¡No apto para cardiacos!
Žižek, Slavoj [2011], “¡No apto para cardiacos!”, Slavoj Žižek, ¡Bienvenidos a tiempos interesantes!, La Paz, Bolivia, Vicepresidencia del Estado Plurinacional, pp. 15-32
Slavoj Zizek es sociólogo, filósofo, psicoanalista y filólogo. Es doctor por la Universidad de París, donde concluyó sus estudios en filosofía y psicoanálisis en 1981. Investigador en el Instituto de Sociología de la Universidad de Ljubljana, Eslovenia. Profesor invitado en universidades como Columbia y Princeton. Ha escrito más de diez libros, así como una gran cantidad de artículos y ensayos sobre filosofía, psicoanálisis y cultura crítica. Es considerado uno de los pensadores críticos más importantes de su generación.
Actualmente se viven tiempos de crisis económica, política y social a nivel internacional. Resalta como ejemplo el caso de la crisis europea (Grecia) y la actuación de los organismos financieros internacionales, quienes ofrecen préstamos condicionados a los países en crisis, a quienes terminan sometiendo a un círculo vicioso generando deuda sobre deuda. Como derivado de ello, existe un gran descontento popular generalizado a la clase política. La oleada de críticos del capitalismo nunca cuestiona el marco democrático-liberal de su lucha contra este sistema. El enemigo fundamental hoy en día es la democracia. Existe un problema más: hoy el estado se está volviendo cada vez más caótico y la izquierda le tiene miedo a la crisis. Sin embargo, la izquierda debería aprovechar la coyuntura para confrontar los problemas de la crisis. Ante esta situación tenemos que tomar riesgos y atrevernos a dar pasos hacia el abismo para generar lo nuevo, recuperando lo bueno de lo viejo.
Capítulo I. ¡No apto para cardiacos!
En 2010 estalló en Grecia una oleada de manifestaciones después de que el gobierno adoptara las medidas de austeridad condicionadas por la Unión Europea a cambio del gran préstamo dado a este país. Durante estos acontecimientos se impusieron dos relatos: el del establishment euro-occidental dominante y el de la izquierda, mismos a los que califica como falsos por las siguientes razones (p. 17):
“El relato del establishment europeo esconde el hecho de que el gran préstamo dado a Grecia será usado para pagar la deuda con los grandes bancos europeos: la verdadera meta de la medida es ayudar a la banca privada puesto que, si el Estado griego cae en bancarrota, aquella será afectada seriamente. El relato de la izquierda atestigua una vez más la miseria de la izquierda actual: no hay ningún contenido programático positivo en su protesta, sólo un rechazo generalizado a cualquier medida que ponga en riesgo el estado de bienestar” (p. 17).
En este contexto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) adquiere un papel protagónico en relación a los préstamos a otros países: actúa como un agente neutral de la disciplina y el orden, así como un opresivo agente del capital global. Mientras reprende y castiga a sus estados clientes “al mismo tiempo les ofrece nuevos préstamos que todos saben que no podrán pagar, ahogándolos aún más en el círculo vicioso de una deuda que genera más deuda” (p. 17).
Respecto a la crisis aparentemente griega se desprende el hecho de que “no solamente es el Euro, sino el proyecto mismo de una Europa unida están muertos”. Ante esta situación, hoy más que nunca “la respuesta a cada crisis debería ser todavía MÁS internacionalista y universalista que la universalidad del capital global” (pp. 18-19).
El descontento popular se generaliza hacia la clase política griega que da como resultado un vacío de poder en el país. Derivado de esta crisis política, se abre la posibilidad de que la izquierda tome el poder. Si existe esta oportunidad, la izquierda debería aprovecharla para confrontar los problemas de la crisis actual. “La tragedia de la política es que no habrá nunca un “buen” momento para tomar el poder: la oportunidad de acceder al poder se presentará siempre en el peor momento posible […] cuando la clase política dirigente pierde su legitimidad y la amenaza fascista-populista ronda amenazante” (p. 19).
Sin embargo, es necesario hacer una crítica al papel que en la realidad juega la izquierda, pues se tiene que correr el riesgo de enfrentar la crisis y no temer a los posibles desastres que se presenten. “El mejor indicador de la falta de confianza en sí misma de la izquierda de hoy es su miedo a la crisis: esa izquierda teme perder su cómoda posición de crítica totalmente integrada al sistema, no dispuesta a perder nada. […]. El punto de partida básico de una izquierda radical es que, aunque las crisis sean dolorosas y peligrosas, son inevitables y [son] el terreno en el que las batallas tienen que ser libradas y ganadas” (pp. 20-21).
Señala que las expresiones de anticapitalismo no escasean hoy en día, al contrario, somos testigos de una enorme oleada de críticos contra este sistema capitalista. Sin embargo, existe una trampa en toda esa oleada crítica, pues no se cuestiona el marco democrático-liberal de su lucha anticapitalista (p. 21).
Por tal motivo, resalta la vigencia que tiene la idea clave de Marx y la recupera afirmando que “para Marx, la cuestión de la libertad no debería ser localizada principalmente en la esfera política propiamente dicha […]. La clave de una libertad real reside más bien en la red “apolítica” de relaciones sociales, del mercado a la familia, y en la que el cambio requerido si queremos una mejora real no es una reforma política, sino un cambio en las relaciones sociales ‘apolíticas’ de producción” (p. 21).
Al respecto, señala que Alain Badiou tenía razón en afirmar que “hoy por hoy, el enemigo fundamental no es el capitalismo ni el imperio ni la explotación ni nada similar, sino la democracia: es la ‘ilusión democrática’, la aceptación de los mecanismos democráticos como marco final y definitivo de todo cambio, lo que evita el cambio radical de las relaciones capitalistas” (p. 22).
Así como está presente la desfetichización de la democracia se encuentra también la desfetichización de su contraparte negativa: la violencia. “Badiou propuso recientemente la fórmula de una ‘violencia defensiva’: se debería renunciar a la violencia (i.e.: la toma violenta del poder estatal) como el principal modus operandi y más bien concentrarse en la construcción de dominios libres, distantes del poder estatal, sustraídos de su reino (como el temprano movimiento Solidaridad en Polonia), y solamente recurrir a la violencia cuando el estado mismo la usa para aplastar y someter esas ‘zonas liberadas’” (p. 22).
El tema de la violencia debería ser desmitificado: “El problema del comunismo del siglo XX no era que recurriera a la violencia per se (la toma violenta del poder estatal, el terror para mantener el poder), sino un modo general de funcionamiento que hizo esta recurrencia a la violencia inevitable y legítima” (p. 23).
En estas nuevas condiciones parece insuficiente la fórmula de “sustracción o resta más sólo una violencia reactiva”, desarrollada por Badiou. “[…] la idea de que, ya que el capitalismo está en todas partes y los intentos de abolir el Estado fallaron catastróficamente o acabaron en violencia autodestructiva, deberíamos sustraernos de la política estatal y crear espacios autónomos en los intersticios del poder de Estado, recurriendo a la violencia sólo como respuesta y cuando el Estado ataque directamente esos espacios. El problema es que hoy el Estado se está volviendo más y más caótico […]” (p. 24).
Nuestra lucha debería concentrarse “en aquellas iniciativas que son una amenaza al espacio abierto transnacional, como el Proceso de Bolonia (una reforma de la educación superior a nivel europeo), que es un gran ataque concertado contra lo que Kant llamó el 'uso público de la razón'. […] La reducción de la educación superior a la tarea de producir conocimiento experto socialmente útil es la forma paradigmática del 'uso privado de la razón' en el capitalismo global de hoy en día” (p. 26).
Advierte que lo que sucede en la última etapa del capitalismo posterior al año ‘68, “postmoderno”, es que la propia economía, entendida como la lógica del mercado y la competencia, termina imponiéndose gradualmente como la ideología hegemónica en varios sentidos: en la educación (desmantelamiento del clásico aparato ideológico de estado), en la organización y legitimación del poder (sistema electoral concebido con base en la competencia de mercado) e incluso en la configuración de relaciones emocionales que cada vez es organizada de acuerdo a las pautas de una relación mercantil (pp. 27-28).
“[…] en tanto que la economía es considerada la esfera de la no-ideología, este feliz mundo nuevo de la cosificación mercantil [commodification] se considera a sí mismo post-ideológico” (p. 29).
Žižek se pregunta sobre qué tipo desplazamiento en el funcionamiento de la ideología implica esta auto-borradura de la ideología. Para responder a ello recupera a Althusser, quien “sostiene que la ideología interpela a individuos para hacerlos sujetos, los 'individuos' quieren decir aquí seres vivos en los que opera un dispositivo de los Aparatos Ideológicos de Estado, imponiéndoles una red de micro-prácticas; por su parte, ‘sujeto’ NO es una categoría de ser vivo, de sustancia, sino resultado del hecho de que esos seres vivos son atrapados en el dispositivo del Aparato Ideológico de Estado (o en un orden simbólico)” (p. 29).
Hoy en día, sin embargo, somos testigos de un cambio radical en el funcionamiento de este mecanismo: Agamben define nuestra sociedad contemporánea post-política/bio-política como una en la que múltiples dispositivos desubjetivizan a los individuos sin producir una nueva subjetividad, sin subjetivizarlos” (p. 29).
Finalmente, es preciso mencionar una caracterización de la época iniciada con la Primera Guerra Mundial con una frase de Gramsci que dice “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos” (p. 31).
Se deduce que los monstruos pueden surgir de cualquier intento de forzar la entrada a lo nuevo. A partir del anterior planteamiento reflexiona y expone que en su momento “sabíamos lo que teníamos y queríamos hacer (establecer la dictadura del proletariado, etc.), pero debíamos esperar pacientemente el momento propicio de la oportunidad; hoy, en cambio, no sabemos qué hacer, pero debemos actuar ahora, porque la consecuencia de nuestro no-actuar podría ser catastrófica. […] Tendremos que arriesgarnos a dar pasos hacia el abismo de lo Nuevo en situaciones totalmente inapropiadas, tendremos que reinventar aspectos de lo Nuevo sólo para mantener la maquinaria funcionando y preservar lo que era bueno en lo Viejo (educación, seguro médico…). En breve, de nuestro tiempo se puede decir lo que nada menos que Stalin dijo sobre la bomba atómica: no es apto para cardiacos” (p. 32).
2. Capitalismo con valores asiáticos… en Europa.
3. Tierra, pálida madre.
Agamben, Giorgio (2007), Qu’est-ce qu’un dispositif?, París. Payot & Rivages.
Badiou Alain (2009), Eloge de l’amour, París, Flammarion.
Lenin, V.I. (1966), Collected Works, Vol. 33, Moscú, Progress Publishers.
La crítica de Zizek aporta elementos sobre el carácter cada vez más autoritario del capitalismo. En particular destaca la crítica de la democracia como un eje del dispositivo de dominación. En otro sentido, el texto sigue atrapado en las paradojas de una acción política que no ha logrado la masa crítica para liberarse de los límites de lo establecido. Otro trabajo por hacer es la crítica de las mixturas teóricas y argumentales de Zizek: ¿ejercicios retóricos o de estilo? ¿nuevas heurísticas?