Not so MAD. Why nuclear stability is under threat. Mutually assured destruction has served as the ultimate deterrent, but for how much longer?
The Economist [2018], "Not so MAD. Why nuclear stability is under threat. Mutually assured destruction has served as the ultimate deterrent, but for how much longer?", The Economist, London, 27 de enero, https://www.economist.com/news/special-report/21735475-mutually-assured-...
“Las armas nucleares, como la pobreza, parece que siempre estarán con nosotros”.
A pesar que los acuerdos para controlar las armas nucleares entre Estados Unidos y Rusia (antes Unión Soviética) han tenido como resultado una significativa reducción en su número, ambos países han emprendido costosos programas de modernización de su poder nuclear para asegurar su viabilidad por el resto del siglo. Rusia está a medio camino en la “recapitalización” de sus fuerzas estratégicas. Estas incluyen un misil balístico intercontinental [intercontinental ballistic missile, ICBM] con movilidad terrestre, ocho nuevos submarinos con misiles balísticos, bombarderos pesados mejorados y un nuevo bombardero sigiloso capaz de llevar misiles hipersónicos. La mayor parte de estos nuevos armamentos estarán listos para el año 2020. Estados Unidos, por su parte, “reemplazará cada pierna de su triada nuclear durante los próximos 30 años”, con un costo estimado de 1.2 billones (castellanos) de dólares. Este país tendrá a su disposición 12 nuevos submarinos con misiles balísticos, un nuevo bombardero de ataque (llamado “B-21”, fabricado por Northrop), un nuevo misil balístico intercontinental, entre otros. Como afirma Tom Plant, experto nuclear del think-tank RUSI: “tanto para Rusia como para Estados Unidos las armas nucleares mantienen su primacía. Uno sólo tiene que mirar en qué están gastando su dinero” para saberlo.
Otros países con armas atómicas –China, Pakistán, India y particularmente Corea del Norte– están esforzándose por mejorar la calidad y cantidad de su arsenal nuclear. “Las armas nucleares no han perdido nada de su atractivo o de su capacidad única para inspirar terror. Sean o no sean usadas en momentos de ira, son una parte importante del futuro de la guerra”.
Hasta ahora, el miedo que provocan las armas nucleares y la posibilidad de la “mutua destrucción asegurada” [mutually assured destruction, MAD] ha disuadido a los estados que las poseen de declararse la guerra entre sí. La mutua destrucción asegurada se basa en el principio de que aún cuando una de las partes sea sujeta primero al ataque más amplio concebible, tendrá armas nucleares más que suficientes para destruir al agresor. Para que la mutua destrucción asegurada pueda suceder en todo momento, los estadounidenses y los rusos inventaron los submarinos nucleares y los lanzamisiles móviles.
Las nuevas tecnologías disruptivas, el empeoramiento de las relaciones ruso-estadounidenses y un liderazgo ruso menos cauto que antaño han hecho que surjan miedos sobre “una nueva era de inestabilidad estratégica que puede estar acercándose”. El ex-subsecretario de defensa del Pentágono James Miller considera que la aplicación de nuevas tecnologías (sistemas autónomos, ataques cibernéticos y espaciales, entre otros) “’tiene el potencial de amenazar las capacidades de respuesta de ambos bandos frente a ataques nucleares, particularmente sus aparatos de comando y control’ y que ‘el potencial de que una disputa conduzca a una crisis, una crisis conduzca a una guerra, y de una guerra que escale rápidamente’ está aumentando”. Miller identifica los ataques cibernéticos y “contra-espaciales” [counter-space] (por ejemplo, interferencia de satélites, sistemas de armas con microondas de alto poder, entre otros) podrían detonar conflictos no planeados.
Otras nuevas armas podrían amenazar la capacidad de respuesta de ambos bandos frente a un ataque nuclear, particularmente sus centros estratégicos de comando y control. Expertos del Carnegie Endowment For International Peace ubican tres tendencias que podrían minar la estabilidad durante crisis futuras: 1) “tecnología avanzada que puede amenazar la supervivencia frente a ataques nucleares”; 2) la confusión que podría traer el uso de sistemas de comando y control tanto para armas nucleares como para armas convencionales; y 3) los crecientes riesgos de ataques cibernéticos a los sistemas de comando y control. Tanto Estados Unidos como Rusia dependen en gran medida de las redes digitales y de los sistemas espaciales de comando, control, comunicaciones, inteligencia, vigilancia y reconocimiento para casi todos los aspectos de sus actividades militares. Por esa razón, el espacio cibernético y el espacio exterior pueden ser objetivos tentadores para los atacantes en las etapas iniciales de un conflicto.
Tanto Estados Unidos como Rusia han hecho grandes inversiones para ampliar sus capacidades cibernéticas ofensivas. En 2013, el Defence Science Board aconsejó al Pentágono:
“Los beneficios para un atacante que vulnera la seguridad cibernética son potencialmente espectaculares. Si Estados Unidos se encontrara en un conflicto a gran escala con un adversario, se podría esperar que los ataques incluyeran negativas de servicio, corrupción de datos, corrupción en la cadena de abastecimiento, infiltrados traidores, ataques cinéticos y no cinéticos en todas las altitudes, desde submarinos hasta espaciales. Podría suceder que las armas, misiles y bombas estadounidenses no disparen o que se dirijan contra nuestras propias tropas. El reabastecimiento de alimentos, agua, municiones y combustible podría no llegar cuando o donde se le necesita. Los mandos militares podrían perder rápidamente la confianza en la información y en la capacidad para controlar los sistemas y fuerzas estadounidenses”.
Un problema para Estados Unidos es que la infraestructura de la cual depende su comando y control, incluida la advertencia temprana contra misiles, se usa tanto para la guerra convencional como para una eventual guerra nuclear. Esto significa que si un ataque convencional es equivocadamente captado como un ataque nuclear, el conflicto podría escalar rápidamente hacia una guerra nuclear. Por otra parte, un agresor podría hacer ataques cibernéticos para causar grandes daños al oponente sin matar a nadie; esto plantea dudas sobre en qué situaciones es justificada una respuesta nuclear. Otros peligros provienen del hecho que la respuesta frente a ataques nucleares estaría delegada a sistemas autónomos que reaccionan en milisegundos.
Por ahora, las perspectivas de un desarme exitoso son tan remotas que los países con armas nucleares no pueden mantenerse con los brazos cruzados. El ex-subsecretario Miller afirma que el desarme requeriría un cambio fundamental en el balance tecnológico-militar a favor de una de las partes, que sería posibilitado por el desarrollo e integración de nuevas capacidades militares. Semejante transformación podría estar en el horizonte, bajo la forma de un “ataque convencional rápido global” [conventional prompt global strike, CPGS], un nuevo sistema de defensa no nuclear basado en misiles de largo alcance que podría ser utilizado para lograr un ataque de desarme que destruyera parte sustancial de las fuerzas estratégicas de sus adversarios o “decapitara su comando y control nuclear”. Aunque los adversarios lanzarían aún los misiles nucleares que sobrevivieran, los sistemas de defensa contra misiles de los estadounidenses podrían hacerse cargo de ellos antes de que causaran daño. China y Rusia temen a esta posibilidad.
El “ataque rápido global” involucraría el uso de misiles hipersónicos que fueran al menos cinco veces más rápidos que la velocidad del sonido y que tuvieran un alcance de más de mil millas. Para lograr esto, podría ponerse un misil convencional en un ICBM o en un submarino con lanzamisiles. No obstante, esto plantea el riesgo de que el país atacado no sepa si está bajo un ataque convencional o nuclear, por lo cual podría reaccionar desproporcionadamente. Otras posibilidades consistirían en lanzar un misil teledirigido desde un ramjet supersónico o un vehículo planeador que sería lanzado desde un misil balístico que volara hacia su objetivo. Sin embargo, prevalece el riesgo de que el país atacado responda con armas nucleares al no saber bajo qué tipo de ataque se encuentra.
Los sistemas de defensa contra misiles existentes en Estados Unidos –llamados Patriot, THAAD y Aegis– pueden proveer una efectiva defensa regional pero no fueron diseñados para lidiar con un bombardeo de misiles balísticos intercontinentales. Asimismo, los sistemas de defensa existentes pueden ser efectivos contra unos cuantos misiles lanzados por Corea del Norte o Irán, pero no fueron diseñados para un bombardeo masivo de un adversario mayor.
No obstante, hay algunas mejoras importantes en camino. El próximo año comenzará a estar en uso un sistema de intercepción contra misiles llamado SM-3 IIA que es mucho más rápido que el actual; se dice que si cientos de estos fueran puestos en embarcaciones cerca de Estados Unidos se podría detener cualquier ataque de los ICBM rusos. Otros sistemas de defensa contra misiles están también a la vuelta de la esquina. En unos cinco años será posible poner “láseres de estado sólido” en vehículos aéreos no tripulados que orbitan a gran altitud y que podrían interceptar a los misiles. Por ahora, sin embargo, la ventaja permanece del lado del atacante, no de quien se defiende.
Las tecnologías emergentes pueden minar rápidamente la frágil estabilidad actual. “No obstante, si aun en el momento más alto de la guerra fría se pudieron alcanzar acuerdos para el control armamentista, seguramente sería posible que Estados Unidos, Rusia y China dialoguen entre sí para evitar la inestabilidad persistente”.
Hacia 2017, el Departamento de Estado estadounidense estimaba que el país con mayores reservas de misiles nucleares es Rusia, con 7 mil, seguido por Estados Unidos (6 mil 800) y Francia (300). China dispone de apenas 270 misiles nucleares.
Una carrera armamentista está en curso (¿alguna vez dejó de estarlo?). Las enormes inversiones que están haciendo los países con mayor poderío militar hacen pensar en que la guerra total es un escenario que está cada vez más presente en el futuro de la disputa por la hegemonía mundial.
Llama la atención que aun cuando la potencia hegemónica emergente es China y no Rusia, sea este último país el que recibe más atención en cuanto a su arsenal nuclear y su potencial bélico ¿Esto es consecuencia de que la retórica de la guerra fría persiste en el discurso sobre una posible guerra nuclear o reflejará más bien que el impulso chino hacia el armamentismo nuclear es menos fuerte que el de Estados Unidos y Rusia?
La automatización de la guerra plantea grandes dificultades e incluso la posibilidad de un deslizamiento súbito hacia la destrucción total. Por ejemplo, si se llegasen a hackear los sistemas de defensa de algún país simulando un ataque y lo que responde a la presunta agresión es un sistema de inteligencia artificial y no un humano, la guerra nuclear habría iniciado sin que hubiese un ataque real al cual responder.
Un primer nivel del estudio de las formas de la guerra contemporánea es la delimitación de los dominios, tecnologías y escenarios estratégicos de la guerra. Armas nucleares, guerra cibernética, sistemas de misiles aparecen como elementos fundamentales del gran juego militar entre las principales potencias.