The new war on jihadism. The West's new front against jihadism is in the Sahel
The Economist [2019], "The new war on jihadism. The West's new front against jihadism is in the Sahel", The Economist, London, 4 de mayo, https://www.economist.com/middle-east-and-africa/2019/05/04/the-wests-ne...
Durante el asalto a un campo de entrenamiento terrorista, la mayoría de los soldados olvidó su entrenamiento. Este simulacro de ataque tuvo lugar cerca de la ciudad de Bobo-Dioulasso, en el oeste de Burkina Faso. Fue parte de un ejercicio de entrenamiento liderado por Estados Unidos en 2019 que involucró 2 mil tropas de élite de más de 30 países. Estos "juegos de guerra", son la parte más visible de un gran impulso occidental para cambiar el rumbo de una guerra sangrienta y olvidada, afirma The Economist. Los yihadistas están barriendo el Sahel, una franja árida de matorrales en el extremo sur del Sahara que se extiende a lo largo de África. También están causando caos en Somalia. Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y otras potencias occidentales están tratando de ayudar a las fuerzas locales en al menos 16 países para vencerlos.
Desde el colapso de su "califato" en Siria e Irak, el Estado Islámico ha estado buscando otros lugares para levantar su bandera negra. África, y especialmente el Sahel, son vulnerables. Los gobiernos son débiles, y con frecuencia solo tienen control sobre partes remotas de su territorio. Abu Bakr al-Baghdadi, el líder del Estado Islámico, ve una oportunidad de expansión. En un video publicado el 29 de abril para demostrar que no está muerto, se entusiasmó con África: “hermanos en Burkina Faso y Mali […] los felicitamos por unirse al convoy del califato”, dijo, según el sitio del Grupo de Inteligencia, que supervisa las comunicaciones yihadistas. El general de división Mark Hicks, quien dirige las fuerzas especiales estadounidenses en África teme que no sea el único grupo terrorista que extiende su franquicia. Su inteligencia considera que los grupos a los que rastrean contienen alrededor de 10 mil 500 guerreros yihadistas. La mayoría de los yihadistas en África están luchando contra sus propios gobiernos. Pero algunos atacan objetivos occidentales.
No se puede generalizar fácilmente sobre los grupos yihadistas africanos. Algunos son estrictamente locales y han tomado las armas para luchar por las tierras de cultivo o contra un gobierno local corrupto. Algunos adoptan la etiqueta de "yihadista" solo porque son musulmanes. Muchos hombres jóvenes que se unen a tales grupos lo hacen porque han sido robados por los oficiales o golpeados por la policía, o han visto a sus amigos humillados de esta manera. Otros grupos, como al-Shabab en Somalia, están inmersos en las enseñanzas de al-Qaeda, tienden a centrarse en atrocidades espectaculares, como un camión bomba en 2017 en la capital de Somalia, Mogadiscio, que mató a casi 600 personas. Los grupos más preocupantes que se adhieren son los que buscan mantener el territorio. Una rama de Boko Haram, por ejemplo, se está construyendo un proto-califato en el norte de Nigeria.
En 2018, los conflictos con yihadistas en África cobraron más de 9 mil 300 vidas, en su mayoría civiles. Esta cantidad es equiparable a las personas que murieron durante el conflicto de los yihadistas en Siria e Irak juntos. Aproximadamente, dos quintas partes de esas muertes ocurrieron en Somalia, donde al-Shabab detonó con frecuencia coches bomba en calles abarrotadas. Las demás muertes se registraron en Nigeria, donde los secuestradores de Boko Haram dispararon a aldeanos y enfermeras.
A pesar de esto, el área de mayor preocupación es Sahel. En Níger, Mali y Burkina Faso, el número de personas asesinadas relacionadas con la yihad se ha duplicado a más de 1 100 en 2018. Y la violencia se está extendiendo a través de las fronteras, amenazando con destrozar estados pobres y frágiles con malos gobernantes y poblaciones en aumento.
El miedo de los refugiados es una de las razones principales por las que las potencias militares europeas están tratando de estabilizar la región. Francia tiene 4 500 soldados combatiendo a los yihadistas; Alemania e Italia tienen cada uno cerca de mil soldados en África; Gran Bretaña ha establecido dos unidades de infantería especializadas dedicadas a entrenar a soldados africanos en Nigeria y Somalia; y Estados Unidos, que está más preocupado por el terrorismo que por los refugiados en esta parte del mundo, tiene más de 7 mil efectivos militares en África.
La mayoría de las tropas occidentales no combaten a los yihadistas directamente, excepto en Somalia, donde los misiles lanzados por drones han matado a muchos combatientes de al-Shabab. La mayoría están entrenando fuerzas locales. Los esfuerzos para contener la propagación del yihadismo mediante el entrenamiento de ejércitos locales o el asesinato de líderes insurgentes no están funcionando. Tomemos Malí, donde en 2012 los separatistas y yihadistas tuareg, aliados a Al Qaeda, barrieron el desierto y conquistaron el norte del país con armas saqueadas de los arsenales del dictador muerto de Libia, Muammar Gaddafi. Los rebeldes parecían listos para marchar hacia la capital, Bamako y hacia el sur, que contiene 90% de la población y sostiene la mayor parte de la economía. Las tropas francesas los rechazaron de las principales ciudades. Pero ni siquiera su experiencia y su poder de repulsión pudieron derrotar a los rebeldes. Allí han sobrevivido a una campaña de contrainsurgencia de siete años. Los expertos en París llaman a Mali "el Afganistán de Francia". En la actualidad, la ONU cuenta con más de 16 mil efectivos de mantenimiento de la paz en Mali, de los cuales 195 han sido asesinados, lo que la convierte en la misión más peligrosa de los cascos azules desde su inicio en 2013. No obstante, los yihadistas han seguido propagándose hacia el sur, a Níger y Burkina Faso.
El gobierno de Malí ha mostrado poco interés en tratar de restablecer la seguridad en la mitad norte del país, contentándose con mantener estable la región sur del país que es rica en oro. Peor aún, el gobierno ha permitido, si no ha apoyado activamente, la formación de milicias étnicas a su favor, que son responsables de un número cada vez mayor de ataques contra civiles de grupos minoritarios. “Hay tantos rifles de asalto en Mali que el precio ha bajado de 600 dólares en 2017 a 260 dólares en 2019”, dijo un funcionario público.
Los gobiernos y ejércitos occidentales han comenzado a centrarse menos en Mali y Nigeria y más en Níger y Burkina Faso, con la esperanza de que estos países puedan actuar como baluartes para detener la propagación del yihadismo. Desafortunadamente, muchos de los errores que se cometieron en Mali también se están cometiendo en Burkina Faso. Las milicias se están proliferando y ha comenzado un ciclo de violencia étnica. Las élites locales rara vez quieren poner fin a la corrupción que las enriquece, o permitir el tipo de responsabilidad democrática que podría limitar su poder. Además, la amenaza del yihadismo ha llevado a algunos gobiernos occidentales a dejar de promover la democracia en África, al igual que durante la guerra fría, cuando apoyaron regímenes terribles si eran anticomunistas. Un enfoque similar parece evidente ahora: casi cualquier gobernante anti-yihadista puede parecer un aliado adecuado. En 2019, por ejemplo, aviones de combate franceses bombardearon a grupos rebeldes en Chad para proteger a Idriss Déby, quien ha gobernado desde 1990. En Camerún, fuerzas especiales entrenadas por Occidente han sido implicadas en brutales abusos contra opositores de Paul Biya, quien ha sido presidente desde 1982.
El Sahel es tan inestable que las tropas extranjeras probablemente estarán allí durante años. Pero a menos que la gobernanza local mejore, no eliminarán la amenaza yihadista.
Imagen 1. Mapa de Sahel, ilustra los enfrentamientos entre grupos rebeldes y milicias desde enero de 2018 hasta abril de 2019 y el agrupamiento que han formado.
Sin duda una de las principales características de la guerra es el fenómeno expansivo que significa. En el caso del terrorismo, en específico del yihadismo, la expansión de las cúpulas hacia África ha despertado el interés militar y geopolítico de las potencias occidentales que intentan contener el avance de estos grupos extremistas. La crisis en Sahel es un escenario de inestabilidad extrema, la guerra continuará en África, la ineficiencia y flat de legitimidad de los Estados ha contribuido a potenciar la presencia de estos grupos rebeldes, la única alternativa es que estás instituciones fortalezcan y encuentren las herramientas necesarias para combatir y eliminar cualquier intento de apropiación territorial y expansión del terrorismo.