A drag, not a curse. Commodities are not always bad for you. Raw materials need not undermine the countries that export them
The Economist [2017], "A drag, not a curse. Commodities are not always bad for you. Raw materials need not undermine the countries that export them", The Economist, London, 7 de octubre, https://www.economist.com/news/special-report/21729865-raw-materials-nee...
De acuerdo con el Banco Mundial, las economías cuyos ingresos por rentas exceden 5% de su PIB son calificadas como “ricas en recursos”. Lejos de ser una “bendición absoluta” para las economías en desarrollo, su riqueza de recursos naturales les plantea dificultades.
Comúnmente, las industrias vinculadas a los recursos naturales abundantes (minería, petróleo, etc.) son las principales generadoras de empleo y representan un porcentaje muy elevado de las exportaciones en los países en desarrollo. Sin embargo, esta condición hace que las economías ricas en recursos sean sumamente volátiles debido a las fluctuaciones de la demanda externa y de los precios internacionales de las commodities.
Por otra parte, además de ofrecer –como cualquier industria– ganancias suficientes para atraer al capital necesario para producir, la minería y las industrias vinculadas a los recursos naturales “tienden a generar rendimientos excedentarios o ‘rentas’ por encima de aquellas”. La repartición de estas rentas es uno de los principales motivos de disputa entre los empresarios, trabajadores y políticos en estos países, y en no pocas ocasiones estas disputas por la repartición de las rentas terminan afectando al sector que las produce.
Así, dos de los principales problemas asociados a la riqueza natural en muchas economías emergentes son la volatilidad económica y la belicosidad de su política interna.
Desde mediados de la década del 2000, muchas de las economías ricas en recursos han atravesado por un ciclo “en forma de M”. Su sector exportador de commodities como proporción del PIB alcanzó un máximo en 2007, en vísperas de la crisis financiera. Posteriormente esta proporción cayó como consecuencia de un colapso en la demanda debido a la crisis financiera. La recuperación vino entre 2008 y 2014. Y una segunda caída, más complicada, se registró desde 2014. Las causas de esta segunda reducción son múltiples: en primer lugar, está la desaceleración en la compra de materias primas –especialmente carbón y mineral de hierro– por parte de China; en segundo lugar, el aumento en la producción de petróleo (al elevarse la producción de petróleo shale en Estados Unidos, los países de la OPEP aumentaron también su producción para defender su participación de mercado) trajo aparejada una reducción en su precio; en tercer lugar, el abaratamiento de los energéticos redujo también el costo de la producción agrícola y afectó la demanda de biocombustibles, lo que condujo a una reducción en el precio de los productos agrícolas.
No es fácil lidiar con un ciclo de esta magnitud. Las economías emergentes experimentan las fluctuaciones de la economía global con una intensidad mucho mayor. “Pero, a pesar de que las economías ricas en recursos no pueden escapar por completo a las alzas y caídas de los ciclos globales de commodities, pueden hacer mucho por moderarlos. Al contener los incrementos, pueden amortiguar las caídas. La clave para esto no está en la industria minera en sí, sino en el banco central y en el ministerio de finanzas. Los países ricos en recursos necesitan políticas macroeconómicas igualmente ricas en recursos”.
Uno de los ejemplos destacados en este sentido es el de Chile. Su política fiscal reduce el gasto de gobierno cuando el precio del cobre está por encima de su tendencia de largo plazo (según un comité de expertos independientes). Y cuando los precios caen, la política fiscal puede compensar el daño.
Rusia disponía de una política similar, aunque uno de sus problemas fue que la tendencia de precios en el largo plazo no era estimada por un comité independiente, sino que se basaba simplemente en un promedio de precios observados. Este error condujo a que en 2016 se estimaran precios por barril de 85 dólares, cuando en realidad eran de 42 dólares. Rusia tuvo que abandonar su esquema fiscal en 2015. Pero aún disponía de su política monetaria para afrontar el ciclo. El banco central ruso permitió que el rublo se devaluara en la misma magnitud en que cayó el precio del petróleo. La devaluación fue “humillante. Pero un tipo de cambio más barato puede ser un enviado de dios para un país exportador cuando el precio del crudo cae. La devaluación de la moneda rusa mantuvo estable el valor en rublos de los ingresos petroleros”. Y, al mismo tiempo, la mayor competitividad de Rusia derivada de la devaluación le permitió mantener estable la balanza comercial del país. Además, como consecuencia de la mayor competitividad, el desempleo es hoy menor en Rusia de lo que era cuando el precio del barril de crudo oscilaba los 100 dólares en 2013.
Tras haber sobrevivido al ciclo de commodities en forma de M, las economías ricas en recursos pueden esperar un mejor desempeño en los próximos años, pues la economía China ha dejado de desacelerarse y los países de la OPEP han detenido su aumento en la producción de petróleo. Con estas circunstancias, no es previsible otro episodio de volatilidad en el precio de las commodities que elimine la recuperación de las economías emergentes.
La inestabilidad de las economías exportadoras de materias primas ha hecho que los economistas consideren que su abundancia en recursos naturales es una maldición. En un documento de 1995, Jeffrey Sachs y Andrew Warner sostuvieron que las economías que dependen de las exportaciones de recursos naturales crecían a un ritmo más lento que las economías que no disponían de esos recursos. En los años siguientes, otros economistas se han cuestionado si esta “maldición de los recursos” es real o si es sólo una ilusión estadística. Algunos autores consideran que la causalidad establecida en el estudio de Sachs y Warner es incorrecta, y que no se trata de que la dependencia de exportar recursos conduzca a un menor crecimiento, sino que la explicación se halla en otro lado.
Los economistas no se han dado cuenta de la bendición que representan los recursos naturales porque han estado mirando en el lugar equivocado: los recursos naturales pueden producir incrementos en el nivel del PIB, pero no necesariamente incrementan su tasa de crecimiento. Imaginemos, por ejemplo, “una economía de 100 mil millones de dólares que crece 1% al año. Supongamos que de pronto se descubre un gran depósito de platino, que permite un ingreso estacionario adicional de 100 mil millones de dólares anuales”. Este descubrimiento duplicaría el tamaño del PIB del país, lo que traería grandes beneficios para la población. Pero la tasa de crecimiento de la economía se reduciría a la mitad.
Graham Davis, de la Escuela de Minas de Colorado, llama a este fenómeno el “arrastre de los recursos” [resource drag]. Por ejemplo, en Sudáfrica, las industrias minera y extractiva han crecido a un ritmo más lento que el resto de la economía desde 1980, lo que ha ralentizado el crecimiento del PIB sudafricano en aproximadamente 0.4%. “Pero tener tanto los recursos como el ‘arrastre’ es mejor que no tener ninguno de los dos”.
Algunos economistas consideran que los recursos naturales pueden ser una plataforma para la innovación tecnológica –big data, sensores, cómputo en la nube– aplicada a la minería y la agricultura o a otras áreas. “La aplicación de nuevas tecnologías a [la producción] de commodities podría paliar cualquier maldición que los recursos naturales pudieran traer. Pero su aplicación a la industria manufacturera está provocando un miedo diferente en los mercados emergentes, ricos en trabajo”: ¿las máquinas sustituirán a los trabajadores industriales?
Once de los veinticuatro países incluidos en el índice bursátil MSCI (Morgan Stanley Capital International) son economías ricas en recursos, pues sus rentas por recursos naturales fueron superiores a 5% de su PIB entre 2011 y 2015.
"Como si no pasara nada", el argumento liberal insiste en la fórmula industrializadora para paliar los desequilibrios causados por las rentas derivadas de la explotación de las riquezas naturales. ¿Cómo podrían incorporar tecnologías las economías dependientes si precisamente explotan las riquezas naturales por no contar con tecnologías para producir bienes y servicios más elaborados?
Para los países que cuentan con abundante riqueza natural la pregunta de la industrialización sigue en pie, pero quizá se deba cambiar la perspectiva de la integración nacional hacia la integración global, y con la búsqueda de alternativas económicas y productivas que no sigan depredando el ambiente.