¿Cómo terminará el capitalismo?

Cita: 

Streeck, Wolfgang [2014], “¿Cómo terminará el capitalismo?”, New Left Review, Quito, Instituto de Altos Estudios Nacionales – Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación – Traficantes de Sueños, Segunda Época, 87, julio-agosto

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
Julio, 2014
Tema: 
Causas que indican el fin del capitalismo
Idea principal: 

Wolfgang Streeck es un sociólogo alemán, fue Director emérito del Instituto Max Planck para los Estudios de Sociedades y profesor de sociología de la Facultad de Economía y Ciencias Sociales de la Universidad de Köln, en Alemania.


El autor inicia mencionando que hay una sensación generalizada de que el capitalismo atraviesa por una de las situaciones más críticas que nunca en comparación con las sucesivas crisis que han acontecido desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Lo que sucede es que el derrumbe de 2008 fue parte de los problemas económicos y políticos con origen desde el final de la prosperidad de la pos-guerra a mediados de la década de 1970.

Se plantea que entre los síntomas de la crisis destacan tres tendencias a largo plazo en las trayectorias de los países capitalistas ricos: (1) el declive persistente de la tasa de crecimiento económico, (2) el crecimiento persistente de la deuda global en los principales estados capitalistas, y (3) la desigualdad económica (de riqueza e ingresos) (p. 38-39).

Las tres tendencias críticas generan una especie de círculo vicioso, ya que una conlleva a la otra, y entre ellas pueden reforzarse mutuamente: la desigualdad creciente puede ser una de las causas del declive del crecimiento (ya que la desigualdad obstaculiza las mejoras de productividad y debilita la demanda) -> El bajo crecimiento, a su vez, fortalece la desigualdad al intensificar el problema de la distribución -> La deuda creciente, además de no detener el declive del crecimiento económico, agrava la desigualdad por medio de los cambios estructurales asociados a la financiarización (p. 40).

El autor se pregunta si estas tendencias pueden continuar indefinidamente. Asumiendo que esto no puede ser, además de una crisis de naturaleza sistémica cuyas características son difíciles de imaginar ¿se pueden atisbar señales de una marcha atrás inminente?

Seis años después de la crisis de 2008, no ha pasado nada en la recuperación de las tres tendencias críticas, pese a las peticiones y planes de acción para evitar una repetición. Mientras que la industria financiera, de donde partió el desastre, pareciera tener una recuperación completa (los beneficios, los dividendos, los sueldos y los bonos han vuelto donde estaban, mientras que la nueva regulación se ha empantanado en negociaciones internacionales y con grupos de presión nacionales); los gobiernos, el primero y principal, el de Estados Unidos, continúan siendo manejados con firmeza por las industrias de hacer dinero. Éstas a su vez reciben generosamente dinero en efectivo barato, que sus amigos de los bancos centrales crean de la nada para ellos, un dinero que inmovilizan o invierten en deuda de los gobiernos; el crecimiento sigue siendo anémico, como los mercados de trabajo, la desigualdad cada vez es más sorprendente (p. 41).

Durante bastante tiempo el capitalismo de los países de la OCDE ha seguido adelante gracias a las grandes inyecciones de dinero fiduciario y siguiendo una política de expansión monetaria que no puede continuar indefinidamente. “Tal y como están las cosas, la única alternativa al mantenimiento del capitalismo mediante el incremento ilimitado de la oferta monetaria es intentar reanimarlo por medio de reformas económicas neoliberales”, en otras palabras, mediante “remedios amargos para la mayoría, combinados con mayores incentivos para unos pocos” (p. 42-43).

Un problema con la democracia

El análisis de la crisis y del futuro del capitalismo moderno debe recurrir a la política democrática. Fue sólo durante la guerra fría que parecieron alinearse juntos el capitalismo y la democracia, hoy en día, existen grandes dudas sobre su compatibilidad. La gente tiene poca credibilidad hacia la política, lo cual da como resultado fragmentación y descenso de la participación electoral e inestabilidad general del gobierno (p. 43-44).

El deterioro de las finanzas públicas estaba relacionado con las bajas generales de los niveles de tributación, bajas que fueron reemplazadas por deuda pública, misma que contribuyó en mayor medida a la desigualdad. Adicionalmente, el aumento de dicha deuda es utilizada políticamente para justificar los recortes en el gasto estatal y la privatización de los servicios públicos (p. 45).

Al igual que la población, aunque por motivos opuestos, las élites están perdiendo la fe en los gobiernos democráticos y su idoneidad para reestructurar a la sociedad de acuerdo con los imperativos del mercado. Este grupo duda que se lleve a cabo la implementación de las reformas estructurales neoliberales necesarias para que su régimen se recupere.

En este sentido, países como China reciben parabienes porque sus sistemas políticos autoritarios pueden lidiar de mejor manera (que la democracia mayoritaria) con lo que se supone que son los desafíos de la globalización.

Hasta el momento, "la utopía política que predomina en el neoliberalismo es una democracia que se adapte al mercado, sin poder de corrección del mismo y que apoye la redistribución compatible con los incentivos desde abajo hacia arriba" (p. 48).

¿El capitalismo al borde del precipicio?

Al observar a las décadas en declive, el autor propone mirar al capitalismo como un fenómeno histórico, que tiene un principio, pero también un final, el cual se debe apartar de los modelos (engañosos) de cambio social e institucional. En lugar de imaginar las formas de sustitución del capitalismo, la cuestión es dejar que el capitalismo se derrumbe solo. El autor propone que es mejor pensar en el final del capitalismo sin asumir la responsabilidad de contestar a la pregunta de qué proponemos colocar en su lugar (p. 49).

Para validar la tesis de que el capitalismo se enfrenta a su decadencia no debería ser necesaria ni una visión utópica de un futuro alternativo ni una previsión sobrehumana. Ya que se tiene el hecho persistente de que el avance capitalista ha destruido prácticamente a todas las agencias que podrían estabilizarlo a base de limitarlo, el autor afirma que la clave está en que la estabilidad del capitalismo como sistema socio-económico depende de que se contenga su dinámica interna por medio de fuerzas compensatorias, es decir por intereses e instituciones colectivas que sometan la acumulación de capital a controles y equilibrios sociales. El planteamiento se basa en que el capitalismo puede autodebilitarse por un exceso de éxito (p. 49-50).

Para Streeck, la imagen del final del capitalismo es la de un sistema social con un fallo crónico, por sus propias causas y al margen de la ausencia de una alternativa viable. Aunque no hay exactitud de cuándo y cómo desaparecerá y qué vendrá después. La cuestión reside en que ya no existe ninguna fuerza disponible de la que pueda esperarse una modificación en las tres tendencias en descenso: el crecimiento económico, la igualdad social y la estabilidad financiera (p. 50).

La integración social y sistémica están dañadas y son propicias a deteriorarse cada vez más. Con el paso del tiempo lo más probable es que se produzca una acumulación continua de pequeñas disfunciones (y no tan pequeñas); ninguna de ellas peligrosa por sí sola, la mayoría no tendrá solución, habrán fricciones y llegarán a ser demasiadas para alguna consideración individual. Se generará incertidumbre, las crisis de todo tipo (de legitimidad, de productividad o ambas). Los parches provisionales diseñados para la gestión a corto plazo de la crisis ya no darán resultado.

Se plantea que para concebir el final del capitalismo como proceso en lugar de un acontecimiento, en primer momento se requiere definir al capitalismo, éste se concibe como una “sociedad moderna que asegura su reproducción colectiva como un efecto colateral no intencionado de la optimización racional individualizada de los beneficios competitivos en busca de la acumulación de capital, por medio de un proceso de trabajo que combina capital de propiedad privada con fuerza de trabajo mercantilizada” (p. 51).

El capitalismo contemporáneo ya no puede mantenerse como un orden social que se autoreproduce, de manera sostenible, previsible y legítimo. En tanto que continúa avanzando su declive, provocará más protestas políticas e intentos múltiples de intervención colectiva, pero es probable que éstas no sean capaces de crear un nuevo orden, en el mejor de los casos ayudarán de manera no intencionada a que éste llegue. Con este escenario, se podría pensar que se abrirán posibilidades de acciones reformistas o revolucionarias, pero al parecer la desorganización del capitalismo no solo lo afecta a él mismo, sino también a sus opositores.

Una victoria pírrica

El autor cuestiona ¿cómo es que el capitalismo se encuentre en crisis siendo que ya no tiene una verdadera oposición?. El capitalismo pudo derrotar: al comunismo; (después de 2008) a la vieja izquierda que anda al borde de la extinción en todas partes (mientras una nueva izquierda sigue sin aparecer), y; a las masas que parecen estar atrapadas por el consumismo. Puesto que el capitalismo es el único que sobrevive ¿por qué no va a continuar aunque sólo sea por defecto? (p. 52).

A primera vista existen razones para no declarar muerto al capitalismo: la gente puede acostumbrarse a la desigualdad; hay varios ejemplos de gobiernos que son reelegidos aun cuando hayan recortado el gasto social y privatizado los servicios públicos; el deterioro ambiental tiene lugar con lentitud en comparación con la duración de la vida humana individual, y; los regímenes de trabajo más densos se podrían interpretar como un desafío competitivo.

Sin embargo, Streeck afirma que para el capitalismo el hecho de no tener oposición puede constituir más un pasivo que un activo, y parafraseando a Geoffrey Hodgson, dice que el capitalismo sólo puede sobrevivir mientras no sea completamente capitalista, es decir, que hay movimientos contrarios que de cierta forma lo ayudan a mantenerse, por ejemplo, el socialismo y el sindicalismo, al poner freno a la mercantilización, evitaron que el capitalismo destruyera sus fundamentos no capitalistas, como la confianza, la buena fe, el altruismo, la solidaridad dentro de las familias y las comunidades, por mencionar algunas, o en el caso del keynesianismo y fordismo, la oposición más o menos leal al capitalismo aseguró y ayudó a estabilizar la demanda agregada, especialmente durante las recesiones. (p. 54).

Fronteras de la mercantilización

Podríamos desear volver a la idea de los límites sociales contra la expansión del mercado de Karl Polanyi (1944), que implica su concepto de las tres mercancías ficticias: el trabajo, la tierra (o la naturaleza) y el dinero. Sin embargo, la expansión del mercado ha alcanzado un umbral crítico respecto a ellas, lo cual se puede ver expresado en que: las sociedades capitalistas avanzadas se encuentran en la búsqueda de un nuevo régimen de trabajo, especialmente en una nueva distribución del tiempo entre las relaciones e intereses sociales y económicos; la búsqueda de un régimen energético sostenible en relación con la naturaleza; y la búsqueda de un régimen financiero estable para la producción y distribución del dinero (p. 54-55).

La cuestión sobre cómo poner límites a la acumulación de capital para proteger las mercancías ficticias de la mercantilización total siempre ha significado un debate, pero el desorden mundial en el mercado sobre estas tres ha sido exitoso, convirtiéndolas en áreas de crisis y en las cuales se comienza a vislumbrar sus límites. (p. 58).

Cinco problemas

Es un hecho que cuando el capitalismo no tiene oposición, actúa como quiere. La idea de que menos puede ser más, es algo que una sociedad capitalista no puede entender, y por tanto hay que imponérsela. El autor observa que en la actualidad, el autor el capitalismo está falleciendo a causa de haber eliminado a su oposición. Para demostrar esto, Streeck señala cinco problemas sistémicos, todos ellos consecuencia de la debilitación de las tradicionales restricciones institucionales y políticas al avance capitalista (p. 60).

(1) Estancamiento*. El bajo crecimiento denegará a los capitalistas y sus “lacayos” recursos adicionales con los que solucionar los conflictos de distribución y apaciguar el descontento. Las burbujas están esperando a explotar, sin previo aviso, y los estados al parecer no podrían ocuparse de las víctimas a tiempo. La economía estancada estará lejos de ser estable, al descender el crecimiento y aumentar los riesgos, la lucha por la supervivencia será más intensa. Se buscarán nuevas maneras de explotar a la naturaleza, se ampliará e intensificará el horario laboral, y se apoyará a las finanzas, lo anterior como intento desesperado de mantener altos beneficios y que continúe la acumulación de capital. El pronóstico de estancamiento con posibilidad de burbujas puede ser recreado probablemente como una batalla de todos contra todos, aderezado con ocasionales situaciones de pánico (p. 62).

(2) Redistribución oligárquica. La redistribución oligárquica y la tendencia hacia la plutonomía**, incluso en países que todavía se consideran democracias, invocan la pesadilla de las elites convencidas de que sobrevivirán al sistema social que les está haciendo ricos. Puede ser que los capitalistas plutonómicos ya no tengan que preocuparse por el crecimiento económico nacional, porque sus fortunas transnacionales crecen sin el mismo (p. 63).

(3) Saqueo del dominio público. El origen de esto es la transición en dos fases desde la década de 1970: del estado fiscal al estado endeudado, y de éste al estado de consolidación o de austeridad. En esta última fase, la consolidación de la finanzas públicas por medio de la austeridad ha sido y sigue siendo impuesta a las sociedades incluso aunque sea probable que vaya a deprimir el crecimiento, y puesto que el crecimiento de la productividad precisa más provisión pública, tiende a hacerse incompatible con la acumulación privada de beneficios, forzando a las elites capitalistas a elegir entre las dos. La consecuencia es estancamiento económico combinado con redistribución oligárquica (p. 64).

(4) Corrupción. Actualmente las finanzas son una industria en la que la innovación es difícil de distinguir del incumplimiento de las normas; son grandes los beneficios obtenidos por las actividades semilegales e ilegales; donde la relación de conocimiento experto, pago entre las empresas y las autoridades reguladoras es extremo y creciente; las puertas giratorias entre ambos ofrecen oportunidades sin fin para la corrupción sutil y no tan sutil; las empresas más grandes no solo son demasiado grandes para quebrar, sino también demasiado grandes para ser castigadas (son importantes en la política económica nacional y la recaudación tributaria); y donde la línea roja entre las compañías privadas y el estado está más borrosa que en ningún otro sector, tal como lo demuestra el rescate de 2008 o el gran número de empleados antiguos y futuros de las empresas financieras en el gobierno estadounidense.

El autor plantea una relación del deterioro moral del capitalismo que acompaña su declive económico, tal que la lucha por las últimas oportunidades de beneficios que quedan se está haciendo cada vez más sucia y convirtiéndose en un pillaje de activos realizado a una escala verdaderamente gigantesca. La percepción pública del capitalismo es ahora profundamente cínica, ya que todo el sistema se percibe generalmente como un mundo de trucos sucios para asegurar el enriquecimiento extraordinario de los que ya son ricos (p. 65-66).

(5) Anarquía global. El capitalismo global necesita un centro para asegurar una periferia y proporcionarle un régimen monetario creíble. Hasta la década de 1920, este papel lo asumía Gran Bretaña y desde 1945 hasta la década de 1970, Estados Unidos; los años intermedios, cuando no existió un centro y diferentes potencias aspiraban a jugar ese papel, fueron época de caos, tanto económico como político.

Además, un centro eficaz necesita de la periferia dispuesta a aprobar un bajo precio de extracción de las materias primas y de la colaboración local para someter a la oposición tradicionalista al acaparamiento de tierras capitalista fuera del mundo desarrollado.

El capitalismo contemporáneo padece cada vez más la anarquía global, al no ser ya capaz Estados Unidos de cumplir con su papel hegemónico, y no aparecer en el horizonte un orden mundial multipolar. Aunque aún no hay enfrentamientos entre las grandes potencias, la función del dólar como divisa de referencia internacional se cuestiona.

Desde el punto de vista militar, Estados Unidos ha sido ya derrotado o neutralizado en tres importantes guerras en tierra desde la década de 1970, y en el futuro será probablemente más reacio a intervenir directamente en conflictos locales. Nuevos y sofisticados medios de violencia se están desplegando para reasegurar a los gobiernos colaboradores e inspirar confianza en Estados Unidos como protector global de los derechos de propiedad de la oligarquía (p. 67).

Aún con todo esto, cabe dudar si es suficiente para restaurar el orden global, especialmente en vista del ascenso de China como rival económico real y, en menor grado, como rival militar de Estados Unidos (p. 68).


* En este tema el autor plantea que es sorprendente lo cercanas que están las teorías actuales sobre el estancamiento con las teorías marxistas del bajo consumo de las décadas de 1970 y 1980, para esta última el autor recomienda revisar “The Great Financial Crisis. Causes and Consequences” de Bellamy Foster.

** De acuerdo al grupo Forbes, en una plutonomía "el crecimiento económico es potenciado y consumido por la riqueza de la clase más alta de la sociedad. La plutonomía hace referencia a un tipo de sociedad donde la mayor parte de la riqueza es controlada por una minoría que siempre decrece, como tal, el crecimiento económico de la sociedad es dependiente de las fortunas de la minoría adinerada" (https://es.wikipedia.org/wiki/Plutonom%C3%Ada)

Trabajo de Fuentes: 

Foster, Bellamy, Magdoff, Fred [2009], The Great Financial Crisis. Causes and Consequences, Nueva York, Monthly Review Press, 160 pp.

Polanyi, Karl [1944], The great transformation, Beacon Press, Boston, 315 pp.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Para estudiar la crisis sistémica resulta de suma importancia entender sus causas, el texto al igual que nuestro proyecto se enfoca en dicho tema, sin embargo, nosotros además de involucrar los aspectos económicos en declive, notamos lo caótico en la sociedad y el medio ambiente, que cada vez son más difíciles de sostener.

Entre los escenarios de la bifurcación sistémica existe el de la disgregación del capitalismo, combinando sus contradicciones inmanentes y las dificultades para que surjan alternativas viables ¿Es posible que las elites pierdan el control hasta el punto de no poder siquiera asegurar su reproducción? La consolidación de dispositivos represivos parece subestimada en el escenario del caos, la barbarie también es un escenario de continuidad para las elites.