La nota revela cómo Irán ha construido una red global clandestina de comercio petrolero y financiero que le permite eludir sanciones, sostener su economía y financiar conflictos regionales como el ataque de Hamas a Israel, el envío de drones a Rusia y su programa nuclear. Esta arquitectura incluye exportaciones millonarias de petróleo, uso de empresas fachada, triangulación bancaria, falsificación documental y una extensa cobertura logística y financiera que conecta a Teherán con puertos asiáticos, bancos chinos, fintechs europeas y estructuras en el extranjero.

Irán ha logrado mantener y expandir su comercio petrolero a pesar de las sanciones estadounidenses. En septiembre de 2024, sus exportaciones alcanzaron 1.8 millones de barriles diarios, con ingresos totales por crudo y petroquímicos que oscilan entre los 50 y 70 miles de millones de dólares anuales (datos cruciales 1 y 2). Estos flujos, según revelaciones del reportaje, se canalizan directamente hacia actores militares y políticos como la Guardia Revolucionaria, milicias extranjeras y el aparato estatal iraní.

Dando vueltas

Estas organizaciones operan con flotas de buques viejos rebautizados, registrados bajo banderas falsas, sin transponders activos. El petróleo es cargado en terminales iraníes y transferido a otras embarcaciones en altamar, fuera del alcance del monitoreo aduanal (dato crucial 4). Muchas de estas operaciones se realizan cerca de Irak, Omán, Malasia o Singapur, y los cargamentos suelen terminar en refinerías independientes chinas de baja regulación conocidas como teapots (dato crucial 8). La documentación de las transacciones es cuidadosamente elaborada: los contratos suelen omitir el origen del crudo, que se falsifica como iraquí o malayo, aunque en una carta confidencial se aclara que se trata de crudo iraní. A pesar de los riesgos legales y comerciales, los intermediarios tanto iraníes como extranjeros aceptan estos términos a cambio de altas comisiones y protección informal.

La red también enfrenta fallas: algunas ventas se caen cuando el buque ya ha zarpado, o los cargamentos desaparecen, lo que ha provocado amenazas. No obstante, la mayoría de las entregas se realiza puntualmente y los pagos son recibidos en un plazo de 45 días. Este esquema logístico, aunque fragmentado, ha demostrado ser resiliente y adaptable frente a las presiones internacionales.

Especial FX

Para procesar los pagos, Irán se apoya en una red de compañías fachada, muchas de ellas registradas como trusts en Hong Kong, Turquía y Europa. Estas estructuras canalizan el dinero fuera de la red bancaria convencional (dato crucial 5). En 2023, WikiIran identificó 218 cuentas utilizadas por este sistema; 99 de ellas estaban en bancos chinos del top 20, mucho operando mediante el sistema CHATS de Hong Kong, que permite realizar transacciones en dólares sin pasar por la red estadounidense (dato crucial 6)

Este sistema financiero informal se apoya también en las llamadas money exchanges iraníes, y en plataformas fintech con sedes en Europa, Asia y el Golfo. Estas estructuras están diseñadas para no disparar alertas regulatorias, ya que las empresas intermediarias suelen operar bajo jurisdicciones permisivas. La connivencia explícita de algunos bancos comerciales y sistemas de pagos alternativos permite mover grandes sumas sin intervención de las autoridades estadounidenses.
China, en particular, juega un rol clave al permitir que estas operaciones ocurran dentro de su sistema bancario offshore. El uso de CHATS y la localización de muchas empresas fachada en Hong Kong hacen posible mantener el comercio petrolero iraní a pesar de las sanciones. Además, centros financieros como Dubái, Doha o Kuala Lumpur se han convertido en nodos para la etapa final del lavado de dinero: ahí se convierten los ingresos en otras divisas, se limpian a través de bienes raíces o cadenas comerciales, y se redistribuyen en efectivo o criptoactivo

Finanzas fantasma

Este esquema reduce el rastreo externo, pero no está exento de costos: se estima que entre el 30 y el 50 % del valor original se pierde en comisiones, corrupción o transferencias fallidas. Las entidades financieras internacionales muchas veces no detectan señales de alerta, ya que las operaciones se fraccionan entre jurisdicciones y canales opacos. A pesar de su aparente ineficiencia, el sistema se ha mostrado resistente frente a la presión de las sanciones occidentales, garantizando liquidez funcional para el aparato estatal iraní.

El Sistema integrado de transacciones de divisas (NIMA, por su sigla en inglés) no solo funciona como sistema interno de compensación, sino también como mecanismo de control centralizado sobre los recursos generados fuera del país. Esto permite al régimen decidir de forma política a quién asigna dólares o euros, lo que refuerza su control sobre las redes clientelares. El sistema financiero clandestino iraní, aunque precario, continúa operativo gracias a una red de actores cómplices y a la ausencia de un bloqueo global coordinado. Las sanciones, aunque onerosas, no han desmantelado esta arquitectura paralela; en cambio, han incentivado su sofisticación y adaptabilidad.