The global economy. How China is battling ever more intensely in world markets. But does it play fair?
The Economist [2017], "The global economy. How China is battling ever more intensely in world markets. But does it play fair?", The Economist, London, 23 de septiembre, https://www.economist.com/news/leaders/21729430-does-it-play-fair-how-ch...
El gran poderío industrial de China genera tensiones que amenazan la arquitectura de la economía global. El gobierno de Estados Unidos considera que China constituye una “amenaza ‘sin precedentes’ que no puede ser controlada mediante las reglas comerciales existentes”. Por su parte, la Unión Europea ha comenzado a modificar la legislación sobre la inversión extranjera para hacer frente a la avalancha de inversiones y adquisiciones por parte de China. Es probable que estas tensiones aumenten conforme avanza la estrategia china de modernización de su economía.
“En el corazón de estas tensiones se encuentra un hecho a la vez simple y apabullante: las empresas en todo el mundo se enfrentan a una competencia cada vez más intensa por parte de sus rivales chinas. China no es el primer país en industrializarse, pero ninguno había dado el salto con tal rapidez y en una escala tan monumental”. Hace algunos años, en las ciudades chinas se producían calcetines, encendedores y cierres para ropa. “Hoy, el país se ubica en la frontera global de la nueva tecnología en todo, desde los pagos mediante dispositivos móviles hasta los autos sin conductor”.
El poderío de China genera una preocupación generalizada entre países y empresas sobre que el mundo podría ser dominado por un país que no juega limpio. El miedo frente a la destrucción de empleos y a la pérdida del liderazgo tecnológico ha llevado a situaciones como el Brexit o la elección de Donald Trump. Por ello, para evitar que situaciones de este tipo sigan ocurriendo, es necesario tener claridad sobre “la naturaleza real del reto chino”.
Es cierto que China ha financiado a sus gigantescas empresas estatales con crédito barato y que su tipo de cambio depreciado ha favorecido a los exportadores; es cierto también que en múltiples ocasiones los ciberespías chinos han sido acusados de robar secretos. Sin embargo, “la imagen de la China corporativa sólo como un monstruo antidemocrático controlado por el estado, que roba y engaña para sacar ventaja, es tosca y desfasada”. En realidad, la innovación interna está prosperando en China, y esta innovación tiene un origen principalmente privado.
Para tener mayor claridad sobre lo que significa el reto chino y para separar las exageraciones de la realidad, es necesario tener presente que la competencia china tiene tres dimensiones (ilegal, intensa y desleal) y que cada una requiere una respuesta distinta.
El mejor ejemplo de la primera dimensión de la competencia china, la ilegal (que es a la que se destinan grandes encabezados sensacionalistas), es el hackeo de ciberespías chinos a empresas extranjeras en busca de secretos corporativos. Este tipo de crímenes está disminuyendo y, de hecho, conforme las empresas chinas se vuelven más importantes y producen más valor, son estas mismas las que exigen mejores regímenes de protección de la propiedad intelectual. Frente a la ilegalidad, los gobiernos deben garantizar que existan mecanismos de rectificación y compensación, sea a través de las cortes o de la Organización Mundial del Comercio.
La competencia que es intensa pero legal es mucho más importante que la anterior. Con el paso de los años, las empresas chinas han demostrado que pueden hacer productos de buena calidad a precios bajos. Además, los productos chinos de alta tecnología están ganando una buena reputación entre los consumidores. “No importa si produces autos en Alemania, semiconductores en Estados Unidos o robots en Japón, las posibilidades apuntan a que en el futuro algunos de tus competidores más feroces serán chinos”. Ante este tipo de competencia, “aunque es políticamente complicado, la mejor respuesta […] es darle la bienvenida. Los consumidores serán beneficiados por los menores costos y la innovación acelerada”. Cualquier intento por frenar esta competencia dañará el sistema comercial mundial y hará que las ventajas potenciales asociadas a ella se pierdan. “En lugar de intentar detener la pérdida de empleos, los gobiernos deben proporcionar nuevas capacitaciones y una red de seguridad decente. Tanto las empresas como el gobierno deben gastar más en educación e investigación”.
La última dimensión de la competencia china, y a la que resulta más difícil hacer frente, es la competencia desleal, consistente en prácticas que aunque son injustas no son ilegales. Por ejemplo, para que las empresas extranjeras puedan tener acceso al vasto mercado interno chino, el gobierno les exige que revelen sus secretos tecnológicos. De igual forma, el gobierno restringe el acceso de las empresas extranjeras a sectores lucrativos, a la vez que financia el asalto por parte de sus empresas en los mismos sectores en el extranjero. Este tipo de prácticas son peligrosas precisamente porque la reglamentación existente no las contempla y no plantea alternativas para hacerles frente. Una posibilidad para atacar la competencia desleal consiste en intentar persuadir colectivamente a China de modificar su comportamiento publicando información sobre los daños económicos que sus prácticas provocan. Otra alternativa consiste en exigir a China que en reciprocidad dé a las empresas extranjeras el mismo trato y acceso que sus empresas reciben en el exterior. Y los gobiernos del mundo deben solicitar a los inversionistas que cuentan con el respaldo estatal chino que lo reporten, castigando a aquellos que oculten su verdadera identidad.
La puesta en marcha de muchas de estas medidas depende principalmente de China. Los hombres de Pekín podrían preguntarse por qué tienen que contenerse y modificar sus prácticas, si durante el siglo XIX Alemania y Estados Unidos basaron su creciente poderío económico en subsidios y prácticas proteccionistas. Al modificar sus prácticas, China no sólo reconocería su importancia en el “ecosistema comercial global”, sino que se asumiría como uno de sus custodios. La modificación de sus prácticas comerciales no sólo beneficiaría al resto del mundo sino también a la propia China, pues cualquier abuso del sistema comercial global podría provocar su ruptura.
La participación de China en las exportaciones mundiales asciende a 14%, el porcentaje más elevado que haya tenido cualquier país después del máximo histórico estadounidense en 1968. La participación de China en las exportaciones mundiales disminuirá conforme China pierda peso en industrias con bajo valor agregado como la textil.
El argumento liberal intenta hacer frente a los límites de su análisis de la competencia introduciendo distinciones entre las formas legítimas, las ilegítimas y las no normadas de la competencia, en las que el tema de la propiedad, y la propiedad intelectual en particular, representa uno de los principales criterios para distinguir entre esas formas. En cambio, si abandonamos la perspectiva liberal y situamos la competencia como otra de las formas en la que las empresas concentran poder, veremos que la "competencia ilegítima" es parte de los liderazgos económicos mundiales desde el inicio del capitalismo: tal fue la función de los monopolios coloniales que permitieron a Inglaterra consolidar su liderazgo tras la revolución industrial. El robo de secretos comerciales es también una práctica corriente de las potencias mundiales, en la que empresas e instancias estatales de Estados Unidos se han destacado.
Por otra parte, es importante distinguir los diferentes tipos de competencia entre las empresas chinas y sus pares en el resto del mundo para evitar incurrir en el equívoco consistente en pensar que las empresas chinas no hacen sino copiar y robar la propiedad intelectual de otras. Asimismo, es necesario destacar que “Made in China” no es ya sinónimo de productos baratos pero de mala calidad sino cada vez más de mercancías con un alto contenido tecnológico, que están en condiciones de competir con las mercancías hechas en casi cualquier rincón del mundo.
La intervención estatal y el impulso que el propio estado ha dado a las empresas chinas más innovadoras que se ubican en los sectores de punta son lo que permite explicar el actual poderío económico de China. La triada capital estatal/capital privado transnacional/capital privado chino es clave para entender el desarrollo del capitalismo en China: el estado chino ha generado las condiciones de infraestructura necesarias para el despegue de China y ha asumido la consolidación de las industrias tradicionales o “viejas”; asimismo, el estado ha contratado a algunas empresas transnacionales para que se hagan cargo de la puesta en marcha de proyectos (como la instalación de trenes de alta velocidad), cuyo know how quedará después en manos de las empresas privadas chinas; estas últimas empresas, por su parte, aprovechando el conocimiento generado por las transnacionales y los diversos incentivos otorgados por el estado, se han encargado de la innovación y desarrollo de los sectores de vanguardia tecnológica.