The Very Hungry Microbes That Could, Just Maybe, Cool the Planet
Enviado por Ximena Hernández en Vie, 10/31/2025 - 02:15Zhong, Raymond [2025], "The Very Hungry Microbes That Could, Just Maybe, Cool the Planet", The New York Times, New York, 6 de octubre, https://www.nytimes.com/2025/10/06/climate/methane-eating-microbes-bacte... [1]
Raymond Zhong es un reportero enfocado en la naturaleza y la relación humana con el medio ambiente. Aunque estudió economía y ciencias aplicadas en Princeton, escribe en The New York Times desde 2017 sobre los avances de investigación en ciencias de la tierra.
A menos de 100 kilómetros de la costa toscana, habitan criaturas bajo el brillante oleaje azul. Su fuente de nutrición es el metano, gas de efecto invernadero, se alimentan de él a través de las grietas del lecho marino.
Los investigadores se han enfrentado a la tarea de hacer que estos microorganismos se alimenten del metano de diversas fuentes. En el planeta hay cientos de millones de toneladas de metano, por lo que para poder transportar a los microbios hacia donde está el metano, primero necesitaban conocer mejor a estos microbios milenarios, que aunque han vivido millones de años en la Tierra, siguen siendo criaturas enigmáticas.
Un lugar que les agrada es el fondo del océano donde el metano dentro de la Tierra se filtra del lecho marino. Hace 8 años, algunos trabajadores de barcos pesqueros encontraron un chorro de 10 metros de agua erupcionar del mar cerca de Montecristo. Geólogos encontraron una cadena de volcanes de lodo burbujeando metano.
No se había intentado capturar a los organismos que se nutren del gas hasta este año cuando Braden Tierney (microbiólogo estadounidense) y 2 científicos más fueron hacia el Mar Tirreno. El objetivo de estos científicos es aprovecharse del apetito de los microorganismos para frenar el cambio climático.
Vida en lugares inhabitables
La mayor parte del metano que se encuentra en la atmósfera es producido por microbios que descomponen materia vegetal y animal. Hasta hace unas décadas, los científicos han comenzado a entender otro tipo de microbios que se encargan de comer metano, algo inusual ya que no es común que organismos se alimenten de él. Aunque en el metano hay gran cantidad de energía, los microbios necesitan gastar mucha de su propia energía para poder alimentarse de él.
Cuando los científicos identificaron a este microbio, lo empezaron a ubicar en todas partes: ríos, suelo, respiraderos de aguas profundas y hasta en corteza de árboles, hay casos en los que los microbios tragan el metano antes de que este llegue a la atmósfera.
Según el microbiólogo ambiental de la Universidad Estatal de Colorado, James Henriksen, estos microbios (llamados metanotrofos) consumen mucho más metano que el producido por los humanos. La Tierra podría ser más caliente sin estas criaturas, lo que da paso al potencial que tienen para enfriar el planeta.
Hasta ahora, estos microbios han sido difíciles de manejar, mueren en cuanto entran en contacto con el oxígeno. Trabajan simbióticamente con otros organismos y los científicos aún no saben qué es exactamente lo que necesitan.
Los doctores Henriksen y Tierney junto a la científica genómica Krista Ryon han viajado a entornos extremos en los que han buscando qué tan distintos son los metanotrofos para ayudar a reducir los daños del planeta. Han recolectado muestras de aguas termales alrededor del Colorado y en filtraciones volcánicas frente a Sicilia, Japón y Papúa Nueva Guinea.
El financiamiento fue posible gracias a la fundación de su organización sin fines de lucro: Two Frontiers Project, financiada por Seed Health (organización dedicada al estudio de los microbios). El enfoque principal de Two Frontiers hasta ahora han sido las bacterias que se alimentan de dióxido de carbono, principal gas de efecto invernadero. El equipo encontró una cepa frente a Sicilia, teóricamente tres galones de ella podrían absorber y almacenar tanto dióxido de carbono como un árbol.
La fundación ahora está ampliando su búsqueda hacia los metanotrofos; estos microbios permanecen menos tiempo en la atmósfera, aunque tienen mayor poder de atrapar calor que los de dióxido de carbono.
En busca de masas moradas
Mientras esperaban el amanecer, el ecólogo marino Gabriele Turco, el doctor Tierney y la científica Ryon echaron el ancla y contemplaron el agua. Estaban en un rincón del Mediterráneo, este lugar es interesante pues es territorio virgen para biólogos.
Al encender una luz encontraron burbujas de gas desde las profundidades, una posible señal de filtración de metano. Después del amanecer los científicos pudieron sumergirse en el agua, pudieron observar un platillo de arena y sedimento, este se inclinaba suavemente formando la cúpula de un volcán de lodo.
Los científicos pudieron recolectar muestras de agua de mar, sedimentos y biomasa (conjunto de microbios). El doctor Tierney escaneó las rocas cubiertas de algas y recogió con entusiasmo una pequeña masa de color morado. Turco vió un mini volcán de lodo mientras que Tierney destapó un tubo de muestra y lo insertó en la arena, al contacto el pequeño volcán se desplomó, señal de gas y posiblemente de vida bacteriana. Los científicos lograron recolectar 22 muestras.
Al día siguiente bucearon cerca de la isla de Elba, Tierney volvió a encontrar la masa morada, este descubrimiento dejó ver cómo estos dos espacios podrían ser químicamente similares a pesar de estar a 25 millas de distancia. En esta exploración se lograron hacer 43 muestras. El traslado fue rápido y terminó en su Airbnb.
Las muestras se inyectaron en frascos con distintos caldos de nutrientes para experimentar con el ambiente más apto para las bacterias. Las muestras se almacenaron en un refrigerador de cocina, los científicos cerraron ventanas y apagaron el aire acondicionado para evitar la contaminación durante el proceso.
Una vez acomodados los frascos con bacterias, fueron enviados por FedEx al laboratorio de Henriksen en Colorado, donde han crecido y se les ha alimentado con metano.
Sorpresas de la Naturaleza
A partir de la tecnología, las formas más sencillas para disminuir el nivel del metano de la atmósfera van enfocadas a la reparación de tuberías, haciendo cambios en la alimentación de las vacas y manteniendo los desechos orgánicos fuera de los vertederos. Sin embargo, estas medidas no han logrado reducir la cantidad de emisiones en las cantidades necesarias para frenar el calentamiento del planeta. Ahora, los científicos apuestan por la ayuda de los microbios que se alimentan de metano.
Desde la Universidad de Washington, la doctora Lidstrom y sus colegas han trabajado en un dispositivo que eliminaría el metano bombeando un tanque de sopa microbiana. El desafío principal sería usar este dispositivo en grandes volúmenes, aunque se requeriría poca energía de lo contrario se producirían más gases de efecto invernadero.
Por otro lado, la empresa Windfall Bio usa metanotrofos para convertir el exceso de metano en fertilizante. Aunque el uso de estos microbios puede ser de gran ayuda, el obstáculo es definir quién paga, pues según el cofundador y director ejecutivo de la empresa, la gente no está dispuesta a pagar por la sostenibilidad.
Una de sus propuestas es rociar cajas de cartón con metano y repartirlas por todo el mundo, si las cajas se compostaran, los microbios podrían seguir consumiendo metano de la composta.
Two Frontiers por su parte sigue analizando los microbios que se recolectaron, en sus planes está seguir con las expediciones en otro tipo de entornos, buscando ayudar al planeta a reducir sus emisiones mediante estos seres simbióticos, antiguos y misteriosos.
Aunque la información de este artículo brinda pistas para combatir el calentamiento global desde la biología y la simbiosis entre especies, también deja reflexiones profundas acerca de la explotación.
Mientras que el cofundador de Windfall Bio habla de que nadie quiere pagar por la sostenibilidad y el clima, los pueblos originarios son los que han tenido que pagar por la privatización de sus tierras, el despojo forzado y la afectación a sus formas de vida.
Una vez más se explota a seres con medidas desesperadas para intentar sanar esta herida de la que solo han sido responsables los grandes capitales, sin poner en cuestión el sistema social que origina la destrucción del ambiente.