El sistema-mundo capitalista y los nuevos alineamientos geopolíticos en el siglo XXI. Una visión prospectiva
Martins, Carlos Eduardo [2016], "El sistema-mundo capitalista y los nuevos alineamientos geopolíticos en el siglo XXI. Una visión prospectiva", Marco A. Gandásegui hijo (coordinador), Estados Unidos y la nueva correlación de fuerzas internacional, Buenos Aires, CLACSO, pp. 39-68.
Para Martins, entender la manera en la que se desarrollan e interactúan los procesos estructurales, cíclicos y cotidianos es fundamental para generar un pensamiento crítico que identifique cuáles son las fuerzas hegemónicas, las contra-hegemónicas, los arreglos de poder y las bifurcaciones históricas que reconfiguran la jerarquía y expresiones de poder en el mundo en sus diferentes escalas (pp. 30-40).
El autor analiza los ciclos Kontratiev con movimientos de larga duración y considera que tanto los periodos de alta expansión como los de bajo crecimiento tienen subfases: retomada, prosperidad y madurez en el primer caso y recesión, depresión y recuperación en el segundo. El cambio de una subfase a otra siempre se caracteriza por una pequeña crisis que se supera de diferentes maneras (p. 41).
Martins sitúa el inicio la crisis de la hegemonía estadounidense en 1970 con dos acontecimientos: el inicio de la fase b del ciclo sistémico estadounidenses -debido al agotamiento del pacto keynesiano- y la crisis civilizatoria del capitalismo. Estas crisis han promovido
“la financiarización del capital, la crisis del eje atlantista de la economía mundial y el declive de las potencias marítimas, que tradicionalmente dirigieron la civilización capitalista, centradas principalmente en el norte de Europa occidental y, actualmente, bajo la dirección estadounidense; y, por otro lado, el desplazamiento del dinamismo hacia China y el Este asiático, la ascensión de los regionalismos y de los hinterlands como nuevo posible fundamento geopolítico de la economía mundial y de la construcción de un sistema-mundo multipolar” (p. 40).
A partir de 1970, el neoliberalismo impulsó la financiarización del capital para insertar la superexplotación del trabajo y eliminar el pleno empleo, con lo cual se ha estimulado también la deuda pública y la competencia por el capital circulante (p. 45). Esta crisis se ha agudizado más por la superexplotación del trabajo dentro de los países del eje atlantista, el fomento de las inversiones no productivas, la relocalización de las inversiones productivas en otras áreas geográficas, entre otras; es decir, la crisis se ha profundizado más por problemas internos de los países nor-atlánticos que por situaciones externas (p. 46). Por eso, desde la perspectiva de Martins, lo que permitirá la transición de la hegemonía y la bifurcación histórica serán las luchas de clases interestatales y no los conflictos intraestatales.
A pesar de que en 1994 hubo una recuperación de la economía atlantista, después del 2000, el Producto Interno Bruto mundial comenzó a crecer más que el de Estados Unidos y Europa occidental (p. 43). Aunado a lo anterior, las crisis económicas se han reflejado en el desencanto político de la población, sobre todo de la que anteriormente había sido beneficiada y que ahora vislumbra las consecuencias reales de la expansión capitalista (p. 51).
La crisis de 2008 no sólo demostró la agudización de la crisis hegemónica estadounidense, sino que obligó a China a revisar su modelo de expansión, debido a que éste estaba fuertemente ligado al mercado estadounidense. A partir de ese momento China comenzó a dar prioridad al mercado interno; impulsó la economía industrial basada en el crecimiento cualitativo; invirtió en infraestructura, innovación, agricultura, seguridad social; ha fortalecido su papel en el grupo de los BRICS, entre otras iniciativas (p. 54).
Desde la perspectiva del autor, los BRICS podrían ser el embrión de un nuevo bloque histórico y convertirse en un espacio de acumulación de poder que retome el espíritu de Bandung y el Movimiento de países no-alineados (p. 55). Además, la proyección de China y el aumento de la deuda pública en los países centrales ha generado beneficios para las economías latinoamericanas. No obstante, para que éstas se consoliden realmente es indispensable que los pueblos latinoamericanos rompan con las estructuras de dependencia y superexplotación establecidas por la hegemonía (p. 61). Por esta razón, “el desafío de las izquierdas latinoamericanas es anticiparse avanzando en una agenda interna e internacional que se articule con las tendencias estructurales multicéntricas para realizar los cambios en las condiciones económicas más ventajosa” (p. 62).
Entre 1974 y 1993, el PIB per cápita mundial tuvo una tasa de crecimiento anual de 1.2%; entre 1994 y 2010 alcanzó 2.4% (p. 42).
La participación de Asia en el PIB mundial en 1820 era de 56.2%; sin embargo, en 1950 sólo representaba 15.5%. En ese mismo periodo, la de Estados Unidos y Europa occidental pasó de 25.4 a 56.9% (p. 52).
En la primera gráfica se muestra que la tasa de ganancia en Estados Unidos cayó en 52% entre 1967 y 1970. No obstante, entre 1994 y 2013 ésta se elevó de manera significativa, alcanzando una media de 9.1%. Entre 1959 y 1968 la tasa de ganancia fue de 10.3%, pero después de este periodo y hasta 1993 ésta sólo fue de 6.4% (p. 43).
En la gráfica 2 se puede observar el crecimiento que ha tenido la masa de ganancia de las empresas estadounidenses: entre 1967 y 1970 fue de entre 5-10%, de 1994 a 2000 de 15-20% y de 2008 a 2013 de 20-30% (p. 43).
Entre 1980 y el 2000, el PIB per cápita estadounidense creció 2.2%, mientras que el mundial sólo se incrementó en 1.4%. Sin embargo, entre 2001 y 2010, el de Estados Unidos aumentó 0.6%, el de Europa occidental 0.8% y el mundial 2.6% (p. 43).
La participación de China en el PIB mundial en 1979 era de 5.1%, en 1994 representaba 10% y para 2010 se había elevado a 17% (p. 47).
Entre 2008 y 2014, el gobierno federal estadounidense compró 4.2 trillones de dólares en deudas hipotecarias en las instituciones financieras y mercados privados. En la zona euro, la ayuda a los bancos fue de 4.5 trillones de euros, lo que equivale a 36.7% de su PIB (p. 48). [El texto no aclara qué unidades usa, consultando la fuente intuimos que se usan unidades inglesas, trillion = 1 más 12 ceros].
“En Estados Unidos, la participación de 10% de la población más rica en el PIB se elevó de 33.5 a 47.9% entre 1970 y 2010; y en Europa, de 27.6 a 34.7% entre 1979 y 2010, llegando a 36.9% en el caso de que no se incluya a Suecia” (p. 50).
La confianza que tenían los estadounidenses frente al poder ejecutivo oscilaba entre 70 y 60% entre 1978 y 2001 (aunque con Nixon cayó a 40%). Después de los ataques a las Torres Gemelas la confianza estaba en 70%, pero al final de la administración Bush cayó a 40%. Con Obama osciló entre 56 y 43% (p. 51).
En la gráfica 3 se describen los gastos públicos de los países de la OCDE, de la zona euro y de Estados Unidos. En los tres casos se sigue la misma tendencia, aunque la zona euro supera el gasto promedio de la OCDE, mientras que Estados Unidos está por debajo. Los picos más altos se dieron en 2010, cuando la zona euro superó 50% de gastos en relación al PIB y Estados Unidos osciló en 40% (p. 63).
En la cuarta gráfica se observa la deuda bruta del gobierno en relación con el PIB de la zona Euro, Alemania, Estados Unidos y la OCDE. En 2013, la de Alemania giraba en torno a 90% y la de Estados Unidos y los otros conjuntos superaba 100% (p. 64).
La gráfica 5 muestra la disminución de la tasa de inversión en Estados Unidos. En 1973 ésta superaba 20%, en 1993 estaba por debajo de 15%, pero entre 1994 y 2000 ésta se incrementó. En 2008 sufrió otra caída y llegó a cerca de 11% (p. 64).
La sexta gráfica explica la tasa de ahorro bruto en relación con el PIB de Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, España y Japón. En 1994 Japón tenía la tasa más alta, alcanzando 30%. En los seis casos se dio una caída entre 2007 y 2009. Posteriormente, todas, excepto la de Italia que tendría una disminución a partir de 2011, mostrarían una recuperación. Para 2013, Alemania tenía la mayor tasa de ahorro, alcanzando casi 25% (p. 65).
La siguiente gráfica describe las ganancias de las empresas financieras sobre las ganancias totales de las empresas en Estados Unidos. El pico más alto se obtuvo en 2002 (llegando a casi 45%) y el más bajo se dio en 2008 (por debajo de 15%) (p. 65).
La gráfica 8 explica el crecimiento del stock de inversión directa externa en comparación con el PIB de Alemania, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, España y China. Todas muestran una tendencia creciente, excepto en 2008 (la china no cayó). En 2002 también hay una caída considerable en el stock de Francia y en el de Estados Unidos. Gran Bretaña y Francia son quienes lideran el stock de inversiones, en 2013 el del primero era superior a 70% y el de Francia era de 60%. El de China ha sido el más bajo en el periodo estudiado (1994-2013); de hecho, jamás ha superado 10% aunque su tendencia es positiva (p. 66).
La novena gráfica muestra que Estados Unidos es el país con mayor participación en las exportaciones mundiales con 14% en 2013, seguido por Alemania (8.1 %) y Japón (6.4%) (p. 66).
Hacer un análisis de las crisis y de los procesos económicos desde las tres temporalidades sugeridas por el autor, permite que haya un mejor entendimiento de las dinámicas económicas internacionales para no hacer declaraciones prematuras cuando se vislumbra la disminución del crecimiento o participación económica de uno de los ejes del sistema capitalista. Asimismo, este análisis explica la manera en la que se han consolidado las élites capitalistas y las formas en las que éstas buscan superar su actual crisis: ¿qué tipo de empresas e inversiones se beneficiarán para hacer los reajustes necesarios en el sistema? ¿quiénes serán los actores más relevantes? ¿hacia dónde transitarán los sujetos capitalistas? ¿cuáles son las opciones para América Latina? Son algunas de las preguntas que se pueden analizar con este artículo y que son fundamentales para el trabajo que se ha realizado en el marco de este proyecto.