Les marxistes, Marx et la question naturelle. Notes sur l’improbable écomarxisme
Barrillon, Michel [2013], “Les marxistes, Marx et la question naturelle. Notes sur l’improbable écomarxisme”, Ecologie & politique, 2(47): 115-143, https://www.cairn.info/load_pdf.php?ID_ARTICLE=ECOPO_047_0115
Michel Barrillon es profesor de Ciencias económicas en la Université d'Aix-Marseille, Francia.
¿La ecología política tiene solución en el marxismo?
Michel Barrillon cuestiona el papel fundante que algunos autores, notablemente John Bellamy Foster, atribuyen a Marx en la crítica ecológica al capitalismo. Para Barrillon hay un “inmenso retardo teórico” de los marxistas, resultado de las contradicciones del propio Marx: aunque en la definición de estructura económica de una sociedad, éste incluye “la totalidad de relaciones que los agentes del proceso de producción mantienen con la naturaleza y entre ellos mismos”, se resistió a la sugerencia de Sergueï Podolinsky de incluir la dimensión ecoenergética en la teoría del plusvalor (p. 117-118).
Según Barrillon, los seguidores de la tradición del pensamiento marxista han desdeñado a los autores y movimientos ecologistas radicales “que no han juzgado oportuno recuperar el espíritu marxista para denunciar el carácter ecocida y mortífero” del capitalismo. Teóricos como André Gorz, Cornelius Castoriadis, Ivan Illich, Jacques Ellul, Bernard Charbonneau y Lewis Mumford, han sido señalados por marxistas y neomarxistas por la falta de radicalidad de sus planteamientos (p. 118). La corriente de marxistas ortodoxos prefirió subordinar el tema ecológico, particularmente en Francia en la década de 1970.
Con estos antecedentes, Michel Barrillon se cuestiona la importancia que tiene la ecología en el marxismo contemporáneo.
La cuestión ecológica o la esperanza puesta en la “segunda contradicción interna” del capitalismo
Para Barrillon la primera razón del marxismo para interesarse por el tema ecológico es la actualidad y la extensión de los problemas ambientales. No obstante, el evento que obligó a la actualización del proyecto marxista, fue la derrota del movimiento obrero que se hizo evidente con la caída de la Unión Soviética. En la revisión del proyecto marxista, la cuestión ecológica fue entendida como la segunda contradicción interna del capitalismo, misma que lo llevaría a su derrota definitiva (p. 119).
Con acento crítico, el autor señala que no se trata de “una contradicción interna, [sino] simplemente de la promesa de una catástrofe ecológica planetaria”. La devastación ambiental es una consecuencia lógica del modo de producción capitalista. Por un lado, porque abre nuevos espacios de acumulación (Chesnais y Serfati, 2003), y por el otro lado, porque su expansión implica la destrucción no sólo de otros modos de producción (Luxemburg), sino también de los procesos naturales (p. 120).
El argumento del productivismo soviético
Una de las primeras explicaciones del “retardo teórico” del marxismo en el tema ecológico es la solidaridad del movimiento obrero con la lógica productivista del capitalismo. Mientras que autores como Chesnais y Serfati aprueban el argumento pero no lo atribuyen a los textos de Marx y Engels, los marxistas ortodoxos encuentran la explicación en el postulado según el cual la abolición del capitalismo ocurrirá con el pleno desarrollo de las fuerzas productivas, resultado cuya condición es la subordinación de la naturaleza al hombre.
La lectura unilateral del productivismo de los marxistas ortodoxos está en la base del “socialismo real” y del tratamiento teórico de la cuestión ecológica durante gran parte del siglo XX. Para Barrillon la política antiecológica de la Unión Soviética comenzó con Lenin, aunque con la llegada de Stalin al poder todo crítico fue denunciado y perseguido, lo que explicaría que los escritos ecológicos de Marx hayan sido olvidados tanto en el Este como en Occidente (p. 122).
La tesis de Labeyrie: la crisis ecológica como expresión de las contradicciones del capitalismo
Entre los marxistas ortodoxos que veían en la Unión Soviética el modelo del socialismo real y una gestión ejemplar del medio ambiente, estaba Vincent Labeyrie. Su reflexión sobre la ecología parte del carácter dual del proceso de producción que combina las fuerzas productivas (proceso de trabajo) y las relaciones sociales de producción (proceso de producción) (p. 123).
Retomando los trabajos de Marx y de Radovan Richta, Labeyrie distingue tres grandes periodos del capitalismo industrial que se caracterizan por la posición de la ciencia frente a las fuerzas productivas, así como por las características tecnológicas del aparato de producción.
1. La subordinación formal del trabajo al capital. Hay una relativa inercia del progreso tecnológico y la ciencia tiene un papel relativamente marginal en el desarrollo cuantitativo de las fuerzas productivas.
2. La subordinación real del trabajo al capital. Hay un reconocimiento de la ciencia como fuerza productiva directa, surge una fuerza de trabajo especializada, es la época del maquinismo, aunque el trabajo simple sigue estando en la base esencial de la producción.
3. La revolución científica y técnica. El desarrollo y movimiento de la producción dependen directamente del progreso de la ciencia. Para Richta y Labeyrie, la correspondencia entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas se rompe y sólo una revolución social (el socialismo) será capaz de restablecer la correspondencia y eliminar los obstáculos que los capitalistas ponen al libre desarrollo de las fuerzas productivas.
Según este razonamiento, la crisis ecológica para Labeyrie es el resultado de la revolución científica y técnica bajo el capitalismo y no del productivismo, rasgo del socialismo real que él defendía (p. 124).
Otros marxistas reconocen que el momento de la ruptura entre las necesidades y las capacidades de producción se da en el paso de la subordinación formal a la real, y no en el paso a la revolución científica. En este momento se rompe la “norma de lo suficiente” (André Gortz) y la lógica de la acumulación se sobrepone a las necesidades, lo que genera procesos que la naturaleza no puede resistir y que están en la base de la crisis ecológica.
El socialismo según Labeyrie
Labeyrie retomó a Gramsci y la formación de un bloque histórico para resolver las contradicciones del modo de producción capitalista. El socialismo de los países del Este representaba esa superación. La estatización del aparato de producción, la planificación de la economía, una producción que respondiera a la lógica de necesidades y el papel central de la ciencia en las fuerzas productivas, la vida cotidiana y la naturaleza, constituían una “representación perfecta” de la sociedad pensada por los intelectuales socialistas (p. 125). Este programa, una especie de “transformación científica del totalitarismo”, tenía como objetivo la dominación racional de la naturaleza y de los hombres.
Los marxistas enfrentados al “socialismo realmente existente”
Barillon señala cuatro tipos de crítica al “socialismo realmente existente” y el tratamiento de la ecología que hace cada uno de ellos:
1. Autores como Karl Kosch y Anton Pannekoek reprocharon el funcionamiento capitalista de los países soviéticos, pero no pusieron en duda la lectura productivista de Marx ni el carácter subordinado que la naturaleza asume en este esquema.
2. Otros, como Michael Löwy, además de criticar a los países denominados socialistas, intentan someter a un juicio profundo el pensamiento de Marx. Löwy llama a romper con el productivismo, es decir, “la ideología del progreso lineal y el paradigma tecnológico y económico de la civilización moderna”. Sin embargo, Barrillon señala que esta crítica es parcial, pues no pone en cuestión la necesidad del progreso tecno-científico ni la elevación de la productividad del trabajo (p. 126).
3. Algunos representantes del ecomarxismo, como Ted Benton, no sólo critican el socialismo de estado de los países del Este, sino que ven en su fracaso la insuficiencia del planteamiento de Marx que necesita ser completado por el análisis ecológico.
4. Para autores marxistas más tradicionales, como Chesnais, Serfati y Bidet, el socialismo de los países del Este dista de los planteamientos marxistas, aunque no es una experiencia que deba menospreciarse. Para Bidet, tanto el mercado como la planificación son las causas del desastre ecológico. “En esta perspectiva, es la esencia del capitalismo combinada con [la forma burocrática] la que explica las modalidades específicas de la devastación de la naturaleza en los países del Este” (p. 127-128).
El capitalismo: recuento de las banalidades básicas
Siguiendo con la crítica al estado soviético, Barrillon recupera el razonamiento de Engels: “el estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista: el estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Cuanto más pasan las fuerzas productivas a su propiedad y se vuelve capitalista colectivo, más explota a los ciudadanos. Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. La relación capitalista no se suprime, por el contrario, es completada” (p. 128-129).
El estado soviético no es obrero, ni la estatización de los medios de producción es sinónimo de colectivización. Para Jacques Sapir, la economía soviética se asemeja más a las economías capitalistas en tiempos de guerra (planificación, cuotas establecidas por el estado, etcétera), lo que llama una economía movilizada. Los fundamentos capitalistas de este tipo de economía se encuentran en la existencia de un mercado de trabajo y las relaciones mercantiles, aunque en este caso el precio de cada mercancía es fijado por el organismo central.
Esta forma particular de relaciones de producción dio lugar a una clase capitalista inédita: una “burguesía de partido que vivía de la extracción de plusvalor”, ya que eran los líderes del partido quienes que se ocupaban de la administración de las empresas estatizadas (p. 129-130). Con la llegada de Stalin al poder, la expansión del capital, se acompañó de un fuerte aparato policiaco y del trabajo forzado. De este modo, se conformó el peculiar bloque histórico soviético: capitalismo de estado, dictadura del partido e ideología marxista.
La “movilización” general contra la naturaleza
En este contexto, la devastación de la naturaleza en la Unión Soviética no se explica sólo por sus rasgos profundamente capitalistas, sino por “factores específicamente soviéticos”: hipercentralización burocrática, militarización de la economía, desinformación, inexistencia de un movimiento ecológico, el arcaísmo de las tecnologías industriales, la movilización de las fuerzas productivas para producir medios de producción, la falta de autonomía y control obrero sobre la producción, el autoritarismo estatal, la subordinación de la economía a la burocracia, etcétera (p. 130-131).
El funcionamiento de la economía movilizada explica la destrucción de la naturaleza. Dado que los productos eran comprados a un precio fijo por el organismo central, el empresario sólo tenía que preocuparse por obtener los medios de producción y el trabajo necesarios para aumentar al máximo su producción. El resultado es un régimen basado en el productivismo desmesurado, responsable del saqueo de la naturaleza.
El productivismo, manifestación del culto soviético por la exaltación de las proezas tecnológicas y la veneración de la ciencia, es relacionado con el marxismo. Entendido así, el marxismo no rompería con “el imaginario de la modernidad occidental, particularmente con el proyecto de dominación de la naturaleza” (p. 131).
Retorno a la cuestión natural en Marx
Para Barrillon, la lectura de las obras de Marx y Engels es fundamental para establecer, o no, la problemática ecológica y, por tanto, la posibilidad real de la emancipación (p. 132).
Marx prometeniano, baconiano, productivista
John Bellamy Foster encuentra en el contexto de los escritos de Marx la radicalidad de su pensamiento sobre la naturaleza. Para él, el hecho de que Marx, Engels y otros socialistas hayan vivido en la transición del feudalismo a capitalismo les permitía comprender mejor los daños que el capitalismo podía causar al entorno natural, en comparación con pensadores posteriores ya que estos estarían habituados al capitalismo y difícilmente verían una alternativa a él.
Aunque Engels y Marx abordan la contaminación urbana y en ríos y sus impactos negativos sobre la salud de los obreros, no profundizan en el tema (p. 133). Por el contrario, ambos aceptan el papel histórico de la humanidad: la conquista, y el sometimiento, de la naturaleza. Marx, el gran apologista del capitalismo, vio en este sistema una “influencia civilizatoria”, capaz de permitir a los hombres desarrollar plenamente sus capacidades hasta el punto de liberarlos de dicho modo de producción y alcanzar un modo superior (p. 134). Para el autor, es la adopción del “proyecto de expansión ilimitada de la matriz racional de la naturaleza”, incluido en la modernidad, lo que limita la radicalidad de Marx y Engels. A pesar de su crítica a las categorías económicas burguesas, Marx no sale del marco axiomático de la economía política burguesa.
Las diferentes formas de aparición de la naturaleza en la obra de Marx
En las obras de Marx, la noción de la naturaleza aparece por lo menos en cinco ocasiones:
1. En los Manuscritos de 1844 la naturaleza aparece como una “construcción elaborada por el hombre genérico a partir del caos del mundo material”.
2. En La ideología alemana la naturaleza es forjada por el trabajo humano en función de las necesidades humanas.
3. En La miseria de la filosofía Marx critica la utilización ideológica de la idea de naturaleza que hacen los economistas burgueses.
4. En los escritos económicos, la naturaleza aparece como fuerza productiva.
5. En los textos del “Marx maduro” y en dos de las obras principales de Engels (Anti-Dühring y Dialéctica de la naturaleza), la naturaleza está dotada de una historia autónoma (p. 135).
Del silogismo burgués a la naturalización de la historia
El uso ideológico de la naturaleza que Marx critica está ligado al carácter perenne que se da al sistema capitalista: los economistas burgueses calificaban a las leyes capitalistas como naturales lo que llevaría al fin de la historia, pues se asocia la naturaleza con lo inmutable y lo histórico con el cambio.
Según Barrillon, la lectura de Darwin dio a Marx la lectura histórica de la naturaleza, lo que aportó un argumento científico a su teoría de la sociedad humana. La crítica de Barrillon a este argumento reside en que Marx utilizó el marco epistémico burgués no para afirmar el carácter eterno de la sociedad capitalista sino para decretar su fin (p. 136-137).
La historia humana de la naturaleza: momento natural vs. momento cultural
Según Marshall Sahlins, en los Manuscritos del 44 predomina una noción cultural de la naturaleza, es decir, el momento en el que el hombre transforma conscientemente a la naturaleza, deja de producirse a sí mismo y reproduce toda la naturaleza. Se trata de una naturaleza humanizada, resultado de la producción social e histórica del hombre (p. 137).
En la Ideología alemana Marx ha abandonado ya la actividad vital consciente como la característica del hombre histórico y la ha substituido por el trabajo, como la actividad que le permite producirse a sí mismo y a todo lo que le rodea. Bajo esta premisa, la naturaleza es un resultado del trabajo humano sobre ella, esto es lo Sahlins llama el momento natural del pensamiento marxista sobre la naturaleza (p. 138-139).
La naturaleza, fuerza productiva
Ya en sus escritos de madurez, la centralidad del argumento marxista está en el proceso de trabajo: el proceso de apropiación de la naturaleza por los hombres, su transformación en fuerza productiva. Simultáneamente, el proceso de apropiación de la naturaleza implica determinadas relaciones sociales determinadas. Así, en el proceso social de producción Marx distingue dos componentes fundamentales: la naturaleza y el trabajo (p. 139).
Aunque Marx reconoce el carácter dual del proceso social de producción, sólo atribuye al trabajo el papel de creador de valor. Por el contrario, la naturaleza, como fuerza productiva, no sólo no genera valor sino que es un elemento gratuito para el capital (p. 140).
Marx reprodujo como modelo el sistema que criticó
Según Barrillon, hay dos grandes los límites de la crítica marxista al capitalismo: 1) el deseo de cientificidad, y 2) “el efecto de la naturaleza” producido por el capital. La búsqueda de Marx por establecer un método científico que enuncie premisas universales se acerca más a las investigaciones en las ciencias naturales; lo “hace abandonar la idea de una historicidad humana de la naturaleza”. En cuanto al efecto de la naturaleza, se trata de una teoría de la historia que coloca a cada formación social como un estado evolutivo y progresivo. De este modo, Marx pone al capitalismo como un modo de producción necesario para alcanzar la sociedad socialista (p. 140). La búsqueda de Marx por hacer una teoría fundada en el universalismo de la dialéctica de las fuerzas productivas tiene una esencia burguesa, pues ignora otras formaciones sociales, pasadas o no occidentales.
Para Barrillon, el tratamiento de Marx de la naturaleza es un reflejo de su método de pensamiento: “la visión marxiana de la naturaleza, parece consubstancial a la cultura occidental en general, y a la ideología burguesa en particular”. El tratamiento de Marx a la naturaleza se explica por su creencia en la neutralidad de la ciencia y la técnica, es decir, como si el tratamiento que la ciencia daba a la naturaleza no estuviera determinado por las necesidades del capital, de tal modo que aceptó que la dominación de la naturaleza era necesaria para transitar a una sociedad libre. Así, finaliza el autor, lejos de denunciar la devastación de la naturaleza, Marx reprodujo el capitalismo como modelo como necesidad histórica (p. 142-143).
Chesnais, F. y C. Serfati [2003], “Les conditions physiques de la reproduction sociale”, J. M. Harribey y M. Löwy (coordinadores), Capital contre nature, Paris, PUF.
Podolinsky, S. [1995] "Le socialisme et l’unité des forces physiques", Écologie et Politique, n° 15, automne, p. 87-94, https://slidedoc.fr/n-8-20-juin-revue-socialiste-le-socialisme-et-l-unit...
Dada la centralidad de los argumentos de Marx y los marxistas en la crítica del capitalismo, resulta esencial enriquecerlos y cuestionarlos a partir de algunas de las principales ausencias en esos argumentos: la concepción de la naturaleza, la adhesión al progreso y el productivismo. La destrucción del ambiente y las sucesivas catástrofes socio-ecológicas muestran que el sistema capitalista está alcanzando uno de sus límites esenciales: al destruir la "naturaleza" se autodestruye pues hasta ahora ha sido incapaz de lograr una reproducción artificial de los medios naturales necesarios para su existencia.
La crítica aportada por Barillon abre horizontes hacia otras epistemologías para analizar la destrucción del clima y para trazar nuevos horizontes civilizatorios no capitalistas.