Surveillance Capitalism. Monopoly-Finance Capital, the Military-Industrial Complex, and the Digital Age
Foster, John Bellamy y Robert W. McChesney [2014], “Surveillance Capitalism. Monopoly-Finance Capital, the Military-Industrial Complex, and the Digital Age”, Monthly Review, New York, Monthly Review Press, 66(03):1-31, julio, https://monthlyreview.org/2014/07/01/surveillance-capitalism/
John Bellamy Foster es profesor de sociología en la Universidad de Oregon y editor de la revista Monthly Review. Es ampliamente conocido por sus libros La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza y La gran crisis financiera. Causas y consecuencias, este último en coautoría con Fred Magdoff.
Robert W. McChesney es profesor en el departamento de comunicación en la Universidad de Illinois. Es coautor, junto con John Bellamy Foster, de The Endless Crisis: How Monopoly-Finance Capital Creates Stagnation and Upheaval from the USA to China (Monthly Review Press, 2012).
Tras la segunda guerra mundial Estados Unidos surgió como el poder hegemónico en la economía mundial. La guerra permitió a Estados Unidos salir de la gran depresión al proporcionarle demanda efectiva para su industria en la forma de órdenes de armamentos. En Estados Unidos el producto aumentó 65% entre 1940 y 1944 y la producción industrial creció 90% en el mismo periodo. Al terminar la guerra el principal temor para la sociedad estadounidense era volver a la situación previa al conflicto bélico, en que la demanda era insuficiente para absorber la producción potencial, lo que conduciría al estancamiento y la depresión. El problema de la economía estadounidense no era su falta de productividad, sino el exceso de capacidad productiva y la incapacidad de vender toda su producción.
Ante esta situación, fueron dos los principales mecanismos de absorción de los excedentes en Estados Unidos durante los veinticinco años que siguieron a la segunda guerra mundial: la revolución corporativa del marketing y la publicidad, y “la creación de un estado permanente de guerra, dedicado al control imperial de los mercados del mundo y a pelear la guerra fría”. La “revolución corporativa” de la publicidad tuvo su base en la avenida Madison en Nueva York y el “complejo industrial-militar” tuvo sus cuarteles centrales en el Pentágono. Después de la crisis de la década de 1970 se añade otro mecanismo de absorción de excedentes: la financiarización. “Cada uno de estos medios de absorción de excedentes añadió ímpetu de diferentes maneras a la revolución de las comunicaciones, asociada con el desarrollo de las computadoras, la tecnología digital y el internet. Todos necesitaban nuevas formas de vigilancia y control. El resultado fue una universalización de la vigilancia, asociada con las tres siguientes áreas: 1) militarismo/imperialismo/seguridad; 2) marketing corporativo y el sistema de medios de comunicación; y 3) el mundo de las finanzas”.
El estado de guerra [The warfare state]
Poco después de concluida la segunda guerra mundial, un nuevo “capitalismo del Pentágono” se formó en Washington. El “estado de guerra” [warfare state] fue un elemento clave en la economía estadounidense de la segunda posguerra. Este estado de guerra tuvo sus raíces en el complejo industrial-militar, como lo llamó Eisenhower. En un memorándum del 27 de abril de 1946, titulado “los recursos científicos y tecnológicos como activos militares”, el general Eisenhower enfatizaba la necesidad de una relación cercana y continua entre los científicos, tecnólogos e industriales militares y civiles, así como con las universidades. Ello implicaba una gran ampliación del sistema nacional de seguridad y la creación de distintos procedimientos que permitieran la colaboración civil-militar. Para ello los científicos deberían tener la mayor libertad posible para llevar a cabo sus investigaciones pero en función de lo que los militares consideran que son sus “problemas fundamentales”.
Un aspecto crucial de este plan era que el estado militar debía ser capaz de absorber grandes partes de la capacidad industrial y tecnológica de la nación en caso de emergencia, de tal forma que se convirtieran en “partes orgánicas de nuestra estructura militar”. La cooperación entre la ciencia y la industria con fines militares debía siempre expandirse. Eisenhower afirmaba: “es nuestro deber apoyar ampliamente los programas de investigación en instituciones educativas, en la industria y en cualquier campo que pueda ser de importancia para el Ejército. La integración de los recursos militares y civiles no sólo beneficiará directamente al Ejército, sino también contribuirá indirectamente a la seguridad de la nación”. Por ello, se hacía un llamado a integrar orgánicamente los recursos y tecnologías civiles y militares para hacer más efectivas las actividades de investigación y desarrollo.
El énfasis de Eisenhower en la integración de las actividades civiles y militares no era opuesto sino complementario con la visión de una economía de guerra, basada en un “keynesianismo militar” que emanaba de la administración Truman. Las instituciones clave en la fundación del estado de guerra estadounidense fueron el Consejo de Asesores Económicos y el Consejo de Seguridad Nacional. Otra institución importante fue la “ultra-sombría” Agencia Nacional de Seguridad, fundada en 1952, como el brazo militar que condujo el monitoreo clandestino de potenciales actividades subversivas externas e internas.
En el reporte 68 del Consejo Nacional de Seguridad (NSC-68) se establecía de forma general la estrategia geopolítica de Estados Unidos para hacer frente a la guerra fría y para llevar adelante su expansión imperial global. Ahí se señalaba que el aumento en el gasto militar por parte del gobierno era un factor clave para prevenir el estancamiento económico; de esta forma se dio sustento al armamentismo masivo. El NSC-68 planteó la posibilidad de que la economía estadounidense se expandiera enormemente y con pleno empleo con base en un aumento del gasto militar y un consumo interno sostenido. El aumento del producto que traería consigo el enorme programa de rearme no implicaría una disminución del nivel de vida, sino incluso un aumento de éste, junto a un incremento en el producto nacional bruto.
El NSC-68 planteaba la estrategia armamentista en términos de la guerra fría como parte de la doctrina de contención frente al comunismo anunciada por Truman y sólo de forma secundaria en términos económicos. Empero, los dos objetivos eran compatibles y armónicos: la lucha contra el comunismo ayudaba en la obtención de ganancias, y la obtención de ganancias ayudaba a la lucha contra el comunismo. “Esto reflejaba el carácter general de la economía política de la Guerra Fría”.
La guerra de Corea permitió la puesta en marcha del plan de rearme propuesto por el NSC-68. Al terminar la guerra de Corea, el gasto militar era más de tres veces superior al que existía antes del NSC-68 y representaba 10% del PIB estadounidense en 1957. Esto reflejaba el surgimiento de un “estado de guerra” [warfare state], al que los autores definen, siguiendo a Scott Nearing, como un estado “que usa la guerra y la amenaza de guerra como los instrumentos decisivos de su política exterior”.
Al terminar la guerra de Corea el estado de guerra ya estaba fuertemente afianzado. El secretario de defensa de Eisenhower, el general Charles Erwin Wilson (conocido como General Motors Wilson, por haber sido presidente de General Motors) declaró al congreso que el ascenso de lo militar en la economía estadounidense era virtualmente irreversible por las pérdidas de empleos que su reducción implicaría y por los grandes intereses que rodeaban a lo militar. Se instaló una economía de guerra permanente, donde la capacidad industrial para la guerra y la investigación relacionada con la guerra se volvieron la normalidad para el estado y las fuerzas armadas. El gasto militar tenía un papel central como medio para crear la demanda efectiva. En 1949, el economista de Harvard Summer Slichter reconocía que el gasto militar “aumenta la demanda de bienes, ayuda a sostener un alto nivel de empleo, acelera el progreso tecnológico y ayuda al país a elevar su nivel de vida”.
Por su parte, Baran y Sweezy veían al militarismo y al imperialismo como resultado de las necesidades del imperio estadounidense y también, aunque de forma secundaria, como uno de los principales mecanismos para absorber el creciente excedente económico generado. Sin embargo, Baran y Sweezy advertían que el gasto militar traía sus propias contradicciones y no era una variable fácilmente manipulable por parte de la oligarquía. La principal limitante de esta estrategia era la posibilidad de la destrucción total. Por esa razón, la guerra entre las mayores potencias se evitó y fue trasladada hacia la periferia de la economía mundial, donde Estados Unidos mantuvo su maquinaria militar global para patrullar su imperio global. Esta estrategia encontró resistencia tanto dentro como fuera de Estados Unidos.
Dos requisitos son inherentes en estos intentos por patrullar un imperio mundial. En primer lugar, es necesaria una campaña de propaganda (acompañada de la ignorancia popular) que haga que el imperio parezca benevolente, necesario y, por tanto, legítimo e incuestionable. “En segundo lugar, está el palo que acompaña a la zanahoria de la propaganda”, que depende de vigilancia y la represión en la periferia y en el interior de Estados Unidos.
El esfuerzo de ventas [The sales effort]
El "esfuerzo de ventas", que tuvo sus cuarteles centrales en la avenida Madison, fue la más importante historia de éxito para el capitalismo monopolista en la década de 1950 y fue también un medio clave para absorber los excedentes económicos. La función de este esfuerzo de ventas consistió en manipular a los trabajadores para comprar mercancías innecesarias e insatisfactorias. El resultado del proceso fue encadenar a los trabajadores a sus empleos sin mejorar realmente su calidad de vida y que la producción se tratara cada vez más de "apariencias vendibles" (basadas en el embalaje superfluo de los productos) y no de valores de uso genuinos. El "esfuerzo de ventas" trajo consigo una "fase cualitativamente nueva del capitalismo de consumo", basado en un negocio tripartita: los clientes (las empresas que pagan para promocionar sus productos), las agencias (que preparan la publicidad) y los medios (que llevan el mensaje al público). No se trataba sólo de la publicidad; había todo un esfuerzo de marketing corporativo que involucraba la focalización, el diseño del producto, la promoción de ventas y el marketing directo.
El marketing se convirtió rápidamente en un sistema organizado de vigilancia de los consumidores, propaganda focalizada y manipulación psicológica, cuyo resultado fue la expansión de la demanda efectiva, la creación de nuevos mercados, el estímulo a la inversión y el crecimiento de la economía. Mediante la publicidad, los trabajadores fueron condicionados para concebirse a sí mismos como consumidores en el tiempo en que no laboraban. "De esta forma, el esfuerzo de ventas emergió como el proceso dominante que gobierna todo el aparato cultural del capitalismo monopolista".
Una de las funciones más importantes del esfuerzo de ventas fue que sirvió como medio para la absorción de excedentes. Durante las décadas de 1950 y 1960, el marketing corporativo absorbió aproximadamente los mismos excedentes que el gasto militar. Los gastos en marketing en Estados Unidos pasaron de 3 mil millones de dólares en 1929 a 10 mil millones de dólares en 1957 y 12 mil millones de dólares en 1962. Las empresas que más gastaron en marketing fueron General Motors y Procter & Gamble.
El complejo industrial militar y ARPANET
En 1957, Eisenhower invitó a Neil McElroy, quien había sido director ejecutivo de Procter&Gamble, a convertirse en su nuevo secretario de Defensa. Con la presión que generaba sobre el gobierno estadounidense el lanzamiento de los cohetes soviéticos Sputnik, McElroy propuso la creación de una agencia centralizada para proyectos de investigación científica avanzada, que conjugaran un esfuerzo amplio de investigación científica en las universidades y las corporaciones del país. Esa agencia, que funcionaría como "administradora única" de la investigación en defensa, se centraría inicialmente en los misiles balísticos, satélites e investigación especial, pero tendría autoridad para determinar una agenda de investigación ilimitada e irrestricta. Fue en estas condiciones que el 7 de enero de 1958 Eisenhower envió al congreso la solicitud de fondos para la nueva Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados (ARPA, por sus siglas en inglés). Su primer director fue Roy Johnson, quien antes fungió como vicepresidente de General Electric.
ARPA surgió con ambiciosos proyectos de militarización del espacio, que incluían satélites de vigilancia, armas espaciales estratégicas y misiones lunares. No obstante, al crearse la NASA en 1958, prácticamente todos los programas espaciales y buena parte del presupuesto del que disponía fueron retirados de ARPA. Antes de salir del Departamento de defensa, McElroy replanteó las funciones de ARPA para convertirla en una agencia de investigación de defensa con mayor libertad de investigación (lo que en inglés se conoce como "blue sky").
En la década de 1960, bajo la dirección de Jack Ruina, ARPA se convirtió en la principal organización de investigación computacional en Estados Unidos. Al incorporar en las filas de ARPA al científico y programador J.C.R Licklider se crearon relaciones contractuales con los mejores científicos computacionales del país y se materializó la idea de establecer redes basadas en computadoras interconectadas. El resultado más importante de este proceso fue la creación de ARPANET, precursor del internet.
La era de la guerra de Vietnam y la vigilancia interna
Estados Unidos participó en las guerras de Corea y de Vietnam principalmente por motivos geopolíticos e imperialistas para mantener su hegemonía. Este sistema de dominación imperial y militar crea sus propios enemigos externos e internos. Los enemigos internos son aquellos que, a los ojos de la estructura de poder, se oponen al capitalismo y al estado de guerra. Para hacer frente a los enemigos internos, "un estado de guerra naturalmente provoca un estado de vigilancia". Las protestas por los derechos civiles en las décadas de 1950 y 1960 y contra la guerra de Vietnam provocaron un aumento masivo en el espionaje y vigilancia a la población estadounidense por parte de los militares o de la policía secreta. El espionaje, en el que participaban más de mil 500 agentes del ejército vestidos de civil en más de 300 oficinas, fue especialmente intenso contra nacionalistas negros, organizaciones socialistas, manifestantes contra la guerra o cualquier otro grupo o individuo considerado subversivo. Los archivos y expedientes que resultaron de la vigilancia fueron transmitidos a la NSA mediante ARPANET dos años después de que se ordenó al ejército que los destruyera.
En la década de 1970 también se reveló que la FBI había llevado a cabo un programa masivo de vigilancia, conocido como COINTELPRO (acrónimo de Counterintelligence Program, programa de contrainteligencia), en el que se llevaban a cabo numerosas actividades ilegales (robos, falsificaciones, provocaciones, encarcelamientos injustificados, etc.). Asimismo, se reveló que la NSA había creado "listas de vigilancia", que incluían expedientes de miles de personas a las que se espiaba. Tras estas revelaciones se creó la Foreign Intelligence Surveillance Act (Ley de vigilancia de la inteligencia extranjera) en 1978, que limita el poder del gobierno federal para espiar a los ciudadanos estadounidenses.
En la década de 1970 la NSA lanzó el Proyecto ECHELON en conjunto con los gobiernos de Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Este proyecto tenía la finalidad de interceptar comunicaciones civiles -desde cables de las embajadas hasta felicitaciones de cumpleaños- transmitidas por vía satelital. Tras interceptar las comunicaciones, se utilizaban computadoras para extraer fragmentos e identificar palabras clave que revelen contenido que pueda ser de interés para quienes espían. La NSA también ha estado involucrada en espionaje comercial (incluso en el robo de tecnología) a favor de las corporaciones estadounidenses.
Financiarización, minería de datos y ciberguerra
En la década de 1970 la economía estadounidense entró en una crisis que posteriormente se convirtió en un largo periodo de estancamiento. El efecto estimulante del "esfuerzo de ventas" y del gasto militar sobre la economía fue menor que en las dos décadas anteriores, a pesar del aumento del crédito al consumidor y del keynesianismo militar de Reagan, quien desencadenó una "segunda guerra fría".
Durante la administración de Regan se emitió la Decisión Directiva sobre Seguridad Nacional 145 (NSDD-145), mediante la cual se pretendía que los militares tuvieran un control centralizado sobre todas las bases de datos computacionales en Estados Unidos. Debido a las quejas de la industria privada y a otros escándalos, la NSDD-145 se desechó. Pero la idea de tener una gran base de datos centralizada persistió. En 2002 se creó en DARPA la Information Awareness Office (Oficina de Información y Conocimiento), encargada de crear la base tecnológica para el programa llamado Total Information Awareness (TIA, Información y Conocimiento Total), que posteriormente pasó a llamarse Terrorism Information Awareness. El programa TIA tenía la finalidad de "agregar y analizar todas las comunicaciones digitalizadas de la población estadounidense".
Puesto que el esfuerzo de ventas y el gasto militar ya no eran eficientes para absorber de forma rentable los excedentes, la "financiarización neoliberal" se convirtió en el mecanismo ideal para absorberlos, con "más y más capital fluyendo hacia la especulación en el sector financiero". La financiarización sólo fue posible gracias a las redes computacionales de alta velocidad, que son mecanismos clave para los mercados especulativos.
Un importante cambio social que introdujo la financiarización fue el impulso y profundización que dio al capitalismo de la vigilancia. "Al igual que la publicidad y la seguridad nacional, [la financiarización] tiene una necesidad insaciable de información". Cada aspecto relacionado con la financiarización (ingresos, gastos, compras, recibos de viaje, seguros médicos, etc.) fue incorporado a bases de datos masivas, que son auténticos mapas digitales de nuestras vidas en las bases de datos de las corporaciones. La financiarización requiere nuevas formas de vigilancia y de control de la información.
Los autores ejemplifican lo dicho con el gigante del marketing Acxiom. Esta empresa procesa 50 billones (castellanos) de transacciones anualmente en sus más de 23 mil computadoras y tiene un "expediente digital" con 1 500 puntos de información (en promedio) de más de 200 millones de estadounidenses. Acxiom vende esta información a sus clientes, que incluyen a más de la mitad de las cien mayores corporaciones estadounidenses. Desde 2001, Acxiom ha trabajado compartiendo información con la FBI y el Pentágono. Esta corporación trabaja también con el programa TIA de DARPA "ayudando a armar sistemas tecnológicos para la vigilancia total de la población estadounidense y mundial". Además de Acxiom hay muchas otras empresas que se dedican al almacenamiento y venta de los datos personales, como Elsevier, Epsilon y las instituciones financieras.
Una de las principales preocupaciones para la seguridad nacional en la actualidad es la posibilidad de una ciberguerra dirigida contra el sistema financiero y contra el sistema militar. Los altos funcionarios de defensa estadounidenses coinciden en que los ciberataques pueden ser tan destructivos como los ataques físicos. Por esa razón, se han llevado adelante proyectos como la Iniciativa Comprehensiva de Ciberseguridad Nacional [Comprehensive National Cybersecurity Iniviative], que han ampliado enormemente la autoridad de la NSA para la vigilancia en internet.
El internet y el capital monopolista
En Estados Unidos hubo un gran esfuerzo coordinado entre el gobierno civil, las agencias de defensa, las universidades y las corporaciones por impulsar las ciencias computacionales. Tras el cese de operaciones de ARPANET en 1989 tres sucesos clave facilitaron la rápida comercialización del internet y el aumento en el número de usuarios: 1) la privatización de la red conocida como NSFNET (red gestionada por la Fundación Nacional de Ciencias estadounidense) y el paso a un sistema controlado por proveedores privados de servicios de internet; 2) la ley de telecomunicaciones de 1996 que introdujo una desregulación masiva de las telecomunicaciones y que llevó a una mayor concentración y centralización del capital en estas industrias; 3) la ley de modernización de los servicios financieros, que desreguló el sector financiero. Estos tres acontecimientos condujeron a una de las mayores oleadas de fusiones empresariales en la historia, que llevaron a una concentración de capital que elevó el poder monopólico y que impulsó los sectores de tecnología y finanzas.
Internet ha tenido un papel central en la acumulación de capital desde inicios de la década de 2000. Las empresas que reinan en internet son prácticamente monopolios. En 2014, tres de las cuatro corporaciones estadounidenses más grandes eran monopolios del internet: Apple, Microsoft y Google. "El principal medio de generación de riqueza en internet y en plataformas como las aplicaciones es la vigilancia de la población, lo que permite a un puñado de empresas cosechar la parte del león de las ganancias derivadas del enorme esfuerzo de ventas en la economía estadounidense. La digitalización de la vigilancia ha cambiado radicalmente la naturaleza de la publicidad". Atrás han quedado los días en que las empresas compraban espacio en los medios con la esperanza de atraer la atención de los usuarios. Actualmente, ubican a sus potenciales consumidores individuales mediante la "vigilancia ubicua" y los persiguen por doquier en el espacio virtual. No hay espacio para la privacidad en este sistema.
Estos monopolios cooperan con el "brazo represivo del estado en la forma de sus funciones militares, de inteligencia y policiales". Filtraciones como la hecha por Edward Snowden acerca del programa Prism de la NSA han evidenciado un patrón de entrecruzamiento de los militares con las corporaciones de la computación y el internet, dando lugar a lo que algunos han llamado el "complejo digital-militar" [military-digital complex / Robert W. McChesney, Digital Disconnect, 2013] o el "complejo de vigilancia gubernamental-corporativo" [government-corporate surveillance complex / Beatrice Edwards, The Rise of the American Corporate Security State, 2014 / versión adaptada en https://monthlyreview.org/2014/07/01/the-zombie-bill/]. La información compartida por las principales empresas de internet y de telecomunicaciones va mucho más allá de los contratos de "colaboración secreta" e incluye también la entrega de información mediante la coerción legal. Entre las empresas que entregan la información de sus usuarios a la NSA y otras agencias de inteligencia destacan Microsoft (con sus servicios Outlook, Skype y SkyDrive), AT&T, Verizon, Sprint, Google, Yahoo y Facebook.
El entrecruzamiento entre las agencias de inteligencia y las empresas del internet va más allá de la entrega de datos. Comparten también proyectos de investigación, desarrollo de tecnologías e incluso directivos. En este sentido destaca el caso de Regina Dugan, quien en 2012 dejó su posición como directora de DARPA para unirse a Google. Durante su periodo en DARPA se hicieron muchas investigaciones e innovaciones relacionadas con drones; su incorporación en Google estuvo relacionada con el interés de esta empresa por utilizar drones para diversas actividades. De esta forma, las nuevas tecnologías militares permitirían a los monopolios del internet ampliar su tamaño e influencia al mismo tiempo que se expande el complejo digital-militar.
En la era digital la publicidad, los gastos militares y las finanzas –sectores que dependen de forma parasitaria de la base productiva de la economía- están estrechamente relacionados en una compleja red de compartición de tecnología y de datos. Conforme las tecnologías más avanzadas (la mayor parte de ellas desarrolladas en el ámbito militar) se privatizan, muchos de los científicos y directivos pueden explotar su conocimiento y contactos para incursionar en el sector privado, "cruzando fácilmente de un sistema de seguridad y vigilancia hacia otro".
Según los autores, en la era digital el mundo está dominado por: 1) el comercio de derivados financieros, 2) una red de vigilancia pública y privada, 3) la militarización de los sistemas de seguridad y control, y 4) "la remoción de los procesos judiciales fuera del control civil efectivo".
El programa Infomación y Conocimiento Total, el programa Prisma y Snowden [Total Information Awareness, Prism y Snowden]
En 2003, el congreso intentó quitar financiamiento e incluso desaparecer el programa TIA. Sin embargo, estos intentos sólo fueron parcialmente exitosos. Ante la oposición al programa en el Congreso por las violaciones a los derechos de privacidad de los estadounidenses, la DARPA y la NSA decidieron continuar el programa TIA mediante sus contratistas privados, que son sujetos a un menor escrutinio gubernamental. El programa TIA (conocido en los documentos oficiales como el "Programa de vigilancia del presidente") estuvo bajo la supervisión de los directores de la NSA pero su ejecución pasó al "sombrío mundo de los contratistas militares".
"La relación entre el establishment de inteligencia y la industria contratista privada es una puerta giratoria". Los principales directivos de las agencias de inteligencia participan como miembros de las juntas directivas de las empresas contratistas militares y pasan frecuentemente de una actividad a otra. En este sentido, destacan la empresa Booz Allen, una de las principales contratistas militares, así como Carlyle Group, que se especializa en la inversión y propiedad de contratistas militares.
Las filtraciones hechas por Edward Snowden muestran la existencia de un programa secreto de vigilancia de la población que comenzó poco después del 11 de septiembre, orientado a obtener información de teléfonos y correos electrónicos. El programa Prisma [Prism], creado con posterioridad, tenía como objetivo la "vigilancia total en internet"; su aplicación demoró algo de tiempo pues requería nuevas tecnologías y la cooperación con las principales corporaciones del internet. Booz Allen es la empresa encargada de desarrollar las tecnologías necesarias para este programa y de emprender las labores de vigilancia.
En mayo de 2013 Edward Snowden, quien hasta entonces había laborado como un técnico de nivel medio en Booz Allen Hamilton, filtró una gran cantidad de documentos de la NSA en donde se demostraba la magnitud del espionaje de esta agencia estadounidense sobre la población de su país y del mundo. Snowden proporcionó evidencia documental en la que se reconocía que la NSA tenía acceso directo (esto es, independientemente de los intermediarios) a prácticamente toda la información que circula en internet y que generan los teléfonos celulares en Estados Unidos. Nueve de las principales empresas tecnológicas (Microsoft, Apple, Google, Yahoo, Facebook, YouTube, PalTalk, Skype, AOL) participan de estas actividades con la NSA. La NSA dispone de "puertas traseras" que le permiten acceder a las cuentas de cientos de millones de usuarios sin necesidad de autorización ni intermediarios, pues pueden intervenir directamente los sistemas de las principales empresas de internet.
Como resultado de sus programas BULLRUN y EDGEHILL, la NSA puede violar casi cualquier encriptación mediante supercomputadoras que rompen algoritmos, hackeando casi cualquier mensaje. Otros documentos filtrados con posterioridad mostraron que "la NSA pone una puerta trasera en las normas de seguridad en el ciberespacio formuladas por el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología. La NSA afirma que ha sido capaz de hacer 'cambios de diseño' en la encriptación comercial que hacen que la seguridad parezca intacta, aun cuando está abierta a la penetración de la NSA". Así, la NSA no tiene que infiltrar las bases de datos de los servidores. Por el contrario: intercepta la información mientras viaja en cables de fibra óptica y tiene acceso directo a ellos. La vigilancia en internet por parte de la NSA no se reduce al territorio estadounidense; se da también en el exterior. La situación es similar para las llamadas telefónicas: "la NSA tiene acceso a más de 80% de las llamadas telefónicas internacionales, por las cuales paga cientos de millones de dólares al año a los monopolios de telecomunicaciones estadounidenses".
Los medios, las corporaciones y el gobierno señalan a Snowden como un traidor y afirman que puso en riesgo la seguridad de Estados Unidos al permitir que la población de ese país y del mundo supiera que cada movimiento que hacen está siendo vigilado. Las revelaciones de Snowden y los esfuerzos de los hackers disidentes de Anonymous y Wikileaks, así como de Chelsea Manning, representan una lucha contra el "estado de seguridad secreto del gobierno y las corporaciones" en el capitalismo de la vigilancia. La población debe percibir la amenaza para la democracia que representa un sistema político dominado por un "complejo militar-financiero-digital" que tiene información sobre todos los aspectos de nuestra vida y que utiliza las nuevas herramientas tecnológicas para la represión de grupos disidentes.
La probabilidad de una ciberguerra aumenta e irónicamente amenaza a todo el sistema capitalista y al imperio estadounidense. Esta amenaza será utilizada como una justificación para reducir aún más los derechos individuales y las libertades. Una preocupación central para el Departamento de defensa estadounidense es la posibilidad de que "armas críticas" puedan ser programadas mediante malware para fallar o funcionar mal en un momento determinado. Asimismo, los circuitos hackeados podrían ser usados para echar por tierra el sistema financiero o el sistema de defensa de un país. Es por ello que DARPA tiene nueve contratos con corporaciones privadas para desarrollar formas de lidiar con estas vulnerabilidades. No obstante, estas vulnerabilidades son inevitables.
La vulnerabilidad ante una ciberguerra y los intentos de tener mayor control "son signos de un imperio agonizante. Para prevenir el desastre humano y planetario total es necesario que la vox populi se oiga una vez más y que el imperio desaparezca. La revolución digital debe ser desmilitarizada y sujeta a valores y gobernanza democráticos, con todo lo que ello implica. No hay otra forma de hacerlo".
En Estados Unidos el producto real aumentó 65% entre 1940 y 1944 y la producción industrial creció 90% en el mismo periodo.
El Departamento de defensa estadounidense es el principal comprador de circuitos integrados del mundo, al comprar 1% de la producción mundial de estos.
Melman, Seymour [1971], Pentagon Capitalism, New York, McGraw Hill.
Cook, Fred J. [1962], The Warfare State, New York, Macmillan.
El texto vincula directamente al militarismo con la reproducción del poder y la acumulación del capital, estableciendo explícitamente que -según estos autores- el objetivo primario del militarismo es tanto económico como político: garantizar la reproducción y ampliación de la hegemonía estadounidense en el capitalismo mundial. Es necesario discutir las similitudes y diferencias de la propuesta de Foster y McChesney respecto de las hipótesis del proyecto, para robustecer nuestros planteamientos.
Otro punto importante señalado por los autores (aunque no es puesto en estos términos) es la privatización de muchas labores sustantivas de investigación relacionadas con la guerra y con el desarrollo de nuevas tecnologías de uso dual. Los sujetos encargados de estas funciones son los contratistas militares, cuya importancia cualitativa excede las formas convencionales de la guerra. En este sentido, es importante profundizar nuestro conocimiento en las actividades de corporaciones como Booz Allen y Carlyle Group, que son señaladas por los autores como clave para el desarrollo de nuevas tecnologías de vigilancia y para el financiamiento de las corporaciones militares, respectivamente. Estamos frente a un agudizamiento de la producción de tecnologías de uso dual donde las empresas privadas ganan importancia.
Existe una estrecha interrelación y elevada rotación entre los miembros de las juntas directivas de las empresas contratistas y los altos funcionarios de las fuerzas armadas estadounidenses y de las agencias de inteligencia. Por esta razón tiene una enorme importancia conocer las juntas directivas de las empresas relacionadas con la guerra, no sólo de las más grandes en términos de ventas sino también de las que producen las innovaciones que se ubican en la frontera tecnológica.