En Belchatown, Polonia, se localiza una mina de lignito que alimenta Elektrownia Belchatown, la planta de carbón más grande de Europa y la que genera la mayor cantidad de emisiones de carbono: casi una tonelada por segundo. Los 13 hornos de la planta producen 20% de la electricidad de Polonia.

Belchatown es un ejemplo paradigmático de las divisiones que genera el tema ambiental. Por un lado, la prensa y organizaciones no gubernamentales como tratan de aumentar la presión sobre el gobierno polaco por las emisiones de carbón generadas en Belchatown. Green Peace montó una campaña en contra del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, por bloquear un acuerdo para establecer la neutralidad de carbono en la Unión Europea en 2050 [1].

Por el otro lado, los habitantes de Belchatown tienen varias razones para defender su planta eléctrica. En primer lugar, están las económicas. La central y la mina generan alrededor de 8 mil empleos directos, por lo que cerrarlas o reducir sus operaciones significa perder un enorme aporte para la economía local. De hecho, las licencias que estableció la Unión Europea para las emisiones de carbono ya han aumentado el costo de la electricidad, por lo que se teme que si se imponen más restricciones la industria polaca perderá competitividad frente a Bielorrusia, Ucrania y Rusia. En segundo lugar, hay razones culturales. La industria del carbón es un símbolo de orgullo para los habitantes de Belchatown y asocian su estándar de vida a esa actividad, por lo que ven en su regulación un intento para quitarles la posibilidad de tener los mismos niveles de vida que los países de Europa occidental.

The Economist equipara el debate en torno al ambiente con la crisis de migración que atravesó Europa en 2015. Los habitantes de las comunidades que recibían a los migrantes se preocupaba por salarios, beneficios y por el lugar que su sociedad tomaba frente a las grandes ciudades. Ambos debates también apelan a la tensión entre los países de la Europa del este y los occidentales. Para el semanario inglés, ambos debates rayan en la simplificación excesiva pues no dan cuenta de que no hay bloques definidos con precisión, tampoco hay consenso en torno al cambio climático. Por lo que la verdadera división está dentro de cada sociedad: entre las grandes ciudades y los pequeños pueblos, en sus distintas maneras y ritmos de hacer las cosas.

Aprender del pasado

Según The Economist, los populistas ganaron el debate migratorio en Europa, por lo que el problema desapareció de la arena pública. Lo que permitió sustituir la campaña que acogía a los migrantes en 2015 por una política que pretende “resguardar” Europa de los refugiados. En este sentido The Economist aconseja a los ambientalistas no caer en los errores que tuvieron los defensores de la migración. En primer lugar, hay que retomar los argumentos de los populistas no para dividirlos, sino para contrastarlos con “hechos emocionalmente resonantes”, como la ola de calor que azota Europa. En segundo lugar, propone no escuchar las preocupaciones de quienes se resisten al cambio, pero al mismo tiempo avanzar con medidas concretas. Sólo así los liberales europeos pueden dar esta batalla en lo que el semanario denomina una nueva guerra cultural.

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[1] Neutralidad de carbono, o huella de carbono cero, se refiere a conseguir emisiones de dióxido de carbono netas iguales a cero equilibrando la cantidad de dióxido de carbono liberado a la atmósfera con una cantidad equivalente retirada de la atmósfera o fijada por plantas, o comprando los suficientes créditos de carbono. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Neutralidad_de_carbono