War at hyperspeed. Getting to grips with military robotics. Autonomous robots and swarms will change the nature of warfare

Cita: 

The Economist [2018], "War at hyperspeed. Getting to grips with military robotics. Autonomous robots and swarms will change the nature of warfare", The Economist, London, 27 de enero, https://www.economist.com/news/special-report/21735478-autonomous-robots...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Enero 27, 2018
Tema: 
La importancia de la inteligencia artificial y de la robótica militar en el futuro de la guerra
Idea principal: 

De acuerdo con Peter Singer, un experto en guerra del think-tank New America, “lo que tenemos es una serie de tecnologías que cambian el juego. No son ciencia ficción. Plantean nuevas preguntas. ¿Qué es posible? ¿Qué es apropiado”. Singer se refiere a nuevas tecnologías que se están incorporando a la guerra, como la inteligencia artificial, el aprendizaje automático [machine learning], la robótica y el análisis de macrodatos [big-data analytics]. En su conjunto, estas tecnologías producirán sistemas y armas con distintos grados de autonomía, llegando incluso al punto de ser capaces de “pensar” por sí mismas. “Es probable que el factor más importante en el campo de batalla en el futuro sea la calidad de los algoritmos de cada bando. El combate se acelerará tanto que los humanos no podrán seguir el paso”.

Frank Hoffman, quien acuñó el término de “guerra híbrida” [hybrid warfare] piensa que estas nuevas tecnologías no sólo modificarán el carácter de la guerra sino incluso su naturaleza presuntamente inmutable como una “lucha de voluntades” [contest of wills]. Por primera vez, las cualidades humanas que han definido el éxito o el fracaso en las guerras –el miedo, la toma de decisiones, el talento táctico– no tendrán un papel evidente y decisivo.

Las armas con un relativo y limitado grado de autonomía no son nuevas. Algunos ejemplos son los misiles Tomahawk y los sistemas antimisiles que están pre-programados para decidir cuándo disparar en caso de un ataque, pues pueden reaccionar con mayor rapidez que el cerebro humano. No obstante, los tipos y grados de autonomía que están en el horizonte son distintos. Un reporte de la Defence Science Board del Pentágono de 2016 afirmaba que “para ser autónomo, un sistema debe tener la capacidad para componer y seleccionar independientemente entre diferentes cursos de acción para conseguir metas con base en su conocimiento y comprensión del mundo, de sí mismo y de la situación”. Los sistemas autónomos son, pues, distintos de los sistemas computarizados automáticos. La diferencia radica en que aquellos hacen conjeturas sobre la mejor forma de alcanzar sus objetivos con base en insumos de datos generados desde sus sensores y toman decisiones. “La clave para sistemas autónomos efectivos es ‘la fidelidad del modelo del mundo y la puntualidad de sus actualizaciones’”.

Una distinción importante es entre la inteligencia artificial “estrecha” y la “general”. La inteligencia artificial estrecha –que ya se utiliza en una amplia gama de tareas civiles como búsqueda en internet, traducción, vehículos autónomos, juegos de ajedrez en computadora, etc.– permite a una máquina llevar a cabo una tarea específica con mucha mayor precisión de lo que podría hacerlo un humano. Por otra parte, las máquinas con inteligencia artificial general pueden llevar a cabo casi cualquier tarea intelectual de la que un humano es capaz: razonar, planear, resolver problemas, pensar de forma abstracta y aprender rápidamente de la experiencia. Se estima que faltan al menos 20 años para que se produzcan máquinas con inteligencia artificial general. Se dio un gran paso hacia la inteligencia artificial general al crear la máquina AlphaGo Zero –desarrollada por DeepMind, subsidiaria de Alphabet– que aprendió a jugar Go, el ancestral juego de estrategia, sin la utilización de datos de juegos humanos previos.

Según The Economist, la humanidad está aún lejos de la “singularidad”, término inventado por el escritor de ciencia ficción Vernor Vinge para referirse al momento en que las máquinas se vuelven más inteligentes que sus creadores. Por otra parte, personalidades como Stephen Hawking, Elon Musk y Bill Gates han dicho que, si se emplea inadecuadamente –por ejemplo, mediante la fabricación de robots asesinos–, la inteligencia artificial puede constituir una amenaza para la humanidad.

De hecho, las aplicaciones militares de la inteligencia artificial estrecha están trayendo consigo una revolución que no se reduce al uso de drones autónomos sino que incluye la colaboración humano-máquina para ayudar a los humanos a tomar decisiones mejores y más rápidas, así como para “combatir en equipo”, combinando sistemas tripulados y no tripulados. Por ejemplo, vehículos aéreos no tripulados volarán delante y al lado de aeronaves tripuladas, cuyo piloto dará a las unidades no tripuladas las instrucciones generales de la misión; los vehículos no tripulados, sin embargo, serán capaces de determinar cómo cumplir con las metas trazadas, eligiendo entre una serie de acciones determinadas y respondiendo a retos inesperados. Las fuerzas especiales estarán equipadas con exoesqueletos y tendrán la fuerza y protección de una máquina.

Los vehículos autónomos no tripulados –aéreos, terrestres o marítimos– ofrecen numerosas ventajas encima de sus equivalentes tripulados: permiten ahorrar dinero en personal; son más efectivos y persistentes que los humanos porque no tienen miedo, cansancio o aburrimiento; son más pequeños y baratos; pueden ser utilizados en situaciones más peligrosas. Las tareas de reconocimiento o ataque serán crecientemente asignadas a los vehículos autónomos. Conforme los drones autónomos tengan la capacidad de llevar a cabo una serie de tareas más amplias y complejas, su uso aumentará y se volverán indispensables.

Los sistemas autónomos operarán ante eventos en que los humanos no pueden reaccionar con suficiente rapidez, como ataques cibernéticos o misiles supersónicos. La inteligencia artificial será también cada vez más importante en el análisis de macrodatos.

La guerra submarina tendrá mayor importancia en el futuro. Vehículos subacuáticos no tripulados serán los encargados de llevar a cabo misiones difíciles y peligrosas, como la remoción o colocación de minas cerca de las costas del adversario, recolección de datos de redes de sensores subacuáticos contra submarinos, patrullaje subacuático con sonar, reabastecimiento de misiles para submarinos tripulados e incluso podrían servir como plataformas de misiles.

Es probable que el mayor cambio en la forma en que se pelean las guerras consistirá en desplegar muchos robots simultáneamente –lo que se comienza a llamar “enjambres” [swarms]. “Colectivamente, enjambres de sistemas robóticos tienen el potencial de cambios aún más dramáticos y disruptivos de las operaciones militares”. Los enjambres pueden traer consigo mayor coordinación, inteligencia y velocidad para la guerra.

Los enjambres contribuirían a solucionar un gran problema para Estados Unidos. La defensa de ese país depende de plataformas multi-misiones con enormes capacidades pero extremadamente costosas (una aeronave F-35 cuesta poco más de 100 millones de dólares; un submarino de ataque cuesta unos 2 mil 700 millones de dólares; un portaaviones clase Ford, con todos sus aviones, cuesta aproximadamente 20 mil millones de dólares). En caso de que estas plataformas se perdieran al inicio de un conflicto, sería imposible sustituirlas. En contraste, plataformas de bajo costo y sustituibles pueden construirse en grandes cantidades y ser controladas por relativamente poco personal humano.

Los enjambres pueden ser un verdadero dolor de cabeza para los adversarios. Estos robots existirán bajo las más diversas formas y tamaños, y cada uno diseñado estará diseñado para llevar a cabo una misión particular: reconocimiento, defensa de tropas, etc. Estos robots, que estarán interconectados, tendrán la capacidad de elegir la mejor forma de cumplir sus misiones. “Pequeños drones hechos mediante impresiones 3D, que tal vez cuesten apenas un dólar cada uno […] se formarían en ‘nubes inteligentes’ que podrían infiltrarse en un edificio o ser regados desde el aire sobre amplias áreas para buscar fuerzas enemigas escondidas”.

Con toda seguridad los sistemas de armas autónomas aparecerán en los campos de batalla en los próximos años. Lo que es menos claro es si será Estados Unidos quien los ponga en funcionamiento en primer lugar. En julio de 2017, China presentó su “Plan de Desarrollo de Inteligencia Artificial de Nueva Generación”, en el que se considera a la inteligencia artificial una tecnología transformadora que apuntalará el poder económico y militar de ese país. Este plan “pretende que China se convierta en la fuerza preeminente en inteligencia artificial hacia 2030, utilizando una estrategia de ‘fusión militar-civil’ que sería difícil que Estados Unidos replicara”. También Rusia está buscando convertirse en la potencia en el área. Vladimir Putin declaró hace unos meses que “la inteligencia artificial es el futuro, no sólo para Rusia sino para toda la humanidad … quien se convierta en el líder en esta esfera se convertirá en el dirigente del mundo”. Ante esto, Elon Musk –fundador de Tesla y SpaceX– respondió tuiteando que “la competencia entre naciones por la superioridad en inteligencia artificial [es la] causa más probable de una tercera guerra mundial”.

Aunque es posible que no se comparta la visión apocalíptica de Musk, lo cierto es que la competencia por la superioridad en inteligencia artificial está alimentando una carrera armamentista que genera mucha inseguridad e inestabilidad. Asimismo, provoca incertidumbre, pues las capacidades de los sistemas de armas robóticas no serán claras hasta que alguien los utilice. “La gran pregunta es si esta competencia puede ser contenida, y si las reglas para asegurar el control humano sobre los sistemas autónomos son posibles –más allá de si son aplicables”.

Datos cruciales: 

Una aeronave F-35 cuesta poco más de 100 millones de dólares. Un submarino de ataque cuesta unos 2 mil 700 millones de dólares. Un portaaviones clase Ford, con todos sus aviones, cuesta aproximadamente 20 mil millones de dólares.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La inteligencia artificial es la forma más avanzada de automatización no sólo de los procesos productivos sino también, potencialmente, de todas las actividades humanas, incluida la cognición. Como ha sucedido históricamente, las tecnologías más avanzadas que revolucionarán la vida social y la acumulación de capital se desarrollan con fines militares, no productivos sino propiamente destructivos. Sin embargo, en muchos de los casos quien desarrolla las investigaciones que dan materialidad a estas tecnologías no es el estado sino las corporaciones. Esta compleja imbricación de poder militar/estatal y corporativo debe retener nuestra atención.

De igual forma, es sumamente congruente con el carácter decadente del capitalismo del siglo XXI que el desarrollo de estas tecnologías, que traen consigo la posibilidad de liberar a la humanidad de la pesada carga de la producción de los valores de uso necesarios para su reproducción, no sean usadas para la satisfacción de las necesidades sociales sino que encuentren su espacio privilegiado de desarrollo y aplicación en la guerra.

La disputa por la superioridad tecnológica –no sólo en el ámbito productivo sino también en el militar– es una de las dimensiones más importantes de la disputa por la hegemonía mundial entre China (¿Rusia?) y Estados Unidos.

Para la delimitación de los campos estratégicos de la guerra es necesario tomar en cuenta la inteligencia artificial y sus derivaciones: la conducción autónoma, la vigilancia, el combate en enjambre, junto con procesos de miniaturización y abaratamiento de los dispositivos.