haga falta.

El concierto de las empresas transnacionales, en ese sentido, expresa sus capacidades imperiales de desdoblamiento en cualquier latitud -por más recóndita que parezca- y sin escatimar en los medios necesarios para lograrlo. Esto, además, amparado con el pilar policiaco-represor y bélico-militar de los propios Estados en donde se instala el gran capital y al cual encaran los numerosos y diversos movimientos de resistencia plantados frente las maquinarias extractivistas o las tropas que las protegen.

El poder omnicida de la modernidad capitalista es más fuerte que nunca. Sin embargo, también lo son las luchas anti-sistémicas porque lo único con que se defienden y a lo que defienden es la vida.