It's the End of the World Economy as We Know It
Irwin, Neil [2020], "It's the End of the World Economy as We Know It", The New York Times, New York, 16 de abril, https://www.nytimes.com/2020/04/16/upshot/world-economy-restructuring-co...
Sobre el autor
Neil Irwin es corresponsal senior de economía en The New York Times, donde escribe para el sitio de análisis económico y político The Upshot. Tiene un máster en administración de negocios, MBA, por la Universidad de Columbia, donde fue parte del programa Knight-Bagehot Fellowship en periodismo económico y de negocios. Es autor de varios y libros y trabajó también para The Washington Post.
Usualmente, cuando suceden grandes y graves eventos económicos, sus consecuencias -que suelen tomar direcciones impredecibles- tardan años en manifestarse. De esta forma, por ejemplo, la crisis inmobiliaria de los suburbios norteamericanos que estalló en 2007 llevó a la crisis fiscal de 2010 en Grecia. También, la caída del mercado de valores de Nueva York en 1929 contribuyó al auge del fascismo en Europa en la década del treinta.
La imposibilidad de conocer la forma en que funciona la red de interconexiones infinitamente complicadas de la economía mundial es lo que hace más desconcertante la crisis actual. Según The New York Times, en los próximos años veremos los efectos de la destrucción de esta red de interconexiones, lo que abrirá la posibilidad de una economía mundial completamente diferente a la de las décadas pasadas.
Adam Tooze, historiador de la Universidad de Columbia y autor de Crashed sobre los efectos de la crisis financiera de 2008, considera que reactivar la actividad económica es sólo el principio de nuestros problemas, la incertidumbre de este periodo es la mayor a la que nos hemos enfrentado jamás.
Para el diario neoyorquino, la lección de este tipo crisis es que sus efectos tienden a resaltar viejos problemas que no fueron resueltos en los tiempos de bonanza, cuando son más fáciles de ignorar. En este sentido, la globalización y la idea de una economía mundial con Estados Unidos en el centro había comenzado caerse con el giro nacionalista en Estados Unidos y el auge de China.
Aunque algunas señales muestran que la crisis ocasionada por el Covid-19 está exagerando y afianzando estos cambios, para algunos expertos tan solo habrá una reevaluación del nivel de dependencia que estén dispuestos a aceptar los diferentes países, pero sin que esto signifique el fin de la globalización, pues únicamente afectará a áreas de producción estratégicas y recursos críticos, tal como lo ha hecho la administración Trump.
Sin embargo, las evidencias del debilitamiento de globalización son considerables. Para empezar, las directivas del ministro de finanzas francés, que ha llamado a las compañías del país galo a reevaluar sus cadenas de suministro para ser menos dependientes de China y otros países asiáticos. Segundo, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos ha anunciado el decomiso de ciertos suministros médicos de exportación. Tercero, la sugerencia, en ese mismo país, del senador Lindsey Graham de castigar a China por no contener el virus, cancelando la deuda que posee el gobierno chino, lo que podría poner en riesgo el papel, de piedra angular, de los bonos del Tesoro de Estados Unidos en el sistema financiero mundial.
Los límites de la globalización habían comenzado a manifestarse antes del golpe propinado por el Coronavirus. El PIB mundial había mostrado una tendencia a la baja desde 2008, mientras que la elección de Trump en Estados Unidos y la guerra comercial con China provocó que muchas empresas transnacionales empezaran a repensar el esquema de sus operaciones.
Por otra parte, para algunos especialistas lo que hay que esperar no es tanto el fin de la globalización, sino una tendencia hacia la conformación de bloques comerciales regionales y un mayor énfasis en que las empresas desarrollen redundancia en sus redes de suministro. Seguramente los gobiernos insistirán en que la producción en algunas áreas, como la farmacéutica y el equipo médico, sea nacional.
En este sentido, la reorientación de la estrategia económica china, por una parte, al pasar de ser un productor de mercancías de bajo costo a un productor tecnológicamente avanzado, con aviones y equipo de telecomunicaciones, ha hecho que las potencias occidentales y Japón se vuelvan renuentes a realizar operaciones en China, por preocupaciones relacionadas con el robo de propiedad intelectual. Por otra parte, las tensiones que la administración Trump ha tenido con muchos países, incluso con sus aliados en Europa occidental, han alentado una mentalidad más nacionalista incluso antes del brote, lo que con la pandemia podría acelerarse.
Tras la Primera guerra mundial, en un episodio pasado de desglobalización, la reconstrucción del sistema financiero global llevó a la pérdida de la prominencia de Inglaterra. Actualmente, las señales actuales parecen apuntan en la dirección contraria. El dólar parece cada vez más arraigado en el centro del sistema financiero global.
En este sentido, la Reserva Federal ha abierto líneas de intercambio de divisas con 14 bancos centrales en el extranjero, permitiéndoles a estos inyectar dólares en sus sistemas bancarios, y ha empezado otro programa para que otros países obtengan dólares con bonos del Tesoro como garantía. Estos movimientos están permitiendo que la economía no se vea paralizada por una escasez de dólares. En contraste, los funcionarios europeos se han mostrado renuentes a dar pasos que hagan al euro más determinante en el sistema monetario global, como emitir bonos garantizados por el conjunto de la eurozona. Igualmente, China ha sido renuente a reconstruir su sistema financiero de forma que habilite al renminbi ha convertirse en un elemento crucial del comercio, como permitir el libre flujo de capital. Aunque algunos especialistas, como el ex gobernador de el Banco de Inglaterra Mark Carney, consideran que el sistema monetario y financiero mundial es insostenible con su profunda dependencia del dólar, la pandemia parece estar apuntalando este sistema defectuoso.
Durante los pasados 12 años, el mundo parece revivir el periodo que fue de 1919 a 1939. No obstante, no se ha respetado el orden de los acontecimientos. En aquel momento también se experimentó un colapso financiero, un auge de gobiernos autoritarios, la emergencia de una nueva potencia (Estados Unidos, en aquel momento; China, actualmente) y una pandemia, pero la secuencia ahora es distinta y la incertidumbre acongoja.
La crisis actual ocasionada por el brote de Coronavirus tiene el potencial de alterar a largo plazo, a corto plazo sus efectos son evidentes, la dinámica de deslocalización del proceso productivo que había regido desde la década de los ochenta. Los posibles nuevos patrones de comercio, inversión y producción podrían dar primacía a lo local y poner de manifiesto la importancia del Estado en el capitalismo contemporáneo.