Vorsprung durch Angst. The good and bad in Germany’s economic model are strongly linked. Germany is admired for its stability but derided for persistent trade surpluses
The Economist [2017], "Vorsprung durch Angst. The good and bad in Germany’s economic model are strongly linked. Germany is admired for its stability but derided for persistent trade surpluses", The Economist, London, 8 de julio, https://www.economist.com/news/briefing/21724801-germany-admired-its-sta...
La economía alemana tiene desde hace varios años superávits recurrentes en su balanza de cuenta corriente, debido a que exporta mucho más de lo que importa. Esto no sólo tiene implicaciones para Alemania, sino también para otros países, puesto que cuando una economía está en superávit, su ahorro interno excede su inversión interna y ese excedente se presta en el exterior a los países que tienen déficits en cuenta corriente.
En 2016, el superávit alemán fue de casi 300 mil millones de dólares, lo que equivale a un gigantesco 8.3% del PIB. Este superávit es considerablemente mayor que el de China, que ha sido el objetivo de furiosos ataques por parte de los estadounidenses. Debido a ello, Alemania está siendo acusada de exportar a otros países pérdidas de empleos. En la zona euro, los países miembros se quejan de que Alemana insiste en las políticas de austeridad para los países más endeudados, pero no reconoce que los déficits de los otros miembros del euro son en parte su responsabilidad ni facilita el ajuste al mantener un manejo tan rígido de su política de gasto.
La economía alemana no sólo es criticada. También es admirada por su baja tasa de desempleo (de sólo 3.9%, menor que la de casi todos los países ricos). Aunque la “gran recesión” de 2008-2009 golpeó duramente a su economía germana, en Alemania el nivel de empleo apenas se vio afectado, contrario a lo que sucedió en la mayor parte de las economías. Además, Alemania tiene una proporción de trabajadores empleados en la industria inusualmente alta para un país desarrollado: casi el 20% de sus empleos se ubican en la manufactura, respecto de menos de 10% en Gran Bretaña.
Estas cifras son motivo de orgullo en los círculos políticos alemanes, y la idea de que el superávit comercial pudiera ser un problema no suele ser considerada, pues no se considera que se deba a una distorsión creada por la política económica. Los políticos alemanes consideran que su superávit y su ahorro son prudentes y están justificados porque su población está envejeciendo más rápido que la de otros países. Sin embargo, “no todos miran la cuestión de esta forma. El FMI argumenta que los superávit comerciales de Alemania son mayores de lo que puede ser justificado o de lo que es deseable para la estabilidad económica global”.
La razón que hace que el problema sea difícil de resolver es que, en efecto, los superávit y el exceso de ahorros de Alemania no son el resultado de una política económica explícita seguida por el gobierno, sino que tienen su raíz en un “modelo de negocios tácito” del que provienen tanto los aspectos más admirados como los más criticados de la economía alemana. Este modelo de negocios surgió en la década de 1990, cuando la situación económica en Alemania era sumamente complicada por el elevado desempleo, la caída en las importaciones y un atípico déficit en cuenta corriente. En ese momento era habitual referirse a Alemania –recién reunificada– como el “hombre enfermo de Europa”. Fue en esas circunstancias que la industria alemana encontró una forma de abaratar sus exportaciones y de volverse más competitiva: la restricción salarial.
Entre 2000 y 2007, el crecimiento de los salarios en Alemana fue de sólo 1%, respecto de 3.5% en promedio en los países de la OCDE. Lo que hizo posible esta restricción salarial fue “un sistema de relaciones industriales cooperativas profundamente enraizado”. Una característica importante de este sistema es que los sindicatos tienen representantes en las juntas directivas de las empresas, por lo que pueden ver de primera mano cómo las alzas salariales y la elevación de los precios podrían dañar la competitividad de la economía. Por su parte, las empresas ven las negociaciones salariales como medios para impulsar áreas de mutuo interés, como las capacitaciones y los horarios flexibles.
Este sistema de cooperación entre empresas y trabajadores ha hecho posible que las empresas sean suficientemente flexibles para adaptarse exitosamente a nuevos retos, como la incorporación a la Unión Europea de miembros con bajos costos salariales (como Polonia, Hungría y República Checa), así como a la emergencia de China como un exportador de importancia global.
Otro importante cambio en el sistema de negociación salarial es que las remuneraciones ya no se negocian por industria sino que tienen lugar para hacer frente a los retos que enfrentan las empresas individuales. Una consecuencia de los acuerdos salariales a nivel empresa es la creciente dispersión de los salarios: los de los trabajadores mejor pagados aumentaron con mayor rapidez que el promedio, mientras que los salarios más bajos continuaron cayendo. “El costo decreciente de los manufactureros de servicios locales, donde la paga está más limitada, tuvo un papel importante en el auge exportador de Alemania”.
A esto hay que añadir que en 2002, el entonces canciller Gerhard Schröder, solicitó a una comisión que crearan un proyecto con una serie de reformas –conocida como “Agenda 2010” o “Agenda de Schröder”– para hacer frente al desempleo, que aún estaba en aumento. Estas reformas son también un factor importante para explicar la restricción salarial y la recuperación en el empleo en Alemania, así como para el fortalecimiento de la Mittelstand (las admiradas medianas empresas alemanas, que mayormente son de propiedad familiar).
La cultura de la cooperación no sólo beneficia a las empresas, también a los trabajadores. Cuando se dio la “gran recesión”, al contrario de lo que sucedió en los otros países ricos, donde millones de trabajadores fueron despedidos, en Alemania las compañías mantuvieron intacto su número de trabajadores a pesar de una caída en los pedidos. Para ello, echaron mano –entre otras– de la negociación con los trabajadores al interior de la empresa, donde se consiguieron esquemas de trabajo por horas para evitar el despido de trabajadores.
La restricción salarial ha vuelto a las exportaciones alemanas súper-competitivas pero ha creado también grandes desequilibrios en la economía. De acuerdo con el FMI, el tipo de cambio real de Alemania está subvaluado entre 10% y 20%. Por otra parte, el gasto de los consumidores está deprimido y desciende continuamente: representa 54% del PIB, mucho menos que en Estados Unidos o Gran Bretaña. Algo similar puede decirse del ingreso de los hogares, que a pesar del constante aumento en el nivel de empleo, ha disminuido en beneficio de las ganancias corporativas. Los principales desequilibrios de la economía alemana se deben a la restricción salarial: “si a los trabajadores se les pagara más, podrían comprar más. Esto significaría menos exportaciones (porque las firmas producirían para un mercado interno más grande) y más importaciones. Pero Alemania está completamente atrapada en un modelo que siempre pone a las exportaciones por encima de cualquier otra cosa”.
Frente a la adversidad de la década de 1990, los alemanes optaron por especializarse en aquellas áreas en las que tienen un particular talento: la ingeniería de precisión, los autos, la química y la maquinaria. “Tener industrias de la escala requerida en estas áreas requiere un mercado global: un mercado nacional es muy pequeño para ser eficiente”. Así, los talentos propios de los alemanes condujeron a una economía que es guiada por las exportaciones y no por el consumo interno. El éxito en este tipo de industrias ha exigido a Alemania un compromiso sostenido con la educación y con la investigación y desarrollo. Buena parte de las ganancias de las corporaciones alemanas tienen que ser reinvertidas en innovación y en la calificación de sus trabajadores. Estas exigencias han dado forma a las normas e instituciones que rigen la economía alemana.
Una condición que posibilita estos sistemas de cooperación y de negociación es la marcada preferencia por la estabilidad y la extrema aversión al riesgo de la sociedad alemana. Esto permite explicar también el elevado nivel de ahorro de los alemanes, quienes se protegen frente a un futuro incierto. Los alemanes están dispuestos a trabajar duro e incluso a tener incrementos salariales modestos a cambio de estabilidad y seguridad laboral. “Para proporcionarlas, las empresas combinan sus operaciones internas con plantas más flexibles en ultramar”.
Dos cambios recientes permiten explicar que el ahorro agregado en Alemania sea mayor que en el pasado. El primero es que la competencia con empresas de otros países con costos laborales menores ha hecho que los sindicatos sean menos propensos a pedir grandes incrementos salariales. La estabilidad laboral es la prioridad. Un segundo factor es que las empresas alemanas tienden a invertir una proporción cada vez menor de sus ganancias en el interior, que hay escasez de inversión pública y que el sistema fiscal y las regulaciones de la economía alemana no promueven la creación de nuevas empresas. Las empresas alemanas tienden a invertir una proporción creciente de sus ganancias en el exterior porque ahí la población está en crecimiento, mientras que el mercado interno está relativamente estancado. Además, los retornos anuales de la inversión extranjera directa de Alemana son considerablemente altos, 7.25%. En realidad, la inversión interna en Alemania no es particularmente baja; lo que sí es bajo respecto de otros países es el consumo de las familias.
La restricción salarial en Alemania, que ha sido la base de la elevación de la competitividad de sus mercancías, no afecta únicamente a los trabajadores alemanes peor pagados. Por el contrario, para mantener su competitividad, otros países de la zona euro deben mantener aumentos salariales reducidos. Esto tiene como consecuencia que aceche una tendencia deflacionaria en la zona euro; de hecho, la inflación esperada está por debajo del objetivo del Banco Central Europeo (BCE). Por estos motivos, un incremento en los salarios alemanes sería benéfico en muchos sentidos. Sin embargo, es poco probable que suceda, aun cuando la ciencia económica impulsaría un cambio. “Las instituciones están hechas para la restricción salarial: los empleadores la quieren; los sindicatos la negociarán a cambio de seguridad laboral”.
Hay también factores que podrían influir en una posible elevación de los salarios. En Alemania, la masa de trabajadores nacionales se está reduciendo a un ritmo más acelerado que el ingreso de inmigrantes, por lo cual habrá escasez de trabajadores por primera vez en décadas. Además, los precios de la vivienda se están elevando, razón por la cual es probable que los trabajadores exijan mayores incrementos salariales. Para el BCE sería muy favorable un mayor incremento salarial y un aumento en los precios en Alemania, pues la inflación está por debajo de su objetivo debido a las débiles presiones de precios en el resto de la zona euro y a la caída en el precio del petróleo. Un incremento en los salarios podría también modificar gradualmente la demanda de mercancías desde las exportaciones hacia el consumo interno.
La cuestión de la elevación de los salarios crea situaciones políticas complicadas. Algunos académicos han planteado que una mejor manera de estabilizar la zona euro sería no reducir los salarios en el sur de Europa sino elevarlos en Alemania. No obstante, los sindicatos alemanes han respondido argumentando que en ese caso Alemania perdería empleos frente a China. La aversión al riesgo y el principio precautorio están fuertemente enraizados en la psique y las instituciones alemanas, y para los trabajadores las cuestiones clave van mucho más allá del salario que reciben: parece que la seguridad y la estabilidad laboral continuarán siendo prioritarias.
La economía alemana tiene enormes fortalezas: el mayor superávit comercial, muchos activos extranjeros, una proporción envidiable del comercio mundial, finanzas públicas sólidas y pleno empleo. “Sin embargo, sus líderes de negocios están ansiosos acerca de cuan preparada está Alemania para la economía digital, sobre el prestigio de las marcas lujosas en un mundo de autos sin conductores y sobre el prospecto de una mayor inflación cuando las tasas de interés son tan bajas”. Los fundamentos dicen que Alemania debió haber elevado los salarios desde hace mucho. Pero las exigencias del momento pueden decir otras cosas.
En 2016, el superávit alemán fue de casi 300 mil millones de dólares, equivalentes a 8.3% del PIB.
En Alemania, en 2016, casi el 20% de los trabajadores están empleados en la manufactura. En Estados Unidos, la proporción es del 10%; en Gran Bretaña, es de aproximadamente 9%.
A contrapelo de lo que se ha impulsado desde los círculos que rigen la política en la Unión Europea –fuertemente controlados por Alemania–, que imponen a los países del Sur de Europa la austeridad y reducciones salariales, en este artículo The Economist hace un llamado a elevar los salarios en Alemania como una forma de solucionar los desequilibrios de la zona euro. Esta salida, que sería la mejor para el conjunto del euro –se reducirían los recurrentes déficit de algunos países, se incentivaría el mercado interno al aumentar los salarios, entre otras–, es bloqueada por los hombres de Berlín pues un alza salarial sostenida no sólo reduciría las ganancias de sus corporaciones sino que afectaría la competitividad de las mercancías alemanas frente a las de países como China, debilitando a Alemania en la geopolítica mundial.