Cambiar el corazón y el alma. Cómo las élites contuvieron el movimiento por la justicia global
Docena, Herbert [2016], “Cambiar el corazón y el alma. Cómo las élites contuvieron el movimiento por la justicia global", Nick Buxton y Deborah Eade (editores), Estado del Poder 2016, Amsterdam, Transnational Institute, Fuhem-Ecosocial, pp. 122-144
Herbert Villalon Docena es doctorante en Sociología en la Universidad de California, Berkeley. Miembro de un grupo de trabajadores en Filipinas, Bukluran ng Manggagawang Pilipino (Solidaridad de Trabajadores Filipinos). Se ha desempeñado como investigador y organizador de campañas en Focus on the Global South.
Empresarios y negacionistas se oponen al avance de acuerdos internacionales sobre el cambio climático. Sin embargo, otro grupo de élites fervientes creyentes de este cambio, han bloqueado toda posible solución de raíz a la crisis climática.
“La finalidad es cambiar el corazón y el alma”
Lo que busca Herbert Docena en este ensayo es explicar “las causas de las debilidades del movimiento llamando la atención sobre otra forma […] mediante la que los poderosos tratan de contener cualquier afrenta a su gobierno antidemocrático de otra manera que no sea la represión física: la de intentar moldear las propias subjetividades de las personas […] con el fin de convencerlas de defender activamente el sistema” (p. 4).
Para el autor “parte de los motivos por los que los activistas que luchan por una alternativa democrática al capitalismo les resulta difícil atraer a más personas a su causa es porque una parte de las clases dominantes del mundo ha estado librando […] una especie de ‘revolución pasiva’ global: un intento de reconstruir o asegurarse la hegemonía (mundial) intentando reformar las bases del capitalismo global para conceder parcialmente las demandas de grupos subordinados” (pp. 4-5).
Analiza también cómo es que un sector específico de las élites globales bajo la apariencia de “cambiar el sistema”, lo que ha conseguido es “neutralizar los intentos más radicales de reconfigurar las subjetividades de las personas, evitando así que estas luchen por un sistema democrático” (p. 5).
El renacer de un movimiento global contrahegemónico
“Para entender mejor cómo las élites globales intentan contener los desafíos contrahegemónicos a su dominio, merece la pena remontarse a fines de la década de 1960, cuando varios nuevos movimientos radicales, incluidos algunos que se movilizaron en torno a temas de ecología, saltaron al escenario mundial como parte de un renacimiento más general del radicalismo” (p. 5).
En esta década diversos intelectuales comenzaron a plantear una manera distinta de interpretar y dar posibles soluciones a los problemas ecológicos. Argumentaban que no bastaría la implementación de reformas, sino que era indispensable “desafiar nada menos que el capitalismo, el patriarcado, el racismo y otras formas de dominación. […] exhortaban a poner fin a lo que Marx llamó una vez ‘la dictadura de la burguesía’, o el sistema de gobierno en el que solo quienes poseen los medios de producción toman decisiones sobre ésta” (p. 6).
De esta manera, no pocas personas cada vez eran más “críticas con la ‘sociedad existente’ y abocadas a la acción, empezaron a luchar por lo que los activistas llamarían más tarde un ‘cambio de sistema’ para abordar los problemas ecológicos” (p. 8).
Luchas entre las élites
“Este resurgimiento del ambientalismo radical en particular y del radicalismo en general suscitó la preocupación de aquellos intelectuales procedentes de las clases dominantes del mundo en los Estados Unidos y otros países industrializados […] o alineados con ellas” (p. 8).
A estas élites de carácter reformista “les preocupaba que la degradación ambiental alimentara aún más la insatisfacción pública y, por lo tanto, fomentara el apoyo al radicalismo. […], llegaron a la conclusión de que, para desactivar tal amenaza, se debían abordar al menos algunas de las quejas y demandas de los grupos subordinados; algo que solo se podía hacer reformando de base el capitalismo global” (p. 11).
De esta forma, “estos ‘reaccionarios ilustrados’ […] se dispusieron a construir un movimiento reformista transnacional o un ‘bloque desde arriba’”, haciendo uso de una gran cantidad de “recursos económicos y conexiones sociales […] para construir la capacidad de este movimiento para participar en una lucha ideológica y política en el escenario mundial” (pp. 11-12).
Términos radicales, fines reformistas
Una de las principales iniciativas fue la de retomar la crítica de que los problemas ambientales en el mundo son resultado del sistema económico y político general y no de “hábitos personales”. Sin embargo, su solución no apuntaba hacia el cambio sistémico, puesto que el problema no era el sistema en sí, sino la ausencia de mejoras en las regulaciones y la “gestión científica” del sistema (pp. 12-13).
“En contra de conservadores y radicales, no defendían la necesidad de mantener el sistema ni de deshacerse de él por completo, sino de mejorarlo disminuyendo la ‘excesiva confianza en el mercado’ y dirigiéndose hacia lo que la Declaración de Cocoyoc llama ‘el mejor aprovechamiento de todos ellos [los recursos], así como la protección del medio ambiente a escala global’” (p. 13).
La propuesta de las élites reformistas, encarnada en estudios y espacios de investigación, atendía los problemas ambientales prometiendo mejor desarrollo y bienestar, sin pasar necesariamente por un “cambio de sistema” a diferencia de los radicales que enarbolaban la idea de acabar con el capitalismo. Aunque esta propuesta no atacaba las raíces del problema, resultó más atractiva que las propuestas radicales (p. 13).
Construyendo la capacidad del movimiento
La élite de intelectuales reformistas no sólo se restringía a movilizar gente a su causa, sino que también dotaban a sus partidarios de conocimientos sobre la problemática ambiental a nivel global a través de proyectos de investigación en universidades y organismos gubernamentales, así como think tanks (p. 14).
Los reformistas consiguieron financiamientos a través de ciertas empresas, fundaciones y grupos moderados en todo el mundo. A partir de “estas inversiones en generar conocimientos y construir movimientos crearon una red transnacional y descentralizada de reformistas altamente capacitados que, ocupaban posiciones estratégicas en diversos Gobiernos, organizaciones internacionales y grupos de la sociedad civil de todo el mundo […]” (pp. 15-16).
Una vez equipados con investigaciones “esta red mundial de reformistas se movilizó para dar la alarma y presionar a favor de unas intervenciones reguladoras globales sin precedentes para abordar el cambio climático” (p. 16).
Una batalla global por los corazones y las almas
“A nivel internacional, este bloque reformista aseguró acuerdos que abordaban problemas ambientales globales como el agujero de ozono, la pérdida de biodiversidad, la desertificación y el cambio climático” (p. 17).
De esta manera, lo que hicieron las élites reformistas fue neutralizar “los intentos de grupos radicales de reconfigurar sus subjetividades y lograron disipar sus intentos de canalizar la ira y la ansiedad de la gente hacia la lucha por un cambio fundamental del sistema” (p. 17).
A nivel mundial “los movimientos anticapitalistas radicales […] pasarían posteriormente a la defensiva, sin dejar de organizarse pero cada vez más marginados” (p. 18).
El mensaje ambientalista radical a nivel internacional “tenía solo unos pocos años antes de ganar fuerza, la crítica se esfumaría y el ambientalismo anticapitalista sufriría un ‘declive vertiginoso’” (p. 18).
Conclusión
“[…] las élites más previsoras del mundo han podido […] disuadir a la gente de luchar para reemplazar el capitalismo por otro sistema diferente y radicalmente democrático; […] han sido capaces de convencerla o motivarla para luchar activamente por ‘mejorar’ un sistema inherentemente antidemocrático con el fin de evitar su derrocamiento” (p. 18).
“Al organizar y movilizar un movimiento transnacional desde arriba para librar una ‘revolución pasiva’ a favor de regular el mercado, han podido desactivar parcialmente los antagonismos de clase que le intelectuales radicales habían tratado de despertar” (p. 18).
“Si estas élites reformistas no hubieran organizado esta revolución pasiva global […] es poco probable que hubieran podido evitar un desafío contrahegemónico al capitalismo. […] también es importante hacer hincapié en que [...] mundo, todavía no han conseguido derrotar o eliminar por completo este desafío” (p. 19).
El autor concluye que ante la decisión de las élites reformistas de aprobar las demandas de las élites conservadoras “nuestro movimiento no solo ha sobrevivido a la ofensiva reformista, sino que en los últimos años hemos experimentado un nuevo resurgimiento” (p. 19).
Afirma que si realmente quieren trascender la ofensiva de los conservadores y los reformistas y lograr algo más eso dependerá de saber “contrarrestar los intentos sofisticados y bien organizados de estas élites más previsoras para cambiar los corazones y las almas de aquellos a quienes queremos de nuestro lado” (p. 19).
Capítulo 4. La tiranía de las finanzas globales (Walden Bello).
Capítulo 5. La gobernanza de las múltiples partes interesadas: la ofensiva corporativa hacia una nueva forma de gobierno global (Harris Gleckman).
Capítulo 6. Estudio de caso: Nutrición y alimentación: cómo el gobierno de y para la gente se convirtió en el gobierno de y para las multinacionales (Flavio Luiz Schieck Valente).
Este texto hace referencia a la crisis sistémica y las consecuencias que a raíz de ésta se han generado. Uno de esos efectos del sistema capitalista es la aceleración del cambio climático. Ante este panorama surgen diversas propuestas de acción para atacar el problema de raíz, es decir, reconocer que el problema de fondo es el sistema capitalista y, por tanto, es indispensable no hacer reformas a nivel internacional sino un cambio de sistema, de acuerdo a las posturas de los movimientos anticapitalistas radicales.
No obstante, el texto señala cómo las élites empresariales y los negacionistas (ambos conservadores) se movilizan contra aquellos acuerdos internacionales en relación a las medidas sobre el cambio climático. Del mismo modo, se exponen las estrategias de las élites reformistas y grupos afines para contener el antagonismo social. Las élites han conseguido elaborar su alternativa ambiental: desarrollo sustentable o sostenible y medidas paliativas para “resolver” la crisis ambiental. De ahí la importancia de la crítica radical que no sólo trata del presente y el porvenir, sino que teje líneas de continuidad con las experiencias de lucha pasadas para seguir insistiendo en que es necesario cambiar de sistema.