Brexit's Advance Opens a New Trade Era

Cita: 

Goodman, Peter [2019], "Brexit's Advance Opens a New Trade Era", The New York Times, New York, 14 de diciembre, https://www.nytimes.com/2019/12/13/business/economy/uk-election-brexit-t...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Viernes, Diciembre 13, 2019
Tema: 
Los peligros que implica el fenecimiento de la estructura comercial internacional
Idea principal: 

Peter S. Goodman es un periodista y autor de economía estadounidense. Goodman ha trabajado para el Washington Post, el New York Times y el Huffington Post, y actualmente es el editor del International Business Times.


La era en que se pensaba en la integración económica global como abonadora del progreso humano ha terminado. Su lugar ha sido tomado por la primacía de los intereses nacionales y las negociaciones comerciales entre los países de forma individual. Prueba de esto fue la votación realizada en Reino Unido para avalar la salida de la quinta economía mas grande del mundo de la Unión Europea. Y aunque la negociación entre Estados Unidos y China para llegar a una tregua en la disputa comercial fue vista como una buena señal, en el fondo no es más que la confirmación de los principios de esta nueva etapa.

El llamado “Brexit” implica un cambio profundo en el sistema de intercambio comercial que se fraguó en los tiempos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando las potencias construyeron un orden internacional bajo el entendido de que el intercambio de bienes comerciales disminuía la proclividad al intercambio de balas.

Esta premisa no tiene ya mas influencia, y prueba de ello es que la Organización Mundial de Comercio, baluarte de la resolución en las disputas comerciales, se ha visto menoscabada en la medida en que los países ignoran este canal para imponer tarifas arbitrariamente. Prueba de esto es el esfuerzo que la administración del presidente Donald Trump ha ejercido para bloquear la designación de dos de los tres jueces que se necesitan para el correcto funcionamiento de la organización.

Bajo la idea de que Estados Unidos puede aventajar en cualquier relación bilateral e inclinar las reglas hacia los intereses norteamericanos, la administración Trump emprendió una disputa comercial para obtener arreglos comerciales favorables, principalmente con China. Esta es la lógica que se encuentra detrás del abandono de Estados Unidos del Acuerdo TransPacífico, proyecto impulsado por Barack Obama para presionar a China en ámbitos como el subsidio que el país asiático brinda a empresas clave, el reparto de crédito a algunas empresas favorecidas y la manipulación de su divisa para ganar ventajas en el mercado mundial. Apoyada en una visión multilateralista, el supuesto radicaba en que mediante el establecimiento de reglas claras en materia laboral, inversión y ambiental, los países miembros se verían beneficiados económicamente, orillando a China a ingresar al bloque para obtener los beneficios siempre y cuando adoptara las reglas establecidas.

No obstante, Donald Trump optó por una confrontación directa como medio mas efectivo para lograr que China comprara una mayor cantidad de bienes y jugara de manera más limpia. De acuerdo con lo establecido en el acuerdo preliminar de diciembre, el objetivo de inclinar la balanza en favor de Estados Unidos se habría cumplido, toda vez que el país asiático aceptó comprar más productos agrícolas y respetar la propiedad intelectual; un “asombroso acuerdo”, según refirió el propio Trump. Sin embargo, algunos economistas niegan que esto represente una victoria. Mucho de lo acordado como en el caso de las compras agrícolas ya sucedía, y lejos de significar el cese de las tensiones comerciales, las disrupciones en las cadenas de suministro globales continuarán sufriendo el clima de tensión mientras prosigue la búsqueda de nuevas alternativas para lograr el intercambio de bienes comerciales.

A este complicado panorama global se suma el trabajo que tendrá que realizar Gran Bretaña para asegurar la firma de nuevos tratados comerciales con algunas de las economías mas grandes del mundo, tales como Estados Unidos, China, Australia e India. Una tarea tortuosa si se toma en cuenta que la apertura de mercados implica no solo la exportación de productos, sino el sometimiento de las empresas locales a nuevos competidores. Tal situación podría minar el papel que Gran Bretaña desempeña como cuartel general de empresas multinacionales, pues ni la suma de todos los acuerdos comerciales que pueda entablar compensarán la pérdida que representa el mercado europeo, destino final de casi la mitad de sus exportaciones.

Con ello, no solo se abre la posibilidad de que los imperativos nacionalistas emerjan, sino también la posibilidad de que crezcan los malentendidos en torno al intercambio comercial como generadora de una creciente desigualdad. La percepción de que el actual sistema solo ha beneficiado a una pequeña minoría ronda desde Londres y las protestas de 2016 contra el papel de los bancos en la crisis financiera, hasta Estados Unidos, lugar donde la base política de Trump ha apoyado enérgicamente la guerra comercial. Sin embargo, Alemania, Italia y Francia también son algunos países donde la retórica anticomercio y antiglobalización ha arraigado profundamente al mismo tiempo que los discursos nacionalistas y nativistas ganan terreno.

Esta situación ha orillado a algunos economistas a encontrar ciertos paralelos con el panorama vivido durante la Gran Depresión de los años 30, cuando a la implementación de la Ley de Aranceles en Estados Unidos prosiguió una ola de aranceles recíprocos entre los países y sus productos agrícolas y fabriles. En la medida en que el intercambio comercial se desmoronó y la ira nacionalista creció, la Segunda Guerra Mundial fue la culminación de tales pulsaciones.

Aunque la culminación de las negociaciones del Acuerdo Comercial de América del Norte representa una excepción en este panorama, pues permitirá el intercambio de bienes valuado en 1.2 billones de dólares entre Canadá, Estados Unidos y México; ejemplos como la posible imposición de tarifas a la importación de automóviles provenientes de Alemania bajo pretexto de amenazas a la seguridad nacional de Estados Unidos continúan generando incertidumbre en el sistema de comercio internacional, al mismo tiempo que retrasan la generación de nuevas contrataciones y el ritmo de nuevas inversiones.

La incertidumbre no sólo significa un duro golpe para la Unión Europea, institución que queda tambaleante frente al divorcio con Gran Bretaña, sino para todos aquellos países que están expuestos al comercio internacional y que dependen de ello para generar gran parte de su fortuna –desde Alemania y Corea del Sur hasta México. Las implicaciones serán masivas.

Datos cruciales: 

1. De acuerdo con el trabajo realizado por el economista de Boston, Tarek Hassan, cada año desde que se celebró el referéndum la compañía promedio en Irlanda ha visto disminuido su ritmo de inversiones en 4.2%, mientras que su tasa de contrataciones registra 15% menos de lo que hubiera registrado si no existiera el panorama de incertidumbre. Del otro lado del Atlántico, la compañía promedio norteamericana ha visto disminuido su ritmo de inversiones en 0.5%, mientras que su tasa de contrataciones se ha visto ralentizada en 1.7%.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Aunque la narrativa articulada por el semanario inglés parece pecar de alarmista, tal disyuntiva comercial significará un obstáculo importante para la actividad emprendida por las corporaciones transnacionales y sus cadenas de suministros globales. Pese a esto, se antoja difícil que esta situación pueda poner en entredicho la capacidad del sistema capitalista para rearticularse. Frente a esto, habrá que prestar atención al papel que podrían desempeñar los estados en tanto que todo parece indicar, de acuerdo con lo vertido en el artículo, que volverán a tomar un rol central como garantes de la reproducción de las sociedades nacionales.