Oro blanco, trabajadores negros

Cita: 

Robin Blackburn [2015], “Oro Blanco, Trabajadores Negros”, New Left Review, Londres, Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación, Instituto de Altos Estudios Nacionales de Ecuador–IAEN, 95:163-174, noviembre-diciembre.

Fuente: 
Artículo científico
Fecha de publicación: 
2015
Tema: 
El auge de la producción del algodón en base a la explotación de esclavos africanos en los siglos XVIII y XIX.
Idea principal: 

Robin Blackburn es un historiador y sociólogo británico, profesor de la Graduate Faculty de la New School University en New York y de la University of Essex in the UK, antiguo editor de la prestigiosa revista New Left Review, sigue publicando y colaborando activamente en la revista desde 1962.

El artículo a manera de reseña aborda el tema del auge de la producción y comercialización de algodón en el mundo y de cómo este producto revolucionó otras ramas de la industria y del comercio, basándose en la obra de Sven Beckert (2014), Empire of Cotton sostiene dos tesis principales:

1. El algodón fue un ingrediente clave para la revolución industrial, permaneciendo como un producto muy importante para la sociedad a nivel mundial.

2. El auge y expansión de la producción y comercialización del algodón se dio gracias a la explotación de trabajadores esclavos provenientes sobre todo de África.

Dado que el objetivo de Sven Beckert es “reestructurar nuestra comprensión de «la fundación y refundación del capitalismo global» y, con ello, del mundo moderno” (Beckert; 2014) Blackburn hace un recorrido histórico por todas las manifestaciones de la producción y comercialización del algodón llegando hasta su comercialización a Europa, donde su demanda fue creciendo en gran medida.

Siguiendo con la obra de Beckert, el algodón terminó por hacer que Europa inventara “una nueva forma de organizar la actividad económica” (Beckert; 2014), el desarrollo del esclavismo para cultivar los campos de algodón se dio de la siguiente forma:

La cotización del algodón en Europa fue en ascenso y su comercialización representaba grandes costos de importación. Dado que las tierras que tenían no eran aptas para cultivar el algodón, pues la planta requiere de zonas que no tengan heladas, se importaban productos textiles de países como la India. Después que Gran Bretaña se impuso en las guerras anglo-holandesas, este país estableció un semimonopolio sobre el comercio textil exterior de la India. (Ver datos cruciales)

El comercio se embarcaba tanto a Europa como al continente africano en donde los comerciantes y mercaderes exigían como pago telas de algodón provenientes de la India a cambio de esclavos, los esclavos eran comprados por tejedores indios, mismos que los harían trabajar en las Américas en plantaciones agrícolas (azúcar y tabaco) con destino a los consumidores europeos. “Por tanto, la actividad del tejido estaba enredado en un sistema que abarcaba tres continentes” (Beckert; 2014).

Blackburn, señala que una de las importantes afirmaciones de Beckert es que: "la competencia internacional en los textiles de algodón fue el impulso clave para la revolución industrial" (Beckert; 2014), los fabricantes ingleses vinculados a las redes de plantaciones que se habían formado en el nuevo mundo, se vieron en la necesidad de mejorar su productividad y de abrir nuevos mercados para hacer frente a la competencia de los tejedores de la India los cuales tenían textiles de mayor calidad a precios mucho muy reducidos.

Dado los altos salarios de Gran Bretaña que superaban 6 veces los de la India se buscó la forma de introducir innovaciones en la industria textil para aumentar la productividad. Algunas de estas innovaciones las destaca Beckert como lo es: la lanzadera volante (1733), la hiladora Jenny (1763-1764), el telar hidráulico (1769), la hiladora de Compton (1779) y la maquina de vapor de Watts (1969), estas innovaciones provocaron una demanda más alta de algodón a los productores del Mediterráneo Oriental y del Caribe abriendo paso a su vez para las plantaciones de algodón y la esclavitud en Estados Unidos tanto al Norte como al Sur del mismo. (Ver datos cruciales)

La creciente productividad de la industria generó presiones en la demanda de algodón como insumo para la producción de telas, y mientras en la industria el empleo de energías como el vapor y la mecanización de los procesos elevaba la productividad por trabajador, en las plantaciones de algodón se hacía mediante los castigos y azotes hacia los esclavos para satisfacer la demanda proveniente de la industria.

Mediante las innovaciones en la industria Gran Bretaña fue encontrando nuevos mercados y consolidando su “imperio del algodón” según señala Beckert, tanto su potencial marítimo militar como su credibilidad fiscal hizo posible la monopolización de algunos mercados y durante el conflicto contra Napoleón la capacidad industrial de Gran Bretaña fue en aumento y se vió menos afectada una vez terminada la guerra.

A pesar de la gran demanda de algodón, algunas discontinuidades se presentaban dentro del comercio de ultramar producto del retraso en el pago de algunos fabricantes y mercaderes (un año o más de retraso) y en ocasiones de los descuentos sobre cantidades adeudadas, también por las hostilidades, bloqueos y embargos que obstaculizaban los mercados. El papel entonces del poder marítimo militar y su justificación a partir de las ideas de libre comercio (libertad para ellos, no para sus competidores como la India) facilitaron el acceso a sus propios mercados.

Ante una expansión de la industria Británica que ejerció presión sobre las plantaciones de algodón, Blackburn, señala ante los intentos de mecanizar el trabajo en las plantaciones: “el régimen esclavista se apropió de esta creatividad humana mediante una potente mezcla de castigos crueles e incentivos mezquinos. Al igual que los plantadores estadounidenses, los fabricantes de algodón ingleses preferían una fuerza de trabajo sometida a la que pudieran azotar cuando se mostraba reacia, pagar con artículos de la compañía, atar con contratos de larga duración y retener su salario ante la menor falta".

El papel que el Estado jugó, es otra de las cosas que señala Blackburn sobre el libro Empire of Cotton de Sven Beckert. Por un lado, se tiene que las compañías textiles necesitaban y a la vez desconfiaban del Estado, por un lado es el único que “podía acceder a los mercados de ultramar, proporcionar los servicios públicos esenciales, regular las condiciones del comercio y asegurarse la proletarización de la mano de obra mediante las leyes de vagos y maleantes, las leyes reguladoras de la propiedad y los contratos y el cercamiento de tierras, también tenía que asegurarse el consentimiento para recaudar los impuestos necesarios”, por otro lado, cuando el ala reformista se dió cuenta de que necesitaba el apoyo del Estado aceptaron “la imposición a los límites a la duración de la jornada de trabajo y la aprobación de normativa que impidiera a los patronos golpear a sus trabajadores, pagar sueldos mediante pagarés o en especie o devaluar la mano de obra adulta mediante el empleo de mano de obra infantil.

Entre otras cosas se puede destacar que la aparición de movimientos antiesclavistas en la clase obrera en los años 1780, 1820 y 1830 contribuyeron a identificar los abusos de los patrones, la obra de Beckert defiende que la burguesía metropolitana abrazó un programa moderado de regulación del mercado y de construcción de infraestructuras financiada por el Estado, sin embargo, esta corriente de reforma promovía una ideología del “trabajo libre” y desafiaba los intentos de control del Estado por parte de los propietarios de esclavos. Al final la Guerra Civil estadounidense y la reconstrucción posterior desencadenaron un desplazamiento global de la producción algodonera, por ejemplo, durante los años de guerra, se intentó promover el cultivo del algodón para el mercado mundial en India, Egipto y Brasil, lo que implicó una transformación radical de la vida social en esos territorios.

Entre otras consecuencias, está que el imperio del algodón estadounidense comenzó a ir en ascenso, esto implicó dificultades serias para los países que apenas se incorporaban al mercado como Alemania y Japón ya que “las fábricas estadounidenses consumían ahora una proporción en aumento de la cosecha: del 33% en la década de 1870 se pasó al 50% después de 1900”. Siguiendo con el potencial del Estado para impulsar el libre comercio, provocó serias consecuencias en la producción de subsistencia donde se sustituyó por la producción de algodón con destino al imperio, por ejemplo, las muertes por inanición en India en la última década del siglo XIX acabaron con 19 millones de vidas y se concentraron preponderantemente en las áreas en las que los británicos habían impuesto el cultivo del algodón.

Ya en los últimos años se ha dado en países como China y las demás economías emergentes de Asia Meridional y Oriental un impulso a la producción global del algodón, hoy las fábricas chinas albergan casi la mitad de los telares y husos mundiales y procesan más del 43% de la cosecha algodonera global, su cultivo se mantiene en Estados Unidos y en algunas zonas de Europa gracias a los subsidios estatales, India y China son los líderes produciendo 29% y 21% respectivamente de la cosecha global. La “red de alcance mundial” del imperio del algodón, que conecta a agricultores, fabricantes y consumidores, se ha configurado de nuevo a partir de la década de 1970 y Blackburn señala que a partir de 1990 las fibras sintéticas de origen petrolífero han dejado muy atrás al algodón.

Por último Blackburn hace una crítica al texto Empire of Cotton en donde señala que a pesar de ser un libro muy reconocido por su documentación, ilustración y “enérgica indignación”:

1. Beckert no tiene mucho que decir sobre el funcionamiento interno de la plantación esclavista.

2. Omite datos estadísticos que nos muestren el tamaño y valor absoluto de la cosecha global de algodón o de la producción global textil, el libro está muy bien ilustrado pero los cuadros estadísticos brillan por su ausencia.

3. Su uso del concepto propio “capitalismo bélico” (Beckert; 2014) es producto del trato displicente que aplica a la literatura que usa para formarlo, no se hace un intento por establecer distinciones del conglomerado de autores que usa, al punto de utilizar dicho concepto como la clave de la aparición del capitalismo industrial, lo que produce una confusión sistemática que altera el significado de “bélico” más allá de ningún significado defendible igualándolo con el significado de coerción o violencia de cualquier tipo.

Aun cuando la violencia indudablemente fue inseparable en la aparición del capitalismo del mundo moderno, su concepto según Blackburn, es que el tratamiento de la guerra lo eleva a categoría de “fundamento” de la industria y esto es un argumento retórico más que histórico. Sobre estas críticas no se olvida Blackburn de resaltar la importancia de la obra al hacer evidente que hay que recurrir a los temas históricos sobre todo para comprender temas como la crisis y el relato de los movimientos y ciclos de luchas que surgen.

Así pues, considerando el análisis de Becker en su obra, se logra hacer evidente el renacimiento de conceptos como la formación de clase y la lucha de clases para comprender el capitalismo.

Datos cruciales: 

A mediados del siglo XVIII el paño de algodón constituía más del 75% de las exportaciones de la East India Company.

Casi la mitad de los 12 millones de esclavos que fueron transportados desde África al Nuevo Mundo llegaron después de 1780, si bien, la mayoría de los trabajadores de las plantaciones algodoneras eran suministrados por el mercado nacional de esclavos estadounidense. En 1800 la cosecha de algodón en los Estados Unidos sumaba apenas unas pocas libras y en 1850 superaba los 2,000 millones y constituía dos tercios de las exportaciones estadounidenses.

Trabajo de Fuentes: 

Sven Beckert, Empire of Cotton: A New History of Global Capitalism, Londres, Allen Lane, 2014, 615 pp.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Después de las crisis recurrentes, se ha hecho evidente que hay que volver sobre los pasos para aprender de lecciones pasadas, como se ha señalado, el capitalismo es un modo de producción que tiene implicados en su seno al Estado, la burguesía representada por los capitalistas y la clase explotada representada por los trabajadores. Una de las razones principales por las que el estudio de la historia hecho renacer antiguos conceptos olvidados es la depredación del modo de producción capitalista sobre la vida humana y las formas en las que se sustentan las relaciones explotador y explotado. Aprender de estas lecciones puede ser vital, sino es para revertir los efectos de la crisis, sí al menos, para evaluar los pasos que ha dado el sistema hacía su recomposición y prever las siguientes formas de explotación que pueden surgir del capitalismo para seguirse reproduciendo.